Sueño de Belisa
de José Marchena


 Belisa duerme: el céfiro suave
 agita la violeta blandamente;
 el arroyuelo corre mansamente,
 y el padre Tormes con su ruido grave
 teme inquietar su sueño regalado;
 el Sol desde el Ocaso
 lanza lánguidos rayos;
 el Amor recostado
 sobre el tierno regazo
 de Belisa, le guarda el dulce sueño.

 El cefirillo vivo
 en fragantes olores empapado,
 retozón y lascivo
 ora el seno nevado
 agita licencioso,
 ora más atrevido
 el labio sonrosado,
 el labio de carmín besa amoroso.

 ¡Oh sueños verdaderos,
 sueños que a los mortales
 dicha pronosticáis o desventura!
 Venid, venid ligeros:
 ablandad ¡ay! la dura
 condición de Belisa, y sus desdenes;
 y mis acerbos males
 mudad en un instante en dulces bienes.

 Pintadle mi cariño respetoso,
 y mi amante constancia y mi firmeza,
 y mi ardiente pasión impetuosa;
 quizá que ella piadosa
 deponga su fiereza,
 y me quiera una vez hacer dichoso.

 Sueño; pues tú amansaste los rigores
 de la que el dulce canto
 de Batilo esquivaba,
 de Batilo el honor de los pastores;
 si te mueve mi llanto,
 mi llanto que apiadara la onza brava,
 de mi Belisa muda los desvíos
 y... Mas ella despierta,
 y su dulce sonrisa
 es una prueba cierta
 de que el Sueño escuchó los votos míos.
 Mas ¡ay! que ella me llama; fuente pura,
 pintadas florecillas,
 y vosotras parleras avecillas
 celebrad a porfía mi ventura.