Volved, alegres sueños,
que de mi edad primera
las gratas ilusiones
besabais con amor.
¿Por qué sin vuestro encanto,
en mi desdicha fiera,
ensueños dolorosos
me asaltan con horror?
¿Por qué la paz tranquila
de mi tranquilo pecho
cual disipada niebla
huyó de mí fugaz?
¿Por qué desde que gimo
en triste amor deshecho
no hay para mí ventura
ni hay para mi alma paz?
¡Oh! ¡Nunca por mi daño
tus límites pisara,
infierno de la vida,
inquieta juventud!
Y antes que mi inocencia
veloz se disipara,
durmiera yo en la tumba
con eterna quietud.
Volad, mis pensamientos,
en alas de la mente,
y mis recuerdos vagos
de Elisa Acariciad.
Y como luz hermosa
del ampo refulgente
mostradme los hechizos
de su infeliz beldad.
Aquel amor sin celos,
sin penas ni amargura,
aquel afan sencillo
del blando corazón.
Todo era en ella dulce,
perfecta su hermosura,
sus ojos apacibles,
tranquila su pasión.
Pero murió, y yo ciego,
en tempestad violenta
maldigo ya la ida
sin mi perdido bien.
Y en procelosa noche
la bárbara tormenta
con honda furia estalla
sobre mi helada sien.
¿Por qué ¡oh verdad!, rasgaste
los misteriosos velos
de aquellas ilusiones
de plácida ficción?
Mentidos paraísos
y nacarados cielos,
¿era mentira y humo
vuestra feliz mansión?
Aquellas esperanzas
que el alma concebía
al penetrar el mundo
por el fatal dintel,
todo desvanecido
con el dolor de un día,
irrita los tormentos
de mi pasión cruel.
El corazón gastado
de dulces sensaciones,
sus férvidas tormentas
se goza en arrostrar.
Y para más congoja,
mis blandas ilusiones
la realidad horrible
se afana en desgarrar.
Huyéronse livianas
las nubes vaporosas
que el claro sol cubría
de purpurado tul.
Y ya negras tinieblas
de sombras temerosas
del limpio cielo empañan
en trasparente azul.
Y pasa un día y otro,
y sin cesar me pierdo
por la gastada senda
de lo que ya no es.
Y voy, arrebatado
en su inmortal recuerdo,
sus huellas deliciosas
borrando con mis pies
Sin porvenir, sin gloria
deseperado gimo,
esclavo de la vida
en la prisón servil
Mis días se resbalan,
y solo y sin arrimo,
la muerte pido al cielo
con ansiedad febril
¡Adios recuerdos tristes
de mi fugaz ventura;
adios, afán sencillo
del blando corazón!
Perdílo todo a un tiempo;
su cándida hermosura,
sus ojos apacibles,
su tímida pasión.
Murió, murió, y sin calma,
en tempestad violenta
maldigo ya la vida
sin mi perdido bien.
Y en procelosa noche,
la bárbara tormenta
con honda furia estalla
sobre mi helada sien.