Celos, mi Dios, serán vanos
si vos mi casa guardáis,
en ella por mí quedáis
contra peligros humanos.
Mas ¡ay pensamientos vanos!
¿Quién no recela su honor
si la virtud y el valor
tal vez desvelarse supo
y en Josef con tiempo cupo
seguridad y temor?
¿Él santo, y se desvelaba
desmintiendo lo que vía,
dejar su esposa quería,
puesto que no le culpaba.
Yo vicioso, y que se alaba
mi mujer de vanidades
que pretenden mocedades.
Dadme vuestro favor, cielos,
que ya pasan de recelos
amenazas de verdades.
Si de noche al templo voy,
mi Dios, es porque sosiego.
Cuanto más a vos me llego,
tanto más cerca os estoy;
pero si así lugar doy
a que mi honor se destruya,
¿qué he de hacer? ¿No es bien que huya
el riego que honras abrasa?
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