Romeo y Julieta (fragmento)
Igual en tamaño al ágata que luce en el índice de un alderman, viene, arrastrada por un tiro de ligeros átomos, á discurrir por las narices de los dormidos mortales. Los rayos de la rueda de su carro son hechos de largas patas de araña zancuda, el fuelle de alas de cigarra, el correaje de la más fina telaraña, las colleras de húmedos rayos de un claro de luna. Su látigo, formado de un hueso de grillo, tiene por remate una película. Le sirve de conductor un diminuto cínife, vestido de gris, de menos bulto que la mitad de un pequeño, redondo arador, extraido con una aguja del perezoso dedo de una jóven. Su vehículo es un cascaroncillo de avellana, labrado por la carpinteadora ardilla, ó el viejo gorgojo, inmemorial carruajista de las hadas. En semejante tren, galopa ella por las noches al través del cerebro de los amantes, que en el acto se entregan á sueños de amor; sobre las rodillas de los cortesanos, que al instante sueñan con reverencias; sobre los dedos de los abogados, que al punto sueñan con honorarios; sobre los lábios de las damas, que soñando, se ponen luego á besar: estos lábios irritan á Mab con frecuencia porque exhalan artificiales perfumes y los acribilla de ampollas. A veces se pasea el hada por las narices de un palaciego, que al golpe olfatea en sueños un puesto elevado; á veces llega, con el rabo de un cochino de diezmo, á cosquillear la nariz de un dormido prebendado, que á' soñar comienza con otra prebenda más; á veces pasa en su coche por el cuello de un soldado, que se pone á soñar con enemigos á quienes degüella, con brechas, con emboscadas, y con hojas toledanas.
Esta propia Mab es la que durante la noche entreteje la crin de los caballos y enreda en asquerosa plica las erizadas cerdas, que, llegadás á desenmarañar, presagian desgracia terrible. Esta es la hechicera que visita en su lecho á las vírgenes, las somete á presion, y, primera instructora, las habitúa á ser mujeres resistentes y sufridas. — Romeo y Julieta: Acto 1.°, esc. 4.ª