Nota: Se respeta la ortografía original de la época.


112 editar

Buenos Aires, 4 de abril de 1826.

NOTA DE LA PRESIDENCIA AL CONGRESO SOBRE LA ORGANIZACIÓN Y CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA.


El Presidente de la república cree ya de su deber llamar la atención del congreso general hacia un punto que considera de la más alta importancia a los primeros intereses del Estado.

La representación nacional después de un largo periodo de experiencias que naturalmente no deben ser estériles, ha sido llamada a constituir los pueblos de la Unión, presentándoles la ley fundamental que bajo formas estables ha de asegurarles el orden de un modo permanente. El Presidente siente que cada día es mas urgente contraiga con preferencia a este objeto todas sus tareas y desvelos.

El congreso al fijar su carácter en los momentos de su instalación, reconoció que esta era su primera y más importante función. Y es necesario no disimular, que un cuerpo que ha recibido de los pueblos esta misión honrosa si permanece por mucho tiempo en inacción, pierde poco a poco la opinión, y al fin enajena la confianza de sus comitentes.

Por otra parte, las Provincias Unidas del Río de la Plata que cuentan ya diez y seis años de emancipación e independencia, no es posible que continúen rigiéndose bajo formas provisorias sin mengua del crédito que se han adquirido por sus sacrificios heroicos y por sus gloriosos esfuerzos.

Es a mas de esto demasiado cierto que nada inquieta tanto a las provincias mismas, como la falta de un código en que se marquen los límites del poder, y se registren las garantías de sus más caros y apreciables derechos. Este es el constante y uniforme clamor de los pueblos: y no hay una razón que pueda autorizar a sus representantes para no satisfacer en esta parte sus votos.

Últimamente el estado en que hoy se hallan las provincias, reclama urgentemente de la representación nacional esa ley fundamental, que debe fijar su suerte de un modo irrevocable, constituir y organizar la nación. En otras circunstancias seria quizá prudente marchar con paso más lento, y sin dar desde luego la constitución del estado, ocuparse solamente de organizarlo y constituirlo progresivamente. Mas después de las habitudes que han contraído las provincias en el aislamiento en que han permanecido por tanto tiempo, aquel medio no solo será insuficiente, si no que diariamente aumentaría en la ejecución las dificultades que desgraciadamente se sienten hoy a cada paso y por todas partes.

El Presidente no se detendrá en desenvolver las breves indicaciones que acaba de apuntar: ellas son en su concepto tan claras, tan graves e importantes, que considera a los señores representantes, al oír esta sencilla exposición, tan agitados, como lo ha estado el mismo desde el momento en que le fue confiado el mando supremo de la república. Este convencimiento lo ha decidido a excitar el celo del congreso nacional, y representarle la necesidad de no dejar pasar más tiempo sin satisfacer los votos de sus comitentes, prestando cuanto antes a los pueblos la constitución por la cual ha de regirse permanentemente.

No se crea que el Presidente desconoce, que estos han sido los sentimientos del Congreso Nacional desde el momento de su instalación: que sintiendo en esta parte sus deberes, ha sido aquel el punto de que mas seriamente se ha ocupado; y que penetrado de las dificultades que presentaban las pasadas desgracias y el estado actual los pueblos, se ha preparado con una circunspección, que le hará siempre honor, a corresponder dignamente y con utilidad a la alta confianza que depositaron en él nuestras provincias. Si; los pueblos le harán justicia, reconociendo el pulso e ilustración con que en circunstancias tan difíciles ha marcado todos los pasos de su carrera, y el presidente siente hoy la mayor satisfacción al reconocer también por su parte que a esa marcha ilustrada y circunspecta es debida la confianza que ha sabido inspirar en todas las provincias y el respeto que se ha ganado no solo en ellos, sino aun en otros pueblos extraños.

Mas después de todos los pasos, que para asegurar el acierto en materia tan grave, ha dado la representación nacional, es llegado el caso, a juicio del Presidente, de obrar ya con más decisión y acabar de asegurar la confianza de los pueblos, poniéndolos cuanto antes en posesión de lo que con tanta justicia exigen de sus representantes. No hay en estos momentos cosa alguna que deba retraer al congreso de entrar en tan penosa tarea. El quiso antes de ocuparse de la constitución del estado, oír la opinión de las juntas provinciales sobre la forma de gobierno que considerasen más conveniente al bien y a la prosperidad nacional. Casi todas las provincias han manifestado ya sus ideas a este respecto; y la morosidad de una u otra en llenar sobre este punto sus deberes, no debe embarazar al congreso para empezar a ocuparse de este negocio que es del primer interés de los pueblos que representa.

Hay acaso un motivo que podría justificar cualquiera demora por parte del congreso general; y es el que aun no se han incorporado muchos de los representantes que deben integrar la representación nacional con arreglo a la ley de 19 de noviembre del ano anterior. Es sensible ciertamente que cuando el congreso con tanta justicia se propuso por aquella ley reunir en su seno mayor caudal de luces y de opinión, precisamente para expedirse con más confianza y con mejor suceso en la sanción de la constitución que debía presentar a los pueblos, algunos de estos hayan obrado con tanta lentitud en segundar por su parte tan benéficas miras. Tiempo ha habido sobrado para que de todos los puntos del territorio hubiesen concurrido los representantes respectivos Sin embargo aquella observación es justa. Mas el Presidente considera que ella no debe embarazar para que el congreso se ocupe desde luego de las medidas que deben preceder, y facilitar la deliberación en asunto tan grande; y que entre tanto importa se fije ya irrevocablemente el tiempo en que debe empezar a discutir la constitución que se propone presentar a la aceptación de los pueblos: que esto se intime a las provincias, especialmente a las que aparecen hoy en semejante morosidad, y que si requeridas nuevamente, no remiten sus representantes al termino que se acuerde, los que se hallen presentes se contraigan a llenar el deber que les impone su misión.

El Presidente se persuade que el congreso por su propio honor está comprometido a adoptar una medida semejante, que en ella se interesa la más pronta organización de los pueblos, el crédito nacional y la felicidad del estado. Quieran los señores representantes tomar en consideración este grave negocio con la detención que él demanda y con la preferencia que reclaman los primeros intereses de la nación.

El Presidente concluye ofreciendo al congreso general los sentimientos de su más alta y distinguida consideración.

Bernardino Rivadavia.

Julián S. de Agüero.