Rebelión del soldado



<< Autor: Manuel González Prada

Publicado en Los Parias, periódico de Lima, 1906.


Hay dos cosas inconciliables, por más sutilezas y argucias que empleemos con el fin de conciliarlas: el internacionalismo y el patriotismo. No tenemos patria, si por igual queremos a todas las naciones; no somos patriotas, si dejamos de preferir un conciudadano nuestro a un lapón, a un francés o a un chino.

El socialismo, a pesar de creerse desvinculado de todas las religiones, se funda en una máxima cristiana: todos somos hermanos. Pues bien, si el todos somos hermanos es una verdad grabada en lo más íntimo de nuestro corazón, si por ella debemos regir todas nuestras acciones, tenemos derecho de protestar cuando nos obliguen a violarla para convertirnos en matadores de nuestros hermanos.

La propaganda de los socialistas-internacionalistas, al aconsejar la deserción en caso de una guerra, es la consecuencia más lógica de la doctrina. No lo es la pretensión de algunos socialistas franceses y alemanes al conciliar el internacionalismo con el patriotismo, y la libertad humana con el servicio militar. Semejantes conciliadores nos recuerdan a los teólogos casuísticos y jesuíticos; en teoría, condenan el servicio militar y la guerra; en la práctica, no se oponen a la obediencia pasiva ni admiten la indisciplina o rebelión en el individuo de tropa.

Sin embargo, en la enérgica resolución del recluta, en su rechazo a volverse un simple resorte de la máquina ciega y colectiva, ahí se halla la más pronta resolución del problema. Sólo acabarán los ejércitos y, por consiguiente, las guerras, cuando los hombres no se resignen a sufrir el yugo militar, cuando la mayoría de los llamados al servicio tenga el suficiente valor para rebelarse, invocando el generoso principio de la fraternidad.

Y la protesta en masa o colectiva no puede venir sin haber sido iniciada por una serie de protestas individuales: muchísimos seguirán el ejemplo, cuando algunos empiecen a darle. Algo trabaja por la terminación de las guerras el diplomático bien rentado que urde protocolos en la Conferencia de La Haya, pero seguramente hace más el pobre dukhobor que en una estepa rusa rechaza el servicio militar y, antes de faltar a sus convicciones, soporta el knut, la prisión y el destierro a Siberia.