Tantos;
que para tantos de juego
aun sobran. Mira este pliego
lleno de quejas y llantos. Va sacando papeles cerrados del seno y faltriqueras
Mira luego este papel
de un galán almibarado
que según viene enmelado
debe de ser moscatel.
Repara en este billete
que un licenciado me dio,
tan culto, que me llamó
mercurio, por alcahuete.
Éste me dio un capitán
con más plumas que un virote,
que acicalando un bigote
hisopo de un sacristán,
muerto porque hoy no te ha visto,
me dijo, "Dile a mi ingrata
que dando vida, me mata
con su ausencia, ¡voto á Cristo!"
Éste es todo de lisonjas.
DOROTEA:
¿Tantos traes?
PENDÓN:
Te espantarás,
ahora empiezo, no trae más
una andadera de monjas.
Digo que éste es lisonjero
porque su dueño poetiza,
--por no decir gongoriza--
y es de estos que al mes de enero
llaman padre del candor;
al sol, monarca diurno;
cerúleo al cielo, y coturno
al alba del esplendor.
DOROTEA:
¡Jesús! Perdone este hidalgo
si del modo que escribe, ama.
PENDÓN:
Fiscal cuadrúpedo llama
de las liebres éste al galgo;
nieto al amor, de la espuma;
alcatifas de tabí
a los prados, y a un neblí
llamó estafeta de pluma.
DOROTEA:
¡Qué necio modo de hablar!
PENDÓN:
Éstos se llaman poetas
con cáscara, no los metas
en la boca, sin quebrar
sus versos con un martillo;
que si a gustarlos te pones,
por ser poetas piñones
te han de quebrar un colmillo.
Ya gasté los que traía
en las manos.
DOROTEA:
¿Pues hay más?
PENDÓN:
Aguárdate y lo verás...
Cada faltriquera mía
viene a ser una estafeta.
Éste me dió un boticario
que su amor en eletuario
te explica como en receta;
todos estos son diversos
en estilos y en autores;
unos te escriben doctores
en aforismos y en versos;
otros escribanos--suma
sus rasgos, y "sepan cuántos"--
y admirada que haya tantos
llámalos gatos con pluma.
Si en intereses reparas
billetes hay mercantiles
de estos, que como alguaciles
venden engaños a varas.
En estotra faltriquera
te traigo otra letanía,
gente es de menos cuantía,
darélos juntos; espera.
DOROTEA:
Acaba ya.
PENDÓN:
Acaben ellos.
Éste conozco: es de un paje
que sirve a un gran personaje;
trae guedejados cabellos,
habla tiple, damo pisa,
viste alzacuello y valona,
tañe y canta la capona,
pero no tiene camisa.
Un barbero, gran lanceta
pide, que alivies sus llamas,
sabe jugar a las damas
y come seis de una treta;
esotros son a esta traza,
que muertos por tu hermosura
hacen tutti li figura;
de ellos te desembaraza,
y pues te intentas casar,
escoge uno; que cansado
según vengo, empapelado
me pueden poner a asar.
DOROTEA:
No es nuevo en ti ser burlón;
siempre vienes con quimeras
bufonas. Habla de veras
si quiera esta vez, Pendón.
Hija soy de un mercader
sin padres, y con hacienda;
que para que la defienda
de engaños, he menester
marido que la acreciente
y ponga en orden mi casa;
la prudencia es quien me casa,
no el amor, que es accidente
que raras veces acierta;
pretenden dos este estado
y desvela mi cuidado
el verlos rondar mi puerta.
Lelio muestra voluntad
cuando no a mí, a mi dinero.
Es pobre y es caballero,
puede darme calidad,
y no de mi esfera salgo
cuando sea su mujer,
pues, en fin, el mercader
está en vísperas de hidalgo.
Fuélo mi padre, en efeto.
Por otra parte me inclino
a Grimaldo, y le imagino,
como estudiante, discreto,
y que una vez gradüado
en las leyes que profesa
su facultad interesa
honra y provecho. Hame dado
antojo, si se despacha,
bien su pretensión agora,
de que me llamen oidora
y me adorne una garnacha.
PENDÓN:
De eso no me maravillo;
ni hay gente como letrados
que en digestos opilados
hallan textos de tornillo.
Mas si te casas con él
y viniere a ser oidor,
será consuelo mayor
morirte primero que él;
porque si viuda te advierto,
y antes de serlo adorada,
no hay cosa más desdichada
que la mujer de oidor muerto.
DOROTEA:
Acaba con disparates,
y advierte que de estos dos
al uno, estando de Dios,
tengo de elegir.
PENDÓN:
Quilates
tiene cada cual que obligan,
y si va a decir verdad.
Lelio es todo voluntad
pero deudas le fatigan.
Grimaldo es un licenciado
tan cercano de la toga
que imagina ser, si aboga,
de las bolsas abogado.
Tienes tantos pretensores
que cada cual me empapela
como a muchacho de escuela
que va a vender cobertores;
pero entre todos no estaba
descuidado de su queja,
que allá en Castilla la Vieja
un rincón se me olvidaba. Saca otro papel de la toquilla del sombrero
Éste es de Lelio, que espera
tu amor por lo generoso,
el cual de puro curioso
le escribió con bigotera.
Estotro el jurisperito
le sacó de un borrador, Saca otro de entre la calza
que si piensa ser oidor,
y en párrafos te le ha escrito,
le trasladó para darte
el alma, que en él se enciende,
y como ser juez pretende
dirá, "traslado a la parte."
DOROTEA:
De esos dos hemos de ver
cual, en fe de su eficacia,
viene hallar en mí más gracia.
PENDÓN:
Y de estotros, ¿qué he de hacer?
DOROTEA:
Quemarlos.
PENDÓN:
Cruel estás;
rásgalos, que si te ofenden
cara a cara te pretenden,
y el castigo es cara atrás.
DOROTEA:
Esta noche las doncellas,
que es víspera de San Juan,
si deseosas están
de casarse,...
PENDÓN:
Las más de ellas
cojean de aquese pie.
DOROTEA:
...con el altar que acostumbran
enraman, pulen y alumbran,
tienen en el santo fe;
y cuando hacen la oración,
que en tales casos dispuso
la superstición o el uso,
con silencio y devoción,
procuran conjeturar
de lo que escuchan primero
en la calle al pasajero
si se tienen de casar
o no; si será el marido
hombre apacible o molesto;
si se verán viudas presto,
si es noble o si mal nacido,
y otras cosas de este talle,
que yo juzgo por locura,
pues coligen su ventura
de lo que va por la calle.
Yo no tengo de tentar
al cielo de esta manera.
PENDÓN:
Tienes poco de hechicera.
DOROTEA:
Con aquél me he de casar
que con mayor agudeza
me escribiere su papel
de los dos.
PENDÓN:
Ponle el laurel,
mas no sobre la cabeza;
que aunque victoria señala
y fue blasón excelente,
cosa de rama en la frente,
aun en profecía es mala.
DOROTEA:
¡Qué necio estás!
PENDÓN:
Ya lo veo;
mas dígolo por si acaso,
mientras estotros abraso.
Éste es de Lelio.
DOROTEA:
Éste leo. Lee
"Mi amor, bella Dorotea,
que niño empieza a escribir
y sin verte ha de morir,
aunque escribe, deletrea;
y en tu nombre afirmaré
que, aunque a Dorotea va,
le quito la postrera a,
porque diga A doroté."
PENDÓN:
Jugó sutil del vocablo;
porque, a falta de dinero,
juega todo caballero
equívocos. ¡Dále al diablo!
DOROTEA:
¿Pues no es el conceto agudo?
PENDÓN:
Como una alesna o punzón.
Buena estuvo la invención
del adórote desnudo!
Mas si enviára un bolsillo
de doblones brilladores,
que con dos caras traidores
traen el semblante amarillo,
tú le amaras, yo lo sé;
y pudiera en tu decoro
escribirte con ese oro,
Dorotea, doroté.
DOROTEA:
Yo no pretendo a mi amante
rico, mas sabio y con seso.
PENDÓN:
Bien comeremos con eso.
DOROTEA:
Escucha y calla.
PENDÓN:
Adelante.
Lee
DOROTEA:
"Si me permiten los cielos
que te tenga por señora
daréte, en fe que te adora
el alma..."
Dice UNO de dentro como
que pasa por la calle
UNO:
Palos y celos.
DOROTEA:
¡Jesús, qué agüero tan malo!
PENDÓN:
El bellacón que pasó,
por Dios, que te recetó
sin tener bubas el palo.
¿Palitos? ¡Puto Miguel,
válgate de ese manjar!
Bien le puedes descartar.
¿Celos y palos? Papel
sois vos pronosticador
de pesadas aventuras.
DOROTEA:
Anda, que no hay conjeturas
que puedan darme temor
de lo que se dice acaso. Lee
"Si te desposas conmigo
a que te envidien me obligo
en Cremona a cada paso
las damas de más estima.
Visitaránte señoras,
patricias, gobernadoras,
a quien la nobleza anima;
lograrás tu juventud
con galas que arrastrarás,
y en desposándote irás
en el mejor...
Dentro
UNO:
Ataud.
DOROTEA:
¡Jesús mil veces!
PENDÓN:
Marido
de requiem--por Dios--es éste.
Dale, señora, a la peste.
DOROTEA:
Algún burlón atrevido
que está oyendo lo que leo,
celoso procura ansí
turbarme. Jamás creí
supersticiones, ni creo
que adivinen mi desastre.
Leo.
PENDÓN:
Vaya.
Lee
DOROTEA:
"En mi poder
dueña de casa has de ser
y tu esposo humilde..."
Dentro
UNO:
Un sastre.
DOROTEA:
¿Sastre dijo? no leo más.
PENDÓN:
¿Sastre el dueño y yo pendón? Rásgale
Vendrá la circuncisión
de la ropa y medrarás;
mas el pronóstico llevo.
De seis sastres me contaban
que solamente cenaban
entre todos seis un huevo
y que cada cual metía
su aguja en vez de cuchar.
¡Gentil talle de engordar,
blando el huevo y la agua fría!
DOROTEA:
No debe de estar de Dios
que Lelio mi esposo sea:
venga esotro.
PENDÓN:
Dorotea,
tripúlalos a los dos;
no te cases por ogaño,
pues agüeros socarrones,
entre agujas y punzones
te anuncian hurtos de paño.
Mira que te han de agarrar
cuando la muerte te arrastre,
como el ánima del sastre
suelen los diablos llevar.
DOROTEA:
La pobreza del que escribe
el roto papel, es tal,
que si gasta su caudal
y lo que en dote recibe,
podrá ser que después venga
a ser sastre, por tener
en qué ganar de comer.
PENDÓN:
Pues dile, "Dios le mantenga."
Pero, siendo caballero
¿ha de admitir tal desastre?
Mas del Caballero sastre
vi yo una farsa.
DOROTEA:
No quiero
sino a Grimaldo que, en fin,
nunca fue pobre el letrado.
PENDÓN:
De un pelón a un licenciado
vas de rocín a rüín;
pero los temores deja
y olvida al sastre prolijo
que por ellos no se dijo
mete aguja y saca reja. Saca un papel y lee
"En vano estudiar intento
leyes que me den el grado,
si en las de Amor ocupado
me usurpas el pensamiento.
Tirana de mis desvelos,
¿qué leyes podré estudiar
si no las saben guardar
tus mudanzas y mis celos?
Dicen que será tu esposo..."
Dentro
UNO:
¡El sastre, el sastre!
PENDÓN:
¿Otra vez?
DOROTEA:
La rueda de mi altivez
postra este nombre enfadoso.
Pendón, ¿qué es esto? ¡Jesú!
Ya de conjeturas pasa
esto a verdad, ¿en mi casa
dueño un sastre?
PENDÓN:
¡Bercebú
lleve el papel!
DOROTEA:
Mil pedazos
le hice.
Rásgale
PENDÓN:
Bien, que pues mujer
de un sastre tienes de ser
ya el papel dio los retazos.
No te cases, que es encanto
todo lo que hemos oído.
DOROTEA:
¿Yo, cielos, con un marido
sastre? ¿cómo?
Dentro
UNO:
Sastre y Santo.
PENDÓN:
Cá, no hagas caso ya
del proverbio, el temor deja.
¿No oiste lo que a la reja
dijeron?
DOROTEA:
Sí.
PENDÓN:
¿Pues podrá
cumplirse? ¡Buen desvarío!
Vuelve en ti, pierde el espanto.
DOROTEA:
¿Pues por qué no?
PENDÓN:
¿Sastre y Santo?
¿Blanco y negro? ¿Fuego y frío?
Los sastres sirven de lastre
hacia las bombas oscuras;
cargado de sisaduras
mal podrá volar un sastre.
Incasable has de pasar;
porque decir que has de ser
de un sastre santo, mujer,
es lo mismo que afirmar
que el conseguir tú marido,
vendrá a ser difícil tanto
como hallar un sastre santo,
que desde Adán no le ha habido.
Sale HOMO Bono, mozo
en mediano traje
HOMO:
Dios en esta casa sea
y A vuesas mercedes guarde;
hanme dicho que esta tarde
la señora Dorotea,
--si es vuesasted no lo sé--
me envió a casa llamar;
no dió un negocio lugar
entonces.
DOROTEA:
¿Yo, para qué?
HOMO:
Para cortar un vestido.
DOROTEA:
Quien tal dijo le engañó.
HOMO:
Debí de engañarme yo;
no importa, poco hay perdido;
vuesa merced me perdone.
PENDÓN:
El pronóstico se va
cumpliendo.
DOROTEA:
Oiga, vuelva acá;
su buena cara le abone;
¿pues él es sastre?
HOMO:
A servicio
de Dios y vuesa merced.
DOROTEA:
(Pensamientos detened -(Aparte)-
las riendas a mi juicio.
¡Válgame Dios! Por la calle
un sastre me pronostica
por marido, quien publica.
que por esposo he de amalle,
y apenas malicias temo
cuando, sin llamarle yo,
por mis puertas se me entró
un sastre, ¡qué extraño extremo!
Pero su buena presencia
causa a mi temor quietud.
¡Qué gallarda juventud!
HOMO:
Iréme con su licencia,
pues que no soy menester.
DOROTEA:
Ya que vino, escuche un poco.
O fue necio, o era loco
quien le aconsejó escoger
oficio tan desvalido
a un hombre de tan buen talle,
que un rey pudiera ocupalle
siendo su favorecido
en otro de más valor.
Sastre un mozo tan gallardo?
HOMO:
Siéndolo, señora, guardo
el ser que heredé mejor.
Tuvo este oficio mi padre
y en él mismo le heredé.
DOROTEA:
¡Qué mal hizo!
HOMO:
Pues ¿no ve
que naturaleza madre
que distribuye prudente
sus dones a cada cual
con repartimiento igual,
al ser bajo, o eminente
que cría en cualquier sujeto
me obliga a esta profesión?
Nunca aspira a ser león
el cordero.
DOROTEA:
¡Qué discreto!
HOMO:
El bruto que con su piel
una vez. se disfrazó,
causa de su afrenta dio
a los que burlaron de él;
la ocasión de estar perdido
el mundo, es porque cualquiera
no contento con su esfera
se eleva desvanecido.
Viste seda el oficial,
porque anhela a ciudadano,
y éste con la hacienda sano
ser quiere al hidalgo igual;
el hidalgo, caballero,
y el caballero, marqués,
éste príncipe, y después
el príncipe, rey severo;
el rey hasta emperador
no pára, siempre anhelando,
y ansí se van despeñando
desde el esclavo al señor.
Si el hijo del jornalero
en la azada se ocupara,
el oficial trabajara,
y contento el caballero
con lo que el cielo le ha dado,
no saliera de compás,
pretendiendo valer más,
todo anduviera ordenado;
yo, en fin, que en mi esfera
estoy ansí mi oficio entretuve;
padre que fue sastre tuve,
sastre nací, y sastre soy.
PENDÓN:
(Y tal sastre que pudiera -(Aparte)-
ser sastre predicador.)
DOROTEA:
(¿Qué es esto civil amor? -(Aparte)-
Ya no soy la que antes era;
garnachas apetecía
y ya adoro a quien las rose;
entróse en casa y entróse
también en el alma mía.
¡Bien haya quien fue profeta
de lo que también me está!
¿Mas si éste el sastre será
que el proverbio me interpreta?
Séalo, y yo le perdono
todo el susto que me ha dado.
¿Hay tal cara, hay tal agrado?)
¿Cómo se llama?
HOMO:
Homo Bono.
PENDÓN:
(¡Buen hombre! Lindo apellido; -(Aparte)-
porque el buen hombre es de modo
que suele pasar por todo,
circunstancia de marido.)
DOROTEA habla aparte a PENDÓN
DOROTEA:
Pendón, ¿no le llamó ansí
el que pasó por la calle?
PENDÓN:
Homo Bono, oí nombralle.
DOROTEA:
El cielo le trujo aquí
para que mi dueño sea,
y si el cielo lo ordenó
no he resistirle yo.
PENDÓN:
(Será sastra, Dorotea.) -(Aparte)-
HOMO:
Yo aquí no soy menester
y ya se va haciendo tarde;
quédense con Dios.
DOROTEA:
Aguarde;
que ya que vino he de hacer
una ropa; la medida
puede empezarme a tomar.
HOMO:
¿Y qué color?
DOROTEA:
Verdemar.
HOMO:
Imagen de nuestra vida
es, señora, este color,
verde, que en breve se seca,
mar que sus bonanzas trueca
en naufragios; mar y flor
es la caduca hermosura
que en un instante se altera.
PENDÓN:
(¿Sermoncitos? Mejor era -(Aparte)-
este sastre para cura.
Voyme de aquí que he sentido
no sé en mí qué devoción
y seré el primer Pendón
de los sastres convertido. Vase
DOROTEA:
¿Mozo moralizáis tanto?
Dejad a las canas eso.
HOMO:
Yo hablo en lo que profeso.
DOROTEA:
(¿Mas si hubiese un sastre santo -(Aparte)-
y fuese éste?) Comenzad
a ajustarme la medida,
y advertid que guarnecida
la ropa con variedad
curiosa, a vuestra elección
han de ser los pasamanos.
HOMO:
¡Ah, señora, y qué de vanos
trajes usa la ambición!
Si yo los he de escoger,
pasamanos la prometo
que causen gusto al discreto,
y hermosura a la mujer.
Por lo vistoso y lo vario
en la invención y colores,
los pasamanos mejores
son en ellas el rosario;
que si las manos le pasan
de pasamanos podrán
servir al alma, pues dan
pasaporte al cielo, y pasan
con discreción y medida
nuestras acciones violentas,
tomando cuenta sus cuentas
a los gastos de esta vida.
DOROTEA:
No es cara predicadora
la vuestra, porque es muy buena;
ni en la facultad ajena
ocupéis la vuestra agora;
a andar curiosa me inclino
y en breve casarme espero,
sastre hipócrita. Yo os quiero
sastre humano y no divino.
Tomad la medida ya
y sacareos el tabí
que cortéis.
HOMO:
¡Qué frenesí
vestiros de eso será!
Vuestro honor ponéis en duda;
que galas son incentivos
del pecado; advertid vivos
ejemplos: Eva desnuda
andaba cuando era santa,
vistiose pecadora.
a culpa fue la inventora
de gala y soberbia tanta;
cortó ropas el delito,
¿y de él queréis componeros?
A nuestros padres primeros
se las dio por sambenito
Dios, que sus culpas señala
en el hombre y la mujer;
¿pues no es vanidad hacer,
vos del sambenito gala?
DOROTEA:
Esto se usa, acabad ya
que quien casarse pretende
obliga, pero no ofende
curiosa.
HOMO:
¿Y parecerá
mal, a quien os manifiesta
deseos del conyugal
amor, si con traje igual
os ve curiosa y honesta?
Si lícitamente os ama,
más os querrá virtuosa.
Quien os busca para esposa
no os pretende para dama,
porque en éstas solicita
el vicio su torpe arreo,
que como el pecado es feo,
de las galas necesita;
pero en el tálamo justo
la virtud sola ha de ser
galas con que la mujer
dé seguridad al gusto.
Vos sois hermosa que basta;
dejad tabíes a las feas,
que las mejores preseas
son virtudes en la casta.
DOROTEA:
Persuasión la gracia os dió
con que eficaz convertís.
Sastre santo, vos vestís
almas, que los cuerpos no.
Escoged pues de que sea
la ropa que he de traer,
que desde hoy tiene de ser
discípula Dorotea
de vuestra sabia doctrina,
si ya, por ser más feliz,
no fuera vuestra aprendiz.
(A cuanto quiere me inclina. -(Aparte)-
Si gallardo me enamora,
virtuoso me reprime.
¡Ay cielos, haced que estime
el corazón que le adora!)
HOMO:
Dejad eso por mi cuenta,
veréis cuan curiosa y grave
os saco a vistas.
DOROTEA:
(No sabe -(Aparte)-
el alma en verle contenta
apartarse de los ojos.)
¿Qué es eso?
HOMO:
Es la medida, Saca una medida de pergamino
que si fuera conocida,
con más humildes despojos
se vistiera el que es discreto.
Ya veis que es de pergamino,
y fue misterio divino,
que el pergamino, en efeto,
es piel de un cordero muerto,
porque de pieles vistió
Dios nuestros padres, y dio
con tal ropa aviso cierto
a los hombres que los males
del goloso y triste hechizo
por su soberbia los hizo
generalmente mortales.
Mida pues el pergamino
las ropas, y si es cordero,
Cristo lo fue verdadero
ya humano, si antes divino;
que si me ajusto y me visto
de él, cumpliré en tal demanda
lo que San Pablo me manda,
que es que me vista Cristo.
Comencemos por aquí.
Saca la tijera, ábrela y besa el nudo
DOROTEA:
¿Por qué,besáis la tijera?
HOMO:
Porque la cruz considera
el alma en ella.
DOROTEA:
Es ansí;
mirad que soy de cintura
estrecha, medidla bien.
HOMO:
Estrechez pide también
Dios, señora a la criatura,
ceñir nos manda y tener
en la mano ardiente luz.
Cristo se estrechó en la cruz,
lo mismo habemos de hacer
para escapar de los lazos
donde el alma pierde pie. Al tiempo que la ciñe la cintura con la medida, tropieza ella y abrázase con él
DOROTEA:
¡Válgame Dios, tropecé
por teneros en mis brazos!
HOMO:
¡Suelte! ¡Jesús! ¿Está en sí?
DOROTEA:
En mí no, que en vos estoy;
el alma os di, agora os doy
los brazos, doléos de mí.
No penséis que os solicito
para el amor reprobado;
para el tálamo sagrado
os llamo, en él os admito.
Rica soy, de un mercader
caudaloso fui heredera;
un caballero me espera
y un letrado por mujer.
Vos sois sastre, ¿mas qué importa?
poco oficio nos divide,
paños el mercader mide
y el sastre los mide y corta.
Honesto me habéis rendido,
gentil me habéis hechizado,
mozo me habéis abrasado
y santo me habéis vencido.
Cortad para nuestra boda
galas, sed esposo y sastre.
HOMO:
Tal vez lleva a pique el lastre
la nave y la gente toda.
Tormenta se ha levantado
que los apetitos ciega,
y cuando el alma se anega
remedio es echarse a nado.
Dichoso aquél que se escapa
del golfo y del mar se aleja.
Adiós, que en la mano os deja
tentación, Josef, la capa.
Vase y déjala la capa
DOROTEA:
¿Qué es ésto? ¿Tal menósprecio
sufre una mujer honrada?
¡Ola, crïados, vecinos,
agravios de amor me abrasan! Sale PENDÓN
PENDÓN:
¿Quién da voces? ¿Qué tenemos?
DOROTEA:
Aquél hombre, aquél que engaña
con hipócritas mentiras,
santo sólo en las palabras,
aquél que virtudes vende,
aquél que se entró en mi casa
sin llamarle, aquél...
PENDÓN:
¡Qué aquelas!
¿Di quién es, que estás extraña?
DOROTEA:
El que llaman Homo Bono
y es hombre malo, intentaba
luego que de aquí te fuiste...
PENDÓN:
¿Qué? ¿Hacerte de una vez sastra?
DOROTEA:
Deshonrarme.
PENDÓN:
¡Por lo menos!
Y por lo más, ¿qué buscaba?
Miren, si te dije yo,
¿sastre y santo? ¡Cosá rara!
Cuervo blanco, nieve negra,
luz oscura, firme paja,
sol de noche, poeta rico,
caballero sin mohatras,
viuda de noche y sin duende,
doncella no pellizcada,
tahur sin echar por vidas,
contrabajo y beber agua,
es decir que hay sastre y santo.
DOROTEA:
Dejóme, cuál ves, la capa
cuando vio que daba voces.
PENDÓN:
Mira; un sastre es cosa usada
sisar para su pendón
cuanta ropa rica o basta
encomienda a la tijera,
por eso son desbocadas.
Vióte virgen e intentó,
imaginándote intacta,
hacerte virgen Pendóna
y por esto te sisaba.
Sale ROBERTO, viejo
ROBERTO:
Alborotado y en cuerpo,
vi, que salió de esta casa
mi hijo, y sin que pudiese
detenerle. Más me espanta
cuanto más sé su modestia;
¿qué accidente será causa
de tan nueva turbación?
Mil dudas me ofrece el alma.
Señora, saber quisiera
qué suceso o qué desgracia
a un hijo que me dio el cielo,
huyendo y turbado saca
de aquí, donde entró a serviros.
DOROTEA:
¿Es hijo vuestro el que llaman
en Cremona el Homo Bono?
ROBERTO:
Sí, señora.
DOROTEA:
Mal se hermanan
nombre y obras.
ROBERTO:
¿Pues por qué?
DOROTEA:
Porque en acciones contrarias,
cuando virtudes predica,
vicios contrarios le infaman.
A que cortase un vestido
le llamé.
PENDÓN:
Mejor cortara
ribetes el sastricida,
que remedian boticarias.
DOROTEA:
Y quedando con él sola
quiso...
PENDÓN:
Quiso golosmearla.
ROBERTO:
¿Vísteslo vos?
PENDÓN:
Acechélo.
ROBERTO:
¡Mirad lo que decís!
DOROTEA:
¡Basta!
ROBERTO:
Reparad, señora mía,
que mi hijo es en Italia
el sol de la compostura.
PENDÓN:
Soles hay que anuncian agua.
ROBERTO:
Mirad que en él no hasta ahora
vió la torpeza en su cara
señal por donde pudiese
la mallcia murmurarla.
PENDÓN:
Hay caras ya taberneras
que venden a los que engañan
vino que es vinagre y zupia.
DOROTEA:
¿Conoceréis esta capa?
ROBERTO:
Ésa es suya.
DOROTEA:
Y es testigo
de su torpeza villana;
que, porque me oyó dar voces,
dejó en ella vinculada
mi deshonra y su delito
PENDÓN:
Y también se echa a las vacas
la capa como a los toros.
ROBERTO:
Si eso es verdad, la venganza
os dará quien le dió el ser;
pero afirmarlo vos basta,
que os respetan bien nacida
y os autorizan honrada.
Humilde oficio profeso,
pero en mi esfera se guarda
la opinión como la vida,
que hasta aquí no admitió mancha.
¡Vive Dios! ¡Que he de verter
su sangre para lavarla,
si como es un hijo solo
fuera del orbe monarca!
DOROTEA:
¿Luego, vais a darle muerte?
ROBERTO:
¿Pues no es justo?
DOROTEA:
¡Ay, desdichada!
No le matéis que le adoro.
PENDÓN:
(Derrengóse con la carga.) -(Aparte)-
DOROTEA:
Haced vos que sea mi dueño,
gobierne mi hacienda y casa,
médreme yo esposa suya,
quedaré alegre y vengada.
ROBERTO:
¿Pues no decís que intentó
forzaros?
DOROTEA:
Mal me forzara
quien por derecho del cielo
es dueño único de mi alma.
Forzóme a adorarle Amor,
porque es fuerza voluntaria
la belleza, que un discreto
llamó apacible tirana.
Mano le pedí de esposo,
ya sabéis vos si hacendada
le igualo en la profesión,
no digo le hago ventaja.
Desprecióme, huyó y quedé
sin el dueño y con la capa
como al tahur que ha perdido
le consuela la baraja;
padre--que os doy este nombre--
sedlo en remediar mis ansias.
Virtud quiero, que no hacienda;
muchos su dueño me llaman
que mi mano solicitan.
Homo Bono es quien me abrasa,
no en torpe fuego, eso no,
pero sí en honestas llamas.
Sed tercero vos en ellas
o prevenid a desgracias
que en mí han de ser infalibles
tragedias que os den infamias.
ROBERTO:
Señora, siendo eso cierto,
mucho más mi hijo me agravia
en no estimar prendas vuestras
que primero en violentarlas.
Buscábale compañía
que con belleza mediana
virtudes trujese en dote,
caudal que nunca se acaba;
agora, pues, que hallo en vos
hermosura, hacienda, gracia,
virtud, amor y cordura,
¿qué pretendo? ¿Qué le falta?
Siempre me ha sido obediente.
Como en vos no haya mudanza,
yo sé que habrá en él deseos
que los vuestros satisfagan.
Mañana vendrá a rendiros
el alma y pecho.
DOROTEA:
¿Mañana?
PENDÓN:
(No, sino hoy. Prisas doncellas -(Aparte)-
luego opilan si se tardan.)
DOROTEA:
Cumplid como prometéis.
ROBERTO:
Desempeñaré palabras
con obras que yo apetezco.
Vase
PENDÓN:
(Mire que las que se casan, -(Aparte)-
los instantes de sus bodas
juzgan leguas de la Mancha.) Salen GRIMALDO de estudiante y LELIO de caballero
GRIMALDO:
Dorotea, litigantes
sobre tu amor, Lelio y yo,
la esperanza nos citó
a tus estrados amantes.
Amigos éramos antes;
mas pleitos de tu bondad
mudan nuestra voluntad
en competencia enemiga,
que si es cuerdo, no hay quien diga
que en pleitos hay amistad.
El alega de su parte
favores que tú le has hecho,
y yo informo en mi derecho
muchos más para obligarte;
sentencia con declararte
a quién escoger ordenas,
porque remates las penas
de la esperanza que agostas,
y condenarásle en costas
si a tu olvido le condenas.
LELIO:
Yo sé que con buenos ojos
mi amor miras y agradeces
mi voluntad, cuantas veces
das alivio a mis enojos.
Píntase Amor con antojos
en fe, que es corto de vista;
podrá ser que en tu conquista
se engañe porque ve mal;
por eso en tu tribunal
viene a explicar la revista.
Noble soy, expectativa,
tengo de ser sucesor
de un tío cuyo valor
como en sangre en oro estriba;
quieran los cielos no viva
un hijo que tiene en poco,
que si yo su hacienda toco,
y conquisto tu belleza,
mi calidad y riqueza
darán envidia a este loco.
GRIMALDO:
De tu esperanza homicida
colegir tu engaño puedes,
pues para que rico quedes
han de perder dos la vida.
La mía no es tan falida,
pues a menos costa espero,
si el grado que pido adquiero,
enriquecer sin matar,
que es bajeza el desear
tanta muerte por dinero.
DOROTEA:
Lelio, Grimaldo, yo estoy
por entrambos obligada,
y también determinada
a declarar cuya soy.
Dadme de término hoy,
y prevenid la paciencia
para mañana, en mi audiencia;
que si el pretender es justo,
en tribunales del gusto
dará mi amor la sentencia. Vase
LELIO:
Respondiónos en enigma.
GRIMALDO:
Sí; mas de ambiguas razones
en sus ojos mis pasiones
han visto lo que me estima.
LELIO:
Vana esperanza te anima,
cuando penetra mi amor
el que me tiene interior.
GRIMALDO:
Cuando tu soberbia abajes
y Amor se obligue a mis gajes,
tu engaño conocerás.