Sobre Bancos Nacionales
<< Autor: José Batlle y Ordóñez
Lunes 31 de agosto de 1891, EL DIA
Editorial
SOBRE BANCOS NACIONALES
En el mensaje enviado el sábado por el P.E a la Cámara de Diputados se leen estas palabras pronunciadas como halagüeña promesa: se remitirá también ”un proyecto para la fundación de un nuevo Banco, con la concesión de privilegios y exenciones especiales; pero “ sin mas intervención directa del Estado en su administración que la necesaria para fiscalizar su marcha dentro de sus estatutos.” Es la misma doctrina de un diario, según el cual debemos en vista del ultimo balance del Banco Nacional, renunciar por siempre a todas las instituciones de crédito en que tenga ingerencia el Estado. No nos parecen muy fundadas estas opiniones.
Si la quiebra más o menos estrepitosa de un banco nacional debiera inducirnos a no pensar jamás en establecer nuevas instituciones de este género, -la quiebra de un Banco particular nos obliga, también, a no pensar más en la fundación de bancos particulares. Bastaría que una institución, la más benéfica imaginable, diera mal resultado para que se renunciase a ella por los tiempos de los tiempos y a todo lo que se le pareciese. De nada valdría ni habría para qué tomar en cuenta la probabilidad de que tuvieran mejor éxito las nuevas tentativas que se llevarán a cabo.
Estas serían las consecuencias a que nos arrastraría la lógica del diario en cuestión. Pero ni el mismo llega a esos extremos: el error no puede ser consecuente. En su concepto debe renunciarse a los bancos nacionales porque hemos tenido uno, y a quebrado o está a un paso de quebrar; pero no debemos renunciar a los bancos e instituciones de créditos particulares, aunque hayamos visto a centenares de ellos con las cuatro patas rotas. Repetimos: No hay mucha lógica en esto.
Además, en el Banco Nacional reinaban dos influencias: -La influencia del Estado y la de los accionistas que designaban a la mayoría de los directores.-¿ Es a la primera influencia exclusivamente, que se debe la ruina del Banco?...¿O a tenido también su poderosa participación en ella la segunda?... He aquí cuestiones a las que no se podría contestar, sin hacer antes un examen de las actas del Directorio de esa institución, que fijara la actitud de cada uno de sus miembros y discerniera responsabilidades. Convengamos no obstante a priori en que nada hay imposible a este respecto, y en que si los di directores nombrados por el Gobierno han podido ceder a exigencias apremiantes de un momento político de transición entre una situación de corrupción total y un orden más regular, los directores elegidos por los accionistas han podido ceder, a su vez, a instigaciones de un elector poderoso, gran poseedor de acciones, que habría elegido a uno o a más de ellos con ese objeto.- La ruina del Banco probaría tanto contra la ingerencia del Estado, como contra la ingerencia particular de los accionista. –Más aún contra la ultima: porque estos habrían obedecido a intereses particulares más o menos egoístas, en tanto que aquellos se habrían dejado influenciar por intereses políticos generales más o menos bien entendidos.
Pero no se vaya a creer que intentamos engolfarnos en discusiones sobre las responsabilidades que corresponda a estos o a aquellos directores del Banco Nacional. Hay algo que urge más: -la solución de los graves problemas económicos que agitan al país. Y obstan a esta solución doctrinas desprovistas de fundamento como la que motiva esta líneas. No, no hay que renunciar a los bancos nacionales porque quiebre un banco de ese género, como no hay que renunciar a los bancos particulares porque quiebre un banco particular. En todo caso, solo debe pensarse en establecerlos sobre más sólidas bases. Entre nosotros la cuestión económica quizás solo pueda resolverse por la creación de un grande, de un verdadero Banco Nacional o por la transformación del que existe, en una institución que tenga es carácter. Quizás fuera la influencia y el interés particular lo que convendría suprimir. Y quizás fuera la influencia y el interés del Estado lo que convendría conservar exclusivamente.
Un banco nacional, un verdadero banco nacional, un banco de Estado, cuya acción se ejerciera en bien exclusivo de la Nación y cuyos beneficios a ella pertenecieran, y no a un limitado número de accionistas, podría ser objeto de concesiones y privilegios, que habría injusticia en dar a un Banco mitad nacional y mitad particular, más particular que nacional, en donde primará el interés privado. Y esos privilegios y concesiones harían de él una poderosa fuerza económica, un motor constantemente activo del progreso y un regulador del movimiento industrial y comercial de la República. ¿Por qué esa inquina contra la injerencia del Estado en una institución suya de crédito? El Estado ¿no es el país, la nación misma considerada desde el punto de vista de su acción en conjunto?. ¿Y todos y cada uno de los habitantes de la República no constituyen parte integrante del Estado, vivamente interesados en el progreso del país?...¿Por qué, pues, no habrán de tener una influencia decisiva y única en una institución creada con sus propios recursos para ese fin?.
Convenimos en que se mire como absolutamente inconveniente la injerencia y la influencia decisiva de un gobierno determinado en una institución de fines generales y permanentes como lo es un banco nacional. Las pasiones y los intereses políticos del momento desnaturalizarían esos fines con frecuencia, apartando al banco de su obra de progreso, para empeñarla en luchas de bandos, que no podrían dar mas resultado definitivo que el de su ruina...Pero , si tal es el mal, evítese , aléjese por medio de leyes apropiadas, y no se renuncie a la institución para la cual es una amenaza. No hay institución humana, por buena que sea, que no pueda ser desnaturalizada, en beneficio de intereses personales y egoístas. La libertad puede llevar a la anarquía, el orden al despotismo, etc. ¿Y se habría de renunciar por eso a la institución de las libertades individuales y políticas y de los gobiernos que las hacen efectivas?...
Un Banco Nacional o de Estado fundado con capitales de la Nación sería una institución buena capaz de alentar nuestro movimiento progresista y de iniciar una era de grandes y verdaderos adelantos, ahora que parece vamos a tener una serie de gobiernos deseosos de hacer el bien del país. ¿Se ha de renunciar a él para evitar que un gobierno malo lo haga objeto de dilapidaciones y de tiranía? Tanta pusilanimidad adoptada como sistema de conducta no podría dar más que un solo resultado: -el de que en nuestro país las grandes y fecundas instituciones solo se llevasen a la práctica por iniciativa y en provecho de los gobiernos arbitrarios y despóticos, poco temerosos de los hombres y de sus preocupaciones.
Un banco nacional, creado con recursos de la nación exclusivamente y, encomendado a un directorio numeroso, compuesto por quince o veinte de los hombres más conspicuos y de reputación moral más integra de la banca y de los partidos de la República, nacería a la vida rodeado de simpatías. Se le podría independizar casi por completo, no del Estado, sino de la influencia decisiva de los gobiernos, haciendo que su directorio fuese nombrado por la Asamblea Nacional y que se renovara solo por quince o por veinte avas partes cada año. Hasta en la Constitución que va a reformarse en el próximo periodo legislativo podrían establecerse las bases de su relativa independencia. La influencia de un gobierno dado sobre él se reduciría a influir en la elección de una cuarta o de una quinta parte de sus directores... Verdad que podrían sobrevenir Gobiernos capaces de apoderarse de sus cajas... Pero cuando la arbitrariedad y la violencia triunfan, nada hay seguro ,ni propiedad ni la vida, ni el honor mismo. Y... ¿ habría que privarse por eso de todas estas cosas?.
El diario que anteriormente hemos aludido cuya doctrina parece aceptar el Gobierno en su mensaje, pensara que hay que renunciar a todo. Para él no hay diferencia entre un periodo de tiranía, un periodo de transición y un periodo de vida regular. A la entrada del territorio nacional debería colocarse esta inscripción del infierno del Dante: Renunciad a la esperanza. Y esta otra del mencionado diario: la acción del Estado, esto es de la sociedad, es el abuso, la dilapidación segura.
Con tales creencias no habría más que una conducta razonable: Levantar la tienda e ir a extenderla en las regiones más lejanas que fuera posible; donde nunca se hubiera cometido una falta, donde no hubiera el temor de que se pudiera cometer una