​Sueños​ de Manuel Reina
Al gran escritor José Fernández Bremón.
     Cuando me encuentro solo, y los aromas 
 del oriental dorado pebetero 
 con sus olas azules me rodean, 
 jinete en el bridón del pensamiento 
 vuelo al mundo divino y misterioso 
 de las hadas, los gnomos y los genios, 
 a ese gigante mundo del poeta 
 de fantásticos seres gran imperio. 
 ¡Oh! Cómo me deleitan esos cuadros 
 que en mis profundas abstracciones veo, 
 llenos de luz, de vida y poesía, 
 panoramas brillantes de los sueños... 
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     Esas huríes de excitantes formas 
 en brazos de sultanes y guerreros; 
 esas vírgenes de ojos de esmeralda, 
 de túnica impalpable y níveo seno; 
 esos nobles, al cinto la tizona 
 y la pluma flotante en el chambergo; 
 esas náyades de alas diamantinas, 
 en cuya frente se refleja el cielo; 
 aquellos combatientes que en las sombras 
 cruzan desesperados los aceros; 
 esas diosas de lujo y los placeres, 
 con vestidos de raso y terciopelo, 
 la copa del licor llevando al labio, 
 mientras un trovador les da mil besos; 
 esos palacios de coral y perlas, 
 nidos de las ondinas; ese ejército 
 de sátiros y ninfas bulliciosas; 
 esos corceles de la crin de fuego; 
 aquel lago azulado y transparente, 
 cuyas ondas tranquilas riza el céfiro, 
 y aquel esquife de oro que conduce 
 a dos amantes en coloquio tierno; 
 esos ángeles de ojos de zafiro; 
 esos piratas de iracundo ceño; 
 esos genios de luz, esos espíritus 
 que pueblan los espacios y los cielos... 
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     Todas esas creaciones del artista 
 cuando cierro los párpados contemplo, 
 y es que, sin duda, el mundo de esos seres, 
 ese gigante mundo, es mi cerebro.