Tratado de la Pintura/02
VIDA DE LEÓN BAUTISTA ALBERTI,
editarPOR RAFAEL DU FRESNE.
Público testimonio es la historia de lo ilustre y antigua que fue en Florencia la familia de Alberti; pues queriendo Scipion Amirato por ciertas miras particulares realzar el apellido de Concini, no halló mejor expediente que ponerle al lado del de Alberti, dando un mismo orígen á ambas familias. Por ahora basta decir que en el año de 1304 eran ya los Albertis sugetos de mucha estimación en Florencia, adictos al partido de los Bianchis; y en el de 1384 en las fiestas que se celebraron en aquella Ciudad por la toma de Arezzo, fueron tan magníficas las funciones que dieron, que se juzgaron mas propias de Príncipes que de particulares. En los Archivos de la República se halla que los Albertis tuvieron nueve veces el Gonfalonerato, que era el supremo grado de honor á que podian aspirar los Florentinos. Pero en las frecuentes turbulencias públicas no siempre tuvieron muy favorable á la fortuna. En el año 1387 Cipriano y Benito Alberti fueron desterrados de su patria, y en el de 1411 se expatrió hasta los niños de esta familia. En 1428 se les indultó y permitió vivir en Florencia. El dicho Cipriano fue padre de Alberto, Lorenzo y Juan. Alberto Alberti fue primero Canónigo, y en 1437 le dieron el Obispado de Camerino. El Papa Eugenio, que fue recibido de los Florentinos con tanta suntuosidad y demostraciones de afecto en su ciudad, habiendo experimentado la virtud de este Prelado en el Concilio que celebró, le condecoró con la Púrpura Cardenalicia, mostrándose agradecido al mismo tiempo en esto á su nación. Lorenzo su hermano dejó tres hijos llamados Bernardo, Carlos y León Bautista, cuyas prendas serán abundante asunto de este breve discurso. El cuidado y diligencia con que fueron educados estos tres hermanos durante la vida de su padre, lo dice el mismo León Bautista en el Tratado que escribió é intituló: Comodidades é incomodidades del estudio; en donde cuenta que tenia todas las horas distribuidas de tal modo para varios estudios, que nunca estaba ocioso.
Luego que llegó á la edad juvenil Carlos su hermano, se dedicó al cuidado de su casa sin abandonar la literatura; pero León Bautista no teniendo mas negocios que sus libros, se entregó de todo punto al estudio, y adelantó tanto en las ciencias, que excedió á cuantos por entonces tenían fama de literatos. La primera muestra que dió de la viveza y prontitud de su ingenio fue el engañar con una discreta é ingeniosa burla (mas feliz que la de Sigonio en adelante) el juicio y parecer de los eruditos de su tiempo; pues siendo de edad de veinte años, y hallándose en Bolonia compuso ocultamente una fábula que intituló Philodoxios, bajo el nombre de Lépido Cómico, la cual la publicó luego como que se habia encontrado por rara casualidad en un manuscrito antiquísimo. Imitó en ella Alberti con tal felicidad la dicción y estilo antiguo de los Cómicos Latinos, que habiendo llegado á las manos de Aldo Manucio, tenido entonces por el modelo de la latinidad mas pura, la hizo inmediatamente imprimir en Luca año 1588 (A), dedicándosela á Ascanio Persio, sugeto de mucha erudición, como obra de un escritor antiguo: Lepidam Lepidi antiqui comici, quisquis ille sit, fabulam ad te mitto, eruditissime Persi, quae cum ad manus meas pervenerit, perire nolui; &c antiquitatis rationem habendam esse duxi. Multa sunt in ea observatione digna, quae tibi, totius vetustatis solertissimo indagatori, non displicebunt, mihi certe cum placuerint &c. El mismo Alberti se declaró en el prólogo que compuso á esta fábula á los veinte años de su edad; non quidem cupio, non peto in laudem trahi, quod hac vigessima annorum meorum aetate hanc ineptius: scripserim fabulam: verum expecto inde haberi apud vos hoc persuasionnis non vacuum me scilicet, non exundique incure meos obivisse annos. Con esta experiencia que hizo de sus fuerzas Alberti á esta edad, no hubo luego ciencia que no adquiriese con su aplicación, de modo que no pasaba dia en que no leyese ó compusiese alguna cosa útil, como él mismo lo asegura; y era su entendimiento tan dócil, que parecía nacido para cualquiera arte ó ciencia. No es posible discernir si fue mejor Poeta que Orador, si escribió mejor el Latin que el Toscano, si fue mas hábil en las ciencias prácticas que en las especulativas, ó si hablaba con mas energía de las cosas sublimes, ó con mas gracia y atractivo de las regulares.
Dice la Historia que Lorenzo de Médicis, verdadero Mecenas de su siglo, quiso en una ocasión, para pasar con comodidad la rigurosa estación del estío, juntar en la selva de Camáldoli una Academia de los sugetos mas célebres en toda clase de literatura, entre los cuales obtuvieron los lugares primeros Marsilio Picino, Donato Acciayoli, León Bautista Alberti, Alámano Rinvecino y Cristobal Landino. La conversación de unos hombres como estos cada uno se la puede imaginar; pero entre todos solo se llevó la palma Alberti, el cual con discursos profundísimos, demostró que en la Eneida se esconden bajo la apariencia de varias ficciones los mas altos secretos de la Filosofía, y que Virgilio era un verdadero Filósofo, vestido y adornado con las invenciones poéticas. Estos discursos hicieron tal impresión en el ánimo de los oyentes, que Cristobal Landino (que fue el Secretario de aquella Academia) los copió y coordinó, con los cuales formó luego aquella obra que se imprimió con el título de quaestiones Camaldolenses, en Latín, en la que hacia el fin escribe Landino: Haec sunt quae de plurimis, longeque excellentioribus, quae Leo Baptista Albertus memoriter, dilucide, ac copiose in tantorum virorum concessu disputavit, meminisse volui.
Dejó Alberti varias obras escritas en Latín y en Toscano, de las que pondremos al fin un catálogo puntual. Entre las obras latinas la mas excelente y digna de compararse con las de la antigüedad es la que intituló el Momo, la cual por su particular mérito fue impresa el mismo año de 1520 por dos veces en Roma. En ella se explica con infinita gracia, y con un artificio de los mas sublimes entre chanzas, risas y burlas todo lo que los demás han escrito con seriedad y gravedad acerca de la Filosofia moral, siendo el asunto principal de sus cuatro libros las prendas que constituyen á un Príncipe perfecto y apto para conocer á los que le cercan, su carácter y costumbres. Es muy buena también la obrita que escribió intitulada Trivia, que trata de los Senadores, y la otra que intituló de Jure, ó de la administración de la Justicia, de las cuales no se por qué razón formó el quinto y sexto libro del Momo Cosme Bartoli, cuando tradujo al Toscano varios escritos de Alberti. Escribió también unas fábulas, y en la particularidad de los conceptos aseguran que excedió á Esopo. Compuso también la vida y costumbres de su perro, y la de la mosca; siendo tal su ingenio que del mismo modo podia burlarse con artificiosos rodeos de las cosas graves y serias, que filosofar sobre las bajas y frívolas. En italiano escribió tres libros de la economía, y algunos asuntos amorosos en prosa y verso; siendo él el primero (como escribe Jorge Vasari) que hizo versos italianos con metro latino, como se ve en la Epístola que compuso:
- Questa pur estrema miserabil' epístola
- mando
- A tè che spregi miseramente noi &c.
Pero al hablar del sobresaliente ingenio de Alberti en todo género de literatura, y del lugar que obtuvo entre los eruditos, veo que me arrebatan los individuos de una profesión diferente, quiero decir, los Pintores y Arquitectos, los cuales quieren sea suyo del todo; y mostrándome lo mucho que hizo en la Pintura y Arquitectura, me hacen que vuelva atrás para empezar á escribir las prendas de otro Alberti, pasando de las ciencias especulativas á las prácticas y mecánicas. En efecto, fue tan grande la capacidad y talento de Alberti, que no solamente pudo tinturarse en todas las ciencias generalmente, sino que supo y profesó cada una de ellas en particular, de modo que hizo creer á las gentes que solo á aquella se habia aplicado y dedicado de todo punto, igualando, y a veces excediendo á los mas hábiles facultativos.
Hallábase en su tiempo tan decaida la Arquitectura, que aunque habia de ella alguna noticia, era tan corrompida y distante de la nobleza y grandiosidad de los siglos Romanos, que nada bueno producia. Alberti fue el primero que intentó restaurar la pureza de este arte, y arrojando la barbarie de los siglos Góticos, introdujo el orden y la proporción, de suerte que fue llamado universalmente el Vitruvio Florentino. La fama que adquirió indujo al Papa Nicolao V á que se valiese de él para algunas fábricas de Roma, poniendo en él toda su confianza en virtud de las alabanzas que de su mérito le hizo Biondo Forlivese, sugeto á quien estimaba el Pontífice particularmente.
Hizo el diseño de la Iglesia de S. Francisco para Segismundo Pandolfo Malatesta, Señor de Rímino, la que se empezó año 1447, y fue uno de los mas suntuosos edificios de Italia. Se concluyó en 1550: y ya que el Vasari es tan prolijo en cosas de mucha menor importancia que esta, y en la descripción de este magnifico Templo fue escaseando las palabras, no obstante que pudo muy bien haber observado en el tiempo que estuvo en Rímino todas las partes de la fábrica, cuando pintó el S. Francisco para el Altar mayor; nosotros para suplir en parte esta negligencia, y para honrar en lo posible la memoria del Arquitecto, haremos aqui una sucinta relación de todo lo que nos pareció digno de notarse cuando vimos este edificio. Empezando, pues, por la fachada, hay en ella un bellísimo embasamento de mármol de Istria, el cual corre rodeando toda la fábrica, y por coronación tiene un hermoso adorno de follages con las armas de los Pandolfos, agrupado todo con excelente invención. Sobre este embasamento se elevan cuatro columnas istriadas ó medias cañas de orden compuesto. Los tres intersticios los ocupan tres nichos, siendo mayor el de en medio, que es la puerta, y se interna un poco con adornos de follages muy buenos. Sigue después el arquitrabe, friso y cornisa, sobre la cual habia dos pilastras, y un nicho en medio correspondiente á la puerta, todo del mismo orden, lo cual, si se hubiera hecho, serviria para dar luz á la nave de enmedio, y para colocar la estatua del Señor de Rímino. A un lado del Templo se ven siete arcos con noble y grandiosa invención, y debajo de ellos otros tantos sepulcros de los Señores ilustres de Rímino. La parte inferior del edificio no es en nada inferior á la de afuera, ni en la grandiosidad del diseño, ni en el primor de los ornatos, los que, aunque participan algo del gusto Gótico, considerando la dureza de aquel siglo, merecen siempre alabanza. Los mármoles de diversas especies se emplearon con profusión tanto en lo interior, como en lo exterior de este Templo; y se lee en la vida de Segismundo que pasando con su gente por junto á Rabena, despojó las antiquísimas Iglesias de S. Severo y de Clasi de todas las alhajas y demás particularidades preciosas que habia en ellas, para llevar á Rímino todo lo que le parecía á propósito para perfeccionar y enriquecer la obra que hacia, con tal exceso, que Pio II vituperó mucho su accion, llamándole con sobrado fundamento sacrílego.
En una de las seis Capillas del Templo están los ricos y suntuosos sepulcros de Segismundo y de Isota su esposa, y encima de uno de ellos se ve el retrato de dicho Señor (como escribe Vasari), y en otra parte el de Leon Bautista.
En el año 1551 Ludovico Gonzaga, Marques de Mantua, que era muy devoto de nuestra Señora de la Anunciación de Florencia, por voto que hizo en ocasión de un parto muy feliz de su esposa, mandó fabricar con diseños de León Bautista el Coro que al presente se ve en la referida Iglesia, con las armas de los Gonzagas; cuya obra, asi como es un claro testimonio de la magnificencia de aquellos Señores, es también una prueba de la habilidad del Arquitecto que supo construirlo tan caprichosamente, que parece un Templo circular con nueve Capillas alrededor. Y porque en él se advierten algunas cosas que no causan tan buen efecto á la vista como se requiere, como son los arcos de las Capillas que parece se caen hácia atrás por la figura circular del recinto principal cuando se miran de perfil, remitimos para esto al Lector al Vasari.
El mismo Marques queriendo reedificar desde los cimientos la Iglesia de S. Andrés, célebre por la sangre de Jesucristo, que alli se conserva, mandó llamar á Alberti el año 1472, y declarándole el pensamiento que tenia de ennoblecer á Mantua con un suntuoso y magnifico edificio, le hizo formar el modelo del Templo que se ve hoy; el cual es de barro cocido en figura de cruz, con una sola bóveda, que forma la parte inferior de ella, puesta sobre el cuerpo principal de la Iglesia, cuya longitud es de ciento y cuatro brazas, y la latitud de cuarenta, sin que haya ninguna cadena de hierro, ni de madera que la sostenga, y toda la obra es de orden compuesto con tres Capillas grandes y tres pequeñas en cada parte. En los brazos de la cruz hay dos Capillas á cada lado opuestas. El cuadro en donde se ha de levantar la cúpula mayor tendrá cuarenta brazas de lado. Ademas hay el Coro de figura oval de cincuenta y dos brazas de largo, y la anchura como la de la Iglesia, y ambas obras se acabaron el año 1600 hasta la cornisa conforme al modelo antiguo de Alberti. La fachada está dividida en tres puertas, y la mayor de ellas, que es la del medio, está adornada de mármoles blancos con varios follages muy buenos y trabajados con suma diligencia, y las de los lados son de mármol pardo también con sus labores. El que quiera ver una descripción circunstanciada y extensa de todo esto, lea el libro 6.° de Donesmondi de la Historia Eclesiástica de Mantua, de donde he sacado todas estas noticias. Mario Equícola en su Historia de Mantua dice que Alberti emprendió la obra de la Iglesia de S. Sebastian en la misma Ciudad, en donde tuvo por ayudante y exacto observador de sus diseños un tal Lucas Florentino, el cual habia ya trabajado por él en Florencia en el Coro de la Anunciata.
Pero si Roma, Rímino y Mantua deben estar obligadas á la habihdad de Alberti, no menos lo debe estar su patria por haber contribuido tanto al ornato de ella. La fachada de la Iglesia de Santa María la nueva en Florencia se hizo con diseño suyo, en donde mezcló con mucha gracia los mármoles blancos y negros, correspondiendo en todo su artificio á la grandiosidad de la fábrica del Templo. Hizo también el diseño del Palacio que construyó Cosme Rucellai en la calle que llaman la Viña; y en la Iglesia de S. Brancacio hay también una Capilla de su invención, y otras muchas cosas que se omiten por no ser prolijos. Las obras de Pintura que dejó son poquísimas. Pablo Giovio, que compuso el elogio de Alberti, y le pone en el número de los mas ilustres literatos, alaba mucho el retrato que hizo de sí mismo, el cual se hallaba en tiempo del Vasari en casa de Palla Rucellai con otras varias pinturas del mismo Bautista.
En todo cuanto se ha dicho acerca de la literatura de Alberti y de su conocimiento del dibujo, se ve que se le puede poner con mucha razón entre los hombres famosos de una y otra profesión; y aun él para unirlas mas estrechamente quiso que los discursos de la una sirviesen para ilustrar las operaciones de la otra, haciendo hablar á aquellas artes que en tiempos pasados habian estado casi mudas, y dejando escritos con limado estilo muchos preceptos de ellas en lengua Latina. Lo primero que escribió fue de la Escultura, y compuso un libro pequeño en Latín que intituló de la Estatua (B); y luego en el mismo idioma escribió otros tres de la Pintura muy alabados de los inteligentes, tanto por la belleza de la dicción, como por la importancia de los preceptos. En el primero se explican los principios del arte con el auxilio de la Geometría: el segundo contiene las verdaderas reglas de que nunca debe apartarse el Pintor, asi en la composición, como en el dibujo y colorido, que son las tres cosas á que se reducen todas las consideraciones que se pueden hacer sobre la Pintura. En el tercero se habla del oficio del Pintor, y del fin que se debe proponer cuando pinta.
La última obra de León Bautista es la mas excelente de todas; porque fue la que con mas estudio y cuidado trabajó, y es un Tratado de la Arquitectura, en donde con un orden exquisito y suma facilidad se demuestran todos los secretos del arte, según se hallaban en los oscuros escritos de Vitruvio. Esta obra no se publicó hasta después de la muerte de Alberti, que lo hizo su hermano Bernardo, y la dedicó á Lorenzo de Médicis, según habia determinado en vida su autor. Tradújose en lengua Italiana, y se adornó con varios diseños por Cosme Bartoli año 1550, y la dedicó a Cosme de Médicis. También tradujo el mismo Bartoli los libros de la Pintura y Escultura, y los imprimió año 1568 con otras obras de Alberti. Pero el año 1547 se dio á la prensa otra traducción de estos libros hecha por Doménichi.
Concluido ya este discurso en donde hemos publicado el talento de León Bautista, y admirado las producciones de su fecundo ingenio, solo nos falta el desear que lleguen a recogerse un dia, tanto por la fama de un hombre como este, como por el adelantamiento y utilidad del publico y gloria de la literatura, todas las obras que existan suyas; por lo cual pondremos aqui el catálogo de todas ellas. Alberti murió en Florencia, su patria, y fue sepultado en la Iglesia de Santa Cruz.