Preservativo del vómito verde

Preservativo del vómito verde
de P. F. Monlau
Publicado en enero de 1865 en el Almanaque Literario del Museo Universal, Madrid.
Se ha modernizado la ortografía original excepto en algunos casos
PRESERVATIVO DEL VÓMITO VERDE
ALIAS MAL DE MAR.


Leed (o escuchad), y os preservareis del mareo, de ese terrible mal de mar, de ese cólera verde, amarillo o azul, que, salvo no terminar por la muerte del paciente, es peor que el cólera-morbo legítimo o genuino del Asia. De hoy mas, ya no se verán a bordo aquellas caras de ajusticiado que ponen los hombres, y de cadáver las mujeres y niños, que se marean. ¡Gracias, sin fin, sean dadas por todo, al inolvidable Mr. Jobard, que investigó la causa única, y escogitó el remedio seguro, del mal de mar! y gracias, sin o con fin, denme, también a mí los lectores de este Almanaque. por la buena obra de hacerme intérprete de la doctrina de aquel ilustre belga, hombre de peregrino ingenio y de reputacion europea, cuya pérdida lloran las ciencias y las artes útiles.

Repetidos viajes por mar, y repetidísimos ensayos hechos en los columpios, balancines y caballitos, convencieron a nuestro autor de que ni el aire de mar, ni el olor del alquitrán, ni el tufo del buque, ni el espectáculo de los mareados, ni ninguna de las causas conjeturadas hasta aquí, eran las verdaderas eficientes del mareo: este feo mal es puramente mecánico, y su remedio no pueden serlo las pastillas de menta, ni los saquillos de azafrán, ni las cataplasmas de sal y perejil en la boca del estómago, ni las misturas, ni el rom, ni el éter, ni el cloroformo, etc., etc.: el fisiólogo y el higienista son los verdaderos médicos de esa enfermedad.

Su preservativo hizo invulnerable a Mr. Jobard, que antes se mareaba sin consuelo; y viaje hubo en que de 230 pasajeros él, solo él, dejó de cambiar la peseta. Entonces, fue cuando, por conducto del sabio Mr. Arago, comunicó en 1846 su descubrimiento a la Academia de Ciencias de París. Aquel elevado cuerpo, dando poca importancia a la cosa, no hizo mas que un gesto de asentimiento; pero luego se apoderaron de la teoría de Mr. Jobart, que no era médico, una porcion de sub-inventores, médicos que, dándose gran maña en hacerse ininteligibles, vinieron a sepultar el descubrimiento en medio de un desierto de ideas, inundado luego por un diluvio de palabras técnicas. Nosotros vamos a desenterrar aquella teoría, y a explicarla con tal claridad y sencillez, que nadie pueda dejar de entenderla.

Si la nave no se moviese, no habria náuseas, ni vómitos: pero como la nave cabecea (de popa a proa), y se balancea (de babor a estribor), resulta que, comunicados tales movimientos a nuestro cuerpo, los intestinos se sublevan contra el diafragma, comprimen el hígado, y la vejiga de la hiel tiene que soltar su contenido, vertiéndolo en el estómago. Este, sorprendido de tamaña é insólita inundacion de hiel, la arroja, y tanto mas pronto, cuanto mas desocupado se halla.—Por esto se marean menos los que se embarcan con el vientre repleto. Sépase, con todo, que este preservativo sirve tan solo cuando la travesía es corta, porque si se trata de un viaje largo, es remedio tan vano como vana es la limosna para extinguir el pauperismo.—Por esto tambien no es mal preservativo el tenderse en el camarote, sobre todo si se tiene la precaucion de echarse con la cabeza a proa, y los pies a popa, con el objeto de que los movimientos del cabeceo impelan los intestinos hacia abajo y no hacia el diafragma.—Por esto, en fin, se marean muy poco, o nada, las persona que llevan habitualmente faja o cinto (como los holandeses).

Ahora bien, dice Mr. Jobard: esto sabido, no hay mas que impedir que los intestinos se subleven y vayan a hacer cosquillas al diafragma provocando el hipo vomitivo; y al efecto bastará embalarlos y estivarlos como si fuesen un artículo cualquiera de la carga del buque, manteniendolos fijos en su sitio, o privándolos de toda libertad maléfica. Lo cual prueba (añade el autor), que la represión y compresión evitan muchas revoluciones, sin necesidad de expulsar, confinar, desterrar, a los elementos de las turbulencias intestinas.—Esta compresion se logra con solo atarse un cinto al cuerpo, en la region correspordiente al intermedio entre el pecho y el vientre lo más cerquita posible de las últimas costillas.- Si se quiere dar mayor solidez y firmeza al cinto, átense o cósanse a éste unas correas o tirantes que, dando vuelta por los lomos y el periné, venga a enganchar en la parte anterior del cinto por medio de una hebilla, etc.

El cinto de Jobard: hé aquí el seguro preservativo del mal de mar. Entendámonos, empero, sobre el sentido de seguro: absolutamente seguro no hay mas que la muerte y las contribuciones, como decía Napoleón I; toda seguridad es mayor o menor, pero siempre relativa. Individuos hay (yo soy felizmente uno de estos) que no se marean aunque el mar se trague la nave, y otros (como cierta dama ilustre del siglo pasado) que se marean con solo contemplar una marina, cual el otro personaje que tiritaba de frio siempre que veia un país nevado !!!

El hábito, la costumbre de navegar, destruye generalmente la disposicion a la naupatia, pero a veces no lo consigue, y oficiales y facultivos de marina conozco yo que han debido abandonar muy a su pesar, la noble carrera que con felicísimos auspicios habian emprendido. Americanos hay en Europa, y europeos en América, que renuncian a volver a su país y al seno de su familia y amigos, antes que sufrir los tormentos del mareo que esperimentaron en la primera travesía. Cicerón, en fin, prefirió entregar su cabeza a los sicarios de los triunviros, prefirió la muerte, al suplicio del mareo que sintió en la lancha que podía haberle salvado alejándole de la playa donde estaban sus enemigos. - Por donde se infiere que el único preservativo infalible del mal de mar, es no embarcarse, bien así como el mejor y más seguro remedio del mareo es saltar en tierra.

P. F. MONLAU.