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OLÓZAGA, DON SALUSTIANO.
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Sus mayores enemigos suponen que es hombre de gobierno; pero como en todo lo que acontece en España hay algo de raro y extranatural, hemos visto á centenares de medianías ejercer el mando para su descrédito, mientras al señor Olózaga, de cuyos talentos tanto debe esperarse, no le fué posible ser ministro más de ocho días. No nos proponemos escribir la biografía de un hombre de Estado tan conocido dentro y fuera de España, pues en tal caso citaríamos á muchos escritores extranjeros, que á fuer de imparciales lo califican del modo más ventajoso, poniéndolo en paralelo con los primeros oradores de los Parlamentos de Europa, y aun concediéndole cierta superioridad sobre algunos muy notables.
Conoce nuestro idioma con toda perfección, y lo maneja tan bien como lo conoce. De su estilo no puede hacerse una calificación absoluta, porque adopta el que más cuadra á su intento, y lo sostiene sin declinar lo más mínimo. Habla generalmente con elocuente sencillez y mucha cortesanía; pero si se propone maltratar á sus adversarios sabe hacerlo del modo más cruel.
Cuando desempeño el papel de tribuno, ninguno le superó: cuando ha necesitado hablar con la imponente elocuencia que exige un grande acto de valor cívico, nadie le ha igualado.
Su voz es varonil y sonora, su acción natural y desembarazada, su apostura digna: reúne en fin todas las buenas partes que pueden constituir un orador sublime. Nunca se vale de apuntes ni más auxilio que su memoria.
Algunos le critican que tiene pretensiones de dogmático: será cierto, pero muchos buenos maestros se necesitan donde hay tantos malos discípulos.
Le llaman el capitán de los muertos, porque en 1842, hablando contra el estado de sitio de Barcelona, dijo que jamás prestaría su apoyo á semejantes medidas, y que á pesar de que sería vencido en aquella votación, sufriría la derrota con gusto, sosteniendo los buenos principios: que no combatía por recoger el fruto del triunfo, y repitió las significativas palabras de Margarit, esforzado caudillo catalán, que en 1640 decía á sus soldados: «Capitán quiero ser de los muertos.» Ya hace años que se le ha cumplido á S. S. su deseo.
Buena talla, robusto, pocos años mas de 40; cabellos negros, ojos grandes y expresivos, pero que le adornan mas que le sirven, porque ya no vé bien á no ser muy de cerca.