Para ir el rey a caza
de mañana ha madrugado;
entró donde está la reina
sin la haber avisado,
por holgarse iba con ella,
que no iba sobre pensado.
Hallóla lavando el rostro,
que ya se había levantado,
mirándose está a un espejo,
el cabello destrenzado.
El rey con una varilla
por detrás la había picado;
la reina que lo sintiera
pensó que era su querido:
-Está quedo, Landarico
le dijo muy requebrado.
El buen rey cuando lo oyera
malamente se ha turbado;
la reina volvió el rostro,
la sangre se ha cuajado.
Salido se ha el rey,
que palabra no ha fablado,
a su caza se ha ido,
aunque en ál tiene cuidado.
La reina a Landarico
dijo lo que ha pasado:
-Mira lo que hacer conviene,
que hoy es nuestro fin llegado.
Landarido que esto oyera
mucho se [ha] acuitado.
-¡En mal punto y en mal hora
mis ojos te han mirado!
¡Nunca yo te conociera
pues tan cara me has costado!
que ni a ti hallo remedio,
ni para mí le he hallado.
Allí hablara la reina
desque lo vio tan penado:
-Calla, calla, Landarico,
calla, hombre apocado;
déjame tú hacer a mí
que yo lo habré remediado.
Llama a un criado suyo,
hombre de muy bajo estado,
que mate al rey, le dice,
en habiéndose apeado,
que sería a boca de noche
cuando hubiese tornado.
Hácele grandes promesas
y ellos lo han aceptado.
En volviendo el rey decía
de aquello muy descuidado;
al punto que se apeaba
de estocadas le han dado.
-¡Traición! -dice el buen rey,
y luego ha expirado.
Luego los traidores mismos
muy grandes voces han dado:
criados de su sobrino
que habían al rey matado.
La reina hizo gran duelo
y muy gran llanto ha tomado,
aunque en su corazón dentro
otra cosa le ha quedado.