Recordación Florida/Parte I Libro III Capítulo III

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPÍTULO III.

Que trata de la primera fundación que se levantó en el aspecto material de la ciudad de Goathemala en el valle de Atmulunga que hoy es Tzacualpa, y de lo que antes y después se ejecutó por sus ilustres fundadores.


Había corrido el curso de los días por el término de tres años, tres meses y veintiséis días prosperados, desde la llegada feliz de nuestro ejército al alojamiento de Goathemala. con admirables triunfos y conquistas maravillosas de varios países y excelentes provincias, sin que se hubiese resuelto fundarse en otro sitio ni establecerse en aquel de Coctecmalan, hasta que, gobernando este Reino el ilustre caballero Jorge de Alvarado, en ausencia de su hermano el Adelantado D. Pedro, que navegaba para los reinos de España, el día 21 del mes de Noviembre del año de 1527 se juntó el Cabildo[1] para tratar de la traza de la ciudad y para elegir sitio conveniente para la fundación de ella. Nacía esta proposición del teniente Jorge de Alvarado, con ánimo heroico de que, cuando su hermano volviese á este Reino, le hallase ilustrado y ennoblecido, con haber construído una ciudad primada, para la colonia y cabeza de un Reino tan dilatado, y que reconociese, por las obras ejeejecutadas que correspondían al concepto que de él había hecho al tiempo de subrogarle en la gobernación. Hecha la propuesta, por lo consultivo , del heroico celo de D. Jorge, variando en la conferencia la decisión, se hubo de reducir, á forma de votos, que, habiendo variado por mucho con desunión de dictámenes, hubo de prevalecer el voto y partido de Gonzalo de Ovalle, alcalde ordinario de aquel año; arrimandóse á esta parte el parecer del teniente general, con el derecho asentado de exceso, quedó fija la decisión de fundamentar la ciudad en el mismo pueblo de Coctecmalan á donde tenían su alojamiento.

Parece por el libro primero del Cabildo,[2] en lo corriente de los días ordinarios asignados á semejantes congresos, que esta ciudad nobilísima de Goathemala sólo corrió con el título de villa cinco días, inclusivos desde el 25 de Julio del año de 1524, señalado con la entrada de nuestro ejército español en ella, hasta el día 29 del mismo mes de Julio del referido año de 24; en cuyo Cabildo empezó á llamarse la ciudad de Santiago de los Caballeros de Goathemala: y porque algunos sientan fuese villa diez y ocho días, y otros quieren que lo hubiese sido más tiempo, no habiendo visto los libros del archivo de mi Cabildo, sellados en la guarda fiel de tres llaves, y si los vieron sería de paso, y no como yo que los tengo delante, pudieron engañarse y faltar en el cómputo y regulación de los días: esto es en lo seguro y auténtico que debe prevalecer firmemente.

Amaneció la luz del día siguiente 22 de Noviembre del mismo año de 1527 con despejado y claro lustre, por ser el principio de la estación alegre del verano, lleno de regocijo y festiva aclamación, así de demostración política, como de estruendo militar; concurriendo una jurisdicción y otra á correr las cuerdas y zanjar los fundamentos de la ciudad, que había de ser el centro y el erario de donde habían de difundirse las órdenes superiores de entrambas jerarquías; tirándose las líneas de aquella primera fundación, no de otra suerte que como hoy las vemos en esta segunda material fábrica, porque se delinearon las calles del Norte, Sur, Oriente y Poniente: con que siempre ha estado así, entonces como ahora, bañada de las luces y el viento, siendo por esta causa varias veces molestada del contagio. Juróse solemnemente por patrón, al que lo es ínclito de las Españas, el señor Santiago el Mayor, y prometió el Cabildo[3] solemnizar su día con vísperas solemnes, procesion y misa, y con fiestas públicas de plaza con toros, para cuando los hubiese, y desde luego con carrera y juego de cañas. Lo cual así prevaleció observado por los descendientes de aquellos ilustres varones, hasta el tiempo que yo alcancé, del año de 1656, en que gobernaba D. Fernando Altamirano de Velasco, conde de Santiago, que fué hasta cuando duró la prosperidad de estos beneméritos, preferidos en la atención y en los primeros premios de encomiendas y oficios; pero por la injuria de los años y alteración de los magistrados se omitió esta loable memoria, queriendo se entienda este patrimonio de la gloriosa virgen y mártir Santa Cecilia, olvidados del primer fundamento, que ocasionó esta equivocación, en perjuicio del Apóstol nuestro admirable y santo patrón, en cuyo memorable y feliz día entraron nuestras armas en Goathemala, y que por haberse zanjado los fundamentos de la ciudad en día de la virgen mártir Santa Cecilia se celebre como abogada. Mas esto no consta ni lo hallo en ninguno de los libros del archivo, ni en los cuadernos anuales que llamamos ordinarios, y el derecho del señor apóstol Santiago no sólo lo hallo establecido como patrón, sino también expreso como abogado de esta ciudad nobilísima de Goathemala; y demás de lo dicho, hallo que el Cabildo y regimiento reva-
lida este juramento[4] y lo prometen por sí y en nombre del común y vecinos de la dicha ciudad «que son é fueren de aquí adelante, é pidiéronlo por testimonio.»

El mismo día 22 de Noviembre se destinó un sitio muy capaz para hospital, con título de la Misericordia, aplicado para hospicio y curación de peregrinos pobres, y otro sitio para ermita de Nuestra Señora de los Remedios, por otros tiempos siguientes erigida en iglesia parroquial, y hoy de las más antiguas, y otros cuatro sitios que se destinaron para casa real de Ayuntamiento capitular, cuya demostración está en un papel suelto entre los papeles del archivo; no siendo necesario hacer ahora descripción de la planta. El otro sitio se señaló para cárcel pública, y los dos para posesiones y fincas de los propios de la ciudad, que, siendo todo el terreno suyo, sólo señaló esta tenuidad para sí; y de esta suerte apenas tenemos seis posesiones que contribuyan á favor de los propios, y todo su recibo no llega á cuatro mil pesos: tanto como esto ha atendido la piedad de este muy noble y leal Ayuntamiento al alivio de sus vecinos. Señalóse también sitio para levantar una fortaleza, en forma regular, la cual sin duda alguna estuvo levantada, cubierta y guarnecida; porque, habiéndose señalado sitio para ella el día 22 de Noviembre del año de 1527, hallo, en Cabildo celebrado en 27 de Marzo del año de 1534,[5] que se presentó en aquel congreso Eugenio de Moscoso, con una provisión de S. M. en que le hace merced de la alcaidía de dicha fortaleza, y de que, por tal alcaide, tenga asiento, voz y voto en Cabildo. Pero habiendo obedecido el regimiento esta Real carta, rehusaron el cumplimiento en cuanto á admitirle al uso de el asiento y voto en Cabildo; dando por razón el que, por alcaide de la fortaleza, le tocaba por razón la anexidad de las otras preeminencias en el Cabildo, y que estaban prestos á darle cumplimiento luégo que mostrase testimonio de estar en la posesión de la fortaleza como tal alcaide. Con que, según este tratado, parece que no sólo estuvo erigida, pero en ejercicio de la defensa de la ciudad; habiendo habido tiempo suficiente para perfeccionarla del todo, en siete años que corrieron, desde que se mandó levantar, hasta la presentación del alcaide. Con señalado júbilo, pública aclamación y popular festejo, tomó posesión el teniente general Jorge de Alvarado, en el Real nombre de Su Majestad, con todas las solemnidades y requisitos del derecho, de la ciudad delineada y de su provincia, y las demás comarcanas y anexas á ella; y en señal de esta posesión tomó en sus manos un madero y lo mandó linear en el suelo de dicho sitio, disparándose á este tiempo gran cantidad de tiros de la infantería, por salva festiva de aquel solemne y majestuoso acto, á cuyo estruendo de marcial regocijo acompañaron los clarines y otros instrumentos bélicos.

Al mismo tiempo que esto pasaba en Goathemala, enderezado todo á su mayor aumento y á la felicidad de su prosperidad, en que contínuamente se desvelaban aquellos inimitables , y por serlo, singulares caballeros, dignos de eterna fama y de mayores y más señalados premios, y á quienes aun no deja, ya que no los muerda , de ladrar pérfidamente el cerbero; á la misma sazón, que desvelados estos en lo que tocaba, no sólo á la conservación de lo adquirido en máximas políticas de excelente razón de Estado, sino de extender y dilatar lo conquistado con el vigor de las armas en lo que de nuevo se descubriera; D. Pedro de Alvarado, no olvidado de la que llamaba patria suya, como parece de sus cartas escritas por aquel tiempo á mi ilustre Cabildo, solicitaba sus medros y adelantar los creces de su mayor esplendor; siendo uno de los mayores y señalados favores que alcanzó, en aquella corte de nuestros Reyes, la gobernación de este Reino, separada y independiente de la Audiencia Real de Mexico. Y como representativo y inmediato á la Real persona, constituído gobernador (como podrá discurrirse por lo que se tocará algunas veces en adelante) redimió este Reino de un yugo insoportable; pues no siendo á veces muy favorable tener una Audiencia y Chancillería consigo, menos alivio fuera tener este recurso, siempre incierto, á la distancia de trescientas y treinta leguas, impedidas con los peligros de salteadores, precipicios y atolladeros que, haciéndolos pesados, iban á tener su término en crecidos y superiores gastos. Fué esta jornada de D. Pedro de Alvarado á España muy favorable al lustre de esta ciudad; por lo que empezó á reconocerse libre de aquella sujeción al gobierno de Mexico que, teniéndola brumada también la tenía, con la repetición y frecuencia de sus ministros no siempre fieles ni desinteresados y perturbada en mucha parte de la paz pública de que gozaba; con lo cual se constituía en un estado dichoso: no siendo menos útil al crédito de sus operaciones, siempre fieles y siempre generosas; porque á su vista se deshicieron los pueblos que se oponían á sus máximos lucimientos, quedando desmentidos los émulos, á vista de las pruebas de sus loables y singulares servicios. No contentándose, por entonces, con sólo fundamentar la verdad de sus claros méritos, pasó á defender los créditos incontrastables de aquel alumno de la fama, D. Fernando Cortés, á quien miraba D. Pedro, con la claridad de su juicio como á su amigo, como á su capitán general, y como á grande y señalado servidor del Rey; dejando, á viva instancia de sus informes y diligencias, desvanecido cuanto le oponía la malicia de sus contrarios, que eran muchos.[6] Y los más principales, que le calumniaban, eran Bernardino Velázquez, Manuel de Rojas y Benito Martín, procuradores de Diego Velázquez; y por otra parte Pánfilo de Narvaez, Gonzálo de Umbría y Cristóbal de Tapia, fomentados de D. Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, presidente del Consejo de Indias, que favorecía la causa de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, en odio del esclarecido D. Fernando Cortés; oponiéndole tantos cargos, que era el menor querer establecer que llevaba quinto, como el Rey, en todo el oro que se cogía en la Nueva España: tomándose resolución en el Consejo, de que viniese á Mexico D. Pedro de la Cueva, comendador mayor de Alcántara y almirante de Santo Domingo, que á costa de Cortés trajese seiscientos soldados, y que, hallándole culpado, le cortase la cabeza. Pero la sagacidad de D. Pedro de Alvarado, ayudada de la introintroducción y llaneza con que trataba al Duque de Béjar y al de Alburquerque, con quien tenía la afinidad contraída por el casamiento efectuado con Doña Francisca de la Cueva, sobrina del Duque, hija de D. Pedro de la Cueva , almirante de Santo Domingo, y no siendo menos interesado el de Béjar en este ajuste y composición de los pleitos de D. Fernando Cortés, por la dependencia y unión á que le obligaba el casamiento tratado de D. Fernando con Doña Juana de Zúñiga, sobrina de el de Béjar; con cuya dependencia, pudo D. Pedro de Alvarado introducir, en el sentir de estos grandes personajes, el conocimiento de la verdad. Con que, estimulados ambos de estas obligaciones y del conocimiento de la justicia y razón de Cortés, acreditada por su verdadero amigo, dispusieron el que Martín Cortés, su padre, se presentase ante Su Majestad, para que oyese los descargos y justificación de su hijo; á que el Duque de Béjar ayudó con razones bien claras, que fomentaban la justicia y lealtad de tan ilustre y leal vasallo, y salió por su fiador, ofreciendo su cabeza por él, y poniendo en la mayor seguridad de esta fianza todo su estado.

Contrapesaba y hacía más graves los cargos de Cortés, lo que contra él escribía á S. M. el contador Rodrigo de Albornoz; pero vistas las cartas que escribía D. Fernando Cortés á su padre Martín Cortés, quedó el Rey satisfecho de que los más de aquellos capítulos eran producidos del odio de los adversarios de Cortés, que manifestaba á su padre por sus cartas:[7] que el contador Albornoz estaba mal con él, por no haberle dado cuantos y cuales indios quería, y haberle negado una hija de una cacica muy principal que le pedía: por lo cual, más bien considerada esta causa, se tomó el expediente de que viniese á tomar residencia á Cortés el licenciado Luis Ponce de León, primo de el Conde de Alcaudete. Tanto como esto valía la intercesión, crédito y maña de D. Pedro de Alvarado; quien consiguió por sí la marca y cruz de Santiago, la gobernación, como llevo dicho, y el adeadelantamiento de la provincia de Goathemala y almirantazgo de la mar del Sur, con lo que es más estimable en conseguir, esposa á gusto, colmada del esplendor claro de su ilustre sangre, virtud, discreción y belleza, que la hacían ser codiciada de muchos títulos y grandes mayorazgos de aquel tiempo.

  1. Libro I del Cabildo {de Goathemala), fol. 15.
  2. Desde el fol. 1 hasta 4.
  3. Libro I de Cabildo, folio 21 vuelto.
  4. Libro I de Cabildo, folio 23.
  5. Libro II de Cabildo, folio 63.
  6. Bernal Díaz, cap. 169.
  7. Bernal Díaz, original, capítulo CLXIII, folio 218.