Relación acerca de las antigüedades de los indios/12

CAPITULO XI

De lo que aconteció a los cuatro hermanos cuando iban huyendo de Yaya.

Estos, tan luego como llegaron a la puerta de Basamanaco y notaron que llevaba cazabi, le dijeron: Ayacavo Guarocoel, que quiere decir: conozcamos a nuestro abuelo. Entonces, Demivan Caracaracol, viendo delante a sus hermanos, entró a su casa para ver si podía hallar algún cazabi, que es el pan que se come en aquel país. Caracaracol, entrado en casa de Ayamanaco, le pidió cazabi, que es el mencionado pan; éste se puso la mano en la nariz y le echó en la espalda una mucosidad llena de cohoba, que había mandado hacer aquel día; la cohoba es cierto polvo que ellos toman algunas veces para purgarse y para otros efectos que después se dirán. Toman ésta con una caña, medio brazo de larga; ponen un extremo en la nariz, y otro en aquel polvo, y así lo aspiran por la nariz y les hace purgar grandemente. De este modo les dio por pan aquella mucosidad, en vez del pan que hacía, y se fue muy indignado porque se lo habían pedido. Caracaracol, después de esto, volvió a sus hermanos y les contó lo que le había sucedido con Bayamanicoel, y cómo le había echado una mucosidad en la espalda, la que le dolía fuertemente. Entonces, sus hermanos le miraron la espalda y vieron que la tenía muy hinchada; creció tanto aquella hinchazón, que estuvo a punto de morir, por lo que procuraron cortarla, y no pudieron; mas tomando una hacha de piedra, se la abrieron y salió fuera una tortuga viva, hembra; entonces edificaron una casa y llevaron a ella la tortuga. De esto yo no he sabido más; poco vale lo que llevo escrito. Dicen también que el sol y la luna salieron de una gruta que está en el país de un cacique llamado Maucia Tivuel, a cuya gruta, que llaman Yobovava, la veneran mucho y la tienen toda pintada a su modo, sin alguna figura humana, pero con muchos follajes y otras cosas semejantes. En aquella gruta estaban dos cemíes hechos de piedra, del tamaño de medio brazo, con las manos atadas y en actitud de sudar; cuyos cemíes estiman ellos mucho, y cuando no llovía dicen que entraban allí a visitarlos y de repente venía la lluvia. De estos cemíes, a uno llamaban Boinayol y al otro Maroya.