A cazar va el caballero,
a cazar como solía,
los perros lleva cansados,
el halcón perdido había;
arrimárase a un roble,
alto es a maravilla,
en una rama más alta,
vido estar una infantina,
cabellos de su cabeza
todo el roble cubrían.
-Note espantes, caballero,
ni tengas tamaña grima.
Fija soy yo del buen rey
y de la reina de Castilla,
siete fadas me fadaron
en brazos de una ama mía,
que andase los siete años
sola en esta montiña.
Hoy se cumplían los siete años,
o mañana en aquel día;
por Dios te ruego, caballero,
llévesme en tu compañía,
si quisieres, por mujer,
si no, sea por amiga.
-Esperáisme vos, señora,
hasta mañana, aquel día,
iré yo tomar consejo
de una madre que tenía.
La niña le respondiera
y estas palabras decía:
-¡Oh, mal haya el caballero
que sola deja la niña!
Él se va a tomar consejo,
y ella queda en la montiña.
Aconsejóle su madre
que la tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero
no la hallara en la montiña:
vídola que la llevaban
con muy gran caballería.
El caballero, desque la vido,
en el suelo se caía;
desque en sí hubo tornado,
estas palabras decía:
-Caballero que tal pierde,
muy grande pena merecía:
yo mismo seré el alcalde,
yo me seré la justicia:
que me corten pies y manos
y me arrastren por la villa.