Sentencia del TOF 3 dictada en el caso del atentado contra la AMIA el 29 de octubre de 2004 (76)

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  • TÍTULO I. LA CAUSA POR EL ATENTADO
    • CAPÍTULO V. El atentado
        • A) Hecho del 18 de julio de 1994
          • 19) Testigos


En el debate prestaron declaración numerosos testigos que sostuvieron haber estado en la calle Pasteur, entre Tucumán y Viamonte, en la mañana del 18 de julio de 1994; en particular, momentos antes de las 9.53.


María Nicolasa Romero y Carlos Rigoberto Heidenreich afirmaron que observaron una camioneta circulando por la calle Pasteur instantes antes de la detonación.


Romero explicó que desde el año 1983, aproximadamente, se domiciliaba en la calle Viamonte 2247 de esta ciudad, a la vuelta de la A.M.I.A. y que el 18 de julio de 1994, poco antes de las 10.00, en circunstancias en que, a pie, llevaba a su hijo de cuatro años a un jardín de infantes sito en las calles Rincón y Venezuela de esta ciudad, acompañada por una hermana suya, fueron sorprendidos por la explosión en la cuadra de Pasteur al 500, a pasos de Tucumán.


Recordó que en esa oportunidad, mientras caminaban por la vereda impar de Pasteur al 600, el pequeño se soltó de su mano y comenzó a correr, por lo que ella y su hermana debieron apurar el paso hasta darle alcance en la esquina de Pasteur y Tucumán; que al descender a la calzada, para iniciar el cruce de esta última arteria, los tres se vieron obligados a retornar a la vereda para evitar ser atropellados por una camioneta de color beige, “tirando a café con leche”, que lentamente circulaba por Tucumán y que, para tomar Pasteur, giró hacia su derecha en forma cerrada. Explicó que dicha maniobra hizo que se fijara en su conductor, a quien sintió deseos de insultar, cruzándose por un instante sus miradas; se trataba –memoró Romero- de un sujeto de entre 30 y 35 años de edad, tez morena, ojos grandes, cabellos oscuros cortados al estilo militar y vestido con una camisa beige. Luego que la camioneta dobló y al advertir que no se aproximaba otro vehículo, al menos cerca, reiniciaron el cruce de Tucumán a paso rápido y cuando habían recorrido unos pocos metros por Pasteur y se encontraban, aproximadamente, a la altura de “donde termina la ventana de un bar” que había en la esquina, se produjo la explosión.


Continuó refiriendo que en ese momento un joven que caminaba en dirección contraria y que supuso trabajaba de mozo, por cuanto llevaba una bandeja metálica, se arrojó sobre ellas para protegerlas de la onda expansiva, al tiempo que gritaba “una bomba, una bomba”; precisó que nunca antes había visto a ese joven y que la afirmación que consta en su declaración ante la prevención, en el sentido de que “sabía que se desempeñaba como mozo en el bar de la esquina de Pasteur y Tucumán”, la atribuyó a una mala expresión de su parte o a una errónea interpretación del funcionario que le recibió la declaración.


Indicó, además, que mientras permanecían en el suelo se produjo una lluvia de piedras y trozos de mampostería, por lo que atinó a arrimar a su hijo junto a ella, protegiéndolo con su cuerpo; una vez que cesó, se incorporaron y reiniciaron la marcha hacia el jardín de infantes.


Romero precisó que en esos momentos pudo ver a sus espaldas un espectáculo desolador y que, sin comprender cabalmente lo que había pasado, aturdidas, sólo atinaron a alejarse del lugar. Tras dejar al niño en el jardín regresaron a su domicilio asustadas y cubiertas de polvo, previo haber intentado retornar al sitio donde las sorprendió la explosión para recuperar una bufanda y un par de anteojos que se le habían caído, de lo cual desistió al advertir que la zona estaba llena de gente; recién, trece o catorce horas más tarde conocieron lo realmente acontecido.


Agregó que en horas de la tarde, tras retirar a su hijo del jardín de infantes, le señaló a su hermana que también la acompañaba, una camioneta similar a la que había visto antes de la explosión, indicándole el niño -quien sabía de marcas de rodados lo que sabe cualquiera de su edad- que se trataba de una camioneta Trafic; extremo que desconocían, hasta entonces, tanto ella como su hermana por cuanto ni idea tenían de tales cuestiones. En ese sentido, aclaró que la mención a una Trafic volcada en su declaración ante el juzgado instructor la efectuó como cuando alguien utiliza una marca reconocida para individualizar un determinado producto.


En cuanto a las características de la camioneta, María Nicolasa Romero indicó que no hubo en ella nada que le hubiera llamado la atención, pudiendo recordar que no tenía, al menos del lado que pudo ver, puertas laterales, carteles, inscripciones o calcomanías, reconociendo los modelos “T-312” y “T-310” de Renault Trafic, que en fotografía se le exhibieron en el debate, como similares al automóvil al que hizo referencia.


Adelina Filomena Romero ratificó, en términos generales, la versión ofrecida por su hermana María Nicolasa, no recordando el incidente referido por ésta relativo al paso de un automotor en momentos que se disponían a cruzar Tucumán en su intersección con la calle Pasteur.


Tampoco pudo recordar que ese día su hermana le haya comentado algo respecto de algún rodado o de la explosión, ni que ella ni su sobrino hicieran algún comentario vinculado a una marca o modelo de vehículo.


Por su parte, Rodolfo Ariel Caballero manifestó que se desempeñaba como empleado de una verdulería ubicada sobre la calle Viamonte, casi esquina Uriburu y que en la mañana del 18 de julio, tras dejar un pedido en Pasteur 558, cruzó la calle para dirigirse al bar ubicado enfrente con el fin de averiguar si necesitaban algo; al retirarse del comercio observó, en sentido contrario, dos mujeres y un niño que venían caminando e instantes después ocurrió la explosión.


Explicó que tras el estallido sintió que “el piso se levantó”, a la vez que vio “una nube negra que parecía que se venía todo encima”, advirtiendo que un niño se encontraba de pie junto al cordón de la vereda, por lo que se arrastró hacia él para llevarlo a un costado donde se hallaba su madre; luego, con el fin de proteger a ambos de los objetos que caían, los cubrió con su cuerpo. Señaló, además, que junto a ellos también se encontraba otra mujer, la que primero estuvo parada y luego se agachó, separándose de ellas una vez que cesó la lluvia de objetos, para dirigirse al lugar donde se produjo el estallido.


En otro orden de cosas, Caballero afirmó que esa mañana lucía una casaca de color bordó; que el tránsito, tanto vehicular como peatonal, era el habitual del lugar y que, como siempre, había un patrullero estacionado frente a la A.M.I.A., con dos policías a bordo, a los que luego de la explosión observó cubiertos de polvo y con sus ropas raídas. No recordó, en cambio, haber visto un volquete, ni camiones, ni camionetas, ni a un barrendero, ni vehículos estacionados en doble fila, como tampoco algún automotor, tipo utilitario, circulando por Pasteur.


Asimismo, señaló que escuchó la explosión, sin tener oportunidad de verla, no percibiendo, previo a ella, ningún ruido en particular que le llamara la atención.


Por último, relató que a la semana de ocurrido el atentado, aproximadamente, fue a buscarlo la policía a su lugar de trabajo a fin de que preste declaración, comentándole uno de los efectivos que una señora lo había sindicado como testigo presencial del hecho.


Graciela Brey, compañera de María Nicolasa Romero en la “Maternidad Sardá” de esta ciudad, manifestó que al día siguiente de ocurrido el atentado, en horas de la mañana, aquélla comentó a un grupo de empleadas que había estado el día anterior en el lugar de la explosión, al momento de producirse, explicándoles que estaba llevando a su hijo al jardín de infantes junto a su hermana cuando, instantes antes, vio pasar una camioneta “toda cerradita, que últimamente se utiliza mucho para el turismo” con una persona en su interior que la miró.


Continuó relatando que tal noticia la afectó considerablemente, razón por la cual esa misma tarde, al visitar a su esposo Rafael Magnato en el cuartel de bomberos donde trabajaba, le comentó a éste lo narrado por su compañera Romero, escuchándola también su jefe, el comisario Borrone.


Por su parte, Héctor Osvaldo Borrone ratificó que al tiempo del atentado se desempeñaba como comisario inspector de la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal Argentina y que el suboficial Rafael Magnato, por entonces su chofer, cuya esposa trabajaba como enfermera en una clínica o maternidad, le comentó de “una Trafic o una cosa así...”.


Acerca de tal extremo también prestó declaración el bombero Alcides Patricio Pizzorno quien manifestó que una noche lluviosa concurrió a la “Maternidad Sardá” en razón que una enfermera, compañera de la esposa de un suboficial, había estado en el lugar de los hechos al momento de producirse la explosión. Una vez individualizada, ésta le comentó que instantes antes del estallido, mientras se dirigía junto con su hermana a llevar a su hijo al jardín de infantes, había visto una camioneta en la esquina de Pasteur y Tucumán, produciéndose la explosión ni bien llegaron a la vereda opuesta; oportunidad en que fueron auxiliadas por el mozo de un bar.


Por último, el subcomisario Carlos Néstor López refirió que en una oportunidad tuvo noticias acerca de que la esposa de un suboficial de la Superintendencia de Bomberos afirmaba que una conocida suya había visto pasar la camioneta que a la postre resultó ser el coche bomba, por lo que se avisó al comisario Borrone y, según tenía entendido, al Departamento Protección del Orden Constitucional.


Carlos Rigoberto Heidenreich también dio cuenta de la presencia de una camioneta Trafic en la calle Pasteur, instantes antes de la explosión.


El nombrado declaró que para esa época se desempeñaba como encargado del edificio ubicado en Pasteur 724 a la vez que cubría suplencias en los inmuebles de Pasteur 727 y 732 y que el 18 de julio de 1994, siendo aproximadamente las 9.30, se encontró en la vereda de su edificio con Ljudmila Birukov, miembro del consejo de administración del inmueble de Pasteur 732, con quien se puso a conversar. Recordó que mientras platicaban vieron pasar por enfrente, en dirección a la mutual judía, a su vecina Rebecca Jurín, luego fallecida como consecuencia del atentado y que al concluir la charla Birukov cruzó Pasteur en diagonal, en dirección a la avenida Córdoba, al tiempo que él hacía lo mismo, pero en dirección a su ochava con Viamonte, por cuanto debía dirigirse a una administración de edificios ubicada sobre esta última, a metros de Pasteur.


Precisó Heidenreich que antes de alcanzar la vereda, a la altura de la intersección de Pasteur con Viamonte, le llamó la atención que ningún vehículo circulara por la primera, a la vez que “de reojo” alcanzó a ver “una camioneta que venía”, no recordando si lo hacía desde “antes o después” de la calle Tucumán; luego recorrió unos pocos metros sobre Viamonte y cuando se disponía a tocar el timbre del edificio de la administración ocurrió la explosión, siendo catapultado hacia el interior del inmueble. Asimismo, recordó que en un primer momento pensó que se trataba de un terremoto, pero luego, al salir y ver desde la esquina de Viamonte y Pasteur “el hongo que se iba para arriba, la polvareda, la tierra, todo...” y los escombros esparcidos “a la altura de la vereda”, tomó conciencia de que había explotado la A.M.I.A.


Con respecto a la camioneta que dijo haber observado, Heidenreich afirmó que se trataba de una Renault Trafic de un color “tirando a blanco”, señalando que cuando en la etapa anterior hizo alusión a un “furgón corto” quiso referirse al modelo “común”, “al de las primeras que salieron”, no pudiendo precisar si poseía puerta lateral en razón que lo vio de frente. Con relación a este último punto, aclaró que quizás por una mala explicación de su parte, en la etapa anterior señaló que había observado el lateral izquierdo del rodado.


Si bien no pudo precisar la velocidad a que circulaba el vehículo, estimó que era la necesaria para llegar a la A.M.I.A., desde el lugar en que la divisó por primera vez, en “mucho menos de un minuto”; nada aportó, en cambio, acerca de su conductor u otros ocupantes.


Recordó, asimismo, haber visto aquella mañana al barrendero que habitualmente recorría la cuadra, aunque no pudo indicar el lugar exacto.


Reconoció que hasta su primer declaración en el juzgado instructor no efectuó ningún comentario acerca de la camioneta Trafic que vio el día del hecho y que a los pocos días, cuando trascendió que se habían hallado el motor y otras piezas de una camioneta Trafic, relacionó aquél vehículo con el coche bomba que se habría utilizado para perpetrar el atentado.


Por su parte, Ljudmila Birukov recordó que ese día, alrededor de las 9.40, se encontró en la vereda con Carlos Heidenreich a quien le encomendó concurrir a la administración del edificio, ubicada sobre la calle Viamonte, en razón de una pérdida de gas que advirtió en el primer piso; tras conversar por espacio de unos diez minutos, cruzó Pasteur en diagonal hacia la avda. Córdoba, al tiempo que el encargado, en igual dirección, se dirigió hacia Viamonte. La testigo precisó que antes de cruzar miró hacia su derecha, asegurándose que no viniera ningún vehículo y, luego de recorrer unos metros, a la altura de un comercio de librería ubicado sobre la vereda impar de Pasteur al 700, escuchó primero un golpe seco y fuerte, que comparó al sonido que produce la colisión de un rodado contra una superficie dura, e instantes después una explosión que no le causó lesiones.


Finalmente, manifestó que con posterioridad al atentado Heidenreich no le realizó ningún comentario respecto de una camioneta circulando ese día por Pasteur.


En orden a la versión de Heidenreich, acerca del lugar en que lo sorprendió la explosión, se cuenta con los dichos de Nélida Felisa Rosales de Testa, encargada del edificio de Viamonte 2295, donde funcionaban las oficinas de la administración de consorcios “Planetarium” y “Schmahl y Cia.”. Al respecto, recordó que, como todos los días, el 18 de julio arribó al inmueble a las 5.30 de la mañana y limpió la vereda hasta aproximadamente las 6.30; agregó que faltando un minuto para las diez de la mañana, mientras se encontraba en el hall del edificio, sintió una explosión que la despidió contra una de las paredes y que al salir a la vereda pudo observar una “nube de humo con una llama roja que subía hasta el cielo”. Afirmó que durante el lapso que permaneció en la entrada del inmueble, no vio ninguna persona que hubiera tocado el timbre o ingresado al edificio, a excepción del encargado de vigilancia Armando Tacatagliti.


Agregó que si bien era usual que los encargados de otros inmuebles concurrieran al edificio, en esa mañana ninguno se había hecho presente dado que las oficinas iniciaban la atención al público a partir de las 10.00; pese a conocer a varios de los encargados que solían concurrir a las administraciones manifestó desconocer a Carlos Heidenreich, a un tal “Don Carlos” como así también al encargado del edificio de Pasteur 724.


En igual sentido, Esteban Adrián Kajt y Gladys Noemí Sigal, empleados ambos de la administración “Planetarium”, coincidieron en señalar que en la mañana del 18 de julio, previo a la explosión, no había concurrido ningún encargado puesto que la atención al público comenzaba a partir de las 10.00 de la mañana, indicando que entre sus clientes no se encontraba el edificio de Pasteur 724 y que si bien varios de los encargados se llamaban Carlos, no conocían a ninguno que llevara el apellido Heidenreich.


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