Primer artículo de LA ESPERANZA sobre las imputaciones del conde de Malmesbury a España en relación al tráfico de esclavos

 Después de haber examinado los tratados que ha hecho España con Inglaterra sobre el tráfico negrero, y visto el modo con que los ha cumplido esta última nacion, debemos hacemos cargo de las frases vertidas contra el gobierno de nuestro pais en el discurso del conde de Malmesbury. Dijo, en primer lugar, que España permite una impudente violacion del tratado y deja cometer atroces crueldades con la raza africana.» Tal imputacion es una calumnia manifiesta. Precisamente los dos últimos capitanes generales de la isla de Cuba, á cuya época ha debido referirse el ministro inglés, han sido en estremo exactos en el cumplimiento de la estipulación. Ni del general Pezuela ni del general Concha puede decirse con fundamento que hayan consentido la introduccion de negros en ninguna parte del territorio de su mando: al contrario, ambos han trabajado cuanto les ha sido dable para impedirlo, ya avivando la vigilancia de nuestros buques, ya castigando con rigor á los infractores. Si se ha hecho algun desembarco de esclavos, ha sido contra la voluntad y órdenes espresas de los capitanes generales y sus delegados; ha sido furtivamente y de la manera que suele introducirse el contrabando por las castas y fronteras mas vigiladas. Diremos mas: gran parte de este contrabando lo han hecho y están haciendo los mismos ingleses.

 ¡España cruel con los africanos! Menester es decir que quien así habla, ni ha visto ni oido nada acerca de la manera con que los españoles se han conducido siempre con los esclavos. Desde que Inglaterra nos enseñó á valernos de estos hasta el presente, venimos dando al mundo ejemplo de humanidad para con ellos. Lea el noble conde nuestras leyes de Indias y allí verá como los monarcas de Castilla mandaban que se tratase á los siervos: lea la historia de las revoluciones ocurridas en el vasto continente americano, y compare la conducta que los negros declarados libres tuvieron respecto á los españoles, con la conducta que los negros pertenecientes á otros Estados tuvieron con los súbditos de estos en casos análogos. Todos los esclavos de América emancipados por los insurgentes, permanecieron fieles al gobierno español: todos fueron realistas hasta un punto que parece fabuloso. Y esto, ¿qué prueba? Que los tratábamos con lenidad y dulzura, que no tenian agravios que vengar, y que en medio de su rudeza conocían que los revolucionarios eran unos hombres degenerados é ingratos. Y ¿qué sucede ahora en la isla de Cuba? Que los señores tratan á sus esclavos cual á semejantes suyos: que los alimentan y visten bien, y procuran á toda costa conservarlos en buena salud; qué los asisten con esmero en sus dolencias, y hacen que cada uno vaya formando su peculio para el caso de emanciparse. Así se esplica cómo hay millares de negros que no quieren la emancipacion, y cómo se ven muchísimos que después de emancipados pretenden volver á la esclavitud. Ya sabemos que el estado actual de esta tiene bastante que corregir, y puede mejorarse mucho con aplauso de la humanidad y la moral cristiana; mas esta es cuestion diferente, y obra que se logrará con el tiempo. A tan deseado fin han cooperado no poco Prelados como el dignísimo Sr. Claret, y capitanes generales como los dos que hemos citado antes.

 Lo que hay en este asunto es que el gobierno británico, ofendido de la reclamacion del gobierno anglo-americano, no teniendo valor ni fuerzas para rechazarla, ha querido desahogar su cólera ajando el honor de España, acusándola de ingrata, y echándole la amenaza de que dejará de protegerla en la conservacion de la isla de Cuba. En cuanto á los servicios que nos ha hecho la Gran-Bretaña, no necesitamos decir nada, porque es harto público que los hemos pagado bien caros. Por lo que toca á la amenaza, únicamente diremos que como la proteccion inglesa no ha de ser jamás desinteresada, como la que nos ha dispensado ha sido siempre por su conveniencia propia, no hay temor de que mientras esta sea la norma de su conducta deje de dárnosla. Ademas, reinando los vientos que ahora soplan, Inglaterra mas motivos tiene para pedirnos auxilio que para otorgárnosle. Lo que á nosotros nos conviene es la union y confraternidad de todos los españoles, y un gobierno de pocas trabas, amante del bien público, imparcial y justo; logrado lo cual, nos bastamos á nosotros mismos, siendo difícil que necesitemos socorro de nadie.

  Quéjase el conde de Malmesbury de que las demas naciones se hayan enfriado en órden al principio de esclavitud y aun á la esclavitud misma. No lo estrañamos en verdad cuando traemos á la memoria, por una parte, que el tratado no ha servido mas que para los ingleses; esto es, para que ellos sean esclusivos en el tráfico negrero y en el comercio de los moros de Africa; y por otra, que el estado de los negros esclavos es bajo todos aspectos incomparablemente mas beneficioso á la humanidad y aun á ellos mismos que el de los negros salvajes. Tan persuadidos nos hallamos de esta verdad, que desde ahora nos atrevemos á decir que si por las naciones cultas tarda en acordarse un medio eficaz de civilizar los países bárbaros de Africa, se han de destruir por su propia virtud los tratados actuales: cosa que no nos pesaria siempre que se mejorase todo lo posible la situacion de los siervos, mirándolos con caridad cristiana. Mientras tanto, lo que el gobierno español debe hacer es procurar se rectifiquen las estipulaciones vigentes, impidiendo que los ingleses interrumpan el comercio lícito de los españoles y que se repitan las estorsiones que les vienen causando 23 años há.

  Pedro de la Hoz

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