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-¡Ladrón! -dije yo, que no me pude reportar-, pues si viendo a la Magdalena a los pies de Cristo te tocó la codicia de riqueza, cogieras las perlas de las muchas lágrimas que lloraba, hartáraste de oro con las hebras de cabellos que arrancaba de su cabeza, y no codiciaras su ungüento con alma boticaria. Pero una cosa querría saber de ti: ¿Por qué te pintan con botas y dicen por refrán «las botas de Judas»?
-No porque yo las traje -respondió-, mas quisieron significar poniéndome botas, que anduve siempre de camino para el infierno, y por ser despensero; y así se han de pintar todos los que lo son. Ésta fue la causa, y no lo que algunos han colegido de verme con botas, diciendo que era portugués, que es mentira; que yo fui... -Y no me acuerdo bien de dónde me dijo que era, si de Calabria, si de otra parte-. Y has de advertir que yo solo soy el despensero que se ha condenado por vender, que todos los demás, fuera de algunos, se condenan por comprar. Y en lo que dices que fui traidor y maldito en dar a Cristo por tan poco precio, tenéis razón, y no podía hacer yo otra cosa fiándome de gente como los judíos, que era tan ruin que pienso que si pidiera un dinero más por él no me le tomaran. Y porque estáis muy espantado y fiado en que yo soy el peor hombre que ha habido, ve ahí debajo y verás muchísimos más malos. Vete -dijo-, que ya basta de conversación con Judas.
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