Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de la República de Chile/1835/Sesión de la Cámara de Diputados, en 20 de octubre de 1835

Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de la República de Chile (1835)
Sesión de la Cámara de Diputados, en 20 de octubre de 1835
CÁMARA DE DIPUTADOS
SESION 45, EN 20 DE OCTUBRE DE 1835
PRESIDENCIA DE DON JOSÉ VICENTE IZQUIERDO


SUMARIO. —Nómina de los asistentes. —Aprobación del acta precedente. —Clausura de las sesiones. —Acta. —Anexos.

CUENTA editar

Se da cuenta:

De un oficio con que el Senado devuelve aprobado el proyecto de lei que condona cierta deuda al coronel don Ramón Boza. (Anexo núm. 236. V. sesión del 5 de Junio de 1835.)

ACUERDOS editar

Se acuerda:

  1. Comunicar al Gobierno el proyecto de lei que condona una deuda al coronel Boza. (Anexo núm. 237.)
  2. Clausurar las sesiones. (Anexo núm. 238.)

ACTA editar


sesion del 20 de octubre de 1835

Se abrió con los señores Arlegui, Arce don Estanislao, Arce don Miguel, Aldunate, Arriarán, Astorga, Barra, Bustillos, Dávila, Fierro, García don Manuel, Garrido, Gutiérrez, Irarrázaval, Izquierdo, Martínez, Morán, Montt, Pérez, Plata, Prieto, Renjifo, Reyes, Riesco, Rosales, Sotomayor, Tocornal don Joaquin, Tocornal don José María, Troncoso, Vidal, Vial don Manuel i Vial don Antonio.

Leida el acta de la sesión anterior, fué aprobada.

Declarándose cerradas las sesiones de esta Cámara, se levantó la presente. —Jose Vicente Izquierdo. Montt, diputado-secretario.


ANEXOS editar

Núm. 236[1] editar

El Senado ha aprobado el acuerdo de la Cámara de Diputados, para que se abonen al coronel don Ramón Boza, por vía de gratificación, los tres mil ochocientos cuarenta i nueve pesos cinco i medio reales, que percibió sobre el sueldo de su empleo militar en la provincia de Chiloé.

Devuelvo los antecedentes. Dios guarde al señor Presidente. —Santiago, Octubre 20 de 1835. —Gabriel José de Tocornal. Fernando Urízar Gárfias, pro-secretario. —Al señor Presidente de la Cámara de Diputados. ==== Núm. 237 ====

El Congreso Nacional, despues de examinar la solicitud del coronel don Ramón Boza, remitida por V. E. con fecha 6 de Setiembre de 1832, para que no se le forme cargo por 3,849 pesos que percibió sobre el sueldo de su empleo militar que sirvió en la provincia de Chiloé, ha acordado lo siguiente:

"Artículo único. Abónese al coronel graduado don Ramón Boza, por vía de gratificación a los servicios que prestó como Intendente i Comandante de Armas de Chiloé, los 3,849 pesos 5 i medio reales que en veintiocho meses percibió de mas sobre el sueldo de su grado militar."

Dios guarde a V. E. —Santiago, Octubre 21 de 1835. —Jose Vicente Izquierdo. José Santiago Montt, diputado-secretario. —A. S. E. el Presidente de la República.


Núm. 238 editar

Estando concluido el término por el que V. E. se sirvió prorrogar las sesiones del Congreso, esta Cámara las ha cerrado a las nueve de la noche del dia de hoi.

Dios guarde a V. E. —Santiago, Octubre 20 de 1835. —Jose Vicente Izquierdo. José Santiago Montt, diputado-secretario. —A. S. E. el Presidente de la República.


Núm. 239 editar


congreso[2]

El dia 20 cerró sus sesiones en la forma prevenida por la Constitución, dejando sancionadas varias leyes de Hacienda de la mayor importancia, i las que bastarán siempre para recordar con gratitud la Lejislatura de 1835. Tales son: la del reconocimiento de la deuda interior, la que arregla el comercio de cabotaje i las que rebajan los derechos de esportacion a los frutos i manufacturas nacionales, bien sea por los puertos de mar o por los secos de Cordillera; leyes que reclamaba imperiosamente el bien público i que completan la reforma del sistema de nuestras rentas, que principió con la actual administración i que tiene por fundamentos las sólidas bases del crédito i de una liberalidad bien entendida.

La primera de ellas, es decir, la del reconocimiento de la deuda, sufrió en la Cámara de Senadores una minuciosa discusión, que absorbió todo el período ordinario de las sesiones; pero la redujo a un punto de vista tan claro i luminoso, que hizo clasificar a la oposicion de una obstinada terquedad. Es sensible que la taquigrafía no haya redactado esta discusión, porque solo así se habrían disipado erróneas indicaciones que se desparraman hasta ahora en las tertulias, i porque así habrían brillado mejor los principios que impulsaron al Gobierno a proponerla, los que, si alguna vez pudieron creerse de equidad, fueron siempre de estricta justicia i de conveniencia pública. Decimos de equidad, porque se le dió este nombre a la parte del artículo 1.º que manda reconocer como deuda los empréstitos levantados por el Gobierno español, en los años de 1815 i 16 i los que recayeron, como era natural, sobre los oprimidos patriotas. Esta disposición es la que mas se ha combatido, haciendo entender que se iban a pagar las cadenas con que nos oprimieron i hasta las sogas con que se ahorcaron a algunos ciudadanos, e intentando sublevar el patriotismo contra el acto mas eminentemente patriótico.

Otras veces la oposicion no se concentraba en determinados artículos, sino que pretendía estenderse a toda la lei, confundiendo mañosamente el reconocimiento con la inmediata amortización i reclamando preferencia para la deuda esterior, cuando el objeto mismo de dicha lei es quitar esa preferencia que hasta hoi ha obtenido la interior. Se representaban fatales consecuencias que debían remachar nuestro descrédito para con los prestamistas estranjeros, como si éstos fueran capaces de desconocer que la garantía principal de su acreencia consiste en el órden de nuestras rentas i en el sólido establecimiento del crédito. Antes de un año se principiarán a recojer los pingües frutos de esta lei.

Quisiéramos emplear el mismo lenguaje para encomiar las leyes que se han iniciado por los otros Ministerios; pero ellas no han sido tantas, ni se han presentado tan bien dijeridas que hagan divisar sus pormenores i sus resultados. Dos del Departamento del Interior se dirijieron solo a pedir facultades para imponer contribuciones moderadas, aunque para objetos útiles; i otra que metió bastante ruido, que ocupó las prensas i ajitó a los políticos, parece que no tendrá efecto. Hablamos de la Legación a España, por cuya oposicion sufrimos tantos sarcasmos i tantas críticas dicaces, por lo que nuestros antagonistas cantaron el triunfo i proclamaron que quedaba por suyo el campo, quedando en realidad por nosotros la victoria, pues que despues de tanto empeño para su sanción, el Ministerio le ha dado manus victas, si nos es permitido usar de esta sútil espresion de su defensor.

Concluiremos este artículo excitando el patriotismo de los señores Ministros para que, desde ahora, principien a concebir i trabajar los proyectos que han de presentar a las futuras Cámaras, i para que se provean con tiempo de los documentos i datos que los habiliten para recibir la sanción lejislativa, en vez de autorizaciones que, dígase lo que se quiera, eluden los saluda bles fines que encierra la Constitución, i que pueden poco a poco preparar el camino a las violaciones de este u otro jénero. En otro número indicaremos los trabajos que reclaman su preferente atención, bien sea porque se los dejó recomendados la Constitución o porque los pide con exijencia la situación del pais, aunque talvez sea motivo para descuidarlos el que sean por nosotros indicados, porque tal es la fuerza de la prevención que fascina a alguno de ellos.

Si las discusiones públicas no se dirijen al noble objeto de investigar verdades, si no son guiadas por la sinceridad, sin ningún apego a intereses personales, debe renunciarse el beneficio de la libertad de imprenta, porque en tales casos no es mas que un fecundo recurso para engañar incautos. Si no se han de presentar las cosas al público como son en realidad; si se ha de intentar seducirle para trastornar su criterio, valía mas que la Lei Fundamental del pais no hubiese comprendido este precioso derecho. Nosotros entablamos una oposicion séria i decente a ciertas providencias de un Ministro, que ya hemos esplicado suficientemente en los números anteriores; i por respuesta hemos recibido denuestos e injurias, interpretaciones violentas i amenazas ridículas. Hemos despreciado todo lo frívolo i lo personal, i solo nos hemos contraído a refutar aquellos puntos de que nos ha sido absolutamente imposible desentendernos. No nos ha costado ninguna violencia el guardar silencio sobre los ataques individuales que se nos han dirijido, porque el ver sin respuesta los que nosotros hemos hecho al Ministro no ha dejado a aquellos causarnos el menor sentimiento. Así es que, si no hemos podido correjir a este personaje, el defecto no ha estado de nuestra parte; i nos contentamos con que el público conozca que su causa no tiene defensa i que puesta en las manos de los que la emprendieron, se ha hecho de peor condicion que la que tenía por sí misma.

La defensa del Ministro está reducida a injurias contra los editores de El Philopolita, verdaderos o falsos; a terjiversaciones chocantes i a imputaciones que la conciencia del pueblo de Santiago conoce mui bien que no son mas que procedimientos de una vil venganza. Al principiar los ataques contra nosotros, se nos cumplimentó con el apodo de ladrones; la opinion pública rechazó con horror tan atroz calumnia, de tal modo que sus autores tuvieron que desdecirse, disculpándose con puerilidades que han avergonzado al mismo a quien quisieron servir o pensaron halagar. Despues nos presentaron como revolucionarios reunidos a personas infames i resueltos a conmover el pais. La saña de nuestros adversarios no ha perdonado medio para echar por tierra nuestras pequeñas columnas, i han recurrido ahora a un arbitrio que seguramente les ha sido sujerido por su implacable desesperación. A la verdad que es mui poderoso, porque es el mismo de que siempre se ha valido la superstición para levantar su trono. Los estrados son el teatro donde nuestros antagonistas representan nuestros vicios; las sirvientes que escuchan trasmiten al confesonario una relación desfigurada, i de aquí pasa al pulpito, en donde se adornan con exajeraciones i todos aquellos agregados de que se usa para espantar. Confesamos que no tenemos recursos para defendernos de los ataques que se nos dirijan por este conducto; i que lo único que podemos hacer, es manifestar que no dependemos de ninguno de los cuatro opresores de la razón humana: la impiedad, la incredulidad, el fanatismo i la superstición, ni tampoco seguimos el sucio estandarte de la hipocresía. Respetamos la relijion i sabemos que el sacerdocio no consiste ya en degollar cuadrúpedos, sino en sacrificar la misma víctima a quien se dirije el culto; destino augusto que quizá no consideran la mitad de los que lo ejercen. Acaso los mismos que nos acusan de impíos, no han ocupado jamas un momento en informarse de las relaciones que ligan al hombre con la relijion, ni de la influencia benéfica que ésta tiene en la sociedad. Hemos combatido la hipocresía i nó la relijion; hemos atacado el conato de que se sobreponga a la soberanía nacional el poder eclesiástico; hemos querido cortar las alas a esa ave peligrosa que se va criando en las tinieblas i en el silencio; hemos querido advertir a la juventud los lazos que se le tienden bajo el aparato de la mejor buena fé; i, sobre todo, hemos intentado que no se haga bajar al pais de la escala a que le ha hecho subir el impulso del siglo. Son demasiado estensas las esplicaciones que podemos dar sobre estos puntos; mas, nos vemos precisados a omitirlas, porque la calidad de la oposicion que se nos hace, nos manifiesta que no hai sinceridad para recibirlas, porque solo se trata de seguir la senda tortuosa que se ha emprendido aun cuando cueste echar por tierra las reputaciones mas bien afianzadas. Haremos una pregunta en cuya respuesta nos parece que está comprendida toda la contienda provocada por El Philopolita i sostenida por sus adversarios. ¿Es posible que dos hombres corrompidos, viciosos, cargados de la execración pública sean capaces de aspirar al trastorno del pais, al cambio de relijion, para ocupar los primeros destinos? ¿No echan de ver sus impugnadores, que la magnitud de las imputaciones que les hacen, i las contradicciones en que incurren están al alcance de la razón mas menguada i que, por lo mismo, se hacen increibles a los que piensan con alguna elevación?

Quizá el fuego que anima a los que han trabajado por organizar la Patria, ha hecho que se escapen a los editores algunas espresiones que han sido recibidas como zángano en colmena.

Las palabras conducta vulpina han hecho recaer sobre nosotros una censura tan acre e indecente, que, aunque privada, nos obliga a vindicarnos; no con razones, porque no han de ser bien entendidas, sino con dos ejemplos o imájenes que en estos casos son mas elocuentes i persuasivos que la misma lójica.

Primero: hablando del héroe que despues de haber aterrado la Europa fué sacrificado en un peñasco del Africa, dijo un hombre mui conocido, en los tiempos de su mayor gloria: "¿Quién creería que el gran Napoleon cabía desahogadamente dentro de la pequeña piel de una zorra?" Segundo: recordamos haber visto un cuadro en que, para figurar la conducta de un mal Pontífice, se representaba una zorra, vestida con las insignias del papado, sentada en el solio, halagando a una multitud de pavos en acción de arrojarles unos cuantos granos de trigo que tenía en las manos, a lo que los pavos, en hábito de frailes, correspondían con cortesías.

También se nos imputa el haber atacado la libertad de publicar sus pensamientos a todo hombre, bien sea natural o estranjero. Este modo de argüir se llama en el lenguaje de la justicia una verdadera alevosía. Somos mas liberales que lo que pueden ser nuestros adversarios, i estamos dispuestos a dar las gracias al estranjero ilustrado que nos comunique sus conocimientos; pero el que se reúne con los que nos insultan, no puede recibir masque justos vituperios. Ciertamente, los esfuerzos que hace un estranjero para llevar adelante la prosperidad nacional; el que ilustre las artes i las ciencias, o fomenta algún ramo de industria, merece toda nuestra atención; mas, el que entró a Chile ensuciando las prensas con hacernos conocer cosas que no se sabe si son ciertas o falsas, se introduzca en las reyertas de los ciudadanos manifestando en todas partes la avilantez incompatible con la conducta del hombre de bien, sin mas recomendación que unas cuantas lecciones de empirismo, i una repetición de algunos versos de Virjilio, indigna a los que se ven insultados por él; i si no avergüenza a los que le admiten en sus reuniones, es una prueba de que éstos son lo mismo que él, con lo que jamas podrán conformarse los que saben apreciar el decoro del pais, del Gobierno i del Gabinete secreto.

Quedamos esperando la publicación de las vidas de don M. J. G. i de don D. J. B. i preparándonos para escribir en el mismo estilo las de don J. F. M., don F. U. G , don V. G., don J. I. i de otros individuos de la camarilla.

Ellas no serán escritas con la sal de la calumnia, pero sí con la de la verdad. Por este medio vendrán abajo algunas reputaciones usurpadas, i cada cual gozará de la que merezca por sus obras. Daremos con sentimiento a este papel el jiro que no habíamos pensado ántes de ser provocados tan directamente, i mas duración de la que nos habíamos propuesto.


  1. Este documento ha sido trascrito del volumen titulado Correspondencia del Congreso Nacional 1818 a 35, lomo 80, pájina 249, del archivo del Ministerio de la Guerra. —(Nota del Recopilador.)
  2. Este artículo ha sido trascrito de El Philopolita, número 13, de 28 de Octubre de 1835. —(Nota del Recopilador.)