Recordando
de José Alonso y Trelles

   Era pó'qui mesmito...
   De aquel láo la manguera...
   El rancho... la cocina...
   Y áura ¡ni güellas quedan!
Ni ráices del ombú que daba sombra
Al palenque de troncos de palmera!

   Ayí, de un tajo bárbaro
   Le abrí en dos la cabeza,
   Y, sin decir palabra,
   Dejó cáer la osamenta...
¡Y era gáucho guapazo el comisario,
Y matador sin hiel, según las mentas!

   Lo contaban ansina
   Cuasi tuitas las lenguas...
   ¡Pero de ande decirlo
   Las plateadas espuelas.
Cuando ciego e coraje le hice frente
Y le mandé un planchazo por la jeta!

   Tráiba entuavía en los labios
   Los besos de mi prenda,
   Y iba a dirse orguyoso
   De la gauchada aqueya...
¡Me acababa de robar lo que era mío
Y se salía riyendo el muy trompeta!

   Satisfación al ñudo
   Mientras que yo viviera;
   Risa que áhi no mas iba
   A ser como una mueca...
¡Una boca pa ráirse era muy poco,
Y, a puñaladas, yo le abrí cuarenta!

   Dentré... dormían mis hijos,
   Los besé cuasi a tientas
   Y salí con el alma
   Como ahugada en tristeza
Y salí sin mirar pa no apagarla,
A la que había sio luz de mi existencia.

   Salí... Monté a cabayo
   Y enderece a la sierra,
   Ande anida el carancho,
   Y los zorros acechan,
Ande, haciendo de Juez, el espiniyo
Lo desnuda al matrero, y lo atormenta.

   Pajonales y montes,
   Y barrancas desiertas,
   Ande quiera era güeno
   Pá esconder la osamenta,
Y, robada o e limosna, siempre hay tumba
Pal que, a la ley juyendo, matreréa.

   ¡Cuántas veces, de noche
   Cuando los tigres velan,
   Recostáo contra un céibo
   Pastoreaba mis penas,
Y yoraba la ausencia de mis hijos
Pobres, tal vez, y abandonáos por eya!

   De los años que se iban
   No yevaba ni cuenta,
   Pero ya era yo viejo,
   Destabáo y sin juerzas,
Cuando al cáer de una tarde las barrancas
Repitieron los ecos de la guerra.

   Coroné la cuchiya,
   Y en el plan de la sierra
   Vide en colunas vivas
   Como grandes culebras
Agitarse entre ponchos y entre lanzas
Los invencibles gáuchos de mi tierra.

   ¿Qué divisa yevaban?
   ¡Ni me fijé siquiera!
   Sentí juego en los ojos,
   Respiré vida nueva,
Y gozando el placer del entrevero,
Enderecé al montón a media rienda.

   Tuitos éramos unos,
   Y en rabiosas peléas
   Empapamos en sangre
   La idolatrada tierra,
Hasta que un día, acomodáos los grandes,
De la patria infeliz tuvieron pena.

   Se hizo la paz: los gáuchos
   Pa sus ranchos rumbéan,
   Como vine a los míos
   Pa no hayar ni taperas;
Pa no gozar la paz, porque me falta
El amor de mis hijos... ¡y el de aqueya!