Escena V

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OROZCO solo. Después la imagen subjetiva de FEDERICO VIERA.


OROZCO.- Leer en sí misma... Falta que se entienda. (Siéntase meditabundo.) ¡Dominada la pavorosa crisis...! ¡Fuera locuras impropias de mí! Los celos, ¡qué estupidez! Las veleidades, antojos o pasiones de una mujer, ¡qué miseria! Elevar tales fruslerías al foro de una conciencia pura, empapada en el bien supremo, es lo mismo que si, al ver una hormiga, o cuatro, o cien, llevando a rastras un grano de trigo, fuéramos a dar parte a la guardia civil y al juez instructor. No... conservemos nuestra calma frente a estas agitaciones microscópicas, para poder despreciarlas más hondamente... (Levántase agitado.) Quiero salir... me ahogo, necesito respirar el aire libre, contemplar el cielo, las estrellas sin fin... ¡Ah!, ¡qué diría esa inmensidad de mundos si fuesen a contarles que aquí, en el nuestro, un gusanillo insignificante llamado mujer amó a un hombre en vez de amar a otro! Si el espacio infinito se pudiera reír, ¡cómo se reiría de las bobadas que aquí nos revuelven y trastornan! Pero para reírse de ellas, era menester que las supiera, y el saberlas sólo le deshonraría... (Volviendo al proscenio.) Siéntome otra vez asaltado de la idea que fue mi suplicio ayer, hoy también... la maldita representación del trágico suceso... Quiero reconstruírlo, determinar sus móviles, y no alcanzo... ¡Ah, sí!... (Con inspiración súbita.) Parece que mi razón se ilumina con poderosa luz, sí... y poseo la verdad... (Exaltado.) Ya, ya encontré la exacta lógica de... (El salón se ilumina.) ¿Qué es esto?... ¡Encendido el salón!... (Acércase a la puerta.) Parece que alguien entra en el salón... Sí, una persona... un hombre... (Vuelve al proscenio restregándose los ojos.) Sin duda sueño... Mis ideas se lanzan fuera de mí. (Se ilumina el billar.) Luz también en el billar... Alguien está allí... Le conozco... Federico... (La imagen de FEDERICO aparece en el billar.) Te conocí... te esperaba. Tu presencia no me causa terror, imagen del que fue mi amigo. Vivo te amé, muerto me inspiraste odio. (La imagen se desvanece.) No te alejes, ven... Este sentimiento infame me acongoja, me empequeñece, y con poderosa voluntad lo arranco de mi alma. Vuelve a mí... quiero verte (La imagen vuelve a mostrarse.) Eres mi idea fija, como yo fui la tuya. Eres mi propio pensamiento, la luz que alumbra mi razón, revelándome el sentido de tu lastimosa tragedia y los móviles de tu muerte... Sé que moriste por estímulos del honor y de la conciencia, porque la vida se te hizo imposible entre mi generosidad y tu delito, entre el bien que te hice y el mal que me hiciste. Si en tu vida hay no pocas ignominias, tu muerte es un signo de grandeza moral. Tú y yo nos elevamos sobre toda esta miseria de las pasiones, del odio y del vano juicio del vulgo. No sé aborrecer. Me has dado la verdad: yo te doy el perdón. Abrázame. (Dirígese hacia la imagen, que se desvanece cuando OROZCO le tiende los brazos.)


FIN DEL DRAMA