Siluetas. Laureano Calderón

Siluetas. Laureano Calderón. (9 jul 1897)
de Rafael Delorme
Nota: «Siluetas. Laureano Calderón» (9 de julio de 1897) Germinal I (10): pp. 1-2.
SILUETAS.
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LAUREANO CALDERÓN.

C

Cosa vergonzosa es para España que los hombres que valen, sus hijos que la enaltecen y la dan gloria por sus talentos, laboriosidad y esfuerzo, tengan que ir al extranjero en busca de unos conomientos que en España no pueden adquirir en manera alguna.

Y así se ve que hombres que figuran como lumbreras en los anales de la ciencia y que nacieron en España, tuvieron que nutrir su pensamiento, adquirir su sabiduría fuera de la nación á la cual debieron la existencia. Ejemplo de lo cual son, entre otros muchos, el mallorquín Orfila, los cubanos Reinoso y Albarrán y el madrileño Laureano Calderón, ilustre químico, más conocido en el extranjero que en su patria, y que era, al morir en Marzo del 94, catedrático de Química biológica é Historia crítica de la Farmacia, en la Facultad del mismo nombre, de la Universidad Central.
Uno de sus biógrafos dice que Laureano Calderón era un representante de aquella juventud que vino á la vida de la inteligencia en el despertar de 1868.
Violencias, errores y vicios, constituían aquella muralla trabadísima que en el reinado de Doña Isabel oponíase al progreso.
Y al derrumbarse aquella muralla , alzóse una juventud pletórioa de inteligencia y ávida de transformar en grandezas las pequeñeces, mezquindades y miserias, que el doctrinarismo borbónico había instaurado en España.
De aquella juventud archidemocrática del 68 ¡qué pocos han muertos fieles á las ideas que en un principio proclamaron! ¡qué pocos permanecen sin claudicar en esa atmósfera densísima de fatalidad y de concupiscencia que nos rodea!
Laureano Calderón era uno de los pocos que fueron siempre fieles á sus ideas; era uno de los pocos jóvenes del 68 que murieron sin vender su conciencia á ningún precio y mirando con desdén, en el mercado, á los que ofrecían dádivas por la apostasía y con piadosa conmiseración á cuantos las aceptaban.
Habiendo ingresado en el profesorado el 20 de Agosto de 1866, como profesor auxiliar de la Universidad Central, fué nombrado al año siguiente ayudante interino de las clases prácticas de la Facultad de Farmacia, destino en que se le confirmó el 24 de Julio de 1868, previa oposición, y que siguió desempeñando hasta 1874, en que el Tribunal de oposiciones á la cátedra de Farmacia químico-orgánica de la Universidad de Santiago, honróle por unanimidad con la propuesta unipersonal.
En el desempeño de esta cátedra tan meritísimamente adquirida, se encontraba, cuando el año 75, un ministro de maldecida memoria para todos los verdaderos liberales , el marqués de Orovio, puso su mano torpe en derechos justos, sin duda para atacar la libertad de la cátedra, y una gran parte del profesorado que no tenía por qué ni para qué sufrir semejantes humillaciones, protestó con dignidad y energía de las inusitadas medidas del ministro de Fomento.
La protesta de Calderón fué de las más fuertes y vivas; y por eso se le encarceló en el castillo de San Antón en la Coruña, y tuvo que emigrar más tarde al extranjero.
Fuera de España, Calderón que ya era un químico ilustre, dedicóse con verdadero ahinco al estudio, en París y en Alemania, siguiendo las lecciones de Berthelot, Claudio Bernard, las del eminente cristalógrafo Groth, las del químico-biólogo Hoppe-Seyler y otros profesores notables de la nación germánica.
En París publicó algunos notables trabajos de investigación científica en los Comptes Rendus de la Academia de Ciencias, y en Alemania llegó á ser director de trabajos prácticos de Cristalografía y Mineralogía de la Universidad de Estrasburgo, al lado del profesor Groth, explicando asimismo en aquel centro docente la asignatura de Cristalografía.
Llegó á ser su nombre tan respetable en los centros científicos alemanes, que le hubiera sido fácil, y aun se le hicieron indicaciones en tal sentido, ascender á catedrático de una de aquellas Universidades; pero acordándose en aquel momento de su patria, prefirió ir á Málaga, donde se puso al frente dé una explotación industrial de abonos minerales.
Durante ese tiempo y después de su regreso á España, Laureano Calderón escribió trabajos originales en las Memorias de la Academia de Ciencias de París, que merecieron un lugar preferente en la bibliografía de la obra de Berthelot, sobre la Mecánica química; se ocupó en concienzudos escritos de la resorcina y publicó en alemán en la Revista de Cristalografía de Groth, estudios de verdadera importancia, así como resúmenes y juicios críticos en la Revista de la Cristalografía de Leipzig.
En la segunda edición del Tratado de Cristalografía física del profesor Groth, publicada en alemán, así como en la Petrografía del profesor Muserinchuch, se describe y recomienda el estauróscopo del profesor Laureano Calderón, como el mejor aparato para determinar los ejes de elasticidad óptica de los cristales. Y el nombre de Calderón figura además en los catálogos de los constructores Juess de Berlín y Ricard de París, comprendiendo con aquel aparato la reforma introducida por el mismo Calderón en el goniómetro universal del citado profesor Groth.
Más tarde formó parte de la Comisión internacional para la reforma de la nomenclatura química, y á su iniciativa se debe el espíritu general de la reforma y el haber podido concillarse las opiniones de alemanes y franceses. También presidió, poco antes de morir, el Congreso que para el progreso de las Ciencias celebróse en Pau.
El año 1881 volvió al profesorado, siendo reconocidos todos sus derechos, si bien quedó como excedente, prestando servicios en la enseñanza, ya como auxiliar, ya como ayudante, hasta el mes de Agosto de 1888 que, en virtud de concurso, recibió las dos cátedras que á su muerte desempeñaba en la Facultad de Farmacia.
En Madrid, y en la calle de Carretas, instaló un magnífico laboratorio, donde trabajaba sin descanso durante todo el tiempo que le dejaba libre sus tareas de profesor, é hizo muchos análisis é investigaciones de transcendencia científica.
Laureano Calderón presidió durante tres años la sección de Ciencias Naturales del Ateneo de Madrid. Y nadie olvidará en aquella docta casa, sus conferencias de vulgarización científica acerca del protoplasma, ni aquellas geniales improvisaciones durante los dos últimos años de su presidencia.
Laureano Calderón no sólo era un químico eminente conocidísimo en Europa; era al mismo tiempo pensador profundo, rendía fervoroso culto á la libertad humana, que la quería libre de trabas y como resultado de los mandatos del imperativo de la razón y no impuesta por estímulo ajeno alguno á la conciencia del hombre.
En tal concepto ó idealmente Laureano Calderón era anarquista en asuntos sociológicos y materialista ardoroso en filosofía, y tanto, que viéndose morir, dispuso que su cadáver fuera enterrado en el Cementerio civil, para que no se confundiese con los de los que en vida profesaron religiones positivas.
El nombre ilustre de Calderón será siempre considerado de los primeros entre esa pléyade de jóvenes, no muchos en número, pero valiosos por sus méritos, que en España vienen á ser algo así como los precursores de la futura regeneración social, que se cifra aquí en nuestra patria en la abolición total de la tiranía y de la ignorancia.

Juan de la ENCINA