Día era de los Reyes,
día era señalado,
cuando dueñas y doncellas
al rey piden aguinaldo,
sino es Jimena Gómez,
hija del conde Lozano,
que puesta delante el rey
de esta manera ha hablado:
-Con mancilla vivo, rey,
con ella vive mi madre;
cada día que amanece
veo quien mató a mi padre,
caballero en un caballo
y en su mano un gavilane:
otras veces con un halcón
que trae para cazare:
por hacerme más enojo,
cébalo en mi palomare,
con sangre de mis palomas
ensangrentó mi briale.
Enviéselo a decir,
envióme a amenazare
que me cortará mis haldas
por vergonzoso lugare,
me forzará mis doncellas,
casadas y por casare,
matarame un pajecico
so haldas de mi briale.
Rey que no hace justicia
no debía de reinare,
ni cabalgar en caballo,
ni espuela de oro calzare,
ni comer pan en manteles,
ni con la reina holgare,
ni oír misa en sagrado,
porque no merece mase.
El rey, de que esto oyera,
comenzara de hablare:
-¡Oh, válame Dios del cielo!
¡Quiérame Dios consejare!
Si yo prendo o mato al Cid
mis cortes se volverane,
y si no hago justicia
mi alma lo pagaráe.
-Ten tú las tus cortes, rey,
no te las revuelva nadie;
al Cid que mató a mi padre
dámelo tú por iguale,
que quien tanto mal me hizo
sé que algún bien me haráe.
Entonces dijera el rey,
bien oiréis lo que diráe:
-Siempre lo oí decir,
y agora veo que es verdade,
que el seso de las mujeres
que no era naturale:
hasta aquí pidió justicia,
ya quiere con él casare.
Yo lo haré de buen grado,
de muy buena voluntade;
mandarle quiero una carta,
mandarle quiero llamare.
Las palabras no son dichas,
la carta camino vae,
mensajero que la lleva
dado la había a su padre.
-Malas mañas habéis, conde,
no vos las puedo quitare,
que cartas que el rey vos manda
no me las queréis mostrare.
-No era nada, mi hijo,
sino que vades allae.
Quedaos vos aquí, mio hijo,
yo iré en vuestro lugare.
-Nunca Dios a tal quiera
ni Santa María lo mande,
sino que adonde vos fuéredes
que allá vaya yo delante.