Si asesinan árboles

​Si asesinan árboles​ de Antonio Domínguez Hidalgo

POEMARIO


OBRA POEMÁTICA COMPLETA: Tomo 8



I

Octubre...

Otoño…

dos hojas al viento perpetuadas...

ayeres y mañanas ultrajados.

Recuerdos.

Y las palabras que me duelen

cada sílaba callada.

Y los rostros que me sangran

el silencio de las voces...

Y los puños marchitados.

Octubre,

otra vez tu nombre se me enreda a la garganta

y me grita días... manos asesinas,

jaurías,
ciegas jaurías,
harpías.

Otra vez en mi saberme inútil,

sin lágrimas,

paralítico;

sin enjugar el dolor de tantos cuerpos

que cayeron

en la flor

de sus ensueños.

Octubre,
dos...
hojas

 más al pensamiento diluido que se muere

sin morir,

sediento de balanzas y de fuegos,

testigo de principios,

infamia desnudada por el tiempo

y esperar...

Esperar.

Esperar el nuevo árbol que ya pronto reverdezca.

Octubre,
dos

hojas

más,

preludio de llanto

y fuga...


Invierno.







II

Encerrado en mí.

sin libertad

y sin embargo libre

altivo

preso en las ausencias de mis huertos,

roto papel

inútil

máquina estéril

al servicio de un engaño a gritos...

se me enfurecen las manos, y los ojos

y los labios

y los cuerpos

y un escándalo oprimido bajo el peso

de cadenas que me marcan

la bestial distinción

de no ser como todas las ovejas

del rebaño

me fermenta,

me corroe.

me apesta

y destroza en explosión callada

las escasas reservas de paz

que aún me quedan.


Muerto en mí

como todos los que viven muertos

vivo

Atlas redivivo

bajo el mundo opresor de los papeles

que me asfixian de esterilidad sonriente.


Encadenado.,

sumergido en el profundo fuego

de un recuerdo...

vuelto humaredas asesinas en mi centro de ciudad inerte

me asesino,

me asesinan,

asesino.

¡ASESINO!

Asesinos de mi euforia verde,

árbol destajado,

hachado,

convertido en la madera yerta

de un mueble arrinconado,

objeto,

mero objeto,

hueco seco

como todos los que adoran

su esclavitud de siervos

y no gritan,

no gritan ni desgarran su silencio,

como ustedes.

¡Silencio...!








III

Me duele el hombre,

porque mucho de mi ser tan árbol

tiene este nombre.

Me duele.

Me duele a gritos,

pero no puedo curarlo,

liberarlo,

consolarlo.


¡Está tan enfermo!

Tan enfermo en sus días.

Tan enfermo en sus noches.

Tan enfermo en sus sueños.

Tan llagado en su cobre.

Me duele a mares que se aborrascan...

a ríos que se desbordan,

a sangre que se desangra.

¡Cómo tocar sus sienes...

si están cubiertas de paja!


¡Cómo acariciar su carne..

si me despojan de su alma!


¡Cómo apaciguar sus iras... si está sembrado de odios!

¡Cómo contener su lepra...

si ya no tiene ni rostro!

Me duele el hombre.

Me duele el hombre como mentira

que va segando

las mil espigas

que lo acobardan

en su verdad

callada.

Me duele el hombre como anatema

que va arrojando

las mil miserias que lo hacen llanto en su realidad

gritada.

Me duele el hombre cual lacería

que se amamanta

en todas las hambres que lo asesinan

en su materia

tan reprimida.


Me duele el hombre...

tan en mi hombre

que se me agrandan las venas donde se cortan...

que se me hierve la lava donde se brota...

que se me enciende la llama donde me apagan...

Me duele el hombre tan en mi hombre

que una llaga me cerca de espuma

y me escapa de dientes a fuera

y adentro...


Me duele el hombre

tan en mi hombre

como nunca pudo dolerle a un HOMBRE.






IV

Rota aspiración de bosque

me deshoja

languidece

y envuelta en la fatiga de mi noche

finca muerte...

me estremece.

Como vuelo que se arroja al cielo

sin murmullo

destruyo el cementado arrullo

de mi anhelo verde

y riendo...

mejor sonriendo la ironía desnuda

de cada día

hoja...

voy palideciendo mis verdores

de árbol

entre armonías de hachas

concluyendo mi sed...

red marina

aguamarina

brebaje sofocado de mi tallo incierto

tronco madero

astilla lagrimeada

goteada por mis ojos esteparios

sonrojados

rojos sin llamear

cadeneros

ramas de percal obrero

proletarios.

Canario sin canto pregonero

yermo

voy muriendo

cayendo

para ya nunca nacer... tan nunca en arboledas

como la vida mi vida

hecha ahora trizas

hojarasca

cenizas

misas sin misal de cancionero

incienso yerto

desierto huerto

y muerto.






V

No es posible que estemos tan solos

cercados en nuestra carne tronco

sin más allás que nuestros brazos ramas

impotentes de alcanzar ensueños pájaros.


No es posible que estemos aislados,

sin más que un cuerpo carcelero,

hundidos en la sangre savia

que nos corre

y nos ahoga.

No es verdad tanta verdad irrefutable.

Abandonados en el páramo del cuerpo,

limitados por inicios promisorios

y acabóses imprevistos.


No es verdad.

Sin embargo, así nos encontramos,

reflejos del espejo que nos niega

compañías eternas por salirnos del marco

que lo cierra.


No es verdad tanta miseria,

sin embargo es verdad tanta miseria.


No es verdad tanta tristeza

y al descubierto

se descubre nuevamente

la incrédula verdad tan cierta

como esta soledad que se nos abre

al saber oceanizado de nunca encontrar

la huerta imaginada, el árbol en creciente,

las alas, el espacio, el vuelo, los intentos


y el aire levantado.


No es posible.


No es posible que tanta soledad nos vista

si deseamos amar desnudos de mentiras,

de dogmas, de poderes, de falacias y de sexos.


No es posible que tengamos que ausentar tantas

grandezas al desierto donde nadie las encuentre

y caigamos lacerados por soberbias entendiendo

que será la soledad quien nos comprenda

y sabernos así prisioneros de un cuerpo fugitivo,

ataúd de un alma muerta.


No es posible

y sin embargo es cierto

como lo es el saber que se está muerto y solo,

solo, abandonado en una tumba viva

donde todos aquellos que se viven

son cadáveres cadáveres...

solos y vivos sin vivir la vida,

sino la muerte en vivo

que es la vida muerta en vida.


Solos,


solo,


verdad de llama,

lámpara votiva,

perpetua soledad consumida para siempre

en el fulgor

de las esperas verdes

sin esperar a nadie,

sólo el instante de la muerte verdadera

que será la verdadera vida

al renacer en cada vida nueva...



VI

Árbol,

fogata en verde,

naciente

creciente,

no dejes que te marchiten los perros

ni te deshojen los buitres

como a mí.


Aumenta la savia que te aumente estaturas

de cosmos

y libera tus raíces de la tierra insatisfecha

que te encelda.


Grito abierto a los cielos


rompe cadenas

vuela...


Que nadie detenga los fulgores de tus ramas

y acrecienta los caminos de la estrella...

Árbol,

débil árbol que brota a cada viento,

arbusto apenas,

no te quedes para adorno de un paisaje

en marco,

marcado,

sin más allá del horizonte coloreado

en su tapiz opreso,

preso de tu furia suprimida al aceptar el yermo

del inculto paraje sin florestas

donde pasta la manada sus condenas...

No te aquietes,

extiende la semilla,

agita tu simiente,

afrenta las ortigas,

aviva a los murientes,

purifica. Árbol,

verde mirada levantada a lo alto,

rechaza a los gusanos que te raptan la promesa

de alcanzar planetas.

No mueras

como yo...

No te nazcas uno más de los cadáveres

como yo;

vive la verdad de nuestras vidas:

acción de buscar los paraísos del sol

en las tinieblas

y vestirlos con follajes que les muestren

las veredas... Árbol,

joven árbol,

no te detengas

como yo...

Quiero que seas.






















VII

Llueve.

siempre llueve.

Siempre,

sin importarle si octubre

nos envuelve;

sin esperar que algún junio

se nos llegue...

Siempre,

siempre llueve...

cada hora, cada día,

cada año,

como si con tanto llanto

se propusieran las lágrimas

perpetuarnos los océanos

y al anegar las palabras

convertirlas en naufragios

de gritos que callaron

por no despertar silencios

a los cielos...


Llueve,

siempre llueve...


VIII

No sé qué hiedra me quitó el sueño,

aunque lo sepa...

ni sé por qué tanto miedo

de que la hieran,

porque a pesar de la mancha

que dejó sobre mi senda,

que la quitaran del muro,

no quisiera.

¡Pobre hiedra!

¡Pobre! Si la quitan de su presa,

¡qué le queda!

No podrá ser nunca de alas,

seguirá tan prisionera.

No podrá viajar al eco...

¡cómo pesan sus cadenas!

Y aunque me ha quitado ensueños,

largas noches de tristeza;

a pesar de sus ortigas que envenenan

o de su vida rastrera,

creo que es buena,

sólo pasa que...

que no sabe su nacer para ser tierra y quiere volar al sol

sin quitarse sus condenas.

¡Pobre hiedra!

¡Pobre!

Si supiera de estos cantos que liberan,

no sufriera

ni temiera tanto tanto

que le quitaran sus piedras.







IX

Se asesinan árboles,

así…

nada más por asesinarlos

para evitar que hagan sombra

y no atraigan caminantes fatigados.


Y aunque los vistan de blanco

apretándose en cuidados,

se siguen matando cielos

sin siquiera sospecharlo.

Y luego se hacen canciones

para llenarlas de viento

y fingir que se les ama...

sin comprender su concierto


Se asesinan árboles,

así,

cada día,

a plena luz,

sin entenderlos.

¡Cómo entenderlos siquiera

si no han sabido ser ramas

que arrullen los cantos frágiles

de sueños que se anidaron!


¡Cómo entenderlos un poco

si no han abrazado el tronco

solitario que sostiene

su follaje enamorado

de la vida pajarera!


¡Cómo entenderlos si nunca

se ha sido arbusto ni roble,

sino hiedra que reptando

va muriendo bosque a bosque!


Se asesinan árboles,

así,

cada día,

a plena luz,

sin vislumbrar las sombras

de la noche...









X

Pasto,

nunca crecerás más allá de lo que eres:

pasto.


Cualquier esclavo buey de los arados

te hará sentirte un poco suelo,

un poco lodo,

un poco miedo...

y en tu denuedo de brotar al sol,

sólo vestirás de estiércol

que te dan los que te pastan,

alimento de ti mismo

que te hará nacer de nuevo

a las ansias inasibles

de ser árbol...

como aquél que ya se ha hecho

tronco

ramaje

follaje

soledad al viento.