Ramos de violetas 07
La Confesión
Tiene la Iglesia Romana
algo humillante en su rito,
que el pecador más contrito
lo tiene que rechazar.
En su culto hay servilismo,
en su dogma hay vasallaje,
y si del hombre el ultraje
á Dios pudiera llegar.
Ciertamente que se ofende
á la magestad divina,
con esa forma mezquina
que han dado á la religión.
De Roma, bolsin sagrado,
sale, se extiende y circula
el gran papel de la bula,
de fácil aceptación.
Las reliquias y rosarios,
los breves y las dispensas
reportan sumas inmensas...
á la casa del Señor.
¡Parece como imposible
que el hombre, un ser tan pequeño,
se haya convertido en dueño
del poderoso Hacedor!
Le asocian á sus miserias,
le unen á sus mezquindades,
á sus torpes liviandades,
y á su loca vanidad.
Esa religión cristiana
le exige al hombre un tesoro;
según ellos, con el oro,
de Dios se alcanza piedad.
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Ministros del fanatismo,
¿porqué os dais falsos derechos,
para analizar los hechos
del infeliz pecador?
¿Y con oculto espionaje
profanais el santuario,
y vais al confesonario
en nombre del Redentor?
Y absolviendo á vuestro antojo
á esos cristianos ilusos,
conseguís con vuestros usos
sus decretos sorprender.
¿Quién sois, míseros mortales,
para juzgar los pecados?
¡Ciegos por ciegos guiados,
todos tendrán que caer!
Dios tan solo debe oir
nuestra confesión contrita;
¡pobre humanidad! medita
y comprende la verdad.
No des á otro pecador
un espíritu divino,
no le entregues tu destino,
ni tu propia voluntad.
No hagas tu casa en la arena
que el mar sus cimientos baña;
edifica en la montaña
que no arrastra el aluvión.
No hay ningún hombre en la tierra
que no conozca el pecado;
á todos ha dominado
una vez la tentación.
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Es el sublime Evangelio
la voz del Omnipotente,
en él brilla refulgente
la razón y la verdad.
Se han sucedido los siglos,
y pasó ¡oh! mundo tu infancia;
ya es tiempo que tu ignorancia
se pierda en la eternidad.
¡Oye, siglo diez y nueve!
Tu adelanto es poderoso;
mas te falta ¡oh! gran coloso,
ir de la verdad en pos.
Por que la ciencia no basta
para evitar pesadumbres;
moraliza tus costumbres
¡y conocerás á Dios!