Recuerdos de un baile de máscaras

Recuerdos de un baile de máscaras, cuento en verso (1834)
de Manuel Bretón de los Herreros
CUENTO EN VERSO.


RECUERDOS


de un baile de máscaras.


Cuento en verso


DE DON MANUEL BRETON

DE LOS HERREROS.



Madrid.

Imprenta de Repullés.

AÑO DE 1834.


A Dorila.


Yo no sé como mi acento

Te diga que al ciego niño
Por tí rendido me siento,
Porque me sobra cariño,
Y me falta atrevimiento.

Por mas que el temor me enfrena
Callar no puedo la pena
En que por tus ojos vivo;
Que el mas humilde cautivo
Gime al son de la cadena.

¿Mas quién me asegura, di,
Que si te digo: "¡ay hermosa!
Muero de amores por tí"
Con sonrisa desdeñosa
No te has de mofar de mí?

Mientras halla mi talento
Algún término á esta lucha
Que me dá fiero tormento,
Hermosa Dorila, escucha,
Que voy á contarte un cuento.

Erase que se era un baile
Donde yo tambien dancé,
(Si danzar aquello fue)
Porque nunca he sido fraile,
Ni lo soy, ni lo seré.

Alli estaba media Europa,
Medio mundo. ¡Qué de trages!
Y entre galopa y galopa
Cegries y Abencerrajes
Bebian en una copa.

Abriendo paso los codos
Corrian de ceca en meca,
Alegres y no beodos,
Dido, Cleopatra, Rebeca,
Cimbros, Lombardos y Godos.

La música hacía son
Y bailaban la mazurca
Sin maldita la aprensión
Un paleto y una turca,
Una china y un valon.

Otros van al ambigú
Y entre damas y clientes
Consumen medio Perú.--
¡Y qué llaneza de gentes!
Todos se hablaban de tú.

Allí el gigante, el enano,
La ochentona, la pupila,
El agreste, el cortesano;
Todos, ¿lo creerás, Dorila?
Tenian voz de soprano.

¡Cuánta cabeza al través!
¡Cuánta farsa de entremés!
¡Oh qué de figuras raras!...
Todas, todas con dos caras.--
Y algunas tenian tres.

No se andaban por las ramas
Mas de cuatro mozalvetes,
Y entre galanes y damas
Llovian los epigramas
Y los dimes y diretes.

Te digo á fé de varon
Que no sé como describa
Tan amable confusion,
Y tanto dulce empellon
Por activa y por pasiva.

No faltó algun colegial
Que viendo tanto bullicio
Dijo con voz doctoral:
Este es el final del juicio,
Sino es el juicio final.

Dude yo si aquel salon
De palaciegos seria;
Y no estrañes mi opinion
Porque á millares habia
Semblantes de quita y pon.

¿Cuándo se ha visto en Iberia
Reir con la cara séria?
¿Quién muestra el rostro sereno
Con un áspid en el seno?--
Pues de todo hubo en la feria.

¡Qué estrepítosa alegría!
¡Qué broma! ¡Qué algarabia!
¿Quién no estaba divertido?
Solo algún sándio marido
O bostezaba ó gruñia.

Muchas hembras con teson
Conservaban el carton,
Y otras muchas al instante
Lo apartaban del semblante:--
Todas con mucha razon.

Todo alli se confundia:
La viuda con la doncella;
La sobrina con la tia;
La horrorosa con la bella;
La paloma con la arpía.

¡Oh! Si te contara yo
Milagros de una careta,
Prodigios de un dominó...
Detente, lengua indiscreta.
Chismecillos? Eso no.

"Farsas, caretas... ¿Hay tal?
En vez de pintar su amor,
Un baile de Carnaval
Me pinta ese buen señor,"
Dirás tú ahora.--Cabal.

Temo que un no me escarmiente
Y busco rodeos mil;
¿Mas qué amador es prudente?
Huyendo del peregil
Me va á salir en la frente.--

Has de saber que en la sala,
Volviendo al baile y al cuento,
Me embromó cierta zagala
Que era de gracia un portento
Y de hermosura y de gala.

Desnudo el brazo de nieve,
Ceñía airoso corpiño
Aquella cintura leve.--
La madre del ciego niño
Con menos gracia la mueve.

Peina de plata labrada
Con gentileza prendía
Su cabellera trenzada,
Y el propio metal lucía
En una y otra arracada.

No pintaré su primor;
Que aquel dorado cabello
Me parecia mejor,
Y aquel torneado cuello
Es plata de mas valor.

De matizado percal
Era el limpio zagalejo,
Y á su talle celestial
Daba mas brío y gracejo
El ligero delantal.

Aunque envidioso cubria
Cándido cendal su pecho,
¡Ay! yo ví como latia,
Y en mi amoroso despecho
¡Mal haya el cendal! decia.

Mostraba el pie sin cautela,
Y algo mas, la alegre saya;
Y, aunque soy buen centinela,
Aun decia yo: ¡mal haya
Tanta abundancia de tela!

La careta que llevaba
Apenas sus labios rojos
Como al descuido ensenaba,
Y dos rayos en sus ojos
Con que mil almas llagaba.

¡Cuán grato y suave su aliento
Llenaba de aroma el aire,
Mi corazon de contento!
¡Cuál brillaba su donaire
En el menor movimiento!

No se muestra tan lozana
Al despuntar la mañana
La gaya rosa de Abril,
Cual mi máscara gentil,
Cual mi fresca valenciana.

¡Qué garbo! ¡Qué bizarría!
¡Qué despejo de mozuela!
¡A cuántas sonrojaría
En la huerta de Orihuela,
Y en la playa de Gandía!

Yo la dije mil amores,
Que no tuvo por agravios,
Porque, grata á mis loores,
Las palabras de sus labios
Fueron otras tantas flores.

Su mórbida mano hermosa
Me abandonó generosa;
Yo en las mias la estreché,
Y aun en mi fiebre amorosa
Jurára que la besé.

Depuesto el carton esquivo,
Ví luego en su cara bella
Tan poderoso atractivo,
Que desde entonces sin ella,
Dorila hermosa, no vivo.

Y este imán de mi deseo,
Tesoro de los placeres,
Envidia de las mugeres
Y de los hombres recreo...
Dorila amable, tú eres.

He aqui mi cuento acabado.
¡Ah! No me muestres ahora
El lindo rostro enojado;
No la que esperaba aurora
Se torne fiero nublado.

Si eres conmigo inhumana,
Si mi esperanza aniquila
Tu tibieza cortesana,
Me quejaré de Dorila
A mi dulce valenciana.

Otra vez dame la mano,
Y tú verás cuán ufano
El néctar en ella bebo...,
Aunque te cubras de nuevo
Ese rostro soberano.

Niégueme Dorila el sí
Y, pues mi bien solo fundo
En la máscara que ví,
Dorila para el mundo;
Valenciana para mí.

¡Ah! No imites por mi mal,
Pues tu hermosura me hechiza,
Esa costumbre fatal
De convertir en ceniza
Las glorias del Carnaval;

Y si al fin me has de afligir
Con un no; si desdeñado
Decretas verme morir...,
Haz cuenta que te he contado

Un cuento para dormir.


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El furor filarmónico á 3 rs.
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