Nota: Se respeta la ortografía original de la época
SOLILOQUIOS[1]
DEL EMPERADOR
MARCO AURELIO.


LIBRO PRIMERO.



Aprendí de mi abuelo Vero[2] el ser de honestas costumbres y no enojarme con facilidad.

De la buena fama y loable memoria de mi padre[3], el portarme con modestia y varonilmente.

De mi madre, la religión para con Dios; la liberalidad para con todos; el abstenerme, no sólo de ejecutar acción mala, sino también de cebarme en el pensamiento de ella, y, además, el ser frugal en la comida y estar lejos de hacer una vida opulenta.

De mi bisabuelo[4], el no desdeñarme de frecuentar las escuelas públicas, y en casa echar mano de los mejores maestros, bien persuadido que en este particular no se debe perdonar gasto alguno.

Del ayo[5] aprendi el no tomar partido en los juegos[6] públicos, no siendo del bando de los prasinos ni venecianos, ni inclinándome á los parmularios ó scutarios. Enseñóme también la tolerancia en el trabajo, el contentarme con poco, el servirme á mí mismo, el no implicarme en los negocios ajenos, y no ser fácil en dar oídos á los chismosos.

Habiendo aprendido de Diogneto[7] el desprecio de ciertas artes inútiles y vanas, me mantuve en no dar crédito á nada de cuanto dicen los encantadores y magos cerca de sus hechizos y arte de espantar los demonios y otras supercherias de esta clase.

Jamás me entretuve en la que llaman pelea de[8] codornices, ni me dejé embaucar de semejantes vagatelas. El mismo me habituó á saber llevar la zumba en las conversaciones, el familiarizarme con la filosofia, dándome por maestros, primero á Bacchio, -después á Tandasis y á Marciano, que, de niño, me ejercitase en componer diálogos morales; que, en vez de asiento blando, usase de unas duras tablas cubiertas con una piel; que, en fin, pusiese por obra cuanto lleva consigo la profesión de filósofo griego.

Consejo fué de Rhustico que yo me pusiese á pensar, que tenía necesidad de corregir y componer mis costumbres, y que corría por mi cuenta el cuidar de ellas, evitando todo género de hinchazón sofística, sin publicar nuevas instrucciones y métodos de vivir, sin recitar exhortacioncillas á la virtud, no queriendo sorprender al público con una profesión ostentosa de hombre bien ocupado en la meditación y ejercicio de la filosofía, no procurando pasar plaza ni de orador, ni de poeta, ni de astrólogo; no usando en casa vestido grave y de ceremonia, ni dando otras iguales pruebas de aparente severidad. El mismo Rhustico me persuadió que aun en las cartas siguiese un estilo natural y sencillo, semejante al que se deja ver en aquélla que él mismo, desde Sinuesa, escribió á mi madre; que de tal manera dispusiese mi ánimo para con aquéllos que, faltando á su deber, me diesen algo que sentir, que al punto que quisiesen volver á mi amistad, yo, con toda facilidad y buena gracia, me reconciliase con ellos. Del mismo aprendi á leer con mucha reflexión, no contentándome con una noticia superficial y pasajera de los escritos, á no dar fácil asenso á aquéllos que, sobre todo, hablan de ligero; débole también el favor de haber leido los escritos de Epicteto, habiéndome enviado el ejemplar que en su casa tenía.

Debo á Apollonio[9] el saber obrar con libertad de espíritu, desembarazado de vanos respetos, el fijarme en mis resoluciones sin perplejidad, el no gobernarme por otros principios que por los de una buena razón, aun en las cosas minimas; el ser siempre el mismo en los dolores agudos, en la pérdida de los hijos, en las largas enfermedades; y en el mismo, como en vivo ejemplar, ví claramente que cabe muy bien el que uno propio, según la cosa lo llevare, sca, ya muy eficaz, ya remiso; ví que no debe un Inaestro, en sus lecciones, mostrarse desabrido é im- paciente; ví un hombre que no hacía alarde de su destreza en saber proponer y acomodar las instrucciones á la capacidad de los oyentes; un hombre, por fin, que sabía cómo se deben recibir, de parte de los amigos, los que se llaman beneficios, sin que por ellos quede uno hecho como esclavo del otro, y sin que, por no contar con los favores recibidos, se muestre desconocido.

Enseñóme Sexto[10] un afecto cordial para con todos: me dió en su familia el modelo de una casa, gobernada antes con amor de padre que con severidad de amo; me dió la idea de una vida, conforme[11] á la razón natural, y de una gravedad sin afectación; me avisó del cuidado que se debe tener de acertar con el gusto de los amigos, y de sobrellevar las groserías de los ignorantes y atolondrados; en suma, el arte de acomodarse uno á todos, de modo que en su trato familiar se note más atractivo que suele experimentarse en toda adulación, y al propio tiempo se adquiera entre aquéllos mismos la mayor veneración y respeto debido; otra instrucción suya fué el método claro y camino seguro de inventar y ordenar las máximas necesarias para una vida ajustada, y que no se trasluzca señal de ira ú otra pasión; antes bien, por el contrario, libre de estos afectos, al mismo tiempo sea muy entrañable é in- clinado á honrar, sin darlo á entender, así comomuy instruído, sin ostentar la erudición.

Alejandro[12] el gramático hizo con su ejemplo que yo no fuese amigo de reprender ni de zaherir á aquellos que se les fuese ó un barbarismo ó un solecismo ó una viciosa pronunciación de una sílaba;.

antes bien procurase con maña sustituir aquellosólo que se debía haber proferido, ó bien como quienpregunta, ó bien como quien confirma, ó como quienexamina, no la palabra misma, sino la cosa dicha,.

ó por fin, como quien amonesta con disimulo de alguna otra semejante manera cortés y agradable.

Frontón[13] me hizo comprender perfectamentecuál suele ser la envidia, la astucia y la hipocresiapropia de un tirano, y al mismo tiempo observar que en general estos que entre nosotros llevan el nombrede patricios son en cierto modo insensibles á aquel amor que la naturaleza inspira para con las personas allegadas.

Debo á Alejandro[14] el platónico el consejo, nosólo de no decir frecuentemente á nadie, ni de escribir, sin que sea absolutamente necesario, que estoy muy ocupado, pero aun de no rehusar jamás, con el pretexto de los negocios presentes, el cumplimiento de ninguna de aquellas obligaciones que losvarios respetos de la sociedad piden de justicia.

[12] Aristides hace la oración fúnebre de este insigne y doctísimo gramático.

[13] Frontón el orador, no Frontino el retórico.

[14] Gatakero no acaba de resolver si éste fué Alejandro de Sícilia, sofista, secretario de M. Antonino para las cartasgriegas, ó el Alejandro Damasceno, de quien hace mención Galeno.

De Catulo[15] entendi no deberse despreciar las quejas de los amigos, aun cuando aconteciere que se quejen sin razón; sino que, al contrario, es bien satisfacerles y procurar reducirles á la buena armonia acostumbrada: ser cosa muy loable el que los discípulos con gusto y buena voluntad alaben á sus maestros, como es fama que lo hacian Domicio y Athenodoto; por fin, que la naturaleza exige de los padres un afecto verdadero para con los hijos.

En mi hermano Severo[16] tuve ejemplo de ser amante de la familia, de la verdad y de la justicia; debile el favor de haber conocido por su medio á Thraseas[17], Helbidio, Catón, Dión y Bruto; me dió igualmente una idea cabal de un gobierno republicano, en que rija un derecho igual y común libertad en dar su voto[18], como de un reino que se proponga por objeto principal el conservar la liber- [15] Entre los estoicos, de quienes tomó lecciones nuestro Emperador, Capitolino hace mención de Cinna Catulo. De Domicio y Athenodoto sólo sabemos los nombres.

[16] Algunos críticos corrigieronOurpw, en vez de Ecwipw, pero el Gatakero convence que Vero, el hermano adoptivo de M. A., ni pudo dar tan buen ejemplo, ni hacer semejantes oficios á nuestro filósofo, siendo aquél una sentina de todos los vicios; y así concluye que este Severo quizá era Claudio Severo, Peripatético insigne, de quien habla Capitolino ; ó si no, que sería algún pariente que llevaría el nombre del bisabuelo materno Catilio Severo.

[19] Son éstos los varones ilustres de la Filosofia, de los cuales escribe Tácito, An., lib. XVI, é Hist., lib. 1v, Arriano, lib. 1 y lib. III, Plutarco, Suetonio y otros.

[18] Esto es lo que significa la voz griega lonyopla. Xenofonte hace al príncipe Ciro que con gracia note el desorden de un convite en el cual Astiages con sus vasallos, después de haber bebido, hablaban cuanto se les venía á la boca.

tad[20] de sus vasallos; ni menos obligado me reconozco al mismo por haber aprendido de su trato el saber vivir sin zozobra, con aprecio y aplicación constante á la Filosofía; el ser amigo de favorecer á otros, ejercitando con empeño la beneficencia; el esperar siempre bien y vivir persuadido de la buena fe y correspondencia de los amigos; el no disimular por esto la poca satisfacción que de alguno de ellos tal cual vez se tuviese; el no esperar que los amigos, conjeturando, le adivinen á uno con su gusto ó inclinación, sino procediendo francamente con ellos.

En Máximo[21] adverti que debe uno ser dueño de sí mismo, sin dejarse jamás arrastrar de las ocas iones; que así en otras cualesquiera circunstancias, como en las mismas enfermedades, ha de estar uno de buen ánimo; que debe generalmente tener bien templadas y moderadas las costumbres, parte suaves y apacibles, parte graves y majestuosas; que sin quejas ni murmuraciones debe uno cumplir con las obligaciones que le están á cargo; observé que todos creían de él, que así sentía como decía, y que cuanto obraba, todo lo hacía de buena fe y sin fin torcido.

Noté en el mismo un no admirarse[22] jamás, no pas- [20] No piensa en decir M. A. que en su imperio monárquico se quisiese restituir la democracia; lo que dice es lo que de él escribió Capitolino: Cum populo nonm aliter egit, quam est actum sub civitate libera, y lo que Tácito, en la vida de Agricola, escribe de Nerva: Res olim disociabiles miscuerit principatum, et libertatem.

[21] Era éste Claudio Máximo, filósofo estoico, de quien habia Capitolino, y no el célebre Platónico Máximo Tyrio.

[22] Esta es una libertad filosófica de espíritu, ó antes bien, marse de nada, no andar jamás apresurado, jamás perezoso, jamás perplejo, jamás en lo interior acongojado ni en lo exterior fingidamente risueño, jamás de nuevo enojado, jamás, finalmente, poseído de 8ospecha. A más de esto, vi en él una gran inclinación á hacer bien, á perdonar fácilmente, á decir siempre la verdad, dando antes pruebas de no poder ser jamás pervertido que de necesitar alguna vez ser corregido; y lo que me pareció cosa bien rara, que nadie tuvo jamás motivo para pensar que Máximo le despreciaba, ni que Máximo se tenía por mejor que él; por fin, que no quería ser reputado por un hombre sobradamente urbano y discreto, ni que se pagaba de cortesias.

Mi padre[23] me dió un ejemplar de todas las virtudes; de clemencia y mansedumbre; de constancia inalterable en las resoluciones tomadas con madurez; de indiferencia respecto á la gloria popular, mostrando hacer poco caso de las que se tienen por honras; de aplicación á los negocios con gusto y sin cesar, prestándose á oir á los que quisiesen proponerle algún proyecto de pública utilidad.

Este mismo me presentó á la vista el modelo de un principe tan amante de la justicia que era inaccesible á toda sugestión que le estorbase el dar á cada cual aquella insensibilidad estoica que Horacio, lib. 1, ep. 6, recomienda como una cabal bienaventuranza : Nil admirari prope res est una, Numici, Solaque, quæ possit facere, et servare beatum.

[23] Llama su padre, no á Annio Vero, que lo era natural y se murió siendo niño M. Aurelio, sino á Antonino Pio, por quien fué adoptado.

su merecido; hábil en sostener sus resoluciones y en desistir de ellas cuando convenia; ajeno de familiaridad con los mancebos; con todos jovial y humano; dejando en plena libertad á sus amigos para que no asistiesen á sus convites, ni obligándoles á que le acompañasen en sus largos viajes; sin que por esto, los que por alguna precisión se hubiesen quedado, dejasen de hallarle siempre el mismo.

Me acuerdo de su aplicación exacta y constante en sus consejos y deliberaciones, no alzando mano de ellas sin una cabal averiguación, ni dándose por satisfecho con una información pronta y superficial; de su cuidado en conservar la correspondencia con sus amigos, no fastidiándose de unos ni apasionándose de otros con exceso; de su fácil resignación en todo acontecimiento, y estar siempre risueño; de lo próvido que solía ser, previniendo sin ruido ni alboroto, y muy de antemano, aun las cosas de menor consideración; de cuán amigo era de reprimir el aplauso y todo género de lisonja hacia su persona; cómo con suma atención miraba por las necesidades del imperio, dispensando con cuenta y razón los tesoros públicos del erario, y despreciando las murmuraciones de cuantos en este particular le tachasen de poco espléndido y liberal; cómo también procuraba no ser supersticioso en el culto de los dioses, ni menos intentaba granjearse el aplauso popular por medio de agasajos ó lisonjas; antes bien, era en todo muy moderado y constante, sin que jamás faltase á su decoro ni fuese amigo de novedades.

Por lo que mira á los bienes que sirven de regalo á la vida, de los cuales la fortuna es la que da la abundancia, me gobierno por el régimen que tenía mi padre, aprovechándose de ellos, aunque sin fausto, con plena libertad; de suerte que cuando los tenía, sin rebozo los gozaba, y cuando carecía de ellos, ni aun daba señales de echarlos menos: en cuanto á su manera de discurrir, jamás ninguno dijo que fuese sofista[24], ni un bufón criado en palacio, ni un bachiller ó escolástico sombrio; antes bien, era de todos tenido por un hombre maduro, de un saber consumado, enemigo de ser lisonjeado, capaz de gobernar no sólo sus propios negocios, sino también los ajenos. Siendo inclinado á honrar á aquellos que de veras se daban á la virtud y ejercicio de la Filosofía, no por eso solía dar en cara á aquellos otros que se vendían por filósofos sin serlo; en la conversación y trato fam moderadamente gracioso y sin fastidio ni ofensa de nadie; yo le veta diligente en el cuidado y compostura de su propio cuerpo, pero con tal moderación, que no pareciese un hombre demasiado amante de la vida, ni dado á un adorno afectado, ni, por el contrario, enemigo de todo aseo, sino de modo que procuraba con diligencia mantenerse en un estado en que no necesitase de remedios interiores ni exteriores de la medicina. Y lo que más es, yo le veia iar era afable y un chiste[24] M. A. apunta algunas especies de hombres reprensibles, entre lo8 cuales pone á los sofistas. También nota á los vernáculos, ó decidores de chistes importunos. Véase á Marcial, lib. 1, ep. 42, y lib. x, ep. 3, ibi : Vernaculorum dicta, 8ordidum dentem, Et fæda linguæ probra circulatricis.

De los escolásticos, Tácito, An. Fab. de causs. corrupteloquent., dijo bastante en estas dos palabras, tomadas de Cicerón, lamando la facultad escolástica ludum impudentie.

ceder, sin dar señal de envidia, á los hombres excelentes en alguna facultad, por ejemplo, en la Oratoria, en la Jurisprudencia, en la Ética ó cualquiera otra semejante, dándoles la mano para que cada uno en su profesión consiguiese una suma aceptación y aplauso. Siendo en realidad observante de la disciplina antigua y de las leyes de su patria, no por esto afectaba ser tenido por tal. Tampoco gustaba de andar á menudo mudando de lugares y ocupaciones; antes bien tenía mucho gusto en morar en unos mismos sitios y ocuparse en los mismos ejercicios; tanto que asi que le cesaban los agudos dolores de cabeza, de que solla verse molestado, al punto con nuevo empeño y vigor volvia á sus acostumbradas fatigas.

Era un principe que rarísima vez y en poquísimas cosas hacía misterios, y nunca sobre otros negocios que en los que eran propios del Estado. Como no se gobernaba sino por las reglas sólidas de su deber, sin dejarse llevar del aura popular, guardaba una prudente moderación en lo que mira á dar espectáculos y regocijos públicos, á levantar fábricas y monumentos magníficos, á regalar al pueblo con donativos y distribuciones, y en otras cosas de esta naturaleza[25]. No usaba á deshora del baño; no teníą pasión por edificar; no se cuidaba de manjares delicados en la comida, de nuevas modas y exquisitos colores en el vestido; no solicitaba tener entre sus pajes la flor de la más bella juventud[26].

[25] El sentido es bien claro, pero el texto confuso, por estar muy viciado.

[26] La voz owpátwv debe entenderse de la familia, en la 1. AURELIO.-80LILOQUIO8.

13 La toga que en el lugar de Lorio (!) llevaba había sido trabajada en una aldea vecina, algo más abajo: comunmente en Lanubio[27] iba con sola la túnica, y en el Tusculano usaba la Penula, si bien solía disculparse de la libertad que en esto se tomaba, Y ésta era habitualmente su manera de vivir; de suerte que no se conocia en su conducta rastro alguno ni de aspereza, ni de altanería, ni de exceso tan vehemente y precipitado, que tuviese en ello lugar lo que vulgarmente se dice: No[28] más, basta ya, que apunta el sudor; antes bien se veían todas sus cosas meditadas con madurez, despacio y sin turbación, con orden, vigor y perfecta correspondencia entre si mismas, y asi, se le podia aplicar con razón lo que de Sócrates[29] suele decirse: que sabía y podía igualmente abstenerse y gozar de aquellos bienes, de los cuales generalmente ni pueden los hombres privarse por su delicadeza, ni disfrutarlos moderadamente por su destemplanza. Y, en realidad de verdad, es prueba de un hombre perfectamente sabio y superior á las pasiones el saber, en lo uno, ser sufrido, y en lo otro templado. Por fin, en mi cual era el gusto de los Romanos excesivamente delicaddo.

Véase á Séneca, ep. 95.

[30] Lorio. Locus iste in hoc scripto corruptissimus, dice Salmasio, á quien seguimos en la traducción.

[27] Véase á Gatakero, que necesita de todo lo difuso de sus notas para enmendar este pasaje. Nosotros damos en la versión la suma que de ellas resulta.

[28] Alude á un dicho de los médicos, como ya recibido por proverbio.

[29] Véase á Xenofonte, Memor., lib. 1.

padre[31] admiré mucho el modo con que se portó en la enfermedad de Máximo.

Debo á los dioses ast el haber tenido buenos abuelos, buenos padres, una buena hermana, buenos maestros, buena familia, parientes, amigos, y, por decirlo en breve, todo género de bienes; como el no haber faltado en nada á mi deber con ninguno de ellos, tanto más, teniendo yo en mí mismo tal disposición, que, en fuerza de ella, si me hubiese ofrecido la ocasión, habría sin duda cometido alguna falta en este particular; pero, gracias á los dioses[32], que con su favor nunca hubo tal concurrencia de cosas que en ella se descubriese mi ruín disposición.

A los mismos agradezco, ya el no haber sido por largo tiempo educado en casa de la dama de mi abuelo, ya también el no haber marchitado con ninguna infamia la flor de mi juventud, y el que no hubiese consentido en contraer matrimonio[33] antes de sazón, sino haber dejado que pasase primero algún tiempo. Los mismos dispusieron que yo[31] Se duda, con razón, que las últimas palabras de este párrafo no estén viciadas: por eso las separamos en la versión.

[32] La profesión que hago de teólogo me obliga á no pasar en silencio cuán conforme va esta doctrina con la que después escribió S. August. Hom., 13, tratando el mismo punto : Học tibi dicit Deus tuus.

Agnosce ergo gratiam ejus, cui debes, et quod non admisisti.

Mihi debet iste, quod factum est, et dimissum vidisti : mihi debes et tu, quod non admisisti.

[33] El traductor francés pasa de largo, dejando sin versión este lugar.

viviese bajo la dirección de un Principe, y juntamente padre, de quien no ignoraban que me había de quitar todo género de orgullo, haciéndome entrar en la idea que se puede componer fácilmente el que uno viva en palacio, sin que necesite de guardias ni use vestidos suntuosos[34], ni que le precedan en el público lámparas, ó sean hachas encendidas, no teniendo en los salones aquella larga serie de estatuas, ni gastando semejante pompa y aparato; antes, por el contrario, cabe muy bien que uno en palacio se reduzca á imitar muy de cerca la vida privada de un ciudadano particular, sin que por esto pierda un punto de su[35] grandeza y fuerza, para ejercer con toda la autoridad de superior las funciones públicas del Imperio.

Beneficio fué de los dioses el haberme cabido en suerte un hermano[36] tal, que, por una parte, me obligase con sus costumbres á cuidar mucho de mi[34] Alude al aparato majestuoso de los Emperadores, ya en el vestido togæ palmate, pictæ, clavata, ya en la ceremonia, tomada de los persas, de preceder el fuego sacro á las personas imperiales, cuando salian de formalidad. Lipsad Tac. An., lib. 1, ó si no á la antigua costumbre de que Homero habló, Odisea, núm. 5, 100, de tener en las salas unas estatuas que sostuviesen las hachas ó faroles,[35] La sentencia se ve confirmada por Plinio, que pudo decir con toda verdad: Cui nihil ad augendum fastigium superest, hoc uno modo crescere potest, si ipse demittat, securus magnitudinis suæ. Paneg. ad Traian.

[36] El Gatakero, dice: Fratrem hund adhuc quærimus, nec reperire hactenus potuimus. Pero Mr. DAcier le halló en Lucio Vero, hermano adoptivo y compañero de Marco Aurelio en el Imperio; y Capitolino nos asegura que á los principios supo Lucio Vero ganarse á nuestro Emperador, fingiéndose modesto, sumiso y también filósofo.

misma conducta, y por otra, con el respeto y amor beneque me tenía, me sirviese de grande consuelo; ficio, el haberme dado unos hijos[37] no faltos de talento y no contrahechos; beneficio, el que yo no hiciese grandes progresos[38] en la retórica, ni en la poesía, ni en otros estudios, porque tal vez en éstos me hubiera estancado, sin pasar á otra cosa, si en ellos me hubiera visto muy adelantado. Me reconozco obligado á los mismos por haber yo promovido á los que corrieron con mi educación, concediéndoles los honores que á mi parecer deseaban, y no dilatando sus esperanzas con las buenas razones de que todavía eran jóvenes y que con el tiempo les premiaría.

Tengo por singular favor de la Providencia divina el haber yo conocido á Apollonio, Rhustico y Máximo, como también el que, muy á menudo y con mucha claridad, se me representase el sistema de una vida conforme á la naturaleza.

De modo, que por lo que mira á los dioses, á los toques y movimientos[39] interiores, á los auxilios é inspiraciones que de parte de ellos recibí, me hallo en estado de vivir acorde con la naturaleza, si yo,[37] Un padre, por más filósofo que sea, nunca deja de ser un juez apasionado, cuando se habla de sus hijos.

Ilor. Serm., lib. 1, sat. 3. Strabonem appellat pætum pater.

Casio, Capitolino y Lampridio, no hallan mucho por qué dar gracias á los dioses en los hijus de nuestro Marco Aurelio.

[38] Alude al dogma estoico en esta parte, que da por indiferentes todas las artes, á no ser la virtud, la cual sólo hace al hombre feliz, como también al decoro político de un Principe, que debe mirar estas facultades como inferiores al solio. An non te tui pudet, decia Filipo al grande Alejandro, qui novis tam belle canere?[39] No pnedo menns de deeir que sólo este pasaje de por mi culpa, ó por no querer seguir y observar los avisos, y no sé si diga las lecciones que ellos mismos me dan, no me quedare atrás. Qué dire de que mi cuerpo haya podido por tanto tiempo resistir al trabajo en este género de vida! ¡l)e que yo no llegase á tener un trato poco decente, ni con Benedicta ni con Teodoto, sino que, con el tiempo, me viese libre de aquellos afectos poco castos á que antes había dado lugar! ¡De que, enojado muchas veces contra Rhustico, no por eso jamás me propasé á alguna resolución, de que después tuviese que arrepentirme! No vivo menos reconocido á la misma Providencia, habiéndole debido el que mi madre, aunque hubiese de morir joven, con todo, tuviese el consuelo de pasar en mi compañía los últimos años de su vida; el que yo, cuan tas veces quise socorrer á algún pobre, ó bien á otro cualquiera que tuviese necesidad de mi para distinto fin, jamás me oyese decir que no tenia por entonces dinero con que poder hacerlo, y que ni tampoco me viese yo en igual necesidad de socorro ajeno.

El que yo, por mi buena suertę, tuviese una consorte[40] de unas prendas tan bellas, tan inclinada Marco Aurelio, sin contar otros mil de toda la antigüedad griega, como son los hemistiquios de Homero, Osde tupade Ouuo tód ivl Opeoiv čußzdi dziuwv, tan frecuentes en su Odisea é Iliada, convencen con evidencia que es falsa la opinión de los que pretenden que, sin gracia ni socorro alguno de Dios, pecasen los gentiles, dejando de hacer lo que sin ella no podian ejecutar.

[40] Sobre la fainosa Faustina, hija del emperador Antonino Pio y consorte de Marco Aurelio, ¿quién se debe enga- 2 á complacerme, tan apasionada por mí, de una condición tan llana y sencilla; el poder echar mano de tantos y tan hábiles maestros para mis hijos; el proponerme, entre sueños, aquellos remedios, de que yo necesitaba, y, entre otros, los que me habían de servir contra el esputo de sangre y los vahidos de cabeza, lo que me aconteció en Gaeta[41]. El que, habiendo yo concebido mucha pasión por la filosofía, ni tuviese la desgracia de dar con algún sofista, ni de perder malamente el tiempo en revolver escritores, ó en resolver silogismos, ó en discurrir de meteoros, porque, sin duda, es así: que cuanto acabo de referir, no me pudo acontecer, sin el socorro de los dioses y favor de la fortuna.

Esto se escribió entre los Quados[42], cerca de Graneañar, nuestro buen filósofo, que tanto la elogia, ó los historiadores Casio y Capitolino, que tanto la vituperan?[41] Marco Aurelio, como buen estoico, aprueba la adivinación por sueños. Véase á Cicerón, De Divinat, lib. 1. No se puede negar, ni que alguna vez Dios, entre sueños, revelase algunos secretos, como se ve en varios lugares de la Sagrada Escritura, ni que los paganos, abusando del dicho de Homero, Kal ydp t övap ix Aróc toi, fuesen por extremo supersticiosos en este particular.

[42] Los Quado8, pueblos de la Germanía, contra quienes Marco Aurelio hizo una expedición, de que salió felizmente, habiendo mediado las oraciones de los soldados cristianos, sobre cuyo extraordinario acontecimiento dejamos dicho en la vida de Marco Aurelio cuanto conduce á poner en claro la verdad del suceso.


  1. Soliloquios son, en realidad, estos libros, de cuya inscripción vea el lector en la nota de Gatakero cuánto se ha dieputado : nosotros seguimos la autoridad de Leibnitz, que así los llama en su Theodiceu.
  2. Annio Vero, abuelo de nuestro Emperador, fué Cónsul y Prefecto de Roma.
  3. El padre natural de nuestro Emperador se llamaba Annio Vero, que murió, siendo Pretor, en la menor edad de Marco Aurelio. De la madre, cuyo noinbre es Domicia Calvilla, hija de Calvisio Tullo, dos veces Cónsul, hace un elogio Mr. DAcier, alabando su esımero en la educación de los hijos, y en no haber imitado la conducta de aquellas que ponen todo su cuidado en criarlos con extraordinaria delicadeza y mucho lujo.
  4. El bisabuelo paterno se llamaba Annio Vero, que fué Pretor, y á quien Capitolino atribuye esta enseñanza de Marco Aurelio. El traductor francés de la edición de Bovillon, año 1772, piensa de otra manera, aplicando eso mismo á Catilio Severo, bisabuelo materno, que fué dos veces Cónsul, y Pretor de Roma, de quien escribe: «Catilus-Severus, qui étoit un homme fort sage, et dune grande austérité de mœurs, ne voulut pas que son petit fils allâit aux écoles publiques, parce quil étoit persuadé quelles corrompoient plus le coeur, quelles ne formoient lesprit; et contre la coutume de ce temps, il voulut, quil fût élevé chez lui, et quon népargnâit rien pour avoir les plus habiles maîtres.»
  5. Ni Capitolino, ni otro alguno de los antiguos, nos dice quién fuese el ayo de Antonino. El traductor francés, á tientas, va á dar con él: Si je ne me trompe, il sappellait Charilaüs.
  6. En los juegos circenses había cuatro facciones, que se diferenciaban por el color de los vestidos que traían los aurigas ó cocheros, así como se notaban otras cuatro especies de gladiadores, por la diversa forma de espada que usaban. Entre los primeros cuenta ahora nuestro Emperador á los prasinos y venecianos, y entre los segundos á los parmularios y scutarios.
  7. Claudio Salmasio, sobre Capitolino, trata de la facultad que enseñaba Diogneto, del cual se duda si fuese pintor, al mismo tiempo que filósofo.
  8. Es controvertida la lección griega optuyotpopetv, criar codornices. Suidas lleva optuyoxoreTv, hacer pelear las codornices.
  9. Apollonio el de Chalcide, filósofo estoico, al cual Damonacte el Cinico, viendo que partia con su comitiva, llemado del emperador Antonino Pio, notó de avaro con decir: lé uqui Apullonio con sus argonautas; como que el vellocino de oro le tiraba á Palacio.
  10. Sexto Cheronense, el sobrino de Plutarco, y no Sexto Empírico el Pirrónico. Gatak.
  11. La fórmula estoica vivir conforme á la naturaleza, dejónosla bien declarada Cicerón, Offie., lib. 111, quod á stoicis dicitur convenienter nature vivere, id habet hanc, ut opinor, sententiam, cum virtute congruere semper.
  12. 12,0 12,1
  13. 13,0 13,1
  14. 14,0 14,1
  15. 15,0 15,1
  16. 16,0 16,1
  17. 18,0 18,1
  18. 20,0 20,1
  19. 21,0 21,1
  20. 22,0 22,1
  21. 23,0 23,1
  22. 24,0 24,1
  23. 25,0 25,1
  24. 26,0 26,1
  25. 27,0 27,1
  26. 28,0 28,1
  27. 29,0 29,1
  28. 31,0 31,1
  29. 32,0 32,1
  30. 33,0 33,1
  31. 34,0 34,1
  32. 35,0 35,1
  33. 36,0 36,1
  34. 37,0 37,1
  35. 38,0 38,1
  36. 39,0 39,1
  37. 40,0 40,1
  38. 41,0 41,1
  39. 42,0 42,1