Revista de la semana del No. 10, 1869

​El Museo Universal​ (1869)
Revista de la semana del No. 10, 1869
 de Nicolás Díaz de Benjumea
REVISTA DE LA SEMANA.


R

aras veces se habrán visto más atareados los ociosos forjadores de comentarios, segun es la muchedumbre de perspectivas que a cada instante ofrece la verdadera linterna mágica de nuestra existencia. No bien desvanecida la plancha fantasmagórica que figuraba al ruso, camino de Constantinopla, toma el lugar de la cuestión de Oriente, la nueva cuestión asiática que trae á los ingleses con la barba sobre el hombro, mirando algo amostazados los progresos que las legiones del Czar hacen en el Asia cerca de su territorio, con la idea de formar un imperio universal en la India, ya que no en el universo, como soñaron otros Alejandros. Verdaderamente la política moscovita es inquieta, sospechosa é invasora, y, ya que no vencer, se propone tentar el vado en todas direcciones y por todos los medios hoy conocidos, aunque sea olvidándose de convidar al representante turco a un baile dado por su embajador en Berlín, por lo cual Abdul-Azis tiene el derecho de pedir explicaciones que dará el ministro asesorándose del gran maestre de ceremonias y etiqueta de la córte. Hé aquí un casus belli, dicen los diplomáticos sin uniforme, porque tamaños descuidos no se hacen sin cuidado.

Cuando una poderosa nación llega hasta el punto de impedir que baile un embajador, algo hay, pues por algo empiezan las aventuras.

Dígalo si no la cuestión de los ferro-carriles belgas. ¿Por qué el ministerio presentó una ley prohibiendo la venta de líneas férreas á extrañas compañías? O volviendo la oración por pasiva: ¿por qué la compañía francesa de las líneas orientales quiso comprar la gran línea del Luxemburgo? Ahí es nada lo de hilos, máquinas y resortes que se han movido tras de estos bastidores de una transacción frecuente en el comercio. Napoleón anda en el juego por un lado, y el conde de Bismark por otro. La línea del Luxemburgo es un preliminar de grandes cosas que tiene allá en su intención el gran oráculo de las Tullerías. Bismark, que es un Linceo, le ha parado el golpe influyendo en el gabinete de Bruselas. Y si no, véase el tono de la prensa oficial de París, y cómo lanza fieros contra el liliputiense estado que se atreve á hacerle cara y oposición: por donde se prueba, que en tratándose de potencias de tercer órden se puede desde luego alzar el gallo y amenazar hasta con el gran argumento cetáceo que es la absorción ó anexión. Esto no quita, que si la sobredicha potencia tiene á sus espaldas un padrino como la Prusia, pueda contestarle en tono de capilla y hacer tanto caso de las amenazas como Juan Haldudo hizo de las de Don Quijote. En resumidas cuentas, con una mayoría de treinta y seis votos se aprobó por el senado belga la ley mencionada y el gobierno francés ha sufrido el desaire con la dignidad de un César. Después de todo, no ha ardido Europa, y

El mundo, en tanto, sin cesar navega,
Por el piélago inmenso del vacío.

Francia no llamará hoy mucho la atención por constituciones que formar, hacienda que levantar, enemigos que combatir, instrucción que difundir, guerras que sostener ó abusos que destruir, pero el cuerpo legislativo lia celebrado sesiones de interés ciertamente cosmopolita, porque todo el mundo está mas ó menos interesado en la cuestión del hermoseamiento de la nueva Palmira. Mr. Rouher, que está escribiendo la historia de la opinión pública en Francia, debiera estudiar también la del mundo para considerar si obraba con prudencia haciéndose orador de oposición y lanzando denuncias contra los abusos é irregularidades que, bajo la administración Haussmann, han producido un nuevo París, donde el sol es el gran propietario del terreno y el aire fresco y embalsamado el perfume que sustituye á los miasmas y fetidez insoportable de las antiguas callejuelas tortuosas, enjambres de trájicos argumentos para novelistas. Ello es lo cierto que al prefecto del Sena deben los galenos gran disminución de pacientes, y aunque no fuera mas que por esto, se debia de hacer la vista gorda sobre ciertos dares y tomares, que no nos entrometemos á averiguar. Mejor seria que se limpiase una ciudad con toda limpieza, pero el interés y la avaricia de los propietarios lo añascan todo, y no hay manera de luchar con tales enemigos. Como cuestión de imparcialidad no hay duda de que la conducta del ministro es laudable. Unicamente es de sentir que los forasteros se solacen por los boulevards y jardines de la gran ciudad, á costa de perjuicios de tercero.

La descarnada anda solícita por entre el gran mundo de las ciencias y de la política en el período que atravesamos, como si estuviesen de sobra los grandes hombres. Entre otras, tenemos que lamentar la pérdida del gran poeta Lamartine (á quien el pueblo francés pagará la gloria con piedras, que es la manera de agradecer de los pobres humanos); y la del presidente del Senado Mr. Troplong, eminente, desde su juventud, como miembro del foro á cuyas mas altas dignidades subió en pocos años, y autor de varias obras sobre materias legales, como el Código civil esplicado; el libro de Los Privilegios é Hipotecas; el de Las Donaciones, y el Contrato matrimonial; tratados indispensables en Francia para cuantos se dedican al estudio de las leyes.

En Inglaterra se prepara, á una con los grandes proyectos sobre la condición de Irlanda, un bill para la represión de los crímenes que recientemente han aumentado de una manera fabulosa. Al mismo tiempo se indulta de toda pena á gran número de fenianos, á quienes se les considera como gentes calenturientas que por ahora no han de derrocar el trono de Inglaterra, y por consiguiente se les da el pasaporte para que vuelvan al seno de sus familias. En medio de esto, y de la natural agitación política que promueve la certeza de hallarse en vísperas de grandes y trascendentales reformas religiosas y económicas, no ha dejado de llamar vivamente la atención el extraño proceso que durante tres semanas ha presenciado el público, a consecuencia de demanda de una monja, ó mejor dicho, una hermana de Caridad, contra la superiora y la comunidad, quejándose de las torturas y martirios á que la sujetaron á fin de espulsarla del convento. Este proceso de Saurín, la hermana demandante, contra la madre Starr, saca á la luz del día interminables piezas ilustrativas de lo interior de la vida conventual y de sus amenidades, que, por desgracia, han formado el pasto de la curiosidad pública. El juez dió sentencia, oido el veredicto del jurado, condenando en quinientas libras á la parte demandada, y en honor de la verdad sea dicho, que el tribunal, aunque protestante, no ha dado muestras de sentir el odium theologicum que parecía ser propio de la flaqueza humana; antes ha merecido indistintamente los mayores elogios de los hombres de todas las religiones y sectas, por su paciencia y la atención cuidadosa que han prestado á las pruebas resultantes de la causa.

No menos se ha distinguido en Roma, el abogado italiano que ha tenido á su cargo la defensa de la causa de Ajani y Luzzi, condenados á pena capital por el tribunal superior, haciendo que esta se conmute por trabajos forzados, y disminuyendo asimismo el rigor de las penas de sus compañeros. El pueblo aplaudió con vivo entusiasmo al saber la noticia, lo que prueba que espectáculos como los de las ejecuciones, cualquiera que sea su forma, no son ya del gusto del público.

Esto nos lleva á considerar el sentimiento público en nuestra patria con relación á la pena de muerte. El Gobierno provisional, no ha querido que durante su mando se imponga la última pena, y unido esto á las proposiciones presentadas por los diputados republicanos, á las manifestaciones que tienen lugar en diversas capitales de España, á los discursos públicos que se hacen en Ateneos, Liceos y Academias, y á los artículos de gran parte de la prensa periódica, hará posible la, pronta resolución que exige un punto de esta naturaleza ventilado y resuelto ya en otras muchas naciones, que no por eso han descendido en la escala de la; moralidad. Al contrario, si algún argumento de hecho se necesitase, ahí está Inglaterra que es pródiga en estos espectáculos tan horribles como degradantes, y sin embargo, como ya hemos visto, los crímenes aumentan hoy día de tal manera, que los hombres políticos se ven obligados á traer la cuestión ante las Cámaras para arbitrar el medio de poner un coto á los malvados, cada dia más impenitentes y atrevidos.

La manifestación de los vecinos de Sevilla no ha tenido este sólo objeto, sino también el de proclamar otrás aspiraciones engendradas por el espíritu revolucionario moderno, como son la libertad de cultos, la separación de la Iglesia y del Estado, el matrimonio civil, la abolición de quintas, y la libertad del trabajo. Por la descripción que de este espectáculo cívico han dado los periódicos, bien se echa de ver que el genio andaluz, por algunos tachado de superficial é inconstante, se va en esta ocasión al fondo de las cosas y se aferra á les principios de la demócracia con una perseverancia archi-teutónica. Finalmente, en Sevilla como en Zaragoza, han formado en la procesión, mezcladas con los clubistas, compañías del otro sexo, que, si no tuvieran á mano las armas de la razón, podrían vencer á cualquier gobierno con el atractivo de su marcialidad y disciplina, y con la gracia de sus movimientos. Mucho se va ensanchando la esfera de acción del sexo bello, y aunque hay algunos socarrones que quisieran mejor ver á la mujer, como quién dice, hilando ó zurciendo en sus casas, y no fuera de sus casillas en Ateneos aprendiendo lo que llaman latines, ó sea todo lo que no es ciencia practica del Gobierno de una casa, no hay que olvidar que hay asuntos que las interesan más que á nadie, y que sólo se saca la muela aquel á quien le duele. Por otra parte, pudiera ser que el ejemplo de su actividad hiciera salir á los hombres del estado de apatía é indiferencia que hizo pasar á proverbio las cosas de España.

No están felizmente en peor situación las de Cuba, según los últimos telegramas, y quisiéramos que pronto se llegase á punto de que los diputados de Cuba y Puerto-Rico, pudiesen venir y tomar asiento en las Constituyentes, contribuyendo con su ilustración é informes imparciales de la situación de las Antillas, á que la constitución nueva asegurase los lazos que en el régimen de libertad han de unir mas y mas á pueblos Hermanos tan necesitados de paz, de justicia y buen gobierno.

Donde los cronistas tienen hoy harta materia para sus reseñas, es en la órbita de la enseñanza. La revolución no habrá dado todavía grandes frutos en la región superior que mueve la máquina del Estado; pero al menos la libertad no pierde ocasión, momento ni terreno en qué arrojar semillas. Cada dia se reciben noticias de la creación, institución y apertura de academias, escuelas y liceos. La diputación provincial de Sevilla, ha instituido una escuela elemental de agricultura é industria; en Pamplona hay abiertas varias cátedras para los obreros, á cargo de profesores del Instituto; en Valladolíd, los catedráticos de la Universidad, han establecido una academia libre, de enseñanza médica; en Córdoba se va á establecer una escuela práctica de agricultura en el cortijo ó término denominado del Alcaide; en Madrid , innumerables son los clubs y liceos políticos y literarios que puebla la juventud estudiosa, mereciendo que en esta revista hagamos especial mención del Ateneo Escolar, en cuya última sesión pronunció contra la pena de muerte un notable discurso el señor don Francisco de Asis Pacheco, y el liceo establecido en la calle de las Tres Cruces, donde se debaten é ilustran cuestiones y puntos interesantes de nuestra literatura.

Lo que en extremo nos agrada es la determinación tomada en las conferencias dominicales de esta universidad de formar una asociación con objeto de publicar y vender á módico precio los discursos que forman dichas conferencias, con lo cual podrán ilustrarse las señoras aficionadas al antiguo recogimiento que tan bien sienta en su opinión á matronas y doncellas. En efecto, como habrá maridos celosos de su sombra y padres anti-revolucionarios, aprobamos esa medida que corta el nudo de muchas dificultades con general provecho.

También ha merecido aplauso, y queremos que conste en las columnas de El Museo, el decreto del ministro de Fomento autorizando á los médicos portugueses, para que puedan ejercer libremente su profesion en España, disfrutando de los mismos derechos que los españoles formados en nuestras escuelas; y otro ademas, en que á los médicos de todos los países, reconocida la legalidad de sus títulos, se les concede el libre ejercicio indefinido de su facultad, mediante el pago de 200 escudos, asi como los mismos derechos que á los españoles y portugueses, con un exámen de suficiencia y el pago de asignaturas y título, como á los que estudian en España.

Nicolás Díaz Benjumea