Romance sobre el Evangelio
Romance sobre el Evangelio "In principio erat Verbum", acerca de la Santísima Trinidad
1. En el principio moraba el Verbo, y en Dios vivía, en quien su felicidad infinita poseía. 5. El mismo Verbo Dios era, que el principio se decía; él moraba en el principio, y principio no tenía. 10. El era el mismo principio; por eso de él carecía. El Verbo se llama Hijo, que del principio nacía; hale siempre concebido y siempre le concebía; 15. dale siempre su sustancia, y siempre se la tenía. Y así la gloria del Hijo es la que en el Padre había y toda su gloria el Padre 20. en el Hijo poseía. Como amado en el amante uno en otro residía, y aquese amor que los une en lo mismo convenía 25. con el uno y con el otro en igualdad y valía. Tres Personas y un amado entre todos tres había, y un amor en todas ellas 30. y un amante las hacía, y el amante es el amado en que cada cual vivía; que el ser que los tres poseen cada cual le poseía, 35. y cada cual de ellos ama a la que este ser tenía. Este ser es cada una, y éste solo las unía en un inefable nudo 40. que decir no se sabía; por lo cual era infinito el amor que las unía, porque un solo amor tres tienen que su esencia se decía; 45. que el amor cuanto más uno, tanto más amor hacía. En aquel amor inmenso que de los dos procedía, palabras de gran regalo 50. el Padre al Hijo decía, de tan profundo deleite, que nadie las entendía; sólo el Hijo lo gozaba, que es a quien pertenecía. 55. Pero aquello que se entiende de esta manera decía: Nada me contenta, Hijo, fuera de tu compañía; y si algo me contenta, 60. en ti mismo lo quería. El que a ti más se parece a mi más satisfacía, y el que en nada te semeja en mí nada hallaría. 65. En ti solo me he agradado, ¡Oh vida de vida mía!. Eres lumbre de mi lumbre, eres mi sabiduría, figura de mi sustancia, 70. en quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo, a mí mismo le daría, y el amor que yo en ti tengo ese mismo en él pondría, 75. en razón de haber amado a quien yo tanto quería. Una esposa que te ame. mi Hijo, darte quería, que por tu valor merezca 80. tener nuestra compañía y comer pan a una mesa, del mismo que yo comía, porque conozca los bienes que en tal Hijo yo tenía, 85. y se congracie conmigo de tu gracia y lozanía. Mucho lo agradezco, Padre, el Hijo le respondía; a la esposa que me dieres 90. yo mi claridad daría, para que por ella vea cuánto mi Padre valía, y cómo el ser que poseo de su ser le recibía. 95. Reclinarla he yo en mi brazo, y en tu ardor se abrasaría, y con eterno deleite tu bondad sublimaría. Hágase, pues dijo el Padre, 100. que tu amor lo merecía; y en este dicho que dijo, el mundo criado había palacio para la esposa hecho en gran sabiduría; 105. el cual en dos aposentos, alto y bajo. dividía. El bajo de diferencias infinitas componía; mas el alto hermoseaba 110. de admirable pedrería, porque conozca la esposa el Esposo que tenía. En el alto colocaba la angélica jerarquía; 115. pero la natura humana en el bajo la ponía, por ser en su compostura algo de menor valía. Y aunque el ser y los lugares 120. de esta suerte los partía, pero todos son un cuerpo de la esposa que decía; que el amor de un mismo Esposo una esposa los hacía. 125. Los de arriba poseían el Esposo en alegría; los de abajo, en esperanza de fe que les infundía, diciéndoles que algún tiempo 130. él los engrandecería. y que aquella su bajeza él se la levantaría de manera que ninguno ya la vituperaría; 135. porque en todo semejante él a ellos se haría y se vendría con ellos, y con ellos moraría; y que Dios sería hombre, 140. y que el hombre Dios sería, y trataría con ellos, comería y bebería; y que con ellos contino él mismo se quedaría, 145. hasta que se consumase este siglo que corría, cuando se gozaran juntos en eterna melodía; porque él era la cabeza 150. de la esposa que tenía, a la cual todos los miembros de los justos juntaría. que son cuerpo de la esposa, a la cual él tomaría 155. en sus brazos tiernamente, y allí su amor la diría; y que, así juntos en uno, al Padre la llevaría, donde del mismo deleite 160. que Dios goza, gozaría; que, como el Padre y el Hijo, y el que de ellos procedía el uno vive en el otro, así la esposa sería, 165. que, dentro de Dios absorta, vida de Dios viviría. Con esta buena esperanza que de arriba les venía, el tedio de sus trabajos 170. más leve se les hacía; pero la esperanza larga y el deseo que crecía de gozarse con su Esposo contino les afligía; 175. por lo cual con oraciones, con suspiros y agonía, con lágrimas y gemidos le rogaban noche y día que ya se determinase 180. a les dar su compañía. Unos decían: ¡Oh si fuese en mi tiempo el alegría! Otros: ¡Acaba, Señor; al que has de enviar, envía! 185. Otros: ¡Oh si ya rompieses esos cielos, y vería con mis ojos que bajases, y mi llanto cesaría! ¡Regad, nubes, de lo alto, 190. que la tierra lo pedía, y ábrase ya la tierra, que espinas nos producía, y produzca aquella flor con que ella florecería! 195. Otros decían: ¡Oh dichoso el que en tal tiempo sería, que merezca ver a Dios con los ojos que tenía, y tratarle con sus manos, 200. y andar en su compañía, y gozar de los misterios que entonces ordenaría! En aquestos y otros ruegos gran tiempo pasado había; 205. pero en los postreros años el fervor mucho crecía, cuando el viejo Simeón en deseo se encendía, rogando a Dios que quisiese 210. dejalle ver este día. Y así, el Espíritu Santo al buen viejo respondía; Que le daba su palabra que la muerte no vería 215. hasta que la vida viese que de arriba descendía. y que él en sus mismas manos al mismo Dios tomaría, y le tendría en sus brazos 220. y consigo abrazaría. Ya que el tiempo era llegado en que hacerse convenía el rescate de la esposa, que en duro yugo servía 225. debajo de aquella ley que Moisés dado le había, el Padre con amor tierno de esta manera decía: Ya ves, Hijo, que a tu esposa 230. a tu imagen hecho había, y en lo que a ti se parece contigo bien convenía; pero difiere en la carne que en tu simple ser no había 235. En los amores perfectos esta ley se requería: que se haga semejante el amante a quien quería; que la mayor semejanza 240. más deleite contenía; el cual, sin duda, en tu esposa grandemente crecería si te viere semejante en la carne que tenía. 245. Mi voluntad es la tuya el Hijo le respondía, y la gloria que yo tengo es tu voluntad ser mía, y a mí me conviene, Padre, 250. lo que tu Alteza decía, porque por esta manera tu bondad más se vería; veráse tu gran potencia, justicia y sabiduría; 255. irélo a decir al mundo y noticia le daría de tu belleza v dulzura y de tu soberanía. Iré a buscar a mi esposa, 260. y sobre mí tomaría sus fatigas y trabajos, en que tanto padecía; y porque ella vida tenga, yo por ella moriría, 265. y sacándola del lago a ti te la volvería. Entonces llamó a un arcángel que san Gabriel se decía, y enviólo a una doncella 270. que se llamaba María, de cuyo consentimiento el misterio se hacía; en la cual la Trinidad de carne al Verbo vestía; 275. y aunque tres hacen la obra, en el uno se hacía; y quedó el Verbo encarnado en el vientre de María. Y el que tenia sólo Padre, 280. ya también Madre tenía, aunque no como cualquiera que de varón concebía, que de las entrañas de ella él su carne recibía; 285. por lo cual Hijo de Dios y del hombre se decía. Ya que era llegado el tiempo en que de nacer había, así como desposado 290. de su tálamo salía abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía, al cual la graciosa Madre en un pesebre ponía, 295. entre unos animales que a la sazón allí había. Los hombres decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio 300. que entre tales dos había. Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía, que eran joyas que la esposa al desposorio traía. 305. Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.