Relaciones sanas/Despedida

Despedida

A lo largo de esta guía hemos querido mostrarte situaciones y hechos de la vida cotidiana, intentado presentártelas de una forma que te hagan sentido. Sabemos que a nadie le gusta que le digan qué tiene y qué no tiene que hacer; no es eso lo que hemos pretendido, más bien nuestro objetivo se ha centrado en ofrecer algunas ideas que creemos pueden serte de utilidad, no solo para tus propias relaciones, sino para también tratar de comprender las de los demás.

Muchas veces normalizamos situaciones por el simple hecho de que nos resultan tan cotidianas que ni nos paramos a pensar si realmente deberían ser así. Creemos que está todo bien porque es lo que hacen todos y todas; lo vemos en las películas, en las redes sociales, en los anuncios…. a veces incluso en nuestra propia familia. Nadie nos enseña qué es una relación de pareja ni nos orienta en este aspecto tan importante de nuestras vidas, dejándonos sin referentes claros sobre cómo comportarnos en este ámbito.

Así, vamos tomando ideas de lo que tenemos alrededor, considerando que lo adecuado o inadecuado es simplemente repetir compor tamientos de otras relaciones. Generalmente, lo que vemos en la propia casa es lo que más nos llega, por su cercanía, pero ¿cómo aprendieron tus familiares y/o cuidadores o cuidadoras que eso era lo esperable de una relación de pareja? Quizás lo aprendieron como todos y todas, mirando lo que tenían alrededor; quizás en su época eran otras las cosas que se consideraban normales. A veces, nuestras abuelas nos cuentan arrepentidas situaciones que ahora serían impensables, como no poder trabajar porque nuestros abuelos no les dieron el permiso. De hecho, por ejemplo, si pones atención a la letra de algunas canciones antiguas, estas trasmiten la legitimidad de conductas violentas en las relaciones. Ahora bien, si pones atención a las actuales, aunque con un ritmo más moderno, muchos de los mensajes incorrectos sobre el amor son los mismos que durante siglos se nos han ido traspasando.

Nos alegramos de que hayas llegado hasta aquí leyendo y esperamos haber contribuido –aunque sea mínimamente– a que te plantees algunas de estas cuestiones y, ojalá, actúes en consecuencia. Por supuesto, recuerda que tienes a muchas personas cerca que de seguro podrán ayudarte. En estas páginas hemos insistido en la necesidad de no dudar en conversar con adultos; pero no necesariamente tienen que ser tus progenitores, si temes que puedan además reprimirte (¡aunque te sorprenderías lo comprensivos que pueden llegar a ser!), puede ser algún familiar, un profesor o profesora, un orientador u orientadora, un monitor o monitora, etc. Pero, sobre todo, si tu situación amerita ayuda inmediata o si no tienes a nadie cerca que te pueda ayudar o simplemente no quieres contarles, no tengas miedo en llamar a la policía.