Su vida (Santa Teresa de Jesús)/Capítulo XL

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XL

Prosigue en la mesma materia de decir las grandes mercedes, que el Señor la ha hecho. De algunas se puede tomar harto buena dotrina, que este ha sido, segun ha dicho, su principal intento despues de obedecer, poner las que son para provecho de las almas. Con este capítulo se acaba el discurso de su vida, que es cribió. Sea para gloria de el Señor: amen.

Estando una vez en oracion, era tanto el deleite, que en mí sentia, que como yndina de tal bien, comencé á pensar en cómo merecia mijor estar en el lugar, que yo habia visto estar para mí en el infierno, que, como he dicho, nunca olvido de la manera que allí me ví. Comenzóse con esta consideracion á inflamar mas mi alma, y vínome un arrobamiento de espíritu, de suerte, que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido, y lleno de aquella majestad, que he entendido otras veces.

En esta majestad se me dió á entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades: no sé yo decir cómo, porque no ví nada. Dijéronme, sin ver quien, mas bien entendí ser la mesma verdad No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes, porque todo el daño que viene al mundo, es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad: no faltará una tilde de ella. A mí me pareció, que siempre yo habia creido esto, y que todos los fieles lo creian.

Dijome—¡Ay hija, que pocos me aman con verdad, que si me amasen, no les encubriria yo mis secretos!

¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender, que todo es mentira lo que no es agradable á mí: con claridad verás esto, que ahora no entiendes, en lo que aprovecha á tu alma. Y ansí lo he visto, sea el Señor alabado, que después acá tanta vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio de Dios, que no lo sabria yo decir como lo entiendo, y la lástima que me hacen los que veo con la escuridad que están en esta verdad, y con esto otras ganancias que aquí diré, y muchas no sabré decir.

Dijome aquí el Señor una particular palabra de grandísimo favor. Yo no sé cómo esto fué, porque no ví nada, mas quedé de una suerte, que tampoco sé decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me pornia delante, que no pasase por esto.

Quedóme una verdad de esta divina verdad, que se me representó sin saber como ni qué esculpida, que me hace tener un nuevo acatamiento á Dios, porque da noticia de su Majestad y poder, de una manera, que no se puede decir: sé entender que es una gran cosa. Quedóme muy gran gana de no hablar, sino cosas muy verdaderas, que vayan adelante de lo que acá se trata en el mundo, y ansí comencé á tener pena de vivir en él. Dejóme con gran ternura y regalo y humildad. Paréceme que, sin entender cómo, me dió el Señor aquí mucho: no me quedó ninguna sospecha de que era ilusion. No ví nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa, que no sea para llegarnos mas á Dios: y ansí entendí, que cosa es andar un alma en verdad, delante de la mesma verdad. Esto que entendí es, darme el Señor á entender, que es la mesma verdad.

Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras sin hablarme, con mas claridad algunas cosas, que las que por palabras se me decian. Entendí grandísimas verdades sobre esta verdad, mas que si muchos letrados me lo hubieran enseñado. Paréceme, que en ninguna manera me pudieran imprimir ansí, ni tan claramente se me diera á entender la vanidad de este mundo. Esta verdad, que digo se me dió á entender, es en sí mesma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza, aunque esto va dicho escuro, para la claridad con que á mí el Señor quiso se me diese á entender.

¡Y cómo se parece el poder de esta majestad, pues en tan breve tiempo deja tan gran ganancia, y tales cosas imprimidas en el alma! ¡Oh Grandeza y Majestad mia! ¿Qué haceis, Señor mio, todo poderoso? ¡Mirad á quien haceis tan soberanas mercedes! No os acordais que ha sido esta alma un abismo de mentiras y piélago de vanidades, y todo por mi culpa; que con haberme Vos dado natural de aborrecer el mentir, yo mesma me hice tratar en muchas cosas mentira. ¿Cómo se sufre, Dios mio, cómo se compadece tan gran favor y merced, á quien tan mal os lo ha merecido?

Estando una vez en las Horas con todas, de presto se recogió mi alma, y parecióme ser como un espejo claro toda, sin haber espaldas ni lados ni alto ni bajo, que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver. Parecíame en todas las partes de mi alma le via claro, como en un espejo, y tambien este espejo, yo no sé decir cómo, se esculpia todo en el mesmo Señor, por una comunicacion, que yo no sabré decir, muy amorosa. Sé que me fué esta vision de gran provecho, cada vez que se me acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme á entender, que estar un alma en pecado mortal, es cubrirse este espejo de gran niebla y quedar muy negro, y ansí no se puede representar, ni ver este Señor, aunque esté siempre presente dándonos el ser; y que los herejes, es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor que escurecido. Es muy diferente el cómo se ve, á decirse, porque se puede mal dar á entender.

Mas háme hecho mucho provecho, y gran lástima de las veces, que con mis culpas escurecí mi alma, para no ver este Señor.

Paréceme provechosa esta vision para personas de recogimiento, para enseñarse á considerar á el Señor en lo muy interior de su alma; que es consiSANTA TERESA DE JESÚS.—T. II.

15 deracion que mas se apega, y muy mas frutuosa, que fuera de sí, como otras veces he dicho; y en algunos libros de oracion está escrito, adonde se ha de buscar á Dios: en especial lo dice el glorioso san Agustin, que ni en las plazas ni los contentos ni por ninguna parte que le buscaba, le hallaba como dentro de sí. Y esto es muy claro ser mijor: y no es menester ir al cielo, ni mas lejos, que á nosotros mesmos, porque es cansar el espíritu y distraer el alma, y no con tanto fruto. Una cosa quiero avisar aquí, por si alguno la tuviere, que acaece en gran arrobamiento; que pasado aquel rato que el alma está en union, que del todo tiene absortas las potencias (y esto dura poco, como he dicho) quedarse el alma recogida, y aun en lo esterior no poder tornar en sí, mas quedan las dos potencias, memoria y entendimiento casi con frenesí muy desatinadas. Esto digo que acaece alguna vez, en especial á los principios. Pienso si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta fuerza de espíritu, y enflaquece la imaginacion.

Sé que les acaece á algunas personas. Ternia por bueno, que se forzasen á dejar por entonces la oracion, y la cobrasen en otro tiempo: aquel que pierden, que no sea junto, porque podrá venir á mucho mal. Y de esto hay espiriencia, y de cuán acertado es mirar lo que puede nuestra salud.

En todo es menester espiriencia y maestro, porque, llegada el alma á estos términos, muchas cosas se ofrecen, que es menester con quien tratarlo: y si buscado no le hallare, el Señor no le faltará, pues no me ha faltado a mí, siendo la que soy; porque creo hay pocos que hayan llegado á la espiriencia de tantas cosas; y si no la hay, es por demás dar remedio sin inquietar y afligir.

Mas esto tambien tomará el Señor en cuenta, y por esto es mejor tratarlo, como ya he dicho otras veces, (y aun todo lo que ahora digo, sino que no se me acuerda bien, y veo importa mucho, en especial si son mujeres) con su confesor, y que sea tal.

Y hay muchas mas que hombres, á quien el Señor hace estas mercedes, y esto oi al santo fray Pedro de Alcántara, y tambien lo he visto yo, que decia, aprovechaban mucho mas en este camino que hombres, y daba de ello escelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres.

Estando una vez en oracion, se me representó muy en breve, sin ver cosa formada, mas fué una representacion con toda claridad, como se ven en Dios todas las cosas, y como las tiene todas en sí. Saber escribir esto, yo no lo sé; mas quedó muy imprimido en mi alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho, y de las que mas me han hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho. Creo, si el Señor fuera servido, viera esto en otro tiempo, y si lo viesen los que le ofenden, que no ternian corazon, ni atrevimiento para hacerlo. Parecióme, ya digo sin poder afirmarme en que ví nada; mas algo se debe ver, pues yo podré poner esta comparacion, sino que es por modo tan sutil y delicado, que el entendimiento no lo debe alcanzar, ó yo no me sé entender en estas visiones, que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto debe haber, sino que como son en arrobamiento las potencias, no lo saben despues formar, como allí el Señor se lo representa, y quiere que lo gocen. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor que todo el mundo, ó espejo, á manera de lo que dije del alma en estotra vision, salvo que es por tan subida manera, que yo no lo sabré encarecer, y que todo lo que hacemos se ve en este diamante, siendo de manera, que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fué en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro diamante, y lastimosísima cada vez que se me acuerda, ver qué cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad, como eran mis pecados. Y es ansí, que cuando se me acuerda, yo no sé cómo lo puedo llevar, y ansí quedé entonces tan avergonzada, que no sabia me parece adonde me meter. ¡Oh, quien pudiese dar á entender esto á los que muy deshonestos y feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que con razón los siente Dios, pues tan presentes á su Majestad pasan, y tan desacatadamente nos habemos delante de El! Vi cuán bien se mereceel infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de tan gran Majestad, y que tan fuera de quien El es son cosas semejantes; y ansí se ve mas su misericordia, pues entendiendo nosotros todo esto nos sufre. Háme hecho considerar, si una cosa como esta ansí deja espantada el alma, ¿qué será el dia del juicio, cuando esta majestad claramente se nos mostrará, y veremos las ofensas que hemos hecho? ¡Oh, válame Dios, qué ceguedad es esta que yo he traido! Muchas veces me he espantado en esto que he escrito, y no se espante vuesa mer ced sino como vivo viendo estas cosas, y mirándome á mí. Sea bendito por siempre quien tanto me ha sufrido.

Estando una vez en oracion con mucho recogimiento, suavidad y quietud, parecíame estar rodeada de ángeles, y muy cerca de Dios; comencé á suplicar á su Majestad por la Iglesia. Dióseme á entender el gran provecho que, habia de hacer una Orden en los tiempos postreros, y con la fortaleza que los de ella han de sustentar la fe.

Estando una vez rezando cerca del santísimo Sacramento aparecióme un santo, cuya Orden ha estado algo caída: tenia en las manos un libro grande, abrióle y díjome, que leyese unas letras, que eran grandes, y muy legibles, y decian ansi:

En los tiempos advenideros florecerá esta Orden, habrá muchos mártires.» Otra vez estando en Maitines en el coro, se me representaron, y pusieron delante seis ú siete, me parece serian de esta mesma Orden, con espadas en las manos. Pienso que se da en esto á entender han de defender la fe; porque otra vez estando en oracion, se arrebató mi espíritu, parecióme estar en un gran campo, adonde se combatian muchos, y estos de esta Orden peleaban con gran hervor.

Tenian los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en el suelo vencidos, otros mataban: pareciame esta batalla contra los herejes.

A este glorioso santo he visto algunas veces, y me ha dicho algunas cosas, y agradecídome la oracion que hago por su Orden; y prometido de encomendarme á el Señor. No señalo las Ordenes, si el Señor es servido se sepa las declarará, porque no se agravien otras, mas cada Orden habia de procurar, ú cada una de ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su Orden, que en tan gran necesidad, como ahora tiene la Iglesia, le sirviesen: dichosas vidas, que en esto se acabaren.

Rogóme una persona una vez, que suplicase á Dios, le diese á entender, si seria servicio suyo tomar un obispado. Díjome el Señor acabando de comulgar Cuando entendiere con toda verdad y claridad, que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces le podrá tomar; dando á entender, que ha de estar muy fuera de desearlo ni quererlo, quien hubiere de tener perlacías, ú al menos de procurarlas.

Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor, y hace muy contino á esta pecadora, que me parece no hay para qué las decir, pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el espíritu que me ha dado el Señor. Sea bendito por siempre, que tanto cuidado ha tenido de mí.

Díjome una vez consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor), que en esta vida no podiamos estar siempre en un ser, que unas veces ternia hervor, y otras estaria sin él; unas con desasociegos, y otras con quietud y tentaciones, mas que esperase en El y no temiese.

Estaba un dia pensando, si era asimiento darme contento estar con las personas que trato mi alma, y tenerlas amor, y á los que yo veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos: me dijo que si á un enfermo, que estaba en peligro de muerte, le parece le da salud un médico, que no era virtud dejárselo de agradecer, y no le amar. Que, ¿qué hubiera hecho, sino fuera por estas personas? Que la conversacion de los buenos no dañaba, mas que siempre fuesen mis palabras pesadas y santas, y que no los dejase de tratar, que antes seria provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque algunas veces, pareciéndome asimiento, queria del todo no tratarlos. Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Señor, hasta decirme cómo me habia de haber con los flacos, y con algunas personas. Jamás se descuida de mí; algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su servicio, y de ver que por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo tan flaco y ruin como mio, mas de lo que yo queria.

Estaba una vez en oracion y vino la hora de ir á dormir, y yo estaba con hartos dolores, y habia de tener el vómito ordinario. Como me ví tan atada de mí, y el espíritu por otra parte queriendo tiempo para sí, vime tan fatigada, que comencé á llorar mucho y á afligirme. Esto no es sola una vez, sino, como digo, muchas, que me parece me daba un enojo contra mí mesma, que en forma por entonces me aborrezco; mas lo contino es entender de mí, que no me tengo aborrecida, ni falto á lo que veo me es necesario; plega el Señor que no tome muchas mas de lo que es menester, que si debo hacer. Esta que digo, estando en esta pena, me apareció el Señor, y regaló mucho, y me dijo, que hiciese yo estas cosas por amor de El, y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y ansi me parece que nunca me ví en pena, despues que estoy determinada á servir con todas mis fuerzas á este Señor y consolador mio, que aunque me dejaba un poco padecer, me consolaba de manera, que no hago nada en desear trabajos; y ansí ahora no me parece hay para qué vivir, sino para esto, y lo que mas de voluntad pido á Dios. Dígole algunas veces con toda ella—Señor, ú morir ú padecer; no os pido otra cosa para mí. Dáme consuelo oir el relox, porque me parece me allego un poquito mas para ver á Dios, de que veo ser pasada aquella hora de la vida.

Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir, ni me parece he gana de morir, sino con una tibieza y escuridad en todo, como he dicho, que tengo muchas veces de grandes trabajos. Y con haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes, que su Majestad me hace (como me lo dijo algunos años ha que lo habian de ser, que me fatigué yo harto, y hasta ahora no he pasado poco, como vuesa merced sabe, porque cada uno lo toma como le parece) consuelo me ha sido no ser por mi culpa, porque en no lo decir, sino á mis confesores ú á personas, que sabia de ellos los sabian, he tenido gran aviso y estremo; y no por humildad, sino porque como he dicho, aun á los mesmos confesores me daba pena decirlo. Ahora ya, gloria á Dios, aunque mucho me mormuran, y con buen celo, y otros temen tratar conmigo y aun confesarme, y otros me dicen hartas cosas: como entiendo, que por este medio ha querido el Señor remediar algunas almas (porque lo he visto claro, y me acuerdo de lo mucho que por una sola pasára el Señor) muy poco se me da todo. No sé si es parte para esto, haberme su Majestad metido en este rinconcito tan encerrado, y adonde ya, como cosa muerta, pensé no hubiera más memoria de mímas no ha sido tanto como yo quisiera, que forzado he de hablar á algunas personas; mas como no estoy adonde me vean, parece ya fué el Señor servido echarme á un puerto, que espero en su Majestad será siguro. Por estar ya fuera de mundo, y entre poca y santa compañía, miro como desde lo alto, y dáseme ya bien poco de que digan ni se sepa: en mas ternia se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de mí se puede decir, que despues que estoy aquí, ha sido el Señor servido, que todos mis deseos paren en esto. Y háme dado una manera de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que veo, ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí.

Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me maravillo, y deja el sentimiento, como una cosa que soñó: y esto es entera verdad, que aunque despues yo quiera holgarme de aquel contento, ú pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino como lo seria á una persona discreta tener pena ú gloria de un sueño que soñó, porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello, que por no estar yo mortificada, ni muerta á las cosas del mundo, me habia hecho sentimiento, y no quiere su Majestad que se torne á cegar.

De esta manera vivo ahora, señor y padre mio:

suplique vuesa merced á Dios ú me lleve consigo, ú me de como le sirva. Plega a su Majestad esto, que aquí va escrito, haga á vuesa merced algun provecho, que por el poco lugar ha sido con trabajo: mas dichoso seria el trabajo si he acertado á decir algo, que sola una vez se alabe por ello el Señor, que con esto me daria por pagada, aunque vuesa merced luego lo queme. No querria fuese sin que lo viesen las tres personas, que vuesa merced sabe, pues son y han sido confesores mios, porque si va mal, es bien pierdan la buena opinion que tienen de mí; y, si va bien, son buenos y letrados: sé que verán de donde viene, y alabarán á quien lo ha dicho por mí. Su Majestad tenga siempre á vuesa merced de su mano, y le haga tan gran santo, que con su espíritu y luz alumbre á esta miserable, poco humilde y mucho atrevida, que se ha osado determinar á escribir en cosas tan subidas.

Plega el Señor no haya en ello errado, tiniendo intencion y deseo de acertar y de obedecer, y que por mí se alabase en algo el Señor (que es lo que há muchos años que le suplico) y como me faltan para esto las obras, héme atrevido á concertar esta mi disbaratada vida; aunque no gastando en ello mas cuidado, ni tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino poniendo lo que ha pasado por mí, con toda la llaneza y verdad que yo he podido.

Plega el Señor, pues es poderoso, y si quiere puede, quiera que en todo acierte yo á hacer su voluntad, y no primita se pierda esta alma, que con tantos artificios y maneras, y tantas veces, ha sacado su Majestad de el infierno, y traido á sí. Amen.

Jhs.

El Espíritu Santo sea siempre con vuesa merced, amen. No seria malo encarecer á vuesa merced este servicio, por obligarle á tener mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor, que sigun lo que he pasado en verme escrita, y traer á la memoria tantas miserias mias, bien podria; aunque con verdad puedo decir, que he sentido mas en escribir las mercedes, que el Señor me ha hecho, que las ofensas que yo á su Majestad. Yo he hecho lo que vuesa merced me mandó en alargarme, á condicion que vuesa merced haga lo que me prometió, en romper lo que mal le pareciere. No habia acabado de leerlo despues de escrito, cuando vuesa merced envia por él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas, y otras puestas dos veces, porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podia tornar á ver lo que escribia: suplico a vuesa merced lo enmiende, y mande trasladar, si se ha de llevar á el P. maestro Avila, porque podria ser conocer alguien la letra. Yo deseo harto se dé orden en como lo vea, pues con ese intento lo comencé á escribir; porque como á él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me queda mas para hacer lo que es en mí. En todo haga vuesa merced como le pareciere; y vea está obligado á quien ansí le fia su alma. La de vuesa merced encomendaré yo toda mi vida á nuestro Señor: por eso dese priesa á servir á su Majestad, para hacerme á mí merced, pues verá vuesa merced por lo que aquí va cuán bien se emplea en darse todo, como vuesa merced lo ha comenzado, á quien tan sin tasa se nos da. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde mas claramente vuesa merced y yo veamos las grandes, que ha hecho con nosotros, y para siempre jamás le alabemos. Amen. Acabóse este libro en junio, año de MDLXII.

Esta fecha se entiende de la primera vez que le escribió la madre Teresa de Jesus, sin distincion de capítulos. Despues hizo este treslado, y añadió muchas cossas, que acontecieron despues desta fecha. Como es la fundacion del monasterio de san Joseph de Avila. Como en la oja 169 pareze. Fray D. Bañes.