Soneto segundo del caballero
Ponderarte el ardor, que violento por mi abrasado pecho se derrama, no es empeñarte, Fili, en que a su llama ni tus desprecios sirvan de alimento. Sin esperanzas mi pasión aliento, que con los imposibles más se inflama; advierte, Fili, bien si nadie llama en el mundo ambición lo que es tormento. Y aunque mi amor confieso que es altivo, pues blasona en la tierra sin segundo, por milagro de la naturaleza, ser tu esclavo es blasón más excesivo; mira, mi bien, si quien te diera el mundo pensará esclavizar a tu belleza.