Si asesinan árboles
POEMARIO
OBRA POEMÁTICA COMPLETA: Tomo 8
I
Octubre...
Otoño…
dos hojas al viento perpetuadas...
ayeres y mañanas ultrajados.
Recuerdos.
Y las palabras que me duelen
cada sílaba callada.
Y los rostros que me sangran
el silencio de las voces...
- Y los puños marchitados.
Octubre,
otra vez tu nombre se me enreda a la garganta
y me grita días... manos asesinas,
- jaurías,
- ciegas jaurías,
- harpías.
Otra vez en mi saberme inútil,
sin lágrimas,
paralítico;
sin enjugar el dolor de tantos cuerpos
que cayeron
en la flor
de sus ensueños.
- Octubre,
- dos...
- hojas
más al pensamiento diluido que se muere
sin morir,
sediento de balanzas y de fuegos,
testigo de principios,
infamia desnudada por el tiempo
y esperar...
Esperar.
Esperar el nuevo árbol que ya pronto reverdezca.
- Octubre,
- dos
hojas
más,
preludio de llanto
- y fuga...
Invierno.
II
Encerrado en mí.
sin libertad
y sin embargo libre
altivo
preso en las ausencias de mis huertos,
roto papel
inútil
máquina estéril
al servicio de un engaño a gritos...
se me enfurecen las manos, y los ojos
y los labios
y los cuerpos
y un escándalo oprimido bajo el peso
de cadenas que me marcan
la bestial distinción
de no ser como todas las ovejas
del rebaño
me fermenta,
me corroe.
me apesta
y destroza en explosión callada
las escasas reservas de paz
que aún me quedan.
Muerto en mí
como todos los que viven muertos
vivo
Atlas redivivo
bajo el mundo opresor de los papeles
que me asfixian de esterilidad sonriente.
Encadenado.,
sumergido en el profundo fuego
de un recuerdo...
vuelto humaredas asesinas en mi centro de ciudad inerte
me asesino,
me asesinan,
asesino.
¡ASESINO!
Asesinos de mi euforia verde,
árbol destajado,
hachado,
convertido en la madera yerta
de un mueble arrinconado,
objeto,
mero objeto,
hueco seco
como todos los que adoran
su esclavitud de siervos
y no gritan,
no gritan ni desgarran su silencio,
como ustedes.
- ¡Silencio...!
III
Me duele el hombre,
porque mucho de mi ser tan árbol
tiene este nombre.
Me duele.
Me duele a gritos,
pero no puedo curarlo,
liberarlo,
consolarlo.
¡Está tan enfermo!
Tan enfermo en sus días.
Tan enfermo en sus noches.
Tan enfermo en sus sueños.
Tan llagado en su cobre.
Me duele a mares que se aborrascan...
a ríos que se desbordan,
a sangre que se desangra.
¡Cómo tocar sus sienes...
si están cubiertas de paja!
¡Cómo acariciar su carne..
si me despojan de su alma!
¡Cómo apaciguar sus iras...
si está sembrado de odios!
¡Cómo contener su lepra...
si ya no tiene ni rostro!
Me duele el hombre.
Me duele el hombre como mentira
que va segando
las mil espigas
que lo acobardan
en su verdad
callada.
Me duele el hombre como anatema
que va arrojando
las mil miserias que lo hacen llanto en su realidad
gritada.
Me duele el hombre cual lacería
que se amamanta
en todas las hambres que lo asesinan
en su materia
tan reprimida.
Me duele el hombre...
tan en mi hombre
que se me agrandan las venas donde se cortan...
que se me hierve la lava donde se brota...
que se me enciende la llama donde me apagan...
Me duele el hombre tan en mi hombre
que una llaga me cerca de espuma
y me escapa de dientes a fuera
y adentro...
Me duele el hombre
tan en mi hombre
como nunca pudo dolerle a un HOMBRE.
IV
Rota aspiración de bosque
me deshoja
languidece
y envuelta en la fatiga de mi noche
finca muerte...
me estremece.
Como vuelo que se arroja al cielo
sin murmullo
destruyo el cementado arrullo
de mi anhelo verde
y riendo...
mejor sonriendo la ironía desnuda
de cada día
hoja...
voy palideciendo mis verdores
de árbol
entre armonías de hachas
concluyendo mi sed...
red marina
aguamarina
brebaje sofocado de mi tallo incierto
tronco madero
astilla lagrimeada
goteada por mis ojos esteparios
sonrojados
rojos sin llamear
cadeneros
ramas de percal obrero
proletarios.
Canario sin canto pregonero
yermo
voy muriendo
cayendo
para ya nunca nacer... tan nunca en arboledas
como la vida mi vida
hecha ahora trizas
hojarasca
cenizas
misas sin misal de cancionero
incienso yerto
desierto huerto
y muerto.
V
No es posible que estemos tan solos
cercados en nuestra carne tronco
sin más allás que nuestros brazos ramas
impotentes de alcanzar ensueños pájaros.
No es posible que estemos aislados,
sin más que un cuerpo carcelero,
hundidos en la sangre savia
que nos corre
y nos ahoga.
No es verdad tanta verdad irrefutable.
Abandonados en el páramo del cuerpo,
limitados por inicios promisorios
y acabóses imprevistos.
No es verdad.
Sin embargo, así nos encontramos,
reflejos del espejo que nos niega
compañías eternas por salirnos del marco
que lo cierra.
No es verdad tanta miseria,
sin embargo es verdad tanta miseria.
No es verdad tanta tristeza
y al descubierto
se descubre nuevamente
la incrédula verdad tan cierta
como esta soledad que se nos abre
al saber oceanizado de nunca encontrar
la huerta imaginada, el árbol en creciente,
las alas, el espacio, el vuelo, los intentos
y el aire levantado.
No es posible.
No es posible que tanta soledad nos vista
si deseamos amar desnudos de mentiras,
de dogmas, de poderes, de falacias y de sexos.
No es posible que tengamos que ausentar tantas
grandezas al desierto donde nadie las encuentre
y caigamos lacerados por soberbias entendiendo
que será la soledad quien nos comprenda
y sabernos así prisioneros de un cuerpo fugitivo,
ataúd de un alma muerta.
No es posible
y sin embargo es cierto
como lo es el saber que se está muerto y solo,
solo, abandonado en una tumba viva
donde todos aquellos que se viven
son cadáveres cadáveres...
solos y vivos sin vivir la vida,
sino la muerte en vivo
que es la vida muerta en vida.
Solos,
solo,
verdad de llama,
lámpara votiva,
perpetua soledad consumida para siempre
en el fulgor
de las esperas verdes
sin esperar a nadie,
sólo el instante de la muerte verdadera
que será la verdadera vida
al renacer en cada vida nueva...
VI
Árbol,
fogata en verde,
naciente
creciente,
no dejes que te marchiten los perros
ni te deshojen los buitres
como a mí.
Aumenta la savia que te aumente estaturas
de cosmos
y libera tus raíces de la tierra insatisfecha
que te encelda.
Grito abierto a los cielos
rompe cadenas
vuela...
Que nadie detenga los fulgores de tus ramas
y acrecienta los caminos de la estrella...
Árbol,
débil árbol que brota a cada viento,
arbusto apenas,
no te quedes para adorno de un paisaje
en marco,
marcado,
sin más allá del horizonte coloreado
en su tapiz opreso,
preso de tu furia suprimida al aceptar el yermo
del inculto paraje sin florestas
donde pasta la manada sus condenas...
No te aquietes,
extiende la semilla,
agita tu simiente,
afrenta las ortigas,
aviva a los murientes,
purifica. Árbol,
verde mirada levantada a lo alto,
rechaza a los gusanos que te raptan la promesa
de alcanzar planetas.
No mueras
como yo...
No te nazcas uno más de los cadáveres
como yo;
vive la verdad de nuestras vidas:
acción de buscar los paraísos del sol
en las tinieblas
y vestirlos con follajes que les muestren
las veredas... Árbol,
joven árbol,
no te detengas
como yo...
Quiero que seas.
VII
Llueve.
siempre llueve.
Siempre,
sin importarle si octubre
nos envuelve;
sin esperar que algún junio
se nos llegue...
Siempre,
siempre llueve...
cada hora, cada día,
cada año,
como si con tanto llanto
se propusieran las lágrimas
perpetuarnos los océanos
y al anegar las palabras
convertirlas en naufragios
de gritos que callaron
por no despertar silencios
a los cielos...
Llueve,
siempre llueve...
VIII
No sé qué hiedra me quitó el sueño,
aunque lo sepa...
ni sé por qué tanto miedo
de que la hieran,
porque a pesar de la mancha
que dejó sobre mi senda,
que la quitaran del muro,
no quisiera.
¡Pobre hiedra!
¡Pobre! Si la quitan de su presa,
¡qué le queda!
No podrá ser nunca de alas,
seguirá tan prisionera.
No podrá viajar al eco...
¡cómo pesan sus cadenas!
Y aunque me ha quitado ensueños,
largas noches de tristeza;
a pesar de sus ortigas que envenenan
o de su vida rastrera,
creo que es buena,
sólo pasa que...
que no sabe su nacer para ser tierra y quiere volar al sol
sin quitarse sus condenas.
¡Pobre hiedra!
¡Pobre!
Si supiera de estos cantos que liberan,
no sufriera
ni temiera tanto tanto
que le quitaran sus piedras.
IX
Se asesinan árboles,
así…
nada más por asesinarlos
para evitar que hagan sombra
y no atraigan caminantes fatigados.
Y aunque los vistan de blanco
apretándose en cuidados,
se siguen matando cielos
sin siquiera sospecharlo.
Y luego se hacen canciones
para llenarlas de viento
y fingir que se les ama...
sin comprender su concierto
Se asesinan árboles,
así,
cada día,
a plena luz,
sin entenderlos.
¡Cómo entenderlos siquiera
si no han sabido ser ramas
que arrullen los cantos frágiles
de sueños que se anidaron!
¡Cómo entenderlos un poco
si no han abrazado el tronco
solitario que sostiene
su follaje enamorado
de la vida pajarera!
¡Cómo entenderlos si nunca
se ha sido arbusto ni roble,
sino hiedra que reptando
va muriendo bosque a bosque!
Se asesinan árboles,
así,
cada día,
a plena luz,
sin vislumbrar las sombras
de la noche...
X
Pasto,
nunca crecerás más allá de lo que eres:
pasto.
Cualquier esclavo buey de los arados
te hará sentirte un poco suelo,
un poco lodo,
un poco miedo...
y en tu denuedo de brotar al sol,
sólo vestirás de estiércol
que te dan los que te pastan,
alimento de ti mismo
que te hará nacer de nuevo
a las ansias inasibles
de ser árbol...
como aquél que ya se ha hecho
tronco
ramaje
follaje
soledad al viento.