Primeros auxilios en los casos de accidentes e indisposiciones repentinas/Historia de las sociedades de primeros auxilios
Estas instituciones se fundan en uno de los sentimientos más íntimos de nuestro ser: el amor á nuestros semejantes; y encontramos manifestaciones de este sentimiento en todos los países, en todas las sociedades y en todas las religiones; pero, la faz moderna de este sentimiento requiere que sea científico para que produzca todo el bien posible; obrando no solamente con el sentimiento, sino con conocimientos exactos para no hacer daño por ignorancia.
La historia del pueblo hebreo, la Biblia, consigna en sus leyes, los deberes de humanidad y beneficencia. Los antiguos árabes sobresalieron por la hospitalidad dada á los forasteros, hospitalidad fundada en sus creencias religiosas. Grecia y Roma, consignan en sus obras maestras, las leyes sobre la asistencia de enfermos, y bajo la invocación de «Jupiter hospitalis» se fundaban casas de beneficencia para recibir enfermos pobres, y en ellas tenían libre acceso todas las personas que se consideraban con aptitudes para cuidar ó ayudar sus semejantes en desgracia.
La era cristiana se inauguró con este sentimiento exaltado y ennoblecido; su fundador hizo propaganda con palabra y su divino ejemplo; las bases de la nueva religión se establecieron bajo el sentimiento más humanitario y sublime «amad á los demás, como á vosotros mismos» había dicho Jesucristo, y sus prosélitos llegaron á ponerla en práctica entonces con tal abnegación, que llegóse á denominar «caridad cristiana» los actos de beneficencia desinteresada.
En los cuatro siglos posteriores perfeccionáronse las manifestaciones de la caridad; en Constantinopla se fundaron establecimientos especiales para viejos, huérfanos, expósitos y enfermos. Los magistrados ayudaban la obra del pueblo; Constantino el Grande, promulgó edictos especiales, é hizo donaciones del Estado, para instituciones de caridad.
En la Edad Media, á pesar de ser un poco obscura su historia, hay sin embargo, datos preciosos sobre el espíritu de asociación para ejercer las obras de beneficencia en medio de esa época de zozobra. Los sufrimientos de los que iban á las cruzadas, provocó la fundación de una casa de socorros á las puertas mismas de Jerusalem; los miembros que ejercían esta beneficencia, eran nobles de cada nación, que sacrificaban su vida y fortuna á favor de los desgraciados. Se llamaban «hermanos hospitalarios» y llegaron á tener, bajo el nombre de «caballeros de Rodas y después de Malta», demasiado poder y preponderancia, lo que les indujo en olvido de lo útil de su misión, empleando mal sus aptitudes y produciéndose su disolución siglos después.
Merecen ser recordados los «caballeros teutonicos», que dedicaban su salud y vida al cuidado de los leprosos, mientras que otras asociaciones se ocupaban de socorrer los peregrinos enfermos, etc. Cada nación recuerda los esfuerzos colectivos para aliviar los sufrimientos de la humanidad en esos siglos aciagos.
En todas las épocas, la mujer no ha permanecido indiferente á los sufrimientos ajenos; pero, su papel natural dentro del hogar y casi siempre secundario fuera de él; ha hecho que su cooperación, aunque eficaz, sea menos brillante que la del hombre; por eso, la historia sólo la recuerda de cuando en cuando. Ya en 1640 la encontramos formando asociaciones para dedicar su vida á aliviar la humanidad afligida: Luisa Merillac, la benefactora de París, se reunió con otras damas, dominadas por las mismas aspiraciones é ideas, asociándose bajo el nombre de «hermanas de caridad», cuyas ramas se han extendido por todo el orbe, conservándose en algunas, la elevación de miras que tuvieron primitivamente; instruyéndose algunas hermandades, para estar en armonía con los progresos modernos en la asistencia de enfermos.
Es necesario llegar al siglo pasado con sus vicisitudes políticas y terribles guerras con armas cada vez más mortíferas, para poner en evidencia la angustiosa situación en que pueden hallarse, de un día para otro, miles de hombres. Las guerras de oriente y en particular la de Crimea, registra en su historia, páginas de horror en que se narran los sufrimientos de aquellos que cayeron en las batallas, sin que pudieran remediar su situación, ni vencidos, ni vencedores.
Cada nación trató de enviar entonces á los ejércitos, los medios á su alcance para remediar tanto desastre. Se vió recién que el cuerpo médico era insuficiente, no tenían elementos, no estaban organizados para esa cuestión imprevista; los socorros llegaban tarde; no había quien se encargara del cuidado inmediato de miles de heridos y enfermos.
¿Quién mejor para esta última misión que las mujeres? Francia mandó sus «hermanas de la caridad»; Inglaterra no las tenía en asociación, reunió las señoras que hacían el servicio hospitalario y confió su dirección á un ángel de la caridad: Florencia Nightingale. Ella dedicó su juventud y fortuna á la beneficiencia, y no titubeó en partir par la Crimea, donde en los hospitales militares había invadido el tifus y otras enfermedades mortíferas, que aumentaban los horrores de la guerra. Después de la sangrienta batalla de Inkerman, hizo en el campamento prodigios de actividad y abnegación; pues no teniendo personal preparado para la tarea, recorría personalmente á toda hora el vasto hospital, llevando alivio y consuelo á cada uno de los heridos; allí, al dibujarse su silueta á través de las ambulancias en altas horas de la noche, muchos soldados que ignoraban su nombre, la llamaron «la dama de la lámpara» y admiraban su infatigable celo y dedicación. Acababan de darle el título de ciudadana honoraria de Londres, donde no ha desmayado en su larga vida, siendo respetada en todo el mundo y adorada en su país.
Más tarde la reemplazó la digna Miss Stanley, y Florencia Nightingale volvió á su país, llevando el firme propósito de continuar su tarea humanitaria. Había comprendido en el duro aprendizaje del Bósforo, que no todas las personas eran hábiles para ser enfermeras, que debía prepararse el personal de asistencia y fundó en 1856, en el hospital Westminster de Londres, la primera escuela de enfermeras, escribió el primer libro sobre la materia y á ella debe la Inglaterra, tener las mejores enfermeras del mundo. Su ejemplo ha sido recogido en Norte América por Miss Barton y Miss Wilberforce, que se hicieron notables en la guerra franco-prusiana y últimamente en la de separación en Cuba.
En su asiento en Londres la asociación titulada de «San Juan de Jerusalem» rama de aquella sociedad de «hermanos hospitalarios» que tenían por objeto socorrer los heridos y enfermos en tiempo de guerra, da instrucción y extiende más de 50.000 certificados de idoneidad cada año.
La enseñanza se hace por medio de las «ambulance classes» (clases ambulantes ó de ambulancia), donde todos los que quieren aprenden para aplicar en la vida diaria los conocimientos, que le son útil en tiempo de guerra ó calamidad publica; y hoy día, no hay distrito en Inglaterra en que no se organicen por suscripción, series de 5 á 6 conferencias dadas por médicos competentes. Se fomenta la instrucción entre los vigilantes, bomberos, soldados, marineros, obreros de fábricas, empleados de ferrocarriles, sociedad de caridad, etc., y las personas de alta posición se consideran en el deber de adquirir por examen, un certificado de idoneidad y la medalla, que es reconocida oficialmente.
A más, la «St John's Ambulance Association» tiene sucursales por todo el mundo civilizado y entre nosotros existe una floreciente, cuyos miembros engrosan las filas de la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios» para ser aquí, reconocida por las autoridades. La «St John's Ambulance Association» debe contar hoy día con unos millones de personas idóneas en esta materia; puesto que en el solo año de 1891, recibieron certificados unas 30.000 personas y del texto oficial se había vendido 450.000 ejemplares, y eso que hay muchos otros libros sobre la materia. Los médicos y la prensa apoyan calurosamente esta enseñanza humanitaria, y en muchas reparticiones públicas, exigen á los empleados estos conocimientos, ó se les da un sobresueldo, para estímulo á los que poseen la medalla de idoneidad, como se hace con los bomberos y vigilantes en Londres.
En casi todos los países se han establecido sociedades análogas. Francia tiene «Les premiers secours» y la «Unión de Femmes de France»; Italia, la «Croce Bianca» ; Alemania tiene la «Samaritana» y nosotros tenemos la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios».
El notable cirujano doctor Esmarch, tío político del actual emperador de Alemania, á la vuelta de su viaje que hizo á Inglaterra, fundó en Kiel el 15 de marzo de 1882, una sociedad igual á la «St John's» y la llamó «Samaritana» [1] é hizo personalmente la enseñanza que ha metodizado, escribiendo un texto para la enseñanza, que hoy ha alcanzado su décima edición de 35.000 ejemplares y está traducido también, á unos 20 idiomas. Ha facilitado la instrucción haciendo imprimir cuadros murales con las láminas más necesarias; los pañuelos triangulares impresos que llevan su nombre; como también, ha confeccionado una caja, como museo de enseñanza.
Ha conseguido extender la enseñanza por todo la Alemania, dando conferencias en muchas escuelas samaritanas en Austria-Hungría, Bélgica, Holanda, Rusia, Suecia y Noruega.
El doctor Esmarch en una de sus notables conferencias en que exponía el objeto y finde la asociación, dijo lo siguiente:
«Se tiene el derecho de exigir que todo hombre aprenda en la escuela, los conocimientos necesarios para no dejar perecer miserablemente á su prójimo, víctima de un accidente. Sin duda, estos conocimientos son más útiles á la generalidad de los hombres, que los relativos al estudio del elefante, del león y de la hormiga».
Nuestro distinguido compatriota doctor Coni, trató de implantar la enseñanza de la «escuela samaritana» en la Cruz Roja Argentina, á su vuelta de Europa, en que, como delegado de esta asociación en la tercera Conferencia de Ginebra, que tuvo lugar en septiembre de 1884; y en la cual Esmarch historió la organización y marcha de las escuelas samaritanas, y que llamó la atención de nuestro distinguido colega, quien presentó á su regreso una notable memoria sobre este tema, que debe consultarse por todos los interesados en esta obra. Desgraciadamente no tuvo eco entonces, esta noble iniciativa.
Ha influído mucho, para la fundación de estos centros de instrucción en los países latinos; la obra de Enrique Dunant, [2] titulada «Le souvenir de Solferino», en que pinta los horrores de la guerra y el estado desesperante en que se encontraban los heridos, por falta de conocimientos sobre los socorros adecuados. Esta propaganda provocó la formación en Ginebra de la «Cruz Roja», en 1864 para mantener entre las naciones beligerantes, la neutralidad de las ambulancias y buscar los medios para socorrer los heridos.
A esa Convención han ido adheriéndose todas las naciones civilizadas; respetándose su bandera en todas partes y bajo cuyo amparo, se cobijan todas las organizaciones que tienen por objeto socorrer los heridos en el campo de acción bélica.
Durante la paz, la enseñanza sobre la manera de prestar primeros auxilios debe ser uno de sus objetos principales de la Cruz Roja; por eso, las sociedades de primeros auxilios cooperan eficazmente al mayor éxito del socorro á los heridos, por sus conocimientos para tratar científicamente los enfermos.
Cábeme la satisfacción de haber establecido la enseñanza de los primeros auxilios en casos de accidentes, llevándolo á la práctica entre nosotros y con perseverancia haber puesto en buen pie la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios».
Desde que inicié la enseñanza de enfermeros en 1886, en el Círculo Médico Argentino; formé desde entonces el curso preparatorio de esa escuela con los conocimientos de primeros auxilios en casos de accidentes, para aplicarlos en la vida diaria. Desde que puse la Escuela de enfermeros y masajistas al amparo de la Asistencia Pública de Buenos Aires en 1889, fué apoyada oficialmente dicha enseñanza.
Creyendo que con la enseñanda aislada no conseguiría todos los resultados que deseaba, en pro de esta humanitaria institución, propuse fundar una asociación titulada «Sociedad Argentina Primeros Auxilios» que formé el 15 de abril de 1892, inscribiendo diez médicos y estudiantes amigos, como primeros socios.
Recién en diciembre del mismo año, ingresaron los primeros legos en medicina; alumnos y oyentes de la escuela de enfermeros y masajistas que rindieron examen ante una comisión de médicos.
Los principios de nuestra sociedad fueron tan pobres, que nuestra medalla de socio consistía en dos centavos grabados con el número que correspondía al socio y al principio, sólo se exigía la mínima cuota de un peso para cubrir el costo del grabado; porque opino que las asociaciones de trabajo personal y técnico, no deben ser agravadas con atribuciones forzosas; sino, que deben tratar de sostenerse con donaciones ú otros medios de contribución voluntaria.
Hoy día, tenemos para las medallas un cuño especial; pero, la medalla seguirá siendo de cobre para conservar la tendencia democrática é igualitaria de la asociación que es reconocida en toda la República.
He deseado probar en nuestra patria, donde todo se hace á fuerza de dinero, que puede hacerse una benéfica asociación, con sólo buen corazón é instrucción especial. Hemos hecho entre posotros, un trabajo lento al principio, en esta institución nueva, que hace la caridad, sin dinero; y á pesar de los obstáculos hallados en el camino, podemos felicitarnos de que ella sigue adelante, después de haber hecho los siguientes trabajos, unos realizados y otros en vía de realización. La tarea de la sociedad es de propaganda é instrucción, dejando á otras el poner los medios materiales.
El 15 de abril de 1895 entregué la Sociedad formada de 270 socios á una comisión directiva, compuesta de siete personas dispuestas á cooperar al éxito de la asociación, y año á año se ha renovado tratando de atraer nuevos elementos de actividad al seno de la comisión directiva. En dicha reunión fuí nombrado presidente honorario de la asociación.
Hemos conseguido realizar los siguientes trabajos en pro de la Sociedad.
Esta enseñanza forma el curso preparatorio de la escuela de enfermeros y masajistas; y á las escuelas que han intentado formarse sobre la base de la escuela de Buenos Aires las hemos ayudado, dándoles datos é informaciones.
Después de un pedido que hice, el Departamento Nacional de Higiene exige estos conocimientos á los dependientes idóneos de farmacia. También la Facultad de Medicina ha incluído en el programa de farmacéutico, una bolilla especial sobre la manera de prestar primeros auxilios en casos de accidentes. Está incluída la enseñanza de los primeros auxilios, como parte de la escuela de cirugía de guerra.
Como miembro de la Cruz Roja, intentamos realizar esta enseñanza en dicha asociación, dando una serie de conferencias en 1892; pero sin éxito, pues ninguno de los oyentes dieron examen, ni se llevó adelante la enseñanza, á pesar de intentarla nuevamente en 1893; pero, aun tenemos esperanzas de ver reanudada oficialmente esta enseñanza en el local central; dándose continuamente conferencias en uno ó más días y á una hora fija, cada semana para que el público se habitúe á concurrir. Es indispensable para todos los miembros de la asociación, que no deban contentarse con contribuir con los medios materiales; sino, poner el contingente de su inteligencia. El sub-comité de Mendoza ensayó establecerla en 1893, y lo mismo los bomberos voluntarios de la Boca, el centro Victoria (F. C. C. A.), etc.
Hemos conseguido que esta enseñanza sea incluída en los programas de educación primaria, no sólo en la Capital, sino también en la provincia de Buenos Aires y algunas otras. Propuso al Consejo Nacional de Educación fuera incluída en las conferencias doctrinales para los maestros que son los que tienen ocasión de aplicar esta instrucción diariamente, dando el ejemplo á sus alumnos de sus sentimientos humanitarios; instruyendo á sus alumnos en estos conocimientos, y dando ejemplo de serenidad y firmeza en caso de un accidente; pero, el cuerpo médico escolar aplazó su realización, que desearíamos ver llevado á la práctica cuanto antes, en bien de la educación y de la humanidad.
Gestioné y obtuve fuera incluído en los programas de los colegios y escuelas nacionales y normales; habiendo varios médicos y profesores que dictan cursos á pedido de los directores, á quienes el doctor Bermejo, entonces ministro de Instrucción Pública, pasó una circular fechada en mayo 22 de 1890, recomendando se tratara de establecer esta humanitaria enseñanza en sus respectivas escuelas, y envió á cada biblioteca algunos ejemplares de texto sobre primeros auxilios y los programas correspondientes; encomiando la enseñanza y propaganda, que espero tendrán los profesores, la perseverancia de realizar desinteresadamente.
Varios educacionistas, expontáneamente han fomentado la instrucción y les hemos ayudado con datos, folletos, etc.; no sólo dentro, sino fuera del país y espero que pronto se formarán sub-comisiones en varias provincias y centros, para enseñar y recibir exámenes y hacer propaganda de la institución.
La instrucción de «primeros auxilios» en el ejército y la armada, donde tanta falta hace á cada soldado estos conocimientos en tiempo de guerra, ha sido decretado obligatorio para oficiales, clases y soldados por el entonces ministro de la Guerra, ingeniero señor Guillermo Villanueva, en mayo 21 de 1896 y se ha puesto en práctica en varios batallones y naves; pero, aun falta que sea más extensa dicha enseñanza y se reciban los exámenes que probaría la idoneidad obligatoria de todos; cuya instrucción en esta rama, debe ser tan esmerada, como la de la táctica militar.
Desde la fundación de la asociación trabajé por implantarla en la policía de la Capital, donde el personal subalterno tiene ocasión de aplicar diariamente los conocimientos sobre la manera de prestar primeros auxilios y que en Inglaterra es recompensado con un aumento de sueldo.
Así, en 1892, conseguimos que el jefe de policía de la Capital, doctor Dónovan, hiciera traducir y recopilar por los médicos de policía, el textito de Esmarch, que se repartió entre el personal de vigilantes y bomberos; luego el general Viejobueno decretó se hiciera la enseñanza por los médicos de esa repartición; pero, desgraciadamente aún no se ha puesto rigurosamente en práctica.
Hemos conseguido ya de la policía una disposición que favorece de una manera fundamental á nuestra sociedad y es una orden del día del 29 de abril de 1895, en que se decretó que se permita á los miembros de la asociación presten los primeros auxilios en la calle; siempre que se presenten munidos de sus medallas, y eso sin mayores molestias, excepción hecha de los casos en que intervenga el Juez de Instrucción. Luego se pidió y se obtuvo la personería jurídica de esta benéfica asociación ante las autoridades nacionales.
También conseguí que la Municipalidad de la Capital indicara á la sucursal de la «St. John's Ambulance Association» ejerza su acción benéfica al amparo de la medalla de la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios», que obtienen al presentar su presidente los nombres de los que han rendido examen satisfactorio.
La medida tomada por la Municipalidad ha sido muy acertada en este país tan cosmopolita, donde poco á poco esperamos ver formarse sucursales extranjeras de todas las instituciones benéficas, que tendrán unidad de acción bajo la institución argentina.
Así, esperamos ver á los alemanes organizar muchas sucursales de la «Samaritana», para luego ingresar en nuestra asociación.
Ya la iniciativa popular se manifiesta. El señor Sir Vincent Barrington fundó la sucursal inglesa entre nosotros; y el activísimo primer presidente de la «St. John's Ambulance Association», señor Chevalier Boutell, y sus dignos sucesores, siguen dando clases en diversos centros.
Otras sociedades enseñan activamente y hacen ingresar miembros á la sociedad: los bomberos voluntarios de la Boca, han recibido lecciones y rendido brillantes exámenes. En los colegios nacionales y escuelas normales se han dictado una serie de conferencias por personas entusiastas por esta institución.
Personalmente he dictado, año tras año, numerosos cursos en las escuelas normales de la capital; en varias escuelas primarias y secundarias; en centros de instrucción popular, tanto en castellano, como en inglés; á las hermanas franciscanas, y en varios otros centros religiosos y laicos; aristocráticos y democráticos. He dado una serie de «ambulance classes» á las damas inglesas, á pedido de la esposa del ministro Packenham; á las sociedades de beneficencia, etc.
Otros se han interesado por esta instrucción, como preparatoria de enfermeros: varias asociaciones de Chivilcoy, de Santa Fe, etc.; así como diversos educacionistas: Berra, en La Plata; señora Yole Zolezzi de Bermúdez, en Corrientes; señorita Jacques, en Santiago del Estero; doctor Zubiaur, en el Uruguay; el doctor Arrizabalaga, de Montevideo; como el «Ateneo de la mujer», de esa misma localidad, y muchos otros.
Fuera de la República, también se han interesado por la enseñanza: la academia, de medicina de Río Janeiro y la municipalidad de Santiago de Chile; el doctor Mendizábal de Méjico, etc., por sus relaciones con la escuela de enfermeras, que también fundé aquí entre nosotros.
Hemos visto surgir la formación de varios centros, que proporcionan los elementos materiales para hacer más rápida y eficaz los primeros auxilios en casos de accidentes; así, la «Cruz Roja» sostenía una sala de primeros auxilios, que debía llamarse de «primera cura».
La Asistencia Pública de Buenos Aires tiene un servicio completo de ambulancias para el servicio del Municipio en casos de accidentes, como otras ciudades en la República (La Plata, Rosario, etcétera), en que rápidamente se trasladan al sitio de la catástrofe; habiendo por mi parte cooperado á su implantación del servicio en la Capital; redactando el reglamento que sirve de base; arreglando los útiles para primeros auxilios; bosquejando los planos de las ambulancias livianas, como se usan en Nueva York y se han adoptado aquí; y por fin, me trasladé al cuerpo de bomberos para ver la organización en cuanto á la rapidez del aviso y el timbre de alarma para el libre tránsito por las calles, que fué adoptado. Hoy funciona con gran rapidez y beneficio para el público. Sólo falta que se ocupen más de la instrucción del personal, especialmente en el arte del transporte. Hace falta estos conocimientos sobre la manera de prestar primeros auxilios é instrucción especial en los demás establecimientos encargados de la asistencia de enfermos; donde desgraciadamente se cree que puede improvisarse personal de enfermeros y enfermeras, sin moralidad, ni instrucción, ni condiciones especiales de educación, debiendo convencerse todos que los conocimientos sobre estos puntos cooperará á hacer administraciones eficaces y económicas; ahorrándose muchos medios materiales con sólo la instrucción.
Al principio, la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios», tenía sus reuniones en el local de la Asistencia Pública; después pasó al local de la Cruz Roja Argentina de Buenos Aires, donde quincenalmente tenía sus reuniones la Comisión Directiva; más tarde, en la Escuela Técnica del Hogar, que fundé, y ahora en la Escuela Roca de esta Capital; donde el activo presidente, doctor Mulcahy, dá con otros colegas conferencias todos los miércoles á las 8 p. m., y á donde debe dirigirse por asuntos de la Sociedad, que hoy cuenta con 900 socios idóneos en prestar primeros auxilios en casos de accidentes, á los cuales recomendamos comuniquen siempre sus cambios de domicilio y los auxilios que presten, para levantar anualmente una estadística.
También, la comisión directiva se interesa por las iniciativas, dificultades, enseñanzas, etc. de los socios; porque para progresar en vía de la instrucción, necesita de la cooperación personal de cada uno de los miembros; no sólo para prestar primeros auxilios, sino para hacer propaganda de la enseñanza ó hacerla personalmente, si fueran médicos.
Lo que falta en nuestro país es la perseverancia para seguir realizando cualquier obra; siempre hay gran entusiasmo en el primer momento, pero decae pronto; falta esa constancia de años para hacer de una humilde iniciativa, una gran obra. Pero, á pesar de las visicitudes por la cual ha pasado la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios» desde su fundación en 1892; ha tenido muchos socios que le han dedicado su actividad que ha sido reconocida por sus compañeros.
La fundadora, doctora Cecilia Grierson, fué nombrada presidente honoraria y continúa haciendo la enseñanza sobre «primeros auxilios» en toda ocasión; el doctor J. L. Kyle activo secretario desde 1895, se nombró socio honorario y al establecerse en Conchillas (R. del Uruguay), formó allí un centro de instrucción para los obreros de las canteras.
Serán recordados siempre con gratitud los nombres de las señoras Jean T. de Raynes, María A. Canetti de Rosales y señorita Sara Justo, á cuyos esfuerzos se debe la existencia de la asociación, en una de las épocas de mayor indiferencia. Los señores Chevalier Boutell y L. J. Dillon por su actividad y propaganda entre la colonia inglesa.
El señor Jorge Rankin; los doctores J. Señorans y F. Barraza, bajo cuyas presidencias se formaron diversas sub-comisiones, que sólo necesitan un poco de estímulo para ser imitados y progresar; sobresaliendo el centro de la Boca debido á la actividad de los señores Ragozza y Tessitori ; el de San Fernando, por el de los señores Stuart Penningtori (padre é hijo médico); el de Victoria (F. C. C. A.), con los señores Lloyd, Boggio, etc.; el de La Plata; el Colegio Nacional Central; el centro San Martín (F. C. P.), y los muchos médicos y profesores que han dado cursos y conferencias gratuitas en innumerables puntos.
Hoy la sociedad está presidida por el doctor Lovat Mulcahy, activísimo presidente que da personalmente conferencias en diversos puntos, con la cooperación del infatigable señor L. Dillon y los hibernos-sajones: doctores Halahan, O'Farrell, Gannon, etc., que parecen ser los más altruistas en nuestro país para esta enseñanza.
Este es el grado de progreso que ha alcanzado hasta ahora la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios» y toca á cada nueva concisión directiva extender su acción colectiva é individual al progreso de la asociación. Hay muchos elementos esparcidos que solo falta reunirlos, la enseñanza se ha hecho en muchas partes; pero, todos no han dado exámen y por lo tanto estas personas, que aunque posean la instrucción, no han aumentado el número de socios; y así muchos otros; médicos, farmacéuticos, etcétera, ingresarían á la sociedad si se les invitara ó se les estimulara; muchos dictarían cursos semanales durante un par de meses; por la satisfacción de ver esta propaganda realizada y tener el derecho de firmar los respectivos certificados y oir alguna vez que sus discípulos habían salvado una vida ó evitado la agravación de un accidente ó herido.
En nuestro país, sólo con la constancia de años puede verse llevado á cabo toda obra humilde, útil y buena, como es la que se propone realizar la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios» en su humanitaria tarea.
- ↑ La leyenda es la siguiente, sacada de la Biblia:
El Evangelio de San Lucas X, 33 y 34, refiere: que un hombre, al bajar de Jerusalem a Jericó, cayó en poder de unos ladrones que lo despojaron y que después de haberlo herido, lo abandonaron como medio muerto.
«A poco andar, pasó por ese lugar un sacerdote, y más tarde un levita; ambos se mostraron indiferentes para con el desgraciado. No sucedió lo mismo con un samaritano, que, movido de compasión, le vendó las heridas, echando sobre ellas aceite y vino, y colocándolo sobre su bestia, lo llevó para cuidarlo á una posada próxima. Este hombre caritativo le dijo al mesonero, que se comprometía á su regreso á pagarle el importe de los gastos que originase el herido.» - ↑ La humanidad es muy ingrata con sus verdaderos benefactores; Enrique Dunant acaba de morir pobre en un hospital de caridad.