Ribera un dulce río, a mediodía
Ribera un dulce río, a mediodía, con un peine de plata se peinaba sus cabellos una ninfa que quitaba con ellos el poder que el sol tenía. Y así podéis juzgar que sentiría un pastor que de lejos la miraba, que sin poder llegar donde ella estaba, con suspiros y lágrimas decía: «Si tantas como tú tienes cabellos tuviera vidas yo, me las llevaras colgada cada cual de uno de ellos; y pues que tú a quitármelas bastaras, verás no es mucho darte una por vellos de tantas como en tantos me quitaras».