Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de la República de Chile/1826/Sesión del Congreso Nacional, en 7 de setiembre de 1826 (1)

Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de la República de Chile (1826)
Sesión del Congreso Nacional, en 7 de setiembre de 1826 (1)
CONGRESONACIONAL
SESION 61, EN 7 DE SEPTIEMBRE DE 1826
PRESIDENCIA DE DON JOSÉ MIGUEL INFANTE


SUMARIO.-Cuenta. —Aprobación del acta de la sesión precedente previa una salvedad. —Sucesos de Maipú. — Mocion sobre declarar francas las esportaciones de Valdivia. —Mocion sobre devolución de los bienes secuestrados. —Discusión del proyecto de enajenación de los bienes de regulares. —Oficios del Gobierno sobre dificultad para vender las vacas i sobre unas representaciones de los cuerpos militares i sesión estraordinaria. —Fijación de la tabla. —Acta.—Anexos.

CUENTA editar

Se da cuenta:

  1. De un oficio con que el Excmo. Presidente de la República acompafía una nota del Cabildo de Rancagua, sobre los sucesos ocurridos en Maipú durante las elecciones de gobernador i Cabildo, i pide que el Congreso dicte alguna medida. (Anexo núm. 48. (V. sesión del 6 i el documento 4º de los Antecedentes de la Asamblea de 1825).
  2. De otro oficio en que el mismo Majistrado espone los entorpecimientos que han impcdido el remate para que fué autorizado de unas cuatro mil vacas, acompañando a la vez una nota de la Junta de Almonedas. (Anexos núms. 49 i 50. V. sesión del 17 bis de Agosto de 1826).
  3. De otro oficio con que el mismo Majistrado acompaña unas representaciones de los jefes de los batallones en demanda de auxilios. (Anexos núms. 51 i 59. V. sesiones del II de Mayo de 1825 i del 20 de Setiembre de 1826).
  4. De una mocion que hace don Pedro Mena para que se declaren libres de derechos durante diez años las esportaciones de Valdivia. (V. sesión del 11 de Agosto de 1826).
  5. De otra mocion que hace el señor Molina para que se devuelvan los bienes secuestrados. (V. sesiones del 11 de Marzo 1 del 12 de Abril de 1825).

ACUERDOS editar

Se acuerda:

  1. Aprobar el acta de la sesión anterior con declaración de que los señores Aguirre, Marcolcta, Sierra i Molina votaron también por la absoluta estincion del estanco.
  2. Que la Comision de Gobierno informe sobre los sucesos de Maipú i proponga la resolución que se deba tomar. (V. sesión del II.)
  3. Sobre la franquicia de la esportacion de Valdivia, que la Comision de Hacienda informe. (V. sesión del 4. de Octubre de 1826.)
  4. Sobre el proyecto de devolución de los bienes secuestrados, que informe igualmente la Comision de Hacienda. (V. sesiones del 29 de Setiembre de 1826 i del 10 de Enero de 1827.)
  5. Celebrar esta noche sesión estraordinaria para discutir los recursos que se deban procurar al Gobierno.
  6. Dejar en tabla para la próxima sesión ordinaria los mismos asuntos que se fijaron en la precedente.

ACTA editar

Se abrió con los señores Aguirre, Albano, Arriagada don J. Manuel, Arce don Casiano, Bauza, Benavides, Benavente, Balbontin, Cruz, Campino don Joaquín, Campino don Enrique, Donoso, Elizondo, Eyzaguirre, Fernández, Fariñas, Huerta, Hernández, Infante, Irarrázaval, Lazo, López, Mena, Meneses, Marcoleta, Molina, Novoa, Olivos, Pérez, Prats, Silva, Sierra, Torres, Tapia i Vicuña.

Leida el acta anterior se aprobó, con solo la indicación de que se salvasen los votos de los señores Aguirre, Marcoleta, Sierra i Molina, que se pronunciaron por la estincion absoluta del estanco.

Se leyó una comunicación del Poder Ejecutivo, acompañando otra del Cabildo de Rancagua sobre los sucesos ocurridos en la elección de gobernador i Cabildo en el partido de Maipú, que se mandó pasar a la Comision de Gobierno.

Se presentó una mocion del señor Mena, para que la provincia de Valdivia quede exceptuada de los derechos de estraccion por diez años i otra del señor Molina, para que se devuelvan los bienes secuestrados; ámbas pasaron a la Comision de Hacienda. En seguida continuó la discusión del rtículo 6.º del proyecto sobre la forma en que se han de enajenar los bienes de los regulares, dejándose su resolución para otra sesión, por ser las dos i media de la tarde.

Finalmente, se dió cuenta de una nota del Poder Ejecutivo, en que espone varios inconvenientes que han impedido el remate de las vacas, para que se le facultó; i otra acompañando unas representaciones de los cuerpos militares que motivaron que se citase a sesión estraordinaria para proporcionar recursos al Gobierno, levantándose la sesión a las dos i tres cuartos de la tarde, quedando señalados en la órden del dia los mismos asuntos indicados en la sesión anterior. —José Miguel Infante, Presidente. —Montt, diputado-secretario.


ANEXOS editar

Núm. 48 editar

El Presidente de la República tiene la honra de dirijir al Soberano Congreso la nota pasada por el Cabildo de Rancagua al Ministerio del Interior, con la copia que incluye de una representación de los vecinos del curato de Maipú, en que se quejan de los desórdenes cometidos en la mesa de elección de aquella parroquia, en el acto de sufragar para el nombramiento de gobernador i Cabildo de dicha ciudad de Rancagua. En vista de ámbos documentos, el Soberano Congreso se dignará dictar la resolución que considere justa i oportuna; i entretanto, el Presidente le ofrece nuevamente los sentimientos de su mayor respeto. —Santiago, Setiembre 6 de 1826. —Manuel Blanco Encalada. —Ventura Blanco Encalada. —Al Soberano Congreso Nacional.


Núm. 49 editar

Todo el auxilio que el Congreso Jeneral determinó dar al Gobierno en los urjentísimos apuros que lo rodean, fué el valor de las cuatro mil vacas que debian venderse de los bienes de regulares, i para ello se ofrecen los inconvenientes que la Junta de Almonedas representa en el adjunto oficio, que no he querido resolver por justas consideraciones, sino pasarlo al Congreso para que lo verifique en los términos que crea mas conveniente.

Creo inútil el indicar nuevamente los conflictos en que me encuentro, así por lo diminuto del auxilio concedido, como porque no hallo ningún otro medio de que valerme para salir de ellos. Basta pues, el decir, que estoi en la mayor desesperación.

Con este motivo, ofrezco al señor Presidente del Congreso mi consideración i respeto. —Santiago, Setiembre 7 de 1826. —Manuel Blanco Encalada. —Por mandado de S. E. —José Raimundo Del Río. —Señor Presidente del Congreso Nacional.


Núm. 50 editar

La Junta de Almonedas ha tratado de abreviar lo posible el remate de las vacas, consultando los apuros del dia; pero, estando las posturas mui bajas, ha creido necesario consultar al Supremo Gobierno, conforme al artículo 9.º del decreto de 23 de Diciembre de 1825. Por el ganado de Longotoma tasado a 12 pesos, se ofrece a 10 pesos cuatro reales, i esta es la mejor postura, pues las demás ofrecen pérdida mui considerable. Advierto a US. que en las antedichas de Longotoma presentan la pérdida de mil trescientos i tantos pesos. ¿Cuál será en los otros fundos cuando están mas bajas las posturas?

La Junta espera que US. le indique lo que deberá hacer.

La Junta saluda al señor Ministro con particular aprecio. —Santiago, Setiembre 6 de 1826. —J. S . Luco. —F. A. Elizalde. —José Ramón de Vargas i Belbal. —Señor Ministro de Estado en el departamento de Hacienda.


Núm. 151 editar

Lisonjeado el Presidente de la República con que se le presentarían recursos para aliviar en parte la miseria que agobia a todo el Ejército por la absoluta carencia de sus sueldos, le pareció conveniente suspender el curso de las reclamaciones que dirijieron los jefes de los cuerpos al Gobierno, con fecha 22 de Agosto último, instando por los auxilios de que estaban privados; pero frustradas las esperanzas de conseguir lo necesario por el ningún ingreso en el Tesoro, i habiendo representado de nuevo los indicados jefes sobre sus anteriores esposiciones, el Presidente se ve en la precisión de elevarlas al Soberano Congreso para que, en vista de lo que en ellas alegan, se digne proveer lo conveniente para remediar tan estrema necesidad.

Con este motivo, el Presidente de la República tiene el honor de ofrecer al Congreso Nacional las consideraciones de su distinguido aprecio i respeto. —Santiago, Setiembre 7 de 1826. —Manuel Blanco Encalada. —Ventura Blanco Encalada. —Al Excmo. señor Presidente del Congreso Nacional.


Núm. 52 editar

Excmo. Señor:

Terminada la campaña de Chile i asegurada la Independencia de la Patria parece que sus defensores tienen el derecho de representar, que tantas veces han sofocado con violencia. Nuestros servicios a la libertad de la República tienen la antigüedad de la revolución, i hacen hoi la integridad del territorio en la última campaña de Chiloé. Nuestra conducta en las diferentes épocas de la guerra ha sido intachable; siempre hemos correspondido con honor a la confianza del Gobierno i al nombre de chilenos, i podemos afirmar sin equivocación que hemos aventajado en un todo a los demás ejércitos del continente. Nuestro sufrimiento, nuestros remarcables sacrificios i miserias, el amor a nuestros paisanos, el absoluto desprendimiento i una ciega i casi servil obediencia, hacen hoi la gloria de nuestra Patria i han sido siempre nuestra divisa. Hoi mismo, Excmo. Señor, apénas tenemos qué comer. No se crea exajeracion, como vulgarmente se dice. Se nos deben cantidades considerables de nuestras pagas, i así esta condición, como la de hallarse la tropa en la mas lamentable situación por su desnudez, desaliento, etc., nos pone en la necesidad de representar a los que a nombre de todos suscribimos, a fin de que se ponga cuanto ántes término a nuestras grandes miserias. No es la primera vez que lo hemos hecho a nuestros jefes, de quienes suponemos hayan instruido a V. E. de nuestro vergonzoso estado. No tenemos vestuario, no hai armamento ni correaje para nuestras compañías, no hai tabladillos para el soldado, que duerme sobre el agua, que aparece en el público como un leproso i que muere inhumanamente en los hospitales, donde falta un considerable número de camas i aun el alimento muchas veces. Prohibida la deserción con pena capital, por estar declarado el Ejército en campaña, tememos con sentimiento una esplosion, de cuya responsabilidad nos eximimos desde el momento. Son innumerables nuestras quejas, Excmo. Señor. Nuestro sueldo es ninguno, pues rara vez i en mucho tiempo recibimos media paga. Nuestro alimento es el rancho de la tropa, i como estranjeros en este pueblo, la mayor parte de nuestras habitaciones son unos calabozos inmundos en el cuartel, que no han servido para la tropa, i que realmente degradan la dignidad de nuestros empleos. Hemos tocado el último grado de envilecimiento. Un exámen escrupuloso en todo lo que aseguramos con el honor del cuerpo, puede satisfacer a V. E . i al Soberano Congreso, pues desearíamos que en el momento se nombrase una comision para inspeccionar nuestro cuartel. ¿Se dirá que no merecemos otra cosa? ¿Se dirá que somos la polilla del Estado, el sosten de los tiranos i que estamos suficientemente recompensados? ¿Podremos, Señor Excmo., llevar con tanta resignación un premio de esta naturaleza? Los que estamos ciertos de haber puesto en uso de su Soberanía a los pueblos, o mas bien, de haber dado Patria a nuestros paisanos con nuestra sangre, ¿podremos recibir por galardón el oprobio i el desprecio de ellos mismos? Concluida la guerra, i sellada, para nuestra gloria, con los últimos esfuerzos de nuestros compañeros en Chiloé, no somos todos necesarios, i podremos decir que ninguno, en el caso en que nos hallamos. Vamos a perecer sin remedio, desconfiamos de las esperanzas, pues un millón de veces se nos ha burlado, no se nos atiende, i la nulidad de nuestros recursos nos pone en la necesidad de reclamar por nuestros sueldos. Si se defiende tanto la propiedad de un ciudadano, ¿no somos sus iguales en derechos? ¿Habremos comprado acaso con las fractu- ras de nuestros huesos la inferioridad con que se nos mira respecto de ellos? Suplicamos, pues, a V. E., se sirva poner en el conocimiento del Soberano Congreso esta representación que con toda veneración elevamos. Ese Augusto Cuerpo, reunido para hacer la felicidad de los pueblos, i poseído de la justicia de sus mas beneméritos paisanos, sabrá remediar nuestros males. Solicitamos el pago de nuestros sueldos, i una reforma que nos ponga al nivel de las demás tropas de los Estados vecinos, pues nos creemos con doble mérito que ellas para pretenderla. Ella hará en gran parte la economía de la Hacienda pública, i ella recordará siempre a los defensores de Chile la gratitud del Congreso Soberano i del Supremo Gobierno. Por ahora, Excmo. Señor, no podemos continuar en el servicio, estamos gravando infructuosamente a la Nación, que no necesita tropas como las nuestras en su estado actual, que serian enteramente inútiles, pues los que suscribimos i la tropa por que representamos necesitaríamos una modificación absoluta que, haciendo mas provechoso al Ejército, exceptuase ya de la fatiga a unos soldados tan viejos i escarmentados. —Batallón número 1 de infantería, Santiago, 22 de Agosto de 1826. —Excmo. Señor. —Por la clase de capitanes, Juan Nepomuceno Venegas. —Por la de tenientes, Pablo de Huerta. —Por la de ayudantes mayores, Joaquín Olivo. —Por la de subtenientes, Ramón Hurtado.


Núm. 53 editar

Excmo. Señor:

Soi un testigo de cuanto esponen los oficiales que representan. Muchas veces he hecho presente su miserias i las de la tropa al señor Comandante Jeneral de Armas i al Supremo Gobierno otras tantas, e impedido sus reclamos porque estaba persuadido que el remedio de sus males seria próximo. S. E. mejor que nadie conoce la gran miseria a que estamos reducidos. —Santiago i Agosto 22 de 1826. —Excmo. Señor. —Pedro Godoy.


Núm. 54 editar

Excmo. Señor:

El sarjento mayor i demás oficiales del batallón número 7 que suscriben, ante V. E. respetuosamente esponen: que, por hallarse en el estado de miseria el mas indecoroso de una Nación que se halla en el dia libre de enemigos esteriores i que también cree sin lisonja haber puesto término a sus disensiones interiores por el importante servicio que nuestros compañeros de armas han hecho en esta última campaña de Chiloé, como por las repetidas reclamaciones de los sarjentos, cabos i soldados por sus haberes, no pueden los que representan resistir mas tiempo al horrible cuadro de desesperación en que desgraciadamente nos vemos abandonados. Pero, ¿quien puede mejor graduar las angustias, el sufrimiento, las privaciones, el mérito de este Ejército que V. E.? ¿No ha hecho éste su deber al frente del enemigo? ¿No ha dado las mayores pruebas desús virtudes en los movimientos políticos interiores de su Patria que ha presenciado? ¿I cuál es el reconocimiento? A nadie le puede ser mas sensible que al militar que ha servido bien, verse hoi en el caso de reclamar se le cubran sus sueldos vencidos; pero, Excmo. Señor, una imperiosa necesidad lo exije: en esta virtud, es a V. E. a quien se dirije esta representación, a fin de que a la mayor brevedad se nos paguen los haberes que llevamos espuestos, i se decrete por fin una reforma militar que haga honor a la Nación i recompense al que ha servido bien a su Patria. —Nicolás Maruri. —Por la clase de capitan, Ramón Boza. —Por los tenientes, J. María del Pozo. —Por los subtenientes, José Pérez.


Núm. 55 editar

Excmo. Señor:

¡Cuántas veces no he representado a mi jefe inmediato, el señor Comandante Jeneral de las Armas, esta triste situación de miseria i de abandono en que se halla el batallón de mi mando, i para mejor decir el Ejército; cuántas veces no he sofocado estos mismos reclamos, por mis consejos i ejemplo, en quedarme meses sin sueldo, en partir el poco dinero que alguna vez tenia en mi poder con ellos, a fin de aliviar en parte sus miserias, i cuántas veces estos beneméritos oficiales se han alimentado del mismo rancho de la tropa i que también en diferentes ocasiones he empeñado mi crédito particular, i que me hallo hoi dia en ese caso para dar de comer al batallón! A la mayor parte de esta tropa se le deben siete meses de sueldos vencidos, así es, Excmo. Señor, que no puedo mas sofocar estos reclamos; ellos son justos, ya he puesto a cubierto mi responsabilidad por las representaciones que llevo espuestas, pero me veo en el caso de informar i apoyar esta solicitud. Es a V. E. a quien se dirijen, al primer Majistrado de la República, al jeneral que muchas veces nos ha conducido al enemigo, i que tantas otras veces ha visto derramar la sangre de estos bravos en los campos de batalla; por fin, al jefe que nos ha prometido hacernos satisfacer i recompensar los servicios. Pero ¿en qué mejor circunstancia se le pudiera presentar este cuadro a V. E. que en el dia, dia en que se halla esta Augusta Representación Nacional reunida, los padres de la Patria? Ellos conocen los servicios del Ejército que es el que ha dado la libertad a su Patria, i que este mismo Ejército estará siempre pronto para defenderla en el caso que se hallare atacada; así, estamos todos penetrados que con la iniciativa de V. E. hallaremos en ese Cuerpo Augusto la jenerosidad que corresponde a nuestros servicios.

Es cuanto tengo que informar a V. E. sobre el particular. —Excmo. Señor. —José Rondizzoni.


Núm. 56 editar

Excmo. Señor:

Por las continuas representaciones de los sarjentos, cabos i soldados de nuestras respectivas compañías, i por nuestras propias miserias, con todo respeto, representamos a V. E. que ciertamente nuestra situación es la mas lamentable que cabe; estamos, por otra parte, poseídos que el señor coronel jamas la ha mirado con indolencia, i todos sabemos el vivo interes que ha tomado para mejorar nuestra existencia, como el no temar sus pagas, para que nos quedase algo de los cortos socorros que se han administrado al batallón. Pues, Excmo. Señor, hemos pasado por toda especie de sacrificios, hemos devorado nuestras angustias i miserias con silencio, hasta que ha peligrado la República, bien sea por los enemigos esteriores, o bien por una facción anárquica que ya habia encendido el fuego de la discordia, i fomentado una guerra civil espantosa. Pero damos gracias al Todo Poderoso que nuestros compañeros de armas hayan tenido la suerte de sofocar esta plaga en su misma cuna, i haber quitado para siempre toda esperanza a estos desnaturalizados hijos de Chile; en fin, por el último triunfo de Chiloé vemos nuestra amada Patria en seguridad. Por tanto esperamos de V. E. i de la palabra que nos dio, que seríamos satisfechos de nuestros sueldos atrasados, ajustados, etc., i a mas, que V. E . hará presente al Soberano Congreso con esta enerjía que le hemos visto desplegar al frente de los enemigos, la necesidad de una reforma que nos corresponde para estar al abrigo de la mendicidad. Estamos persuadidos de los ahorros que hará el Erario con dicha reforma, en lugar de un medio sueldo que se nos debería dar, i que nunca estaría pagado. Si V. E. encuentra obstáculos, ya sabremos la suerte que nos está reservada; pero esperamos que el Augusto Congreso, que tanto anhela la felicidad de los pueblos, se acordará con entusiasmo de los dias de gloria que el Ejército ha dado a la Patria, i la libertad adquirida a costa de su sangre; esta divina libertad, que a todos nos promete garantías; esta libertad, en fin, que para siempre ha hecho huir de nuestro suelo la monstruosa tiranía. Por tanto, esperamos del Soberano Congreso un pronto remedio a nuestras miserias presentes i la garantía de nuestra suerte futura. Estamos persuadidos de haber cumplido con nuestros deberes a la Patria; esperamos que sus representantes cumplirán lo que la Patria debe a sus hijos i a sus defensores.

Hemos creido de nuestro deber hacer presente a V. E. el descontento de las clases i soldados, i nosotros mismos no podemos responder de cualquier acontecimiento, i con esta representación nos descargamos de nuestra responsabilidad. El estado de abandono en que todos estamos ha llegado a su colmo, sigue de allí la desmoralización i luego la insubordinación, i todos los males consiguientes a este triste estado. Conocemos, pues, que el Ejército, si lo necesita la Patria, debe tener un nuevo ser i organización; en la órden de hoi se pide una relación de los cabos i soldados que han cumplido el tiempo de su empeño; pues nosotros hemos cumplido también, i suplicamos a V. E. por nuestro retiro; no podemos servir mas tiempo; estos mismos sentimientos los han manifestado los sarjentos, cabos i soldados. Concluyamos con suplicar a V. E. se sirva mandar ajustar el cuerpo i que seamos satisfechos de nuestros haberes.

Los que suscriben tienen el honor de saludar a V. E. con todo respeto i subordinación. —Excmo. Señor. —Vicente Zañartu, capitan. —José Uribe, teniente primero. —Antonio Látenos, teniente segundo. —Lorenzo Va/debenito, subteniente.


Núm. 57 editar

Excmo. Señor:

Hace mucho tiempo que la oficialidad, clases i tropa, jefes, etc., han conocido la poca consideración que han merecido sus servicios; sin embargo, todos se han mantenido firmes en sus puestos en todas las circunstancias críticas que han agobiado la República; todos han resistido a los esfuerzos de los enemigos i a las pérfidas insinuaciones de los anarquistas. A sus virtudes, me atrevo a decirlo, se debe la tranquilidad i la entera libertad que ha gozado el hermoso suelo de Chile. Por mi parte, he hecho cuanto estaba en mi arbitrio para entretener la moral, tan necesaria a la disciplina militar; miéntras ha sido amenazada mi Patria adoptiva, he contenido muchas veces actos de desesperación, con el mas vehemente lenguaje que es el del ejemplo, soportando con resignación las mas crudas privaciones en el término de diez años que he tenido el honor de servir a la República.

Hoi, Excmo. Señor, creo un deber apoyar la representación hecha unánimemente por toda la oficialidad, porque me parece justa, racional, equitativa i conforme a las leyes. Todos quieren salir del estado de abatimiento i desmoralización en que los ha precipitado la profunda miseria en que se hallan; es justo. Ellos reclaman sus sueldos; es justo. Ellos solicitan de la Representación Nacional la garantía de su suerte futura por haberse terminado la guerra; es justo; i persuadidos que V. E. jamas ha dejado de serlo, todos esperan i cuentan sobre su protección.

Aseguro a V. E. que conozco bien el espíritu de la oficialidad de mi cuerpo; están todos resueltos en no prestar mas servicios miéntras no se determine si debe existir una fuerza permanente i que ésta tenga otra administración que no los reduzca en el estado de abatimiento en que se hallan. Por mi parte, protesto a V. E. que jamas volveré a servirme de la persuacion; como ellos, he perdido toda esperanza, i seguiré como todos la suerte que está reservada a los defensores de la Patria.

Estos son mis sentimientos i el informe que me inspiran. —Beauchef.


Núm. 58 editar

Excmo. Señor:

¿Será en nosotros un crimen lo que en el último ciudadano es un deber? ¿Habrá de mirarse mal que pidamos el pan cuando perecemos de hambre? Esto es lo que vamos a practicar en el método prevenido por Ordenanza.

Innumerables veces hemos hecho presente a nuestros jefes, i ellos han debido representar al Gobierno que nuestras miserias tocan ya el último grado. El sueldo, el triste sueldo que se nos asigna, hace nuestra única propiedad, i de esa se nos despoja con tanta frecuencia que acaso no habrá un oficial en la República que pueda lisonjearse de que alguna vez se le cubra con puntualidad. El soldado presta a la Patria el servicio a que se obligó; llena, por su parte, el deber que ella le impone; cumple con exactitud ese contrato recíprocamente obligatorio. ¿I cómo lo desempeña, por su parte, la República? ¡Ah! Estremece la idea de entrar en un análisis tan melancólico. El hambre, la desnudez, la miseria, han sido, señor, el galardón que regularmente se retribuye al soldado en premio de sus fatigas, en remuneración de haber acompañado al torrente de su voz por la independencia i libertad, el fuerte empuje de su brazo para acallar los ecos del enemigo que gritaban i sostenían el suyo, el sistema de esclavitud i de opresion. Ya no nos es posible la indiferencia al clamor justo de la tropa, i la continuación de un silencio tan ominoso, léjos de sernos favorable, nos constituiría necesariamente criminales, no solo a los ojos de ella, sino también a los del resto de nuestros conciudadanos.

Al representar a V. E. nuestras miserias no parece de necesidad recordar nuestros servicios a la libertad jeneral de América, ni los que con particularidad i distinción hemos prestado al país. Nosotros, con el precio de nuestra sangre, hemos comprado su independencia; ella está sellada irrevocablemente. Nosotros, a costa de nuestra vida, hemos proclamado i sostenido su libertad; los pueblos gozan de este dón inestimable. Los vemos con tanta frecuencia como satisfacción nuestra ejercer esos actos de soberanía, cuyo completo goce nos lisonjeamos de haberles procurado a costa de nuestra existencia. Un interior orgullo nos domina cuando miramos un Congreso Soberano por la libre elección de los pueblos; i allá una voz oculta nos dice: "Esa es la obra de vuestras manos, ese el efecto de vuestros sacrificios, este el fruto de la sangre con que regasteis el campo del honor". Bendecimos muchas veces esas terribles fatigas, ese sufrimiento i continuas privaciones; pero como éstas se prolongan mas allá de lo que podíamos prometernos; como, despues de afianzada la libertad e integridad del territorio, no solo siguen, sino que toman un aumento progresivo; como éste no es ya soportable, porque si se hace llevadera la escasez, no lo es ni puede serlo el hambre devoradora, la desnudez vergonzosa, la absoluta carencia, en fin, de todo lo preciso para la vida, nos vemos en la dolorosa necesidad de representar nuestra situación, cuyo derecho, suprimido hasta aquí con violencia, no puede ser negado a los defensores de la Patria cuando no lo es a ninguna clase de la sociedad.

Somos acreedores de considerables sumas, i no vemos la manera de ser cubiertos. Mil veces se nos han prodigado esperanzas, i otras tantas hemos tenido el sentimiento de verlas frustradas; ya no hai quién confie en ellas. Hoi no tiene nuestro cuerpo qué comer, i los que a su nombre representamos, nos vemos continuamente en el mismo caso; los auxilios de la amistad han sido nuestro sosten por mucho tiempo, i este triste recurso se agota a medida que las obligaciones anteriores no se cumplen. La desnudez del soldado nos avergüenza, i su vestuario no se completa porque no se paga al contratista lo suministrado. No hai correaje, i aun el mismo armamento padece notabilísimas faltas. No hai la provision necesaria en los hospitales, i los defensores de la Patria jimen el desconsuelo de que sus dolencias no han de tener aun los socorros que la piedad tributa a la humanidad aflijida. Nada hai, Excmo. Señor, nada, sino hambre, miseria i desesperación. Este no es un exajerado cuadro de nuestra situación: es la espresion sincera de la verdad, í aun huimos de sombrearlo con los colores que podrian constituirle en el grado de exasperante. Lo espuesto es de sobra, cuando a mas lo corrobora la notoriedad, i nos seria satisfactorio que una inspección patentizase aun lo que omitimos. Solicitamos pues, el remedio de tantos males, i éste seguramente pende de las superiores manos de V. E. Sabe el Gobierno que jamas se nos cubre nuestro sueldo mensual, i es mui grande casualidad que se nos dé algún mes una media paga. No hai un solo ciudadano, cuya propiedad sea atacada con tanta frecuencia i en su totalidad, como lo esperimentan los militares, a quienes despues de esta invasión a lo mas sagrado, se les insulta también con los mas negros epítetos, aun observándose que no hai quien les aventaje en servicio, en privaciones i en sufrimientos.

Acaso en el actual estado de Chile no somos tan necesarios, i por supuesto que en el pié en que estamos ni tal vez será conveniente la milicia. Una reforma en este caso seria el mejor premio, i nos consideramos con derecho indisputable para optarla. Dígnese V. E. acordar con el Soberano Congreso lo que sea conveniente para llevar a efecto esta solicitud, reducida al reintegro de nuestras pagas, i a que, supuesto que no somos necesarios, se nos proporcione la reforma que han merecido los Ejércitos en los Estados vecinos, con lo cual, al mismo tiempo que se descargará el Erario del peso que lo abruma, fijará la Nación sus derechos a nuestra eterna gratitud. Interin llega este caso debemos esperar, i suplicamos rendidamente, que se nos asista con la misma puntualidad que nosotros nos prestamos al servicio; porque si de nuestra parte hai escrupulosidad para no defraudar a la Patria de los deberes que ella nos impone, somos acreedores a exijir que tampoco se nos defraude de nuestros derechos. —Santiago i Agosto 23 de 1826. —M. Salado, capitan. —Manuel I. Soto, teniente. —Lorenzo García, alférez.


Núm. 59 editar

Excmo. Señor:

Cuanto espone a V. E. la benemérita clase de oficiales del cuerpo de mi mando es demasiado cierto; no hai un solo hombre a quien sean desconocidas estas verdades, i V. E. mismo estará poseído de la justicia de esta reclamación. El imperio de la necesidad i miseria a que por tanto se ven reducidos, i, lo que es peor, las remotas esperanzas que les asisten de ver justamente recompensados sus sacrificios i privaciones, los impele a solicitar de V. E. se digne poner a la consideración del Soberano Congreso lo que llevan espuesto; justo es que a los defensores de la Patria, a aquéllos que han dado tantos días de gloria a las armas siempre triunfantes de la Nación, i en fin, a los que por sus esfuerzos han conseguido i sellado la libertad de la República, se les acuerde un premio que, recompensando sus servicios, recuerde a la posteridad la gratitud con que la justicia del Gobierno ha sabido premiarles. Jamas osarian recordar al Supremo Gobierno el premio a que no se hubieran hecho acreedores, si aun en el país existiese un solo enemigo de la tranquilidad pública; pero todos han desaparecido, i sustituyéndose a las alarmas pasadas, la paz i la tranquilidad que nos prometen los recientes sucesos i triunfos de nuestros compañeros en Chiloé, recuerdan a V. E. un paso que creen de justicia, i al que V. E. no podrá desentenderse, atendiendo al estado miserable a que se halla reducida la benemérita clase que fué i será el apoyo de la libeitad como ya lo tiene acreditado. ¿Qué satisfactorio no será para estos beneméritos defensores de la Patria que por premio de sus servicios reciban en recompensa una subsistencia que la misma Nación les proporcione? ¿I cuál será la gratitud de tantas familias que hoi se miran abrumadas con el peso insoportable del hambre, a la consideración de que estos beneficios los deben a la liberalidad i gratitud de los dignos representantes de la Nación? Ellos i sus hijos recordarán con efusión tantos beneficios, i levantando sus corazones al Todo Poderoso, bendecirán mil veces a los autores beneficios de su conservación. V. E., en vista de lo espuesto i de la alta penetración que le caracteriza, dará a esta solicitud el curso que crea mas conducente al efecto. Excmo. Señor. —Ambrosio Acosta.