Resucita San Francisco veinticinco muertos

Esta obra se encuentra en dominio público. Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio público. (Más información...)
Quintillas
Tirana la idolatría a su imperio mal regido, ignorante presidía en cuyo engaño el olvido muertas las almas tenía. Y entre ciegos pensamientos de adoraciones inciertas, los cuerpos como violentos, trayendo las almas muertas, eran vivos monumentos. Nuevo sol resplandeciente en oriente amaneció a su sueño dignamente; que como a dar luz salió empezó por el oriente. Y como del cielo dueño vertiese rayos de fe, en tan luminoso empeño forzoso a las almas fue despertar de largo sueño. Mucha fue la luz que dio; mas de la muerte jüez, mayor gloria mereció con alma que ya una vez helado el cuerpo dejó. Más luz le debe advertir quien llega a considerar que puede, a tanto dormir, el que duerme despertar y no el que muere vivir. Allí la piedra se ve que guía con pasos ciertos; pero aquí obrando la fe, para veinticinco muertos trompeta del cielo fue. Suena, y a su voz rendida la muerte su imperio siente y vuelve el alma ofendida: ¿quién vio a la muerte obediente? ¿quién vio a la muerte dar vida? ¡Oh piadoso error del suelo! ¡Oh no merecida palma! Que es más con piadoso celo quitarle a la muerte un alma que darle tantas al cielo. Vencedor divino y fuerte, ¿quién habrá que no se asombre si vuestras glorias advierte, pues a Dios, en cuanto hombre, se pudo atrever la muerte y en desafío los dos victorioso habéis salido? ¿Quién podrá atreverse a vos, pues os habéis atrevido a la que se atreve a Dios? ¿Quién podrá miraros, quién aunque al sol sus rayos pida, si dais para eterno bien, no sólo a las almas vida pero a los cuerpos también?