Quien supiere, señores, de un pasante
Pregónase el poeta porque no se halla en sí mismo
Quien supiere, señores, de un pasante
que de Juana a esta parte anda perdido,
duro de cama y roto de vestido,
que en lo demás es blando como un guante;
de cejas mal poblado, y de elefante
de teta la nariz, de ojos dormido,
despejado de boca y mal ceñido,
Nerón de sí, de su fortuna Atlante;
el que del dicho Bártulo supiere
por las señas extrínsecas que digo,
vuélvale al dueño, y el hallazgo espere;
mas ¿qué sirven las señas que prosigo,
si no le quiere el dueño, ni él se quiere?
Tan bien está con él, tan mal consigo.