Recuerdos, al excelentísimo señor don Ángel de Saavedra, duque de Rivas

Recuerdos, al excelentísimo señor don Ángel de Saavedra, duque de Rivas
de José Zorrilla
último tomo de las Poesías.

Recuerdos al excelentísimo Señor don Ángel de Saavedra duque de Rivas editar

Bien vengas, pálida luna,
a iluminar con tu lumbre
la tranquila muchedumbre
que bulle en mi derredor,
Bien vengas en las serenas
noches de julio abrasado,
a derramar sobre el prado
tu misterioso fulgor.

Al confuso movimiento
con que en la nocturna niebla
la multitud que le puebla
se agita en redor de mí,
paréceme esta alameda
selva de sombras poblada,
como la selva encantada
que al Dante leyendo vi.

Este vago son de pasos,
estas palabras perdidas,
a pedazos recogidas
de labios que huyendo van;
estas mil vagas figuras
que, con giro infatigable,
en círculo interminable
ante mí vagando están.

Esas bellezas veladas
en blanquísimos encajes
que en elegantes carruajes
se deslizan más allá:
esos jinetes veloces
que cruzando por entre ellas
buscan en vano las huellas
de algún ausente quizá:

esa armonía que elevan
con murmullos diferentes,
los árboles y las fuentes
y la inquieta multitud:
las sombras con que su suelo
entapizan por doquiera
los hombres en su carrera,
los olmos en su quietud.

Ese obelisco que se alza
sobre su enramada oscura,
la gloria y la desventura
divinizando a la par:
ese silencioso Tíboli
que a su enverjado se asoma
a derramar el aroma
de su abundoso azahar:

y ese purísimo cielo
tras cuyo azul cortinaje
alumbra este paisaje
tu lámpara colosal,
me hacen, ¡oh luna!, tan bello
en estas noches el prado,
como el jardín encantado
de una leyenda oriental.

!Santo fanal de la noche,
bien vengas! Yo te bendigo:
porque a par vienen contigo
los misterios del placer.
Tú traes en tus tibios rayos
a esta baja tierra umbría,
la religiosa armonía
que se exhala por doquier.

Tú elevas de entre las flores
perfumadas auras suaves,
tú das trinos a las aves
que despiertan con tu albor:
tú traes, de las sueltas ráfagas
en las alas invisibles,
los ruidos incomprensibles
del eco murmurador.

Tú traes en tu luz templada
que los álamos platea,
la palidez que hermosea
la beldad de la mujer.
Sí, sí: tu mágica lumbre
rodea cuanto ilumina
de una aureola divina
que regenera su ser.

Pálida antorcha nocturna,
tu luz infunde en el alma
la melancólica calma
que aduerme nuestro dolor:
lámpara de los recuerdos,
las memorias seductoras
de dulces pasadas horas
retoñan con tu fulgor.

Nunca olvidaré las noches
en que a tu luz argentina,
sobre el agua cristalina
del rico Guadalquivir,
tendido en un barquichuelo
contemplándote a mis solas,
a la merced de las olas
dejaba los remos ir.

Y a su lento
movimiento
columpiada
mi barquilla,
apartada
de la orilla
y arrastrada
libremente
por el viento
y el azar,
me llevaba
dormitando,
escuchando
vagamente
bajo el bote
mansamente,
la corriente
murmurar.
Y a lo lejos
se alcanzaban
los reflejos
que radiaban
las hogueras,
que en las anchas
rastrojeras
y en las lanchas
y riberas
alimentan
sin cesar
los cansados
labradores,
los mojados
pescadores
que, olvidados
sus pesares
y sudores,
sus azares
arrostrados,
sus amores
desdichados,
se reúnen
a contar;
mientra en olla nada escasa
hierve su cena a la brasa
del improvisado hogar.

            ---

Nunca olvidaré las noches
que en la encantada Sevilla
en grata amistad sencilla
franca sociedad gocé,
en un jardín que entoldaban
mil fragantes limoneros,
y en cuyos frescos senderos
sobre flores iba el pie.

Siempre, ¡oh Angel!, la memoria
de aquellos serenos días
embellecerá las mías
recordando tu jardín,
más bello con el silencio
de su soledad tranquila,
que el gran salón que vacila
con el rumor del festín.

Siempre que miro la luna
brillar en el firmamento,
recuerdo tu apartamiento,
tu familia y tu amistad;
y a las leves auras ruego
que te lleven, Angel mío,
un suspiro que te envío
en fe de fraternidad.

Cuando en el golfo azulado
que en esas playas ondea
la lámpara que platea
la noche, veas brillar,
piensa, ¡oh Ángel!, que hay un hombre
que su esplendor contemplando,
está en Nápoles pensando
para volverte a abrazar.

FIN