​Suicidio​ de Federico García Lorca


(Quizá fue por no saberte la geometría)


   El jovencito se olvidaba.
Eran las diez de la mañana.

   Su corazón se iba llenando
de alas rotas y flores de trapo.

   Notó que ya no le quedaba
en la boca más que una palabra.

   Y al quitarse los guantes, caía,
de sus manos, suave ceniza.

   Por el balcón se veía una torre.
El se sintió balcón y torre.

   Vio, sin duda, cómo le miraba
el reloj detenido en su caja.

   Vio su sombra tendida y quieta
en el blanco diván de seda.

   Y el joven rígido, geométrico,
con un hacha rompió el espejo.

   Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundó la quimérica alcoba.