Síntesis del Programa del Partido Integrista (1909)
Habiendo solicitado el Partido un Programa manual y de propaganda, satisfacemos hoy sus legítimos deseos, coleccionando en forma de folleto el Credo Político Religioso, que ora elocuentemente y de viva voz, ya también en magistrales escritos nos trazó nuestro insigne é inolvidable jefe D. Ramón Nocedal, completándolo en algunos extremos, con recientes acuerdos de nuestras Asambleas.
A fin de favorecer y activar su difusión, interesamos de nuestras Juntas, que lo traduzcan y hagan imprimir en los idiomas de sus respectivas regiones, al objeto de que pueda ser más fácilmente leído y comprendido por el pueblo, para que compenetrándose con él, lo grabe profundamente en su corazón.
San Sebastián, 8 de Septiembre de 1909.
JUAN DE OLAZABAL.
Somos católicos, somos españoles, y no queremos ser ninguna otra cosa.
Amamos á Dios sobre todo, y sobre todo queremos alabarle, reverenciarle y servirle en el seno y bajo la disciplina de nuestra Madre la Iglesia; y después de Dios y de su Iglesia, amamos á España, porque es la patria que Nuestro Señor nos dio y porque fué siempre la nación más cristiana de la tierra.
Nuestro programa en lo religioso
Proclamamos la soberanía social de Jesucristo, y ante todo y sobre todo la adoramos y acatamos y anhelamos porque universalmente se cumpla su voluntad en lo público y en lo privado y así en la tierra como en el cielo; queremos que su santa doctrina informe todas las cosas; y que leyes, costumbres, actos é instituciones tengan por fundamento la ley eterna que en la tierra custodia y enseña la Iglesia de Dios y su Vicario infalible.
Queremos la Unidad Católica con todas sus consecuencias, y que ningún crimen sea más abominado ni tenga pena mayor que la herejía, la apostasía, los ataques á la religión, la rebeldía contra Dios y su Iglesia.
Sustentamos la íntegra unidad de la fe de nuestros padres, su firmísima intransigencia con el error, su inquebrantable adhesión á la Cátedra de Pedro, y queremos el retorno absoluto de los principios católicos y la restauración completa de las cristianas y gloriosas tradiciones de nuestra patria, desde que se constituyó sobre la unidad de la fe católica en los Concilios Toledanos y se reconstituyó peleando contra los enemigos de Dios en la Reconquista.
Queremos dar á Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César; mas queremos que el César se humille á Dios, la Iglesia y el Estado vivan unidos, y subordinado el poder temporal al espiritual como el cuerpo al alma.
Queremos, en suma, un poder temporal, que encerrándose en los limites de su natural destino y continuando la política tradicional de España, guarde la paz y la justicia, fomente la prosperidad temporal y extirpe el mal, ó lo reprima cuando más no pueda, para que todos los bienes broten libremente y crezcan y prosperen, según su naturaleza, al amor de a religión y defendidos por el Estado.
Abominamos de la libertad de conciencia, de pensamiento, de cultos y de todas las libertades de perdición con que los imitadores de Lucifer perturban, corrompen y destruyen á las naciones; con toda la energía de nuestras almas y hasta nuestro último aliento, queremos combatir contra el liberalismo, el progreso y la civilización moderna, sus cómplices y encubridores y cuanto de algún modo se allegue al naturalismo filosófico ó político; y creemos que el liberalismo profesado por católicos que quieren unir la luz con las tinieblas y á Jesús con Belial, es, por lo solapado y pérfido, más dañoso y temible que el de los enemigos descubiertos; y queremos que, cerrándose de una vez las bocas del Infierno, sólo tenga libertad y brote en impetuosa é inagotable corriente que todo lo inunde, la Santa Verdad que hace libres y dichosos á los hombres y á los pueblos.
Nuestra fórmula á este particular, se contrae á lo siguiente: para la verdad y para el bien, toda libertad nos parece escasa, para el error y el mal, toda represión nos parece pequeña.
Las tristísimas circunstancias porque atraviesa nuestra amada España y la necesidad de acudir á ellas con eficaz remedio, exige de nosotros que, fijando con claridad perfecta todo cuanto constituye nuestro credo político levantemos la bandera de la gobernación á la española, frente á esa colección de señuelos con que los vividores de la política pretenden todavía seducir á los incautos.
Multitud de esos hombres fracasados, al cruzar por las esferas del poder, se entretienen en lanzar al público programas en que cuidan de amasar algunas verdades con errores ya desacreditados, con la esperanza, claro está, de pescar en provecho propio en el revuelto y turbio río de la política española.
El Partido Integrista viene luchando por desenmascararlos y por mostrar á cuantos quieran de veras la regeneración de la patria, el remedio seguro, puesto que tiene ya la sanción de la experiencia. Consecuentes en esto, creemos de nuestro deber repetir en forma clara y concisa los principios á que acomodaríamos nuestro gobierno, si Dios, en sus inescrutables juicios, nos llamara al poder.
Comenzamos por declarar que nuestro sistema político es radicalmente opuesto á todo lo que constituye la esencia y forma del sistema existente, y que abominamos de esa división en partidos que hace jirones el manto de la madre patria y siembra la enemistad y el odio entre sus hijos. Organizado el Estado en la forma que proponemos, desaparecerían aquellos que, en caso de querer reaparecer de una ú otra manera, debían ser perseguidos y aniquilados.
Aceptamos como base del edificio social cualquier forma de gobierno, prefiriendo siempre aquella monarquía con que fué España brazo derecho de la Iglesia, azote de la herejía y civilizadora de las gentes bárbaras, por creerla más conforme con el carácter y tradiciones españolas.
Como tanto en la monarquía como en la República cabe el absolutismo, abominamos de éste, y si se trata de una monarquía, la queremos templada, esto es, gobernando el rey con el concurso de las Cortes.
El rey y las Cortes son responsables ante Dios y ante la patria de su buena ó mala administración; lo demás, son inútiles subterfugios.
Las Cortes se compondrán de los representantes de distintas clases sociales. La agricultura, el comercio, la industria, el clero, la aristocracia, el pueblo y la milicia, tendrán allí su representación, sin que haya ningún lugar que conceder á los bandos políticos; que, como no tendrán por qué luchar, se desharán minados por su base.
Fuera del rey y de las Cortes, no queremos intermediarios que ejerzan el poder. Estos no son otra cosa que una farsa inventada por el liberalismo. Jamás hemos visto exigida de veras la responsabilidad por aquellos intermediarios asumida; y aunque han llevado á España á la ruina, después de haberse particularmente enriquecido, no hay ejemplo de un mal ministro (y esto lo han sido casi todos) llevado á la barra, ni encerrado en la cárcel.
Para que los representantes de las Cortes sean fiel reflejo da las necesidades del país y de la clase que representan, de ella recibirán inspiración por medio del mandato imperativo al ser elegidos, y á ella darán cuenta enjuicio de residencia de la manera cómo han ejercido su cargo. Da este modo podrá saber el pueblo español lo que pide y la manera como se ha cumplido su mandato.
Se modificaría la ley electoral dando libertad á las regiones para establecer el sufragio, conforme a su legislación tradicional y privativa.
Abolición de las quintas y del servicio militar obligatorio y su sustitución por el servicio militar voluntario bien retribuido y la instrucción militar obligatoria. Bien dotadas las clases de mar y tierra, el ejército debe componerse en tiempos de paz del menor contingente posible, tanto para no distraer brazos que pertenezcan á la agricultura y á la industria, como para aliviar el presupuesto general del Estado.
A cambio de esta disminución, creemos debe aumentarse la Guardia civil con sus facultades y estrecha disciplina, confiándosele las funciones de la actual policía á la que sustituiría con evidentísimas ventajas.
Para facilitar la marcha de los asuntos públicos se servirá el jefe del Estado de secretarlas en vez de ministerios, disminuyendo considerablemente su número; así, por ejemplo, el de Gobernación puede dirigir, por medio de una sección, los asuntos de Fomento, el de la Guerra, los de Marina, y lo poco que nos queda allende el mar, debe llevarse en la secretaría y sección á que pertenece.
Proponemos también la supresión de la mayor parte de los Gobiernos civiles, dejándolos reducidos á los antiguos reinos ó principados, porque no se nos alcanza la razón verdadera (que la ficticia ya la conocemos de sobra), que, consintiendo á los antiguos virreyes sin ferrocarriles, sin telégrafos, sin las facilidades de comunicación moderna, llevar su acción á los más apartados confines, la impida hoy con tantos medios.
Deseamos la inamovilidad de los empleados públicos, que, siendo muchos menos, deben estar mejor dotados que lo están en la actualidad; y á los que se exigirán condiciones de suficiencia y honradez que les hagan respetables y respetados.
Para romper las trabas entre las que agonizan hoy todo linaje de iniciativas, proclamamos el principio de una descentralización, tan completa como pueda consentirlo la unidad de la patria.
Reconocemos la división geográfica de España por sus regiones naturales, y de la personalidad propia de cada una de ellas en lo político, administrativo y jurídico.
Queremos la reintegración absoluta del régimen histórico y tradicional para todos los antiguos reinos, principados, señoríos y provincias; y el reconocimiento de sus derechos á establecer y modificarlo, según sus necesidades ó conveniencias lo requieran.
En las regiones que carecieran de régimen histórico peculiar, habrá que fomentar el espíritu colectivo del pueblo, reivindicando el derecho de las colectividades naturales, la primera de las cuales es la familia cristiana y la inmediata el municipio autónomo.
Las provincias ó reinos y los pueblos, deben tener completa libertad en los asuntos administrativos de orden interior, buscando la manera de satisfacer sus necesidades y las del Estado, con una prudente independencia, inspirada en la manera de ser de cada país, y respetando en todo caso sus tradicionales derechos.
Al imponerse por las Cortes el tributo con que debe contribuir la nación á sus gastos, lo distribuirá entre las provincias por medio de conciertos; y cada región se lo recaudará en la forma y por los medios que estime oportunos. De análoga manera se procederá en la formación de los ejércitos de mar y tierra—cuando haya que organizados—, dejando que cada región cubra el cupo que se le asigne del modo que crea más conveniente y eficaz, sin perjuicio de los derechos de aquellas regiones que tuvieran sobre ambos cupos su legislación ya ordenada, que cabría modificarse de común asenso.
Reconocimiento del carácter oficial á las lenguas regionales, para cuanto se refiera á la vida del régimen interior de las regiones en todos sus órdenes.
La manera de funcionar los Municipios con la independencia de que hemos hecho gala, la determinarán disposiciones generales, hechas después de consultada la opinión de las regiones; y la de éstas, en las Cortes reunidas en la forma que ya hemos indicado, cuando ello no se halle ya establecido en sus respectivas constituciones, ó de mutuo acuerdo se quisiera reformar lo establecido.
El sistema descentralizador lo llevamos á todos los terrenos; y así, creemos que el Estado no debe intervenir más que con acción tutelar y vigilante en la beneficencia pública y en la enseñanza.
La enseñanza no la debe dar nunca el Estado, ni tener más censor que la Iglesia en los asuntos de dogma y de moral; y así, los hombres de verdadera ciencia serán los profesores, y no los que coloque el favoritismo en un sitial, por más que se llegue á él por la escala de una oposición, máscara muchas veces de infames manejos. Para facilitar su emancipación del Estado, favoreceremos la creación de fundaciones que doten á los Centros docentes de elementos de vida propia é independiente.
Restableciendo la absoluta libertad de enseñanza, reconociendo á las regiones el derecho de nombrar el personal docente, á las Universidades su autonomía y facultad de dar colación de grados, pudiendo adoptar los textos que prefieran, con la sola restricción de sujetarse á la autoridad competente en lo que afecta á lo religioso y moral.
Con análogas fundaciones se subvendrá á las necesidades de la beneficencia pública, que siendo como antes independiente, y reconociendo á la Iglesia la libertad de poseer, obtendría pingües rentas con las que poder atender espléndidamente á la función social que le es propia.
Orden económico
El presupuesto debe ser único y cerrado: esto es, que al ser presentado á las Cortes para su aprobación, comprenderá todos los gastos del Estado, y una vez aprobado, no se podrá alterar por nada ni por nadie; necesitándose nueva reunión de Cortes cuando ocurra cualquier circunstancia que obligue á hacer gastos extraordinarios.
La deuda pública, esa inmensa sanguijuela que puede decirse que es la única verdadera creación del liberalismo en el orden económico, la creemos fácil de enjugar á pesar de su enormidad.
1.º Con las grandes y verdaderas economías que se lograrían con la reducción de ministerios, de los cuales hemos hablado al tratar de la organización política, y la del ejército en tiempo de paz.
2.º Con las que se derivarían de la supresión de los Gobiernos civiles y del inmenso séquito de empleados, de Delegaciones de Hacienda, etc., etc , que son su natural secuela.
3.° Con las que se lograrían descartando al Estado de funciones que no son suyas, como las de Beneficencia pública y Enseñanza.
4.º Por la economía que nuestro sistema descentralizador habría de llevar necesariamente al presupuesto general de la nación.
5.º Creando si fuera preciso un tributo destinado exclusivamente á la amortización de la deuda hasta lograr su completa extinción.
Abolición de todos los monopolios, declarando libres todos los cultivos y todas las industrias lícitas.
La riqueza inmueble, industrial y de comercio, verdaderamente declarada, sufre una carga insoportable; y con decisión y franqueza debe aliviársele de ella para conseguir su fomento. Siendo la verdadera base de la riqueza del país, es digna de toda consideración, por lo que nos declaramos decididos á rebajar su tipo de tributación al menor límite posible; creyendo además, como creemos, que muchas contribuciones indirectas pueden servirle de manifiesto alivio.
Favorecido el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, con prudentes leyes proteccionistas, á estos ramos se dedicaría la juventud, destruyéndose la empleomanía y el afán de ingresar en el ejército, de tantos como, sin vocación á la milicia, ven en él un modus vivendi; foco permanente estos tales, de continuas conspiraciones para conseguir mucha movilidad en las escalas, que les permita rápidos ascensos.
Acción social
Conforme con las enseñanzas de Su Santidad el Papa León XIII, y la experiencia de los pasados siglos, reforzada con los males que sufren las clases obreras, somos partidarios de la resurrección del Régimen gremial, que además de fuente segura de bienestar, es baluarte firmísimo de la libertad del obrero, inicuamente explotado en la actualidad. Esta organización gremial, en armonía, claro está, con las necesidades que se sienten en nuestros días, servirá para que la representación en Cortes sea la que verdaderamente conozca el estado de la clase obrera, y pueda acudir á él con eficaces proposiciones de ley.
Claro está que hay intereses ya creados y que aunque el país verla con gusto la desaparición de muchos organismos y de muchos mal llamados derechos, como si dijéramos, de Una plumada, no sería prudente hacerlo en esta forma, para lo cual dictaríamos disposiciones que prepararan el tránsito; amortizando ciertas plazas, dando colocación distinta á algunos empleados, y desde luego, suprimiendo los que de éstos tienen el carácter puramente político, que teniendo su manera ordinaria de vida, son sanguijuelas que aprovechan para su medre personal el paso por el poder del partido en que militan.
Las anchísimas bases de nuestra organización se amoldan á todo sin exigir cambios de dinastía, ni oponerse á ninguna, ni siquiera concretarse á determinadas formas. Son la manifestación del espíritu español, libre, viril é independiente, hasta que lo ha corrompido el liberalismo lanzándolo á la abyección en que agoniza.
Todas cuantas ideas llevamos apuntadas son como los jalones del camino que quisiéramos recorriera el Estado español para hacer felices á los individuos que la componen. El desarrollo de cada una de ellas no es propio de este trabajo, cuyo único objeto es dar á conocer los ideales de nuestro partido.
Abrigamos la esperanza de que al conocerlos muchos de los que sienten como nosotros y coinciden con nuestros propósitos romperán la apatía en que viven, se decidirán á ayudarnos en la obra que llevamos emprendida y se borrarán tantos prejuicios como la ignorancia ó la malicia han amontonado en derredor nuestro.
Dios Nuestro Señor bendiga estos propósitos, inspirados en sincero amor á España, y quiera abrir los ojos que, ante los inmensos males de la patria, todavía permanecen cerrados, para que en plazo no lejano podamos darle gracias por haberla salvado, llevando á las esferas del poder nuestro programa.
(1) Del «Esquema ó Bosquejo del Programa Integrista», folleto publicado por D. Florentino de Elosu. Durango (Vizcaya).
Fuente
editar- El Siglo Futuro: «SÍNTESIS del Programa del Partido Integrista» (3 de enero de 1910). Página 1.