Revista de la Quincena, 15 de diciembre de 1858
Nota: se han modernizado los acentos.
A falta de obras, trataremos hoy de discusiones literarias, algunas de las cuales, más que de discusiones merecen el nombre de disputas. En Niza es objeto de las conversaciones generales la que se ha suscitado entre la princesa María de Solms y el conocido novelista Alfonso Karr. La princesa tiene su poquito de escritora y de artista, y vínculos de parentesco con la familia Buonaparte. Estuvo en relaciones de amistad con el celebre Eugenio Sue, y hace poco tiempo publicó varias cartas particulares de este literato, en una de las cuales se decía que las obras de Alfonso Karr ni eran buenas ni estaban bien escritas. Karr, sin tener presente cuan raro es que un literato en lo íntimo de su corazón y en lo profundo de su conciencia piense bien de otro, especialmente cuando ambos cultivan el mismo género; Karr, sin tener presente que en Las Avispas y en otras obras suyas no había vacilado en censurar amargamente a sus colegas y a otros que no eran sus colegas; Karr, en fin, olvidando las consideraciones debidas al sexo, atacó a su adversaria con dos de los mayores insultos que se pueden dirigir a una señora en esta nuestra sociedad cultiparlante, es decir, llamándola vieja y fea; insinuando además que tenía un carácter extravagante, y acusándola de haber inventado las cartas que atribuía a Eugenio Sue. Justamente irritada la princesa, ha dirigido una epístola a un periódico de París defendiéndose con toda la vehemencia que inspiran la hermosura y la juventud ofendidas; se burla de Alfonso Karr, a quien trata de amante desdeñado; pone en ridículo su vanidad literaria; entra en algunos pormenores sobre su vida privada y últimamente le acusa de haber atacado a una mujer porque sabe que no ha de pedirle cuenta de la ofensa. A esta elucubración de la princesa de Solms responderá Karr, y a Karr replicará la princesa, cuya réplica dará origen a otra contestación de Karr, todo para edificación de las gentes y gloria de la literatura.
Esto en Francia y en Italia. En España las cosas han pasado de una manera más decente. El señor don Luis Mariano de Larra ha escrito un bellísimo drama con el título de la Oración de la tarde, drama que se ha representado en el teatro del Circo, y del cual hemos hablado en nuestra anterior revista. Otro aplaudido autor sostiene que el pensamiento y su desarrollo son suyos, no del señor Larra, y para dilucidar este punto se celebró el otro día una reunión de literatos y periodistas en casa del joven literato y diputado don Eulogio Florentino Sanz. En esta reunión, promovida por el señor Larra, dicen los que asistieron que no se dio voto definitivo por falta de datos; pero se nombraron dos individuos para que acercándose a los interesados les inviten a suspender toda discusión hasta que el publico dé su fallo, estando para representarse el drama cuyo pensamiento se acusa al señor Larra de haber utilizado. El señor Rossell aprovechando la ocasión de hallarse congregados gran número de escritores, emitió la idea de establecer un centro literario, y acogida esta idea unánimemente, se nombró también una comisión que proponga los medios y dé los primeros pasos para realizarla.
Está publicándose en Francia una grande obra que ha empezado a traer y traerá en lo sucesivo grandes disgustos a sus editores. Se titula Diccionario universal de los contemporáneos. Como en esta obra se aprecian los actos y escritos y se dan las biografías más o menos exactas de personas que ocupan cierta posición y ejercen cierta influencia, no todas se conforman con los juicios que acerca de ellas se emiten, y de aquí el cúmulo de quejas, y hasta de denuncias ante los tribunales, que se han suscitado. El conocido periodista gascón Garnier de Cassagnac, y el defensor un poco brusco del clero M. Veuillot no están contentos con lo que en el Diccionario se dice de su carácter, talento y escritos; otros se quejan de que se ha ignorado su genealogía aristocrática y se ha omitido la partícula de antes de sus nombres; algunos que han figurado en política se indignan de que se recuerde que en tiempo de Luis Felipe eran grandes Orleanistas, en tiempo de la república, grandes republicanos, y ahora grandes buonapartistas. Mientras un gran número de subscriptores se quejan de que el Diccionario contiene nombres de personas absolutamente insignificantes y que deberían haberse omitido un enjambre de autores, artistas, periodistas y políticos, pigmeos se irritan de haber sido olvidados.
La obra sin embargo tiene éxito, aunque si respecto de los franceses las noticias que contenga serán exactas, respecto de los hombres célebres de las demás naciones tememos mucho que se proceda con la habitual negligencia en esta clase de publicaciones. Ya los ingleses se quejan de que las biografías de sus paisanos están tomadas de fuentes impuras. ¡Santo Dios y como estarán allí pintadas las celebridades españolas! ¡Pobre de aquel cuyo nombre haya logrado salvar las fronteras del Pirineo!
En Lisboa se ha representado con buen éxito la comedia de magia titulada el Príncipe verde, original del señor Pessoa, composición que sin ser de gran mérito, tiene situaciones interesantes y escenas jocosas.
Entre nosotros nada nuevo se ha dado a luz desde la última quincena a excepción de la zarzuela el Domino negro. Va esta pieza francesa fue traducida y representada en español con el titulo de la Segunda dama duende Ahora se la ha puesto en verso par; adaptar la letra española a la music: francesa. Estos arreglos no salen bien a lo menos no han salido hasta ahora bien ninguno de los ensayos de este género. Puede vestirse regularmente ir con éxito un pensamiento francés n a española: no parece que puede acomodarse tan fácilmente el pensamiento español a la francesa. Resultado: que la Segunda dama duende nos gusta más que el Dominó negro.
En el teatro de Oriente se ha puesto en escena la Favorita, en la cual ha hecho su primera salida el tenor Giulini. Este cantante ha reemplazado dignamente a Carrión, que partió hace pocos días para Turín condecorado con la cruz de Carlos III. Giulin tiene una voz dulcísima, aunque no muy extensa, y una excelente escuela de canto. En toda la ópera, y especialmente en el acto cuarto, arrancó unánimes, espontáneos y merecidos aplausos.
Tenemos que deplorar la muerte de D. Agustín Bonnal, joven escritor de agudo ingenio y de grandes esperanzas, que habiéndose dado a conocer en 1853 con la bellísima producción titulada: Yo, ella, nosotros, que publicó el Semanario pintoresco. había alcanzado en poco tiempo una grande altura como literato. Había sido educado en un colegio de Francia; cursó después estudios mayores en Madrid, y tenía un fondo poco común de erudición literaria. Atacado de una enfermedad de pecho, ha bajado al sepulcro en la flor de su edad, cuando tenía abierta delante de sí una carrera gloriosa.
Nemesio Fernández Cuesta.