Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO CUARTO.

El espíritu que en el hombre domina[1], cuando va bien concertado con la naturaleza, se halla en tal estado respecto á los acontecimientos, que siempre puede aplicarse con facilidad á lo que en el lance se le permite y propone como practicable; porque no se ata ni prefiere á materia alguna en particular, sino de suyo se propone lo mejor, aunque siemque pre con la debida excepción, si se pudiere; y asi cualquier[2] estorbo que le sobreviniere hace de él y lo mira como materia y ejercicio de virtud. No de otra manera que cuando un vehemente fuego se apodera de la materia que encuentra ó le arrojan, capaz de apagar otra pequeña luz, al instante se la convierte en sí mismo, y resuelve, y con esto mismo se propaga y crece.

[1] Los estoicos usan de mil nombres para significar la mente humana : Cicerón la llama Principatum; Séneca Principale ; Varrón con el nombre común Animum: Mentem.

[2] Aristóteles es de este mismo diotamen.

Ninguna obra se ha de ejecutar en vano, ni de otro modo que con una exacta atención y conformidad con las reglas del arte[3].

Muchos para su retiro buscan las casas de campo las orillas del mar, los montes; cosas que tú mismo solías desear con anhelo; pero todo esto es una vulgaridad, teniendo uno en su mano el recogerse en su interior y retirarse dentro de si en.la hora que le diere la gana; porque en ninguna parte tiene el hombre un retiro más quieto ni más desocupado que dentro de su mismo espiritu, especialmenteaquel que dentro de sí tiene tal provisión de documentos que al punto, dándoles una ojeada, se halla en suma tranquilidad. La que yo ahora llamo tranquilidad no es otra cosa que un ánimo bien dispuestoy ordenado. Date, pues, de continuo á este retiro, y rehazte de nuevo en él. Tendrás para esto ciertosrecuerdos breves, como primeros principios ó elementos, los cuales, prontamente reducidos á la memoria, serán eficaces para borrar y quitarte toda pesadumbre, y para restituirte libre de enfado á aquellasfunciones á las cuales hubieres de volver. Porque ¿qué cosa es la que no puedes sufrir con paciencia? zes la ruindad de los hombres? Sin embargo, haciendo tú sobre estas máximas la reflexión que los hombres nacieron para ayudarse unos á otros, y que de justicia deben[4] sufrirse mutuamente, y que pecan forzados[5] y contra su intento, haciendo- [3] Este consejo es de Cicerón, Off., lib. 1, cap. X: Omnis antem actio vacare debet temeritate, et negligentia.

[4] Estos primeros elementos de la moral, tan inculcadospor Platón (ep. 9, ad Archyt.)[5] Esta es otra paradoja llena de confusión : todos pecan también memoria de cuántos son los que hasta aqui dados á la enemistad, al odio, á las sospechas, á las pendencias y contiendas, al cabo murieron[6] y fueron reducidos á cenizas; créeme, podrás ya con estas reflexiones dejar de enojarte contra nadie.

¿Pero quizá llevas pesadamente las disposiciones y sucesos del universo? mira, dejarás de disgustarte renovando en tu memoria aquel dilema[7]: una de dos, ó la providencia ó los átomos lo levan ast, ó teniendo presentes aquellas razones con las cuales se sin querer, ó contra su intento. Si se exanina lo que los antiguos pretendian decir en aquella sentencia, se verá que no es otra cosa que la que en las escuelas se oye cada día : Nemo amat malum, qua malum, neque odit bomum, qua bonum.

De este principio evidente dedujeron una consecuencia obscura: todos pecan sin querer. El misterio ó enigma puede descifrarse del modo siguiente: hay en el pecudo su bien fisico, útil ó deleitable; hay también su mal moral, torpe y contrario á la ley. El que peca se deja llevar de la idea del bien fisico, á éste ama sólo; no atiende como pudiera y debiera á la idea del mal moral; antes desvia de ésta los rjos del alma; y así se verifica que, considerando el pecado como bien, lo ama por razón del bien fisico; y no queriendo considerarlo como á mal, d ja de aborrecerlo por razón del mul moral. Peca, pues, no porque ame el mul moral, en cuanto es su mal ; supuesto que mal, en cuanto mal, ni se ama, ni se puede amar; sino que por amar el bien fisico deja de aborrecer el mal mural, del cual aparta la vista.

[6] La metáfora con que explica las riñas, bregas, contiendas y pendencias es tomada de las escaramuzas de la tropa ligera.

[7] Ěl dilema, más filosófico que racional, tiene esta fuerza : los eventos, ó son dirigidos por una sabia providencia, ó son producidos por una temeraria fortuna, cual es el concurso ciego de los átomos. Si lo primero, es propio de la Religión el conformarse con ellos, pues son ordenados por Dios; si lo segundo, es oficio de la prudencia el resistirles, oponiendo contra su temeridad nuestro consejo, y haciendo de la necesidad un libre ejercicio de paciencia.

demuestre que el mundo es como una ciudad ó estado, cuyo bien público debes anteponer al tuyo propio.

¿Pero acaso te dan pena estas cosas corpóreas y sensibles de acá? sin embargo, dejarás de afligirte reflexionando que la mente, si una vez se recogiere[8] dentro de si y conociere su propia virtud, no se mezcla ni toma partido en las conmociones lenes ni ásperas que en el cuerpo siente, y recapacitando también todo cuanto hayas oido y aprobado cerca de la molestia y del placer. Pero por ventura te arrastra la ambicioncilla y deseo de aplauso? no obstante, dejarás de andar solicito en este punto echando los ojos hacia la prontitud con que viene el olvido de todas las cosas; hacia aquel caos de la eternidad, por una y otra parte interminable; hacia la vanidad del aplauso ruidoso; hacia la inconstancia y falta de juicio[9] en aquellos que al parecer nos favorecen con su aplauso, y finalmente, hacia la estrechez del lugar en que la fama se encierra. Porque además de que toda la tierra es un punto, dime, ¿cuản reducido es aquel rinconcito que en ella se habita? y en ésta, ¿cuántos son y cuáles al cabo los que te han de alabar? Réstate, pues, el que te acuerdes de retirarte dentro de aquella partecita en donde mora tu mismo espí- [8] Lo que M. Aurelio quiere persuadirnos, ó es una paradoja ó un insigne error de fisica; y es que el alma recogida dentro de sí no tiene parte en las mociones suaves ó ásperas del apetito.

[9] Cuando de veras se desea la justicia, se busca un juez que sepa y quiera hacerla; pero cuando se pretende la gloria, se toma por árbitro de ésta al vulgo, que no sepa juzgar del mérito ni lo desee para si: Non est consilium in vulgo, non ratio, non discrimen, non diligentia, que dijo Cicerón pro Plauco.

ritu[10], y sobre todo, que no te distraigas ni tomes sobrado empeño por cosa alguna; antes bien, muéstrate superior á todas ellas, y míralas como varón fuerte, como hombre grave, como buen ciudadano, como quien vive para morir. Pero con especialidad, entre las otras máximas de que muy á menudo sueles echar mano, debes tener á punto estas dos: la una, que las mismas cosas no llegando al alma, sino quedándose inmobles á la parte de afuera, todas tus inquietudes provienen sólo del modo que interiormente tienes de opinar[11]; la otra, que todas estas cosas que ves, no bien habrás vuelto los ojos cuando se habrán ya mudado para no permanecer más. Y tú misıno puedes frecuentemente reflexionar cuántas mutaciones has alcanzado ya en ellas: el mundo es una continua mutación y una imaginación la vida.

Si es verdad que todos los hombres tenemos un mismo principio[12] de entender, también lo es que[10] Los estoicos parece que encerraban su iyeuovixdv no en toda la cabeza. ni en la glándula pineal, sino en todo el corazón. Laërt., lib. vi1.

[11] Nada inás verdadero que todo penda del modo de pensar; por tanto, los misticos y ascéticos inculcan en que la virtud debe fundarse, como en su principio, en la corrección de las ideas y opiniones.

[12] Nadie se imagine que en este lugar se deje ver algún rastro de panteísmo, como si un mismo iyepovtxdv estuviese en todos los hombres, con sola la diferencia de la modificación. M. Aurelio dice que la mente de cada uno proviene de una misma fuente: uno ec fonte omnium nostrum defluunt animæ, según se explica Arnob., lib. 11 Ni pretende que todos en una idea, razón, especie inteligible, la misma en número, veamos las cosas dv to óyw lo que se ha imaginado Malebranche. El error de M. Aurelio está en desmenutodos tenemos una misma razón, con la que somos racionales; y si esto es así, igualmente estamos dotados de una razón práctica de lo que se debe hacer ó no; si esto es cierto, á todos nos comprende una misma ley; y si nos comprende, todos somos conciudadanos; y si lo somos, todos participamos de alguna parte de la policía común; y si todo es verdad, viene á ser el mundo un estado universal. Pues si no, que diga alguno, ¿de qué otro estado común podrá participar todo el linaje humano? Sin duda que de aquí, de esta común ciudad del universo nos viene á nosotros la facultad de entender y de usar de razón, como también de poder obrar según ley; y si no, ¿de dónde nos proviene? Porque asi como la parte térrea que tengo en mí la tengo tomada del elemento de la tierra, la húmeda tomada de algún otro elemento, la aérea tomada de cierto origen, y la cálida é ignea tomada de su origen particular (supuesto que nada viene de la nada, al modo que nada va á parar á la nada), así[13] también de alguna parte nos viene el principio de entender.

La muerte y la generación, cosas entre si muy zar la divinidad en tantas partículas principales, y en no hacer al alma una criatura hecha de la nada.

[13] De un error quiere M. Aurelio colegir una verdad, nomirando posible la creación; punto en que casi toda la Filosofia pagana deslizó. Buscaba el origen ó fuente de la naturaleza racional ó alma humana, y no hallándolo en los cuerpos, lo derivaba de Dios, el cual se partiese en tantas porciones de razón cuantas fuesen las naturalezas racionales; y asi puede aplicarse á esta Filosofia de nuestro Emperador lo que dice Virgilio de la Sibila de Cumas, lib. Iv.

Horrendas canit ambages, antróque remugit, Osccuris vera involvens.

parecidas, son un misterio de la[14] Naturaleza: ésta es una condensación de aquellos mismos elementos de que aquélla es una disolución: en suma, nada hay en aquéllas de que deba uno avergonzarse[15], no hallándose en ellas cosa que no sea conforme á un viviente animado é intelectivo, ni que repugne á su estado y condición.

Siendo tales[16] los hombres, tales deben ser natural y necesariamente[17] sus acciones : y quien no[14] M, Aurelio llama misterio á lo que reputó (lib. 11, párr. 12) quoEwç Epyov no en el sentido de aquellos que no se hartan de llamar al hombre enigma, misterio, prodigio, cuos y otras cosas, para probar que el pecado original es una sustancia ó cualidad real y positiva que hace al hombre un animal monstruoso y una prodigiosa quimera.

[15] Nada positivo hay en la naturaleza del hombre de que éste deba correrse, si no quiere infamar á su autor ó darla un autor maniqueo. El pecado original no es un ente positivo, sino un húbito privatico, como lo llaman los teólogos, del que, como de un vergonzoso manantial, debe uno correrse, pero no hacer por él una penitencia de por vida.

Porque según los Sumos Pontifices, que condenaron la doctrina de Bayo, pu :o Dios criar al hombre en el estado de pura naturaleza.

[16] Parece que el Emperador, acabada de recibir alguna injuria, antes que vengarse con la espada quiso consolarse con la pluma, echando la culpa á la condicion humana.

[17] Necesariamente Habla en sentido popular de una necesidad moral de pecar, que este presente sistema de la naturaleza corrompida lleva consigo, y no de una absoluta necesidad, que en vez de culpable haria la naturaleza impecable. No obstante, si alguno quisiere, atribuyendo al hado lanecesidad, excusar su culpa, podrá oir á Zenón, autor y padre del hado, el cual castigando á un esclavo por ladrón, y éste, echando la culpa al hado decía, llevaba mi hado que yo robase, respondió:y también el que seas ahora desollado. Discúrrase y dogmaticese como se quiera, sobre el hado, sobre la necesidad, fuerza, delectación, ignorancia, coacción; con quisiere esto, querrá que no tenga leche la higuera.

Absolutamente será bueno que te acuerdes que dentro de brevísimo tiempo, tanto tú como esotro enemigo[18] moriréis, y que poco después ni aun de vuestro nombre quedará memoria.

Echa de tí esa mal entendida opinión[19], y con eso no se incurre en la queja importuna de decir, he sido infamado, precávete de esto también y así se evita todo daño.

Todo aquello que no hace que un hombre sea en sí peor de lo que antes era; esto no empeora su vida ni le acarrea mengua alguna ni exterior, ni interiormente.

Por su propio interés y provecho se vió obligada la naturaleza á producir esto que vemos.

Advierte bien, que todo çuanto sucede hay razón para que acontezca; porque si tú lo pensares atentamente hallarás, no digo solo, que todo viene en fuerza del orden[20] y enlace de los hados; pero aun todo, la luz natural sacará de la boca de todos un testimonio expreso á favor de la libertad.

[18] Contra el odio implacable sirve de gran remedio el acordarse que uno es mortal.

[19] Esto es sin duda, porque un sabio en este Pórtico se halla á cubierto de toda injuria.

[20] Si se para uno solamente en la superficie tendrá por sanisimo todo este párrafo, que de palabra nos pinta razón en el hado, orden en los efectos, justicia en los sucesos. He aquí los caracteres de la Providencia cristiana, la cual todo lo ve, dispensa y distribuye con justicia. Pero si se pasa más adelante y se mira al meollo de la doctrina que se trasluce con no sé que horror y obscuridad, por entre aquellas voces, en fuerzu del orden y enlace de los hados, hallará, que con razón se dijo: nimium ne crede colori. Porque este enlace no viene á ser otra cosa, que una conexión de todas las naturalezas, causas y partes del universo, en la cual consiste la también, que todo se hace con justicia y razón y como dispensado por una mano que reparte á cada cual según su merecido. Lleva, pues, adelante esta observación como has empezado, y todo cuanto hicieres, hazlo como corresponde; que lo haga uno que sea hombre[21] de bien tomando con toda propiedad la palabra de hombre bueno, y esto obsérvalo bien en todas tus acciones.

No mires las injurias por el lado que las ve quien te injuria, ó por el lado que éste pretende[22] que las veas, sino miralas como son realmente en sí mismas.

Conviene siempre tener muy prontas estas dos refleciones: la una para hacer sólo aquello que en pro del público te dictare la razón cuyo es mandar y dar la ley; la otra, para mudar de resolución, siempre que se presentare quien te corrija y apee unión de todos los miembros de aquel mundo estoico; mundo, que para ellos era un gran viviente, un gran animal, lleno de razón, un Dios estoico. Y así aquella conexión y unión era tan necesaria á las partes de aquel mundo, como lo era á este mismo, el ser aquél animal, aquél viviente, aquél Dios.

De aquí se colige, por qué la fatal cadena del hado con su primer eslabón ataba al mismo Júpiter; á quien necesariamente ponía en la precisión de que obrase como obraba, sopena de no ser más Júpiter ; de que pensase, decretase y ejecutase sus funciones por la necesidad de su mismo ser.

[21] Leemos con Catakero aov to ayaldc stva. Séneca (Ep. 3.) nos describe y pone en claro las propiedades de un tal hombre, cuando dice: Virum bonum, perfectum, absolutum; quem malum facere nulla vis, nulla necesitas possit: hombre en suma de la república de Platón y no de la prosa pia de Adán.

[22] Este género de venganza, al paso que es muy sensible, es el más loable: Genus ultionis est eripere ei, qui fecit contumelia voluptatem: fructus contumelia in sensu et indignatione patientis est., Senec. de Sap. Const., cap. XVII.

de alguna opinión; pero bien entendido, que esta mutación de sentencia sólo deba estribar siempre en alguna razón probable[23], de que sea justo ó que se haga por la utilidad pública ó por ctro bien semejante, y nunca por tu capricho ó vana ambición.

Dime, įte hallas dotado de razón? me hallo, responderás sin duda; ¿luego por qué no usas de ella? pues haciendo ella su deber, ¿qué otra cosa pretendes y quieres? Subsistes ahora como parte del unirerso, vendrá tiempo en que desaparecerás resuelto en el principio que te engendró, ó para decirlo con más propiedad, por medio de una mutación serás reasumido en aquella mente, que es el principio[24] y la fuente de donde saliste.

[23] Ahora si que M. Aurelio es de veras filósofo, cuando la razón le obliga á no ser estoico. La razón dicta á todos, lo que Séneca (De Benef., lib. v, cap. xXI.) escribió : Non moneri (hoc est, monitu non indigere) prima virtus est velle, ac posse (moneri) secunda. Sentencia, que primero la dijo Hesiodo y que después se ha hecho muy célebre entre los antiguos. Yo sólo eitaré á favor de la penitencia, virtud que la razón nostró á la naturaleza por antídoto de la culpa, aquello del Trágico; Senec. Agam. Ac. 2, scen. 2.

Nam sera mumquam est ad bonos mores via, Quem pænitet peccase, pænnæ est innocens.

Mas los estoicos no querían que la penitencia tuviese lugar en aquel su sabio, que ni opinaba, ni erraba, ni pecada; ni de otro, ni aun de si mismo se compadecía. No faltó quien se lo echase en cara á Catón: Sapiens nihil opinatur. Errasti aliqua in re. Male dici putat=mutare sententium turpe est.

Cicer. Pro L. Mur., cap. xxx. M. Aurelio mira por una máxima importantisima el mudar de resolución y mudarla por motivo de alguna probabilidad ó causa laudable, como hemos traducido.

[24] En frase estoica, seminalis ratio mundi, quiere decir aquel dios estoico, aquella alma del mundo, cuyas partícuVemos sobre un mismo altar que arden muchos grumos de incienso, de los cuales los unos caen antes y los otros después, pero cayendo todos al cabo, nada importa el orden[25] con que caen.

No bien habrán pasado diez dias, cuando ya te reputarán por un dios aquellos mismos que ahora te tienen por una bestia[26] y por una mona, si de veras te dieres á seguir y tener por sacrosantas las leyes de la razón.

Tú no cuentes como quien ha de vivir millares de años; tienes ya la muerte encima de tí; mientras tienes vida, mientras te lo permite la ocasión, procura hacerte bueno.

|Cuánto tiempo libre y desocupado logra el que no se cuida de lo que dijo, hizo ó pensó su vecino, sino que sólo tiene cuenta con lo que él mismo hace, para que todo esto sea una cosa justa y santa! ó como dice Agathón, para que no seas de negras costumbres: conviene, pues, que lleves adelante tu camino, sin mirar acá ni allá, y sin desviarte á parte alguna.

El que anda alucinado con la pasión de dejar las esparcidas en los cuerpos, eran la semilla, que daba vida y razón á todos los hombres.

[25] Este arder y caer sucesivamente los granos del incienso, es decirnos con algún disfraz que todos hemos de morir. Horat. Car., lib. 11 Od. 3.

Omnes eodem cogimur: omnium Versatur urna serius ocyus Sors exitura.

[26] No consta si M. Aurelio habla de aquella metainorfosis que Plutarco tan justamente reprende por una jactancia irrisible. 0 si más bien habla de la inconstancia del vulgo.

grande nombre y memoria de si, no se imagina que cada uno de los que se acordaren de él en breve morirá y él también, y después por su orden cualquiera que les sucediere hasta que se borre toda su memoria continuada por la sucesión de los que le hubieren admirado y después también hubieren fenecido. Pero demos, que los que de tí se acordaren hayan de ser inmortales, y que lo haya de ser también tu memoria, dime: ¿qué parte, pues, tendrás tú en ella? no digo después que hubieres muerto; pero aun ahora viviendo, ¿de qué te sirven las alabanzas si en éstas no tienes la mira á algún otro[27] bien y provecho? lo que sucede es que deja uno intempestivamente de cumplir con lo que le encargó la naturaleza, entre tanto que está colgado de lo que otros dirán de él.

Todo lo honesto, de cualquiera modo que sea, es por sí mismo honesto y en si encierra su bondad, sin[27] Los estoicos, que en los demás bienes reconocen una materia legitima de honestidad, contaban entre las cosas indiferentes la fama y reputación: haciendo primero la división de las cosas indiferentes en las que merecian alguna estima, præposita, y en las que sólo merecian el desprecio, reiecta, y añadiendo despues la subdivisión de las cosas dignas de estinma, en las que fuesen (præponenda per se) de suyo aventajalas, y las que lo fuesen por razón de alguna utilidad (propler usum); y las que por uno y otro respecto mereciesen la atención. En esto habia tainbién dos sentencias: Crisipo quería que la fama sólo por respecto á algún provecho debia procurarse, de modo que utilitute detracta ne digitum quidem eius causa porrigendum esse (Cicer. de Fin., lib. 111, cap. LV11), y ésta era la opinión de M. Aurelio el cual, según dice Capitolino, erat sue famæ curiosissimus. Los otros estoicos, obligados por Carneades, enseñaban famam propter se prapositam et sumendam esse.

que en ello tenga parte la alabanza: y asi, el que sea alabado, no lo hace mejor ni peor. Esto mismo digo de lo que vulgarmente se llaman bienes: por ejemplo, de los efectos por naturaleza materiales y de las obras del arte. Lo que fuere, pues, realmente bueno, de nada más tendrá necesidad como no la tiene la ley, la verdad, la benevolencia y la modestia. Pregunto: ¿cuál de estas últimas cosas es buena por ser alabada ó por ser vituperada se vicia? ges de peor condición la esmeralda porque no la alaben? ¿se hace por eso menos apreciable el oro, el marfil, la púrpura, el puñal, la florecilla, el arbolito? A esta pregunta, si las almas duran por tanto tiempo, ¿cómo desde una eternidad caben ellas en el aire? puede satisfacerse con otra: ¿cómo después de una eternidad los cuerpos sepultados en la tierra pueden caber en ella? La razón de uno y otro es, porque como aquí la breve duración y disolución de los cuerpos, que después de alguna mutación sucede, hace lugar á otros, del mismo modo allí las almas traspasadas á la región del aire, después que por algún tiempo hubieren permanecido, se mudan, se disipan, se vuelven á inflamar, recibidas otra vez dentro de aquella mente, principio y fuente originaria del universo; y de esa manera las primeras hacen lugar á las que van viniendo después.

Esto, digo, podrá uno responder en la hipótesis de que las almas pcr largo tiempo permanezcan fuera del cuerpo. Pues por lo que toca á los cuerpos, se debe considerar, no sólo la muchedumbre de aquellos que son en esta forma sepultados, sino también la de aquellos animales que son diariamente comidos, tanto por nosotros como por otros vivientes. Y á la verdad, jcuán grande es el número que de ellos se consume, y que en cierto modo se sepulta en las entrañas de los que con éstos se alimentan y viven! y sin embargo, vemos que hay lugar para todos ellos; parte, porque se convierten en sangre; parte, porque se mudan, adquiriendo la forma de aire ó de fuego.

Más esta doctrina, qué fundamento tiene de verdad? estriba en aquella común división que de todo se hace en causa[28] material y eficiente.

Mira, no te arrastren tras si las pasiones; sin embargo, de cualquiera impetu que sintieres, da á cada cosa lo que de justicia la toca, y no obstante la viveza y aprensión de la fantasia, conserva un juicio recto.

Digote con toda verdad, ¡oh naturaleza del mundo![29], que todo lo que á tí te acomoda, me avengo yo bien con ello; nada es para mí temprano, nada tardío, si á ti te parece sazonado, es para mí una fruta regalada todo aquello que tus estaciones llevan, ¡oh naturaleza! de tí viene todo; en tí subsiste todo; en tí va á resolverse todo. Si el otro dijo, hablando con Atenas : Oh querida ciudad de Cecrope![28] M. Aurelio da por fundamento de toda la doctrina que nos acaba de explicar, la división primaria que los estoicos admitían en la naturaleza. Séneca, Ep. 64. Stoici no8- tri dicunt duo esse in rerum natura, causunt, et materiam- Nempe universa ex materia, et ex Deo constant : Deus ista temperat, que circunfusa rectorem sequuntur, et ducem.

[29] Para los estoicos eran voces sinónimas : Koquos, Diơic, drdc: si éstos no eran panteistas al modo que Espinosa retocó este sistema impío, no queriendo en el mundo más que una substancia simple en si misma y 8ólo varia en sus modificaciones, por lo menos dieron el modelo á los nuevos Panteistasquibus omnia fiant, ·67 no dirás tú, hablando con el mundo: ¡Oh querida ciudad de Jove! No te cargues con muchos negocios, dice el otro[30], si quieres vivir quieto; pero mira, si fuera mejor el haberlo dicho así: carga con los negocios necesarios y con cuantas ocupaciones la razón dicta á un vi- .viente por su naturaleza político y sociable, y procura cumplir con ellas como la misma razón lo sugiere, porque el hacerlo así, no sólo acarrea aquella quietud que nace del obrar rectamente, sino también aquel sosiego que lleva consigo el no tener mucho que hacer. Porque si uno supiese cercenar las más de aquellas cosas que los hombres decimos y hacemos no siendo necesarias, se hallaría más desocupado y con menor perturbación; de aquí se colige que es muy del caso reflexionar en cada una de las Cosas, si alguna de ellas será ó no una de las necesarias. Además de que no sólo conviene cercenar las acciones no necesarias, pero aun los pensamientos ociosos, porque de esa suerte no serán supérfluas las acciones que sobrevinieren.

Examina contigo mismo cómo te va en la profesión que haces de hombre sabio y virtuoso; de hombre, digo, que se propone el conformarse con las dispo- .siciones de la providencia, y el contentarse con un modo de obrar justo y con una disposición de ánimo lleno de bondad.

¿Has entendido esto? atiende, pues, á esto otro: no te perturbes; dilata tu corazón: ¿ves que peca alguno? sobre su cuenta peca ó para st hace; &te ha sucedido algo bueno? desde el principio los hados[30] El otro que lo dijo fué Demócrito.

te tenían dispuesto y ordenado todo lo que te acontece. En suma, siendo la vida breve, conviene aprovechar el tiempo presente empleándolo con discreción y justicia, y reduciéndote á ser moderado en las recreaciones.

Es preciso que el mundo, ó sea un sistema bien ordenado ó un montón de coOsas mezcladas, las cuales, por más perturbadas y revueltas que estén, con todo, no perjudican á la formación del mundo.

Será posible que en tí subsista un buen ordeny queen este todo del universo reine el desorden? Especialmente hallándose en él las cosas así repartidas en sus respectivos lugares y esparcidas de tal modo que se dan la mano y conspiran á la simpatía[31] y formación de un todo.

Las negras y depravadas costumbres, consisten en ser el hombre afeminado, testarudo, fiero y bestial;.

pueril, estólido, fingido, truán, pérfido y tirano.

Si es peregrino en el mundo quien ignora lo que hay en él, no menos será peregrino quien no sabe lo que en él pasa; será fugitivo el que huye de seguir y acomodarse á la razón política; pasará por ciego el[31] M.Aurelio usa de esta voz en sentido propio, puesto que pretende, como buen estoico, que todo el nundo sea un viviente con sentido y con razón. Más claro lo ha dicho Manilio. Astron, lib. 11.

Totumque alterno consensu virere mundum.

Los otros filósofos, que no pueden llevar con paciencia el que se adımita un animal en el mundo de tanta magnitud que desde la tierra llegue hasta el cielo, usan por metáfora de la simputia, supuesto el orden que guardan entre sí todas las partes del universo, ora sea esto en fuerza del eter ó en virtud de la atracción, ora sea por las leyes del movimiento ú otra causa ó inclinación.

que tiene cerrados los ojos de la razón; por mendigo el que necesita de otro y que en si mismo no tiene todo cuanto es útil para la vida; reputarase como un apóstata y corrupción del mundo el que se separa y retira de lo que presøribe la razón de esta naturaleza común, disgustándose con los sucesos acaecidos, siendo asi que los produce aquella misma —causa que te produjo á tí. Por fin, es como miembro cortado de este cuerpo y ciudad común el que, por decirlo ast, arranca[32] y separa su alma de la de los otros racionales, siendo una misma en todos ellos.

Hace éste profesión de filósofo[33] sin llevar túnica[34], aquél sin tener libros y el otro igualmente, estando medio desnudo: no tengo, dice uno, pan que comer, y sin embargo, insisto en la Filosofía; yo, dice otro, no tengo el salario correspondiente al ejercicio de mi enseñanza, y con todo, me doy constantemente á la Filosofía.

Estima y vive satisfecho con el arte que aprendiste, y lo que te restare de vida, pásalo de manera que, con toda tu alma, poniendo todas tus cosas en las manos de los dioses, á ninguno de los hombres tiranices y á tí nadie te esclavice.

Ponte á pensar en los tiempos pasados, por ejemplo, en los de Vespasiano, verás que sucedía lo pro- [32] La metáfora se toma de un ramo desgajado con violencia de su árbol, y así quiere M. Aurelio decir, un revoltcso, sedicioso, excomulgado en frase eclesiástica.

[33] Parece que M. Aurelio quiere rebatir todas las excusas que se solían pretextar de pobreza en el vestido, falta de libros y escasez de alimentos para no darse á la Flosofia.

[34] Estos eran los cínicos, que sólo llevaban encima de la interula su palio ó capa.

pio que hoy dia: se casaban los hombres, educaban la prole, enfermaban y morían ; guerreaban, haciansus fiestas, ejercian la mercancia y labraban; adulaban, estaban llenos de presunción y arrogancia; vivian con sospechas y armándose asechanzas; había quien deseaba á otros la muerte; quien murmuraba del estado de las cosas presentes; quien andaba enamorado; quien atesoraba; quien deseaba el consulado y el imperio. Acabóseles, pues, asi la vida, sin que ahora quede rastro alguno de ella. Pasa en segundo lugar á los tiempos de Trajano, hallarás denuevo que todo era lo mismo: murieron también los que entonces vivían. De la misma suerte reflexiona sobre las otras épocas de los tiempos y determinadas edades de todas las naciones, y repara bien cuántos después de haberse afanado, muy en breve: murieron y se resolvieron en sus elementos.

Pero muy especialmente convendrá que hagas memoria de aquellos á los que tú mismo conociste ocupados y distraídos en estas cosas vanas, omitiendo el hacer lo correspondiente á su propio estado y el entregarse con constancia al cumplimiento de su obligación, con sólo lo cual debían contentarse. Es necesario, del mismo modo, que te acuerdes que la aplicación y esmero en cada acción en particular debe corresponder al mérito y proporción de la misma, porque asi no llegarás á fastidiarte sino te has entretenido en cosas de poca consideración más de lo que convenía.

Las voces antiguamente trilladas son ahora tan obscuras, que necesitan de glosa y explicatión; asimismo, pues, los nombres de los héroes, en otro tiempo muy celebrados, en cierto modo al presente: ya no se entienden sin interpretación : tales son por ejemplo Camillo[35], Cesón, Voleso, Leonnato: tales serán dentro de poco tiempo Scipión y Catón: tal será después Augusto, y en lo sucesivo Adriano y Antonino. Porque todas las cosas son caducas y presto vienen á hacerse fabulosas[36], y es que un pronto y total olvido las cubre y sepulta. Y esto digo aun de aquellos que en cierto modo resplandecieron con admiración de los hombres, porque los otros, al punto que espiraron, quedaron desconocidos y no se volvió á hablar más de ellos. Pero qué viene á ser en substancia una fama inmortal? absolutamente una pura vanidad. Qué cosa, pues, es aquello á que conviene dedicarse con empeño y conato? una sola cosa, y es, que el pensar sea justo, las acciones llenas de bondad respecto al bien público, las palabras incapaces de engañar á nadie, la disposición de ánimo conforme y resignada, abrazando todo lo que acaeciere como que es necesario, como que es cosa sabida, como que proviene de aquella fuente y principio universal.

Entrégate de todo tu corazón al hado[37], estando pronto á que te destine á los fines que quisiere.

[35] De Camillo habla Livio, lib. v y vI, y en el lib. 11 y 11L hace mención de los Cesones, que fueron muchos los de este nombre. De Voleso Messala trata Tácito lib. 111 y Séneca, lib. 11 de Ira, cap. v. Arriano, lib. vI de gest. Alex, escribe de Leonnato, pariente de Alejandro y su compañero en la guerra.

[36] Parece que Marco Aurelio alude á la división que hizo Varrón de las edades en obscura, fabulosa, histórica.

[37] A la Parca Cloto. Con nombre fabuloso nos quiere significar á Dios, al que muy á menudo llamaban también hado. Senec. Quaest, Nat. lib. 11, cap. XLV. Vis illum (Deum) fatum vocare? non errabis ; hic est, ex quo suspensa sunt omnia, causa causarum.

Todo se reduce á la breve duración de un día, el que alaba y el que es alabado.

Considera de continuo que todas las cosas se hacen por mutación, y acostúmbrate á pensar que la naturaleza del universo nada apetece tanto como el mudar las cosas existentes y hacer otras nuevas semejantes á las primeras, porque todo esto es en cierto modo la semilla de otro que de él ha de renacer.

Pero tú te imaginas que solas las semillas son las que se echan en la tierra ó en la matriz; imaginación demasiadamente vulgar.

Ya dentro de poco habrás de morir; jy que aun no acabes de ser sincero é imperturbable, libre del error y sospecha de que lo que está fuera de tí pueda dañarte, benévolo para con todos y persuadido que no hay otro saber que el bien obrar! Mira con atención el corazón humano, sus cuidados y aficiones; de qué cosas huyen los hombres y cuáles desean alcanzar.

Tu mal no proviene de otro espíritu que esté fuera de tí, ni consiste en alguna mutación y alteración de ese tu cuerpo que te rodea. De dónde pende, pues? De aquella fuerza[38] aprensiva de los males que en tí mismo tienes; haz, pues, que ella no se imagine ni tenga por mal lo que no es, y todas las cosas te irán bien; y así, por más que éste tu cuerpezuelo, el vecino más allegado á tu alma, sea sajado, quemado, corrompido, podrido, con todo,[38] Marco Aurelio no pretende hacer de un sabio un insensato que no sienta lo que en su cuerpo padece; lo que intenta es que los dolores del cuerpo no obliguen al sabio á opinar en el interior, ni á consentir que las penas y tormentos son un verdadero mal.

X. AUBELIO.-BOLILOQUIO8.

73 aquella tu parte, cuyo es el juzgar sobre estas cosas, persevere tranquila, esto es, persuádase que aquello de suyo. no es bueno ni malo que, sin diferencia, puede sobrevenir á hombres buenos y malos; pues lo que igualmente acontece al que vive conforme, y al que vive contra la naturaleza, esto, sin duda, no la es á ella conforme ni contrario.

Conviene tener siempre en la mente que el mundo es como un viviente[39] animado, que tiene unamateria y una alma, y pensar cómo á su noticia, que en él es un sentido, llega todo, y como con un impetu ó acción común, haga todas las cosas y concurra con las demás causas particulares[40] á todos los efectos que se producen, y, por último, considerar cuál es la dependencia y enlace de todas las COBAS entre si.

Tú, alma mía, según decia Epicteto, no haces más que llevar sobre tí un muerto.

[39] El hacer de todo el mundo un viviente animado, como lo hacían los filósofos orientales, los pitagóricos, los platónicos, los estoicos, y casi todas las otras sectas, es un error que confirma la verdad de tres observaciones hechas por los filósofos pios y eruditos : primera, que la razón humana, siendo una participación de la verdad increada, tiene, en su misma luz, un tino natural, y no sé qué imán, que la convierte de continuo hacia el norte de la verdad en las cOmas divinas ; segundu, que la filosofía antigua, no pocas veces, queriendo dirigir por reglas sistemáticas las luces de la razón natural, las desvió y apartó del blanco de la verdad; tercera, que la divina revelación siempre fijó con acierto y constancia los principios y direcciones naturales de la razón.

[40] El concurso de Dios á cada ucción y efecto particular es una verdad averiguada entre los teólogos cristianos, pero no en el sentido estoico, que da por razón del dicho concurso la unión de todas las causas particulares con la naturaleza divina, como miembros con su cuerpo.

MQRALISTAS .GRIEGOS. .: Ningún mal viene á las cosas por que se hallen en actual mutación, como tampoco las viene algún bien, porque después de mudadas subsistan en su nuevo. estado.

El tiempo es como un río[41], y aun como un rápido torrente, que arrastra cuanto hay en el mundo; porque lo mismo .es dejarse ver cada una de las cosas, que desaparecer precipitadamente, y sucederla otra, y también ser arrebatada con igual prontitud.

Todo lo que en el mundo[42] sucede es una cosa tan usada y trivial como las rosas en la primavera y las frutas en el verano; tal es la enfermedad, la muerte, la calumnia, las traiciones, y cuantas cosas alegran ó entristecen á los fatuos é ignorantes.

En la naturaleza los sucesos posteriores siempre van consiguientes á los anteriores, con correspondencia y buen orden, no porque su curso venga á ser como una enumeración de cosas sueltas y desordenadas, las cuales sola la fuerza haga que por necesidad concurran; antes bien, es una serie[43][41] Lo mismo dijo Heráclito : « El sinmil es muy vivopara pintarnos la inconstancia de las cosas criadas; pero no por eso se debe dar en el extremo de decir que la acción conservativa de cada cosa se muda por instantes, ni en el otro de imaginar que ninguna substancia corpórea se mantiene, por algún tiempo, en una misma situación y estado.D[42] Séneca merece ser citado por lo bien que habl6, epístola 108: Nihil horum insolitum, nihil inexpectatum est.

Offendi rebus istis tam ridiculum est, quam quæri, quod spargaris in publico, aut inquineris in luto.

[43] Marco Aurelio emplea todos los colores de la Estoa para pintarnos y descubrirnos el hado. Si pretende decirno8 que todo efecto tiene su causa, y toda causa su razón suficiente, como dicen los wolfianos, ó su determinación, como encadenada por justo motivo y razón fundada. De suerte que, como los entes están en el mundo ordenados con la debida proporción y armonía, del mismo modo los efectos no demuestran una mera sucesión de los unos á los otros, sino una admirable conveniencia entre si mismos.

Acuérdate de tener siempre presente esta sentencia de Heráclito[44]: que la muerte de la tierra es convertirse en agua; la del agua es trasmutarse en aire, la del aire hacerse fuego, y al contrario. Es necesario también acordarte de aquél que se olvidódel camino[45] por dónde debía ir, y cómo los más en nada siguen aquella razón, con quien especialmente conversan con más frecuencia, y con la que la naturaleza todo lo rige y gobierna, á los cuales les parecen extrañas y peregrinas aquellas mismas cosas que cada día ocurren. También conviene conservar en la memoria que no es conducente el decir ni hacer nuestras cosas como quien sueña; porque, á la verdad, entonces, cuando soñamos , nos parece que mucho decimos y hacemos; tampoco te olvides hablan los escolásticos, no rehusamos entrar en la serie, ó sea cadena estoica, puesto que la razón claina nihil fieri sine justa causa ; pero si quiere que las causae lilbres pendan de unaprevia coligación que las sea inevitable, y lleven de antemano una fuerza impresa que las fije y una con el tal efecto, en particular, ahí si que rompemos la cadena fatal, y elegimos antes ser católicos libres que filósofos de tal clase.

[44] Esta sólo los cuerpos mixtos, pero aun los mismos elementos se convertían los unos en los otros.

[45] Parece que alude á algún dicho proverbial, no diferente de aquel de Séneca, epíst. 71: Ignoranti quem portumpetat, nullu8 suus ventus estla común opinión de los antiguos, que, no cuán acertado será no imitar la conducta de aquellos que, como muchachos, siguen á ciegas las pisadas de sus padres y mayores, gobernados por una mera tradición.

Así como tú, si alguno[46] de los dioses te hubiese dicho que mañana, ó, á lo más, después de mañana, habías de morir, tendrías en nada el morir después de mañana, antes que mañana mismo, sino es que fueses en extremo vil y cobarde; porque, ¿qué viene á ser el espacio de un día que había de mediar? Del mismo modo piensa que no debe reputarse por cosa grande el que mueras al cabo de muchísimos años ó mañana mismo.

Es muy del caso pensar continuamente cuántos médicos murieron después de haber encogido muchas veces las cejas sobre los enfermos, en señal de que los desahuciaban; cuántos matemáticos, después que predijeron la muerte á otros, pareciéndoles hacer en ello una cosa grande, murieron también; cuántos filósofos, habiendo dicho mil divinidades acerca de la muerte é inmortalidad, no obstante perecieron; cuántos bravos y excelentes soldados, habiendo dado la muerte á otros muchos, también tuvieron el mismo fin; cuántos tiranos, abusando de su poder sobre las vidas ajenas con gran fiereza y crueldad, como si ellos fuesen inmortales, del mismo modo fallecieron. Y cuántas ciudades, por decirlo así, murieron: Helice, Pompeya, Herculano y otras innumerables. Sigue también considerando sucesi- [46] Nieremberg, en su Temístocles y Eterno, lib. 1, cap. I1, se aprovechó de este pasaje de Marco Aurelio.

vamente á cuántos tú mismo has visto, y observa que uno de ellos, después de haber sepultado á otro, se murió, y fué sepultado por un tercero, y éste por otro, acaeciendo todo en breve tiempo. Por tanto, es conducente que siempre tengas á la vista cómo todas las cosas humanas vienen á ser cosa de un día, y no más; cosas absolutamente viles; siendo así que los que ayer eran un poco de humor asqueroso, serán un cadáver embalsamado ó reducido á cenizasmañana Procura, pues, pasar este punto indivisible de tiempo conformándote con la naturaleza y muriendo consolado, al modo que cuando la aceituna, estando ya madura, de suyo suele caerse, como que bendice á la Naturaleza que la crió, y que da las gracias al árbol que la produjo.

Haz por ser semejante á un promontorio contraquien las olas de la mar se estrellan de continuo y él se mantiene inmóvil, mientras que ellas hinchadas caen y se adormecen alrededor. «Infeliz de mi, dice uno, porque tal cosa me aconteció !» En verdad no tiene razón: diría mejor: «Dichoso yo, que en medio de lo que me sucedió, quedé sin recibir pena alguna; ni me quebranta lo presente, ni me espanta lo venidero; porque una semejante desgracia á todos pudo acontecer; pero no todos sin pena la hubieran podido llevar.» ¿Por qué, pues, la adversidad ha de ser antes una desgracia que la paciencia en tolerarla una ventura? Pero acaso tú absolutamente llamas desgracia del hombre aquello que no es un desvío del intento de la naturaleza del hombre? ¿ó por ventura te parece que aquello es un desvío del intento de la naturaleza del hombre, lo que no es contrario á la voluntad de su misma naturaleza?

¿Y cuál es esa su voluntad? Ya lo sabes bien, ni es menester decirlo aqui. Lo que yo pregunto es si este acaso puede impedirte el que seas un hombre justo, magnánimo, templado, prudente, cuerdo, mirado é incapaz de engañar ni ser engañado, modesto, libre de respetos vanos, y por abreviar, el que tú no poseas las otras virtudes, con las cuales, cuando la naturaleza del hombre las tiene en sí, queda ella del todo satisfecha y bien galardonada. Acuérdate en adelante que en todo acontecimiento capaz de contristarte puedes echar mano de este aviso: que la adversidad no es una desgracia; antes bien al contrario, el sufrirla con grandeza de ánimo es una dicha.

Ciertamente es un remedio vulgar, pero, sin embargo, muy eficaz para el desprecio de la muerte, la frecuente memoria de aquellos que por un dilatado tiempo vivieron con mucho apego á su vida. ¿Qué ventaja lograron éstos sobre aquellos otros que murieron antes de sazón? Yacen sin duda tendidos en algún sepulcro Ceciliano, Fabio, Juliano, Lépido, y si algún otro hubo semejante á ellos, los cuales, después que habían llevado muchos al sepulcro, también fueron llevados allá, Verdaderamente fué cortísima la diferencia de tiempo en la vida; y ésta ¿con cuántas molestias, con qué hombres y en cuál cuerpezuelo se toleró? No tengas, pues, eso por gran negocio. Porque mira bien la inmensidad de tiempo que ya pasó y la infinidad que aun queda por venir; y puesto en medio de este abismo, dime, qué diferencia hallas en que uno muera al día tercero ó al tercer siglo después que nació? Camina siempre por el atajo; y el verdadero atajo es que vivas arreglado á la Naturaleza, de manera que hagas y digas todas las cosas con la entereza posible; porque un tal propósito te librará de trabalos y campañas, de toda disimulación y ostentación vana.


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