PIDAL, MARQUES DE.

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Por Villaviciosa, provincia de Oviedo.


Este es un orador que improvisa y que nunca lleva un discurso preparado. Se nos figura que preparándose no había de ser tan bueno como improvisando. Es un temperamento eléctrico que brilla con luminosos destellos en los momentos en que se carga de electricidad pugnando con sus contrarios: entonces tiene la fuerza del rayo; pero si no lo excitan, si no lo encienden, nunca Sabe brillar por sí, ni hacer nada espontáneo. Sus formas son descompuestas como la tempestad; su acento rudo como el trueno, y el estrago es seguro, pero su señoría no puede preveer si irá más lejos ó mas cerca, mas arriba ó mas abajo.

Así es el señor Pidal, si mal no lo hemos observado; pero es necesario para ser así tener mucho bueno y mucho malo. Es necesario ser muy erudito y muy buen escolástico, á la par que brusco, irascible y temerario. Nunca se cuida de las formas; si su objeto es herir, tanto le importa dar la estocada en el pecho como en la espalda; si juzga conveniente á su propósito arrojar algún dardo de mala ley al campo contrario, lo arroja sin temer que se lo devuelvan, porque S. S. tiene algo dura la piel, y sabe que no le hacen mella cierta especie de armas. De todos modos es necesario convenir en que su elemento es la discusión, y que para discutir no hay en todo su partido uno que le iguale.

Nunca sufre tanto su espíritu como en los momentos en que alguno de sus colegas le priva de usar de la palabra para cerrar una discusión interesante. Frunce las cejas, infla los carrillos, reclina el cerebro en la espalda de su banco, fija la vista en las bóvedas en vez de mirar al ministro que habla, y con el rostro más encendido que el moco de un pavo dice allá para su sayo: «¡maldito si sabe lo que se dice este majadero! quieren ser oradores sin saber una palabra: ¡así sale ello!»

En política es tan pitagórico como su cuñado: los dos quieren reunirlo todo en manos del poder y darnos á comer un rancho.

Los accidentes del hombre social no están proporcionados en el señor Pidal á los del hombre sabio. Sus estudios se consumaron hace mucho tiempo; pero su cultura social empezó algo tarde y aun no se ha consumado. Solo así se concibe que teniendo 53 años esté aprendiendo á bailar, á tirar el florete y á montar á caballo.

Como hombre de gobierno es de lo más indolente y perezoso que se ha conocido: baste decir que cuando fue ministro de la Gobernación, sus mismos subalternos inventaron el verbo pidalear que significa no trabajar.

Es un atleta capaz de derribar de un puñetazo á un oso mayor que el que mató á Favila: torvo de gesto, de frente espaciosa, y siempre lleva gafas.

Diz que aprendes á bailar:
mas darías tales pancadas,
que podrías derribar
los salones, á no estar
las vigas apuntaladas.

En esgrima mil trofeos
diz que cojes, y respondo
que taladras sin rodeos
á los montes pirineos
como tires firme á fondo.
 
Con un aire resoluto
ya te vemos cabalgar,
y gracias á Dios tributo
de que haya en el mundo un...
que te pueda soportar.