Revista de España: Boletín 16
Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista: 2.ª edición, refundida y aumentada con la Historia de la Regencia de Espartero, por D. Antonio Pirala. Tomo L-XVIII - 668 págs. — Madrid 1868.
Incuestionable la importancia de la Historia contemporánea, aun cuando pudiera participar de las pasiones de la época en que se escribe, porque serviría esto para conocerlas en lo futuro, se aumenta esa misma importancia si lo que se dice está apoyado en documentos originales. Entónces se fotografían, si se nos permite esta frase, los sucesos; tienen su colorido, y los vemos como la representación de un drama, con la diferencia de que los actores desempeñan su verdadero papel, no el que han estudiado, aunque en la vida pública se realicen aquellos conocidos versos de Moratin en que presenta al mundo como una comedia y á los que ciñen laureles como unos cómicos. Tiene también otra ventaja la Historia contemporánea, porque inmediato el autor á los sucesos y á los personajes, tratándoles y teniendo hasta la clave de sus sentimientos, les pone en evidencia, les arranca la máscara con que se encubren, y les presenta al público tal como son; lo cual no es tan fácil hacerlo si se interponen muchos años.
Ardua es, sin duda, la tarea cuando hay que narrar esos grandes crímenes que abundan desgraciadamente en la humanidad, y que más desgraciadamente han tenido lugar entre nosotros; pero poseyendo ese valor cívico que arrostra las consecuencias, y teniéndo los datos y los documentos comprobantes de lo que se revela, la historia entonces da la más grande de las enseñanzas, es la verdadera maestra del hombre, el padre que instruje á sus hijos, y se realiza, según Tito Livio, una de sus mayores ventajas, cual es hacernos desviar del vicio ofreciéndonos lo odioso de su espectáculo: inde foedum exitu quod vites. Tácito ve un freno saludable en la infamia que la posteridad imprime á las palabras y acciones criminales: Utque etc. Diodoro de Sicilia dice que los Rejes de Egipto experimentaban la necesidad de sentimientos de justicia por el temor de ser odiados después de su muerte; y estas grandes ideas, estos sentimientos de dignidad que han enaltecido la especie humana, se han abierto paso por entre los errores y aberraciones de los pueblos, y la horrible crueldad de la tiranía; como la de aquellos príncipes, que lo eran de la ignorancia y del crimen, de quienes nos habla también Tácito, que deseaban exterminar los libros y particularmente los de Historia, esperando ahogar en las llamas la voz del pueblo, la libertad del senado, y la conciencia del género humano. Scilicet illo igne vocem populi romani, etc.
Por fortuna hoy se puede decir lo que se siente, y escribir lo que se piensa; y si el historiador, además de obedecer á su conciencia, oir la voz de la razón y seguir el camino de la rectitud, ocupa una posición independiente, sin vínculos de gratitud á ningún partido, y persevera en estos principios, su voz es autorizada, merecidas sus alabanzas, dignos sus aplausos, y de justicia sus censuras. El historiador que llene estos requisitos en los tiempos que atravesamos, sobre cumplir un gran deber prestará un insigne servicio al país. Vamos á examinar el tomo dado á luz de la Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista y verémos si ha cumplido su autor con tan imprescindibles deberes, y con lo que en el discurso preliminar ofrece el mismo. «La brillantez de los mayores hechos de armas, —dice, pág. XIII— las glorias de la Milicia, empeñadas eran á veces por ciertos personajes, parásitos de la corte, que en vez de manejar la espada abusaban de la lengua, ese don divino, haciéndole servir para manifestar la ruindad de sus miserables pasiones.
»Esta es la parte peligrosa del partido Carlista, porque es la secreta. Por su colosal trascendencia no puede continuar reservada. Será dolor osa para algunos, saludable para muchos; pero anteponemos el general al interés particular, y nada nos hará enmudecer. Los Carlistas, los Liberales, la Europa toda, tienen derecho á que se les diga la verdad, y la sabrán, arrostrando nosotros todas las consecuencias; nada nos intimida, nos impulsa el deber, el honor, nuestro españolismo y nuestra conciencia.
»Si omitiéramos en nuestra obra esta parte interesante, de nada serviría: se ignorarían las causas de los más notables acontecimientos. La expedición de D. Carlos á Madrid, la de Gómez y otras; los sucesos de Hernani, Estella, Vergara y Vera; las proposiciones hechas á D. Carlos por reconocidos poderes; la pérdida ó la victoria á veces, de una acción; la conquista ó el abandono de algunos fuertes; el descuido en algun sitio, y otros graves acontecimientos, tendrán una clara y sencilla explicación, ya con la copia de un solo documento de pocas líneas, ya reproduciendo una conversación lacónica con sus infalibles comprobantes. «La Historia se empequeñece, ha dicho Cantú, cuando únicamente trata de descubrir las acciones del hombre, y no sus sentimientos y su manera de raciocinar [1].»
Y añade más adelante, —pág. XVII— «Sin pasiones políticas, sin odio en nuestro corazón, sólo amamos á nuestra patria y aborrecemos el crimen, con el que jamas transigiremos.
«Sin compromisos políticos, sólo la razón guiará nuestra pluma. Todos los hombres son iguales para nosotros, y ante nuestro criterio pasarán no como las figuras de una linterna mágica, cuya óptica les engrandece, si no como los actores que en pleno dia y á la brillante luz del sol se presentan en la escena pública, á revelar por sí mismos sus más íntimos sentimientos.
«Vamos á ser juzgados, criticados, acriminados tal vez, por quienes no conozcan ó quieran desconocer nuestra leal intención; no importa: sólo deseamos en tanto que se sostenga en nosotros la convicción de que hacemos un servicio á nuestra patria publicando esta obra, siquiera tenga sólo el mérito de hacer arraigar en nuestros conciudadanos el amor á la paz, manantial de la prosperidad pública.
La guerra civil es la major calamidad de un pueblo; derrámase sangre preciosa, y á veces los vencidos se erigen en señores. ¿De qué sirven entónces los sacrificios hechos, las víctimas inmoladas y tanta riqueza destruida? Peleábase civilmente bajo los muros de Roma en tiempo de Sila, y un soldado hirió á su hermano mortalmente. Cuando el homicida le reconoce, se arroja en sus brazos para recibir su postrer aliento, exclamando: Nos han separado los partidos, júntenos la hoguera; y se atravesó con la espada fratricida.
"Iguales y aun más terribles hechos presenta nuestra lucha. Muchas veces han mojado las lágrimas el papel en que los escribimos; hemos arrojado otras la pluma, que creímos manchada al consignar horribles crímenes, y la hemos bendecido con frecuencia por haber trazado heroicas acciones.»
Traza el Sr. Pirala en el discurso preliminar á grandes rasgos los sucesos, hasta la muerte de Fernando VII, que al cerrarse para él las puertas de la vida, se abrieron las del templo de Jano para la España, y revista á todos los personajes carlistas y liberales, así en las armas como en la política y administración, comenzando el libro primero de la Historia con la de la Regencia de Urgel, que se constituyó en poder soberano, reconocido por el Rey, quien siendo constitucional, obraba de acuerdo con aquella regencia afanosa para volver la España al ser y estado del 7 de Marzo de 1820.
Y no faltaban Liberales que conspiraban también contra el sistema constitucional, cuando vemos á Toreno y Martínez de la Rosa marchar á París para destruir el poder existente; que destruirle era la modificación que querían introducir, datando, puede decirse, desde entonces la disidencia de los Liberales, cuyo origen no proporciona á todos digno lauro.
La reacción, que vino precedida de los cien mil hijos de San Luis, guiándoles y escoltándoles los mismos que lo debían todo á haberles combatido hasta con saña (tanto ofusca la pasión política), los sucesos que la siguieron, el alzamiento de Bessieres, y los trabajos de los partidarios de la Inquisición que se alzaron contra el Rey en 1827, son curiosísimos é importantes, se hacen sobre ellos notables revelaciones, y unos acontecimientos que apenas eran conocidos, lo son hoy hasta en sus menores detalles, y este servicio que presta á la Historia y á las letras el Sr. Pirala, es de agradecer al menos.
Sin él, aún desconoceríamos aquella misteriosa insurrección de los malcontents que obligó al Rey á ir á Cataluña, que llevó al cadalso á Rafi-Vidal, prototipo del caballerismo, á Bason y á tantos otros sacrificados por los mismos que los comprometieron. Y para que nada falte de interesante á aquel notable período de nuestra amena historia, hasta vemos figurar por primera vez á una mujer de tanto talento como hermosura, y de tanto valor como fanatismo político y religioso, y figurar de una manera, que si no se presentaran los documentos que comprueban lo que de ella dice el Sr. Pirala, lo creeríamos falso. Y sin embargo, todo es verdad, y se ha dicho en vida de esaheroina, que ha fallecido no ha mucho en Sevilla, y estaba ligada con vínculos de parentesco á uno de nuestros personajes políticos que ha ocupado el sillón ministerial y ha dejado grato recuerdo entre sus amigos al morir en lejanas tierras. Josefina Comerfort, que tal era al nombre de aquella señora singular, ocupa una página brillante en la Historia, y se destaca de aquel fondo de curas y realistas que formaron el núcleo de una de las conmociones políticas más graves de este siglo, del último aliento de los defensores de la Inquisición, que pedían, no sólo el exterminio de generaciones de liberales, sino hasta de las ideas, como lo proclamaron en más de un documento, y estaba con ellos el Obispo de Vich, á quien tan duramente trató el Conde de España, y estaba también Calomarde y otros personajes que rodeaban al mismo Rey, y que cuando consiguieron su objeto, en parte, ahogaron en sangre el secreto, sacrificando á los instrumentos de sus planes lan maquiavélicos como malvados, tan reaccionarios como horribles. No consiguieron su intento los aclamadores de lo que ya no era posible resucitar en España, pero preludiaron la guerra civil que ensangrentó nuestro suelo.
¡Y qué contraste tan notable forman estos sucesos con los que á poco presenció atónita y aterrada Barcelona, en las hecatombes de la Cindadela! Pero el tiempo, que da gusto á todos, le dio también á los defensores de la libertad, que único apoyo de una jóven viuda y una niña huérfana, olvidando con liberal generosidad las ofensas que recibieran todos de su padre, se agruparon alrededor de una cuna, juraron defender á aquella inocente niña, que se sentara en el Trono de la España regenerada, y sin importarles el incendio de sus casas, la ruina de sus fortunas, el copioso derramamiento de su sangre y su propia existencia, pelearon sin tregua contra los que llamaban á los liberales defensores de la usurpación, y ..... otras cosas, y los vencieron.
El espíritu público habia renacido como el fénix de la fábula; los albores de la libertad le habían despertado, y el pueblo qué se lanzaba al combate aclamando Isabel y Libertad, se mostró grande, heroico, sublime; dio magníficas páginas á la Historia, y Bilbao, Peralta, Villafranca, Gandesa, Cenicero, Ripoll, Requena, Roa y otros mil, se mostraron émulos de Zaragoza y Gerona, de Sagunto y de Numancia. Este era el pueblo que habia estado aletargado, qué sólo vivia con el ambiente liberal; este era el pueblo que se creia abjecto, sin recordar la historia, ni tener presente que estaba como moribundo en 1808, cuando un afortunado favorito le hirió en su honra, y el 2 de Mayo en su patriotismo, y se lanzó rugiente como león herido sobre su enemigo, peleó esforzado y venció glorioso.
Si así se levantó el pueblo liberal en 1833, otra gran parte se lanzó también en su contra con no menos entusiasmo y decisión, con el mismo valor, con idéntica fé. Prueba evidentemente el Sr. Pirala que la guerra civil se preparaba, que se hacían cartuchos en los conventos, que se reunían armas en muchos puntos; así que, cuando murió Fernando VII, González en Talavera, Ladren en la Ripja y Navarra, Merino en Castilla, Zavala y Valde-espina en Vizcaya y otros en distintos puntos, sonaron tambor y levantaron estandarte por D. Carlos, y ni el fusilamiento de González y don Santos, ni la dispersión del bisoño y grande ejército del Cura de Villoviado, ni el paseo triunfal del antes indeciso Sarsfield hasta Bilbao, ni cuantos triunfos obtuvieron los defensores de Isabel, pudieron ahogar la naciente guerra. Las causas de ello y la torpeza que cometió el Gobierno de Madrid, las expone clara y documentalmente el autor de la Historia, y hace revelaciones importantes.
A pesar de los errores de Zea y otros, algo se habría coinseguido á no surgir Zumalacarregui, el genio de la guerra entre los carlistas, que da vida á aquel cuerpo inanimado, le alienta, le robustece, le hace un atleta, que pelea y vence; le llena de entusiasmo y de gloria, gasta á los Generales; que van en su contra, cansa á los soldados que le combaten, y pone enfrente del ejército liberal otro carlista, si no más aguerrido, más entusiasta, que obliga á sus enemigos á repasar el Ebro, llenos de temor y sobresalto. No se sabia bien esto, hasta que Pirala lo revela y lo prueba. ¡Cuan grande fué el error de Zumalacarregui en ir á Bilbao, donde encontró la muerte, cuando tan expedito tenia el paso del Ebro y el camino á Burdos y á Madrid! ¡Qué revelaciones tan curiosas se hacen de estos sucesos, que produjeron la crisis, más grande que tuvo la causa liberal!
El principio de la guerra en Cataluña, en Aragón y Valencia, y en Castilla, se presenta con metódica claridad, y no se omite ni un detalle importante de tanto acontecimiento como se fué sucediendo, y con extrañas peripecias, hasta ir tomando forma aquella lucha que habia de durar siete años.
Influyendo la política, como no podia ménos, en la guerra, se reseñan hasta hechos privados pero influyentes, de los Ministros; todos los actos importantes de Zea, la política general del Gabinete, la creación de la Milicia Urbana, la formación del Estatuto real y de la Cuádruple Alianza, se estereotipia á Martínez de la Rosa, se consagran interesantes páginas al cólera morbo y al 17 de Julio en Madrid, se presenta hasta con sus secretos al Conde de Toreno, se revela la sociedad secreta La Isabelina, se dá á conocer á los Estamentos y á sus oradores, la administración pública liberal y carlista, desconocida ésta, y termina el tomo con un apéndice de 74 documentos, inéditos muchos, lo cual es verdaderamente asombroso.
Hemos oído decir que ascienden á muchos millares los que posee el Sr. Pirala: vemos que es dueño del acta original del Convenio de Vergara, única que existe, de cartas autógrafas de D. Carlos, de comunicaciones de Gabinetes extranjeros, de la colección completa de las Gacetas y Boletines de los carlistas, y cada colección de estas, que es desde luego un tesoro histórico, todas juntas constituyen una riqueza tanto más asombrosa cuanto que representa una grande pasión á la verdad, una actividad febril y los mejores y únicos elementos para hacer historia; así que con tan pleno conocimiento de los sucesos, recorriendo y estudiando el campo de la lucha, y no omitiendo investigación alguna para comprobar la exactitud de cuanto se revela, se hace una obra de magnífica enseñanza, de interés siempre, y de muy digno y particular estudio en nuestros dias. Durante la guerra de los Siete Años se comenzó nuestra regeneración política, y en esa historia se ven los errores que se han cometido: que al comenzar ahora nuestra querida patria una nueva era, al hallarse en el período álgido y crítico de reorganización, no se olviden las lecciones que dá la Historia, atendibles siempre, pero indispensables si se presentan con sus reservados detalles las causas y consecuencias de los hechos que ya debieran su origen á un personaje ó á las masas, han influido grandemente en la suerte del país. ¡Cuántas aberraciones en los grandes hombres! ¡Cuánta ignorante candidez en las masas! Y al lado de rasgos de crueldad y barbarie, ¡Qué de acciones de sublime heroísmo, de patriótica abnegación, de caridad santa!
El corazón del pueblo es como el de un niño, y si le impulsa el que le ha mostrado siempre verdadero afecto y se ha hecho amar por sus virtudes cívicas, hará que ese pueblo tenga las rígidas costumbres del Espartano, la ilustración del Griego, la altivez del de Roma, y la dulce fé y noble generosidad del Cristiano.
- ↑ Después de explicar Thiers las causas triviales de la rivalidad de los Generales Bonaparte y Moreau, y de la frialdad de sus relaciones, de que se aprovecharon los partidos hostiles para exaltar á Moreau á costa de Bonaparte, dice: "Estos detalles parecerán quizá no muy adecuados á la dignidad de la Historia, pero todo cuanto sirve á dar á conocer á los hombres, y aun las deplorables pequeñeces de los mis eminentes, es digno de ella; porque todo lo que puede instruir le pertenece. Además, siempre es bueno advertir á los personajes de importancia, qué no deben indisponerse por motivos que nada valen, sobre todo cuando sus disensiones llegan á ser las de la patria." (Historia del Consulado y del Imperio.)