Proclama de la Expedición Militar Auxiliadora



LOS COMANDANTES
DE LA EXPEDICION MILITAR
AUXILIADORA
DE LAS PROVINCIAS INTERIORES,
A LOS HABITANTES DE LOS PUEBLOS
DE ESTE VIREYNATO.

Proclama


Hermanos y compatriotas: quando por el consentimiento unanimne, y por la aclamacion universal de Buenos-Ayres, se proclamó la Junta Provisional Gubernativa, que hoy la rige con tanta sabiduría, como prudencia, no se habia, ni aun siquiera sospechado, que las Provincias de su dependencia opusieran el mas leve impedimento á las interesantes miras que dieron mérito á su instalacion. El interes recíproco de los Pueblos, la confraternidad y union que tan estrechamente los ligaba, y la dignidad de la sagrada causa, en que se defendía únicamente el vacilante patrimonio de nuestro desgraciado Rey Fernando, todo concurría á asegurarnos que sería recibida su ereccion por las Provincias de su dependencia con un general placer y aclamacion; pero equivocadamente no entramos en el cálculo la desmesurada ambicion de los que tenian las riendas del gobierno de los Pueblos; porque les habiamos creido intimamente unidos á su causa, y no á su interes particular. Sabed, pues, amados hermanos que la vergonzosa opresion en que os han puesto esos miserables déspotas, que tan á su arbitrio disponen de vuestra suerte presente y venidera, ha penetrado hasta lo mas profundo del sensible corazon de la Junta de Gobierno de la Capital de Buenos-Ayres, y que al primer rumor de vuestra infame depresion, se ha jurado en aquel Pueblo la recuperacion absoluta de vuestros sagrados derechos, aunque sea á costa de la sangre de sus mas heroycos habitantes. Nosotros somos el órgano de la voluntad de aquel Pueblo fiel y generoso. Las tropas de nuestro mando están demasiado persuadidas de la dura vejacion que os impone el poder arbitrario de los que indignamente os esclavizan, y se han ofrecido voluntarios á romper los eslabones de la cadena de hierro con que quieren perpetuar vuestras miserias. No es vuestra sangre por la que claman estas aguerridas huestes, sino por la que osadamente se han atrevido á sojuzgar vuestra libertad natural. Tampoco buscan la de aquellos Magistrados y Xefes, que verdaderos Padres de los Pueblos que les obedecen, emplean su influxo en asegurar los derechos del Rey por la union íntima de Provincias que igualmente le reconocen y respetan. La persona de un buen Xefe será respetada, y la Junta se complacerá de ver encomendado á sus conocimientos y experiencia la felicidad de un Pueblo en cuyo bien se interesa. Buscamos la union, la concordia, y la paz. Deseamos ver restablecida la tranquilidad que quiere hacer desaparecer de entre vosotros el gobierno feroz de los tiranos. Hemos protestado derramar hasta la última gota de sangre por conservar ilesos los derechos de nuestro Monarca desgraciado, y no consentiremos que se abuse de su augusto nombre para entregarnos como siervos á una dominacion extraña. Estad persuadídos con firmeza, que aquel es vuestro enemigo capital que trate de desuniros de nosotros. Creed que vuestras familias y vuestras propiedades serán sagradas, y que la licencia militar jamás atentará contra el menor de vuestros bienes. Venimos como hermanos, y no como conquistadores. Nuestro exército esperará en campaña á todo el individuo que quiera acogerse al pabellón, y abrigará al que huyendo de la opresion y esclavitud se escude de nuestros reales. Venid pues, quantos abrigueis en vuestros pechos el amor á nuestro amado Soberano, y quantos ultrajados por la injusta violencia que os impone la ambicion del que os oprime, conserveis en vuestro corazon el deseo del órden, de la paz y la unidad, tan indispensablemente necesarias para sostener vuestros derechos, y el de la sagrada y alta causa que tan dignamente defendemos. La felicidad inalterable de la América consiste en nuestra union reciproca. Concurrid por vuestra parte á un fin tan importante, y hareis la felicidad permanete de las generaciones venideras, que vendeciran vuestra heroyca constancia, vuestra fidelidad, y vuestro ardiente patriotismo.


CON SUPERIOR PERMISO:

EN BUENOS-AYRES:

En la Real Imprenta de Niños Expósitos.

Año de 1810.