Recordación Florida/Tomo II Libro XII Capítulo III

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO III.


De los muchos y grandes agüeros y supersticiones que los indios de este pueblo y los demás generalmente de este Reino tenían, y en que aun algunos puede ser perseveren hasta hoy día.

Por todos los lados que el demonio podía hacer que le tributasen y reconociesen estos miserables, lo hacía, no contentándose con tenerlos tan ciegos en sus infames sacrificios y adoración que le daban en todas las materiales formas de las criaturas, sino que, pasando á hacerse respetar y temer por los conceptos imaginarios y fantásticas representaciones del sueño, quería que cualquiera idea confusa ó clara representada en aquel letargo común que iguala á todos los hombres la tuviesen, como la tenían, por aviso seguro y acaso indefectible, comunicado por la piedad que entendían había en sus falsas y mentidas deidades; y hasta hoy están fijos é inalterables, según pienso, muchos de ellos en esta superstición, en que no poco tienen que hacer y que trabajar los ministros de la doctrina católica, lidiando en los casos sacramentales de la confesión como con unos brutos indomables; puesto que no sólo á estos ministros en materias de fe, sino preguntando á los indios cualquiera persona acerca de algún misterio de nuestra santa fe, si le cree y sabe que es así, responden á esto: anecayuqui, «quizás será así,» y nunca afirmativamente la palabra yuqui, que es lo mismo que así es. Según esto, discúrrase el trabajo y desvelo de estos ministros apostólicos.

En materia de los Naguales quisiera explicarme de calidad que los doctos no reconocieran mi insuficiencia tan desnuda y clara como ella es en sí; pero siéndome preciso pasar por este crisol y examen, diré lo que reconocí en el pueblo de Totonicapa, siendo corregidor de aquel partido, para más clara inteligencia de lo que son los Naguales, de que usaron y puede ser usen algunos en estos tiempos. Es, pues, el caso que habiendo preso en aquel pueblo algunos indios cabezas del calpul, tan prohibidos por cédulas Reales, sobre haber perdido el respeto á su Gobernador y alcaldes y roto las puertas de las cárceles, donde estaban detenidos algunos indios deudores de los Reales tributos, entre los cabezas de calpul que hice prender, fué preso un viejezuelo adivino, al cual se le cogió un cuaderno á manera de calendario, cuyo orden era por los días del año y disposición de los meses en esta manera:

ENERO.
Días. Naguales. Días. Naguales.
A primero. León. A diez y ocho. Escoba.
A dos. Culebra. A diez y nueve. Tigre.
A tres. Piedra. A veinte. Totomoztle.
A cuatro. Lagarto. A veintiuno. Flauta.
A cinco. Seyba. A veintidos. Chalchigit.
A seis. Quetzal. A veintitres. Cuervo.
A siete. Palo. A veinticuatro. Fuego.
A ocho. Conejo. A veinticinco. Chuntan. (que es pavo).
A nueve. Mecate.
A diez. Hoja. A veintiseis. Bejuco.
A once. Venado. A veintisiete. Tacuatzín.
A doce. Guacamayo. A veintiocho. Huracán.
A trece. Flor. A veintinueve. Sopilot. (que es gallinazo).
A catorce. Sapo.
A quince. Guzano. A treinta. Gavilán.
A diez y seis. Trozo. A treinta y uno. Murciélago.
A diez y siete. Flecha.
Así discurrían los días de los otros once meses del año, significados, en lugar de los santos que nuestra Santa Madre la Iglesia celebra, en sabandijas y cosas semejantes á las referidas; porque convirtiéndose el indio en la cosa que representaba el nombre de su Nagual, fuese sensitiva é insensible, así tenía su defensa. En las sensitivas ejercitando el daño y perjuicio á que incita su natural, como la culebra mordiendo, ó en la representación de lo insensible quedando como invisible, como en la de piedra, escoba ó palo, para no recibir daño de sus contrarios: esto con la nigromancia que el demonio sabía enseñarles. Pero discurro que siendo la cuenta de los meses de treinta y uno y treinta días, según la que usamos, y no de veinte como ellos la tenían en su antigüedad, era moderna y muy mala la consecuencia de su uso.

Pero examinando yo á este brujo adivino Francisco Chalán acerca de aquella infame costumbre y uso de sus Naguales, confesó su inteligencia, que era en esta manera. Que el día que nacía la criatura le daban de ello aviso; anotaba el día de su nacimiento, y en siendo tiempo venía a la casa de los padres del niño; salía la madre con la criatura en los brazos y se la presentaba; Íbase con ella detrás de la casa al solar de ella, y allí, con muchas ceremonias, invocaba á el demonio, el cual se aparecía si el niño había nacido á 2 de enero en figura de culebra. Recomendábale el infante para que le cuidase y defendiese de los peligros: tomaba la mano del chiquillo y poníala sobre la culebra, en señal de amistad y reconocimiento, y con esto se volvía á su casa, quedando al cuidado de los padres de aquel miserable inocente niño el sacarlo todos los días á la misma hora al solar, donde volvía á aparecer el Nagual; con cuya frecuencia, criándose el niño con aquella ruin y diabólica compañía, le perdía el temor y le acompañaba siempre en todas sus edades. Este es el arte y modo que tienen de dar los Naguales, de cuyos casos tenemos sobrados testimonios en admirables y inauditos prodigios que han sucedido entre estas gentes; como me refería uno bien extraño el maestre de campo D. Jose de Portal Artadia, que gobernando la provincia de Nicaragua le sucedió con un indio que tomaba la forma de león, y que habiendo acaecido esto en su presencia, tuvo todo un día atado á una cadena á el león, y yendo á la casa del indio le halló trasportado y como muerto. Otros casos me refería el capitán D. Francisco de Fuentes y Guzmán, mi padre, que le acaecieron gobernando en muchas partes, sin lo mucho que me notician religiosos de fe, de que pudiera llenar mucho volumen.

Pero pasando de este arte endemoniado á lo que sucede entre estos desventurados ignorantes en materia de abusos, bien que hay entre ellos muchos muy cristianos y atentos en punto de religión, es tal su cortedad de entendimiento, que si encuentran en el camino por donde van pasando una culebra que atraviesa de una parte á otra, se detienen á contender con ella á pedradas y a palos, aunque sean de las que llaman Cantí, ó de los chinchintorros; y si la culebra se les escapa quedan entregados á la malencolía y desaliento, porque dicen haberles de suceder algún mal caso ó trabajo grandísimo. Pero si la culebra queda muerta, es grande la alegría y algazara que levantan, porque presumen y creen haberles de suceder todo prósperamente y triunfar de sus enemigos.

Con el buho, que llaman Tetcolot, y con la lechuza tienen generalísima aversión, porque discurren y creen que cuando canta alguna de estas aves nocturnas según su naturaleza, que en aquella casa donde canta la miserable ave (ó porque busca la caza de que alimentarse, ó porque es natural cosa en ella cantar de noche) ha de morirse alguna persona, y por esta necia y ridícula credulidad la persiguen y acechan hasta matarla, ó de no persisten en su diabólica creencia.

En los nacimientos de sus hijos estilaban (hoy por la misericordia de Dios están más fieles a la observancia católica) tomar una mazorca de maíz de las que se producen y crían variado el grano de diversidad de colores vistosos, y sobre esta mazorca, con ciertas palabras conducentes á conseguir para el niño buena ventura, con un cuchillo de chay, especie de pedernal negro, nuevo y sin que hubiese servido á otra cosa, le cortaban el ombligo y guardaban la mazorca al humo llena de aquella sangre hasta el tiempo de las siembras, y entonces, desgranada aquella mazorca, sembraban aquellos granos con grandísimo cuidado en nombre del hijo, y lo que ella producía volvían á sembrar; y esto se reducía á sustentarle, dando parte de la cosecha al sacerdote del templo, hasta que él tenía edad de poder por sí sembrar, diciendo que así no solamente comía del sudor de su rostro, pero de su propia sangre. La navaja arrojaban al río como cosa sagrada.

Dábanle también adoración y atribuían deidad á la yerba que llaman Píziet, que es el tabaco, con la cual tenían superstición tomándola en humo, y embriagándose con ella hacían la invocación al demonio para saber las cosas futuras y consultarle los ruegos y pretensiones de otros que se les encomendaban; siendo de entender que este oficio de agoreros era anexo á los sacerdotes de sus endemoniados y aborrecibles ídolos. Dejo de referir muchas y admirables supersticiones por no dilatar el discurso, y porque no faltará ocasión para volver á tocar estas necias barbaridades á que daban crédito aquellos ciegos desventurados gentiles.