Tierra de promisión/Introducción

INTRODUCCIÓN


El nombre de José Eustasio Rivera ha quedado para siempre vinculado al título de su novela La vorágine, publicada en y reconocida hoy en día como una de las obras narrativas fundamentales en la historia de la literatura colombiana y latinoamericana. De alguna manera, pareciera como si en la memoria colectiva la obra de Rivera se limitara a este único título, compartiendo así un destino que ha marcado la biografía de muchos otros escritores. Sin embargo, el lector de Libro al viento descubrirá que en Tierra de promisión, la colección de sonetos que ahora presentamos, publicada años antes que La vorágine, se encontraban ya muchas de las claves íntimas, temáticas y literarias que más tarde le imprimieron esa particular vitalidad a la novela.

Título de reminiscencias bíblicas, Tierra de promisión es un canto a la íntima relación del poeta con el paisaje. Resultado de un tema poético que trabajaba desde muy joven, José Eustasio Rivera ilustró en este libro la identificación de su palabra con una naturaleza autóctona, cuyos rasgos podrían hacer pensar también en un territorio primordial más allá del tiempo, y donde su mirada vital de testigo de excepción se cruzaba con los elementos esenciales de ese mundo tropical, dividido en las tres inmensas zonas del paisaje americano: la selva, o también el bosque tropical, las montañas y las llanuras.

Enmarcado, por lo demás, en el escenario de la tierra caliente, Tierra de promisión es también la recreación nostálgica de la geografía y los territorios afectivos de la infancia y la primera juventud del poeta en el recién fundado departamento del Huila. Dictados por el ensueño de un protagonista anónimo, que se presenta al inicio del libro como “un grávido río”, clara analogía con el gran río Magdalena, estos sonetos responden a las tensiones y los ritmos internos de la voz de un hombre que se busca a sí mismo entre las luces, los silencios, y las resonancias de una flora y una fauna a las que, a su vez, busca para darles un nombre nuevo.

Con una primera edición en 1921 por la Casa Arboleda y Valencia en Bogotá, Tierra de promisión tuvo cuatro ediciones en vida de José Eustasio Rivera, dos más en 1921 y una última en 1926, por Editorial Minerva en Bogotá, donde se incluyeron numerosos cambios hechos por el mismo autor en algunos de los sonetos y es la base de la presente edición de Libro al viento. El libro Tierra de promisión consta de un Prólogo y tres partes, con un total de cincuenta y cinco sonetos. Esta clásica forma de composición poética está armada en catorce versos, distribuidos en dos cuartetos, o estrofas de cuatro versos, que se rigen por una misma rima, y dos tercetos, cada uno con una rima independiente. En Tierra de promisión, Rivera combinó el soneto clásico de versos endecasílabos con el de versos alejandrinos, típico de la poesía modernista. Con un buen recibimiento, en general, por parte de la crítica y los lectores del momento, el libro recogía algunos de los sonetos publicados por Rivera en distintos periódicos y aparecía como resultado de una larga práctica empezada desde 1908, aproximadamente.

Descendiente de militares y políticos, José Eustasio Rivera nació en Neiva el 19 de febrero de 1888 y murió en la ciudad de Nueva York el 1º de diciembre de 1928, a un paso de cumplir los cuarenta y un años, como consecuencia de una salud durante años precaria. Criado en el seno de una familia empobrecida, pasó los primeros años de la infancia en el campo y realizó los estudios de primaria y secundaria en Neiva y Bogotá, graduándose en la Escuela Normal de esta ciudad en 1908 con el título de Maestro. Tuvo una vida laboral activa desde muy joven; se inició con el cargo de inspector escolar en la ciudad de Ibagué, y pasó José Eustasio Rivera por el ministerio de Gobierno y el de Educación antes de graduarse como abogado en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional en 1917.

Paralelo al creciente reconocimiento como poeta, José Eustasio Rivera comenzó desde la década de 1920 una carrera pública donde demostró siempre una rectitud a toda prueba, con un compromiso constante a defender los intereses y la soberanía de la nación por encima de sus intereses personales en sus cargos políticos y diplomáticos. Así se lo evidenció en los casos específicos del tema aún candente de la separación de Panamá, del Tratado de límites con el Perú y, en especial, la demarcación de las fronteras con Venezuela, experiencia directa por los territorios del llano y de la selva, que le serviría más adelante para terminar de darle forma a su novela La vorágine, iniciada en 1922.

En un recorrido constante por el territorio nacional, Rivera viajaría en 1924 hasta Florencia, Caquetá, con el propósito de enterarse de los problemas de los caucheros en los límites de este departamento y del Putumayo. Comisión que, además de significarle material literario, estaba directamente relacionada con el problema limítrofe de Perú y, particularmente, con la presencia y el avance de la tristemente famosa Casa Arana. Ese mismo año de 1924 fue elegido, desde la Cámara de Representantes, como integrante de las comisiones de Relaciones Exteriores y de Colonización y en 1925 formó parte de la Comisión Investigadora de la República, con la función de seguir los casos sobre malversación de fondos públicos e irregularidades ministeriales y administrativas.

En 1926 fue nombrado miembro de la Junta Directiva del Ferrocarril del Pacífico y, en la que sería su última participación en cualquier cargo público en Colombia, el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombró representante en el Congreso Internacional de Inmigración y Emigración, celebrado en La Habana, Cuba, a finales de marzo de 1928. Por los mismos años empezaba también a trabajar en el plan de una obra llamada La mancha negra, especie de segunda parte de sus denuncias a la nueva esclavitud impresas en La vorágine, y que en este caso se dirigían a la de la explotación petrolera.

Con el anhelo de recuperar el sueño de dedicarse por entero a la escritura, José Eustasio Rivera partió de La Habana hacia la ciudad de Nueva York, donde llegó en el mes de abril de 1928. Dos propósitos lo impulsaban a buscar fortuna en esta otra naturaleza desconocida: traducir y publicar La vorágine en inglés y encontrar un productor que le llevara su novela al cine. Logró el primero de los dos antes de morir. Como en los mitos del llano y de la selva, la muerte de José Eustasio Rivera tuvo explicaciones múltiples y, por momentos, contradictorias. Se habló de una recaída de paludismo, de un derrame cerebral, de un envenenamiento por sus enemigos, de las consecuencias de los excesos libertinos del pasado y de una fiebre altísima. También se agregaba a la lista una oscura y silenciosa venganza de la selva. Quizás la verdad la encuentre el lector de Libro al viento en estos versos de uno de los sonetos de Tierra de promisión:

Rendido ante el dolor de la penumbra,
mi ser, que es una luz, se apesadumbra;
después, con los murientes horizontes

me voy desvaneciendo, me evaporo…
y mi espíritu vaga por los montes
como una gran luciérnaga de oro.