​Por pelar la pava​ de Antonio Ros de Olano

Por pelar la pava editar

(Tradición infernal)


- I - editar

           
    La canción

Cierta noche de verano,
en Sevilla la preciada,
misterioso caballero
cubierto de negra capa,
embozado hasta las cejas,
chambergo casi con falda,
luenga pluma en el chambergo
y altas botas anteadas,
llevaba en pos (no matones,
porque le cubran la espalda)
sino músicos de oficio,
tañedores de guitarra.
Paróse frente a una reja
de la calle de las Armas,
donde ya era casi inútil,
porque casi agonizaba,
la luz de una triste imagen
de la Virgen de las Ansias,
y, con fiero desenfado,
después de apagar la lámpara,
mandó preludiar un aire,
y así cantó con voz clara:
«Sevilla, por ser en todo
»madre de las esperanzas,
»desde el patio de la Cárcel
»permite ver la Giralda;
»y yo, constante cautivo,
»en la noche más cerrada,
»contemplo tus bellos ojos
»desde el fondo de su alma.»
Tosido de hembra se escucha...
Los tañedores se apartan...
Pasa la ronda del barrio...
El ministril se adelanta...
Vuelve, y le dice al alcalde:
-«Son dos que pelan la pava...»
-«¡Quien la pela no la come!
»¡Siga la ronda!» -Así exclama
su merced, mientras decía
el rondín, para su capa:
-«¡Pues, señor! ¡paciencia, piojo,
»si donde picas, se rascan!
»¡Dijera el señor Alcalde:
»quien la pela, la prepara!
»¡Que unos comen pava frita,
»y otros la comen asada!»
 


- II - editar


       Ella y él

-«En cuanto Dios amanezca,
»y canten las golondrinas,
»y oigas la oración del alba,
»alzaré la celosía.
»Cosas tengo que decirte;
»no hay tiempo a que te las diga;
»llévate este beso, y tráemelo
»cuando vuelvas a la cita.»
Si el amor es puro incendio,
nadie ha visto sus cenizas;
pero todos han probado
que el beso es de llama viva.
Y oyóse al galán que dijo:
-«¡Luz de luz del alma mía,
»tus besos son voladores
»cohetes que arrojan chispas!»
En esto lanzó un suspiro,
a tiempo que se partía,
creyendo lo encomendaba
al calor de su querida,
sin ver que tras de la reja,
más grave que una estantigua,
se hallaba puesta la madre
mirando por las rendijas.
Tales cuadros disolventes
son propios de Andalucía;
y así se ha visto... mal digo,
así en las horas sombrías
hay quien, por coger la rosa,
se ha clavado en las espinas.
Dígalo, si no, el amante
de la monja carmelita,
que cargó con la abadesa
por llevarse la novicia.
 


- III - editar


       El desengaño

-«María la Luz, ¿qué tienes?
»¿Qué pena te sobrecoge?
»El beso que me prestaste
»te lo traigo en estas flores.»
-«¡Ay! No me llames María
»de la Luz; llámame, ¡oh, Lope!,
»A medida de mis males,
»María de los Dolores.
»No lleva el Guadalquivir
»más agua por cuanto corre,
»que lágrimas de mis ojos
»han corrido en esta noche.
»Mi madre con ser mi madre,
»Dios lo sabe, y la perdone,
»ha partido en mil pedazos
»a un tiempo dos corazones.
»Al hallarnos en la reja,
»tratándote con reproche,
»dijo, que para mi guarda
»un novio, si no más noble,
»de mucha mayor fortuna
»con el título de Conde;
»que en Jerez tiene bodegas,
»tiene torada en San Roque,
»Cármenes tiene en Granada,
»en Sevilla casa y coche,
»y dineros que le sobran
»para lucir en la corte...
»¡Tú llenabas mi deseo!...
»Mas mi madre lo dispone.
-«El llanto que hayas vertido,
»María de mis dolores,
»presto se enjugó en tus ojos
»para que en los míos brote.
»Dicen ¡y yo lo creía!
»que el diamante no se rompe...
»¡Dádivas quebrantan peñas,
»y tu corazón responde!
»Pero si el honor consiente
»que los celos no me ahoguen,
»cuenta, que al Conde conozco...
»¡Lo conozco y me conoce!
»Ya sus deudos y los míos,
»por apego a sus mayores,
»contendieron en Granada
»bajo distintos pendones.
»¡Si hoy se me coloca en frente,
»será que Dios lo dispone!»
-«¡Mi madre!» exclamó María.
-«¡Huye!»
Y el galán quedóse,
hasta que una mano seca
cerró el postigo de golpe.
Mal reprimido el impulso
de su agravio, él dijo entonces:
-«Los insultos de mujeres
»suelen pagarlos los hombres.
»¡Ni los hierros de esta reja
»darán paso a otros favores,
»ni lleva en balde la Calle
»de las armas este nombre!»
 


- IV - editar


     El encuentro

-«¡Por Dios, que un bulto diviso!
»¿Quién llega?»
-«Un cristiano viejo»
-«¡Malicia o soberbia asoman
»bajo nombre tan modesto!
»Mas, si tratásteis ofensa
»so pretensión de discreto,
»tropezáis con quien responde:
»Por aquí no pasan perros.»
-«La frase es de vuestro origen,
»mal que seáis conde nuevo.»
-«¡Id atrás!»
-«¡Un Benencete
»con tizona de Toledo!
»¡Trajérais el corvo alfanje!...
»¡Bien que por la historia entiendo
»lo rindió en Torre de Elvira
»uno de vuestros abuelos.»
-«¡Insulto fue, por Dios vivo!»
-«Si es insulto, recogedlo.»
-«¿A Don Fernando de Berja?»
-«Don Lope de, Castro.»
-«¡Presto!...
»¡Poned vos mano a la espada,
»porque os mate defendiéndoos!»
Y como un tiempo se odiaron
cristianos y sarracenos,
embistieron uno a otro
con la rabia de los celos;
siendo tan breve el combate
como las formas del duelo,
tanto, que al golpe encendido
de un hierro contra otro hierro,
brilló en rápido relámpago
rayo del primer encuentro;
y oyóse: ¡Jesús, Dios mío!
y fue de mujer el eco,
y era María la Luz
que abría en aquel momento
las hojas de la ventana,
y, del farol al reflejo,
vio se chocaban dos bultos,
vio desplomarse dos cuerpos...
Caer vio en tierra dos hombres,
como caen los cuerpos muertos.
 


- V - editar


Comienza el milagro

El mismo telón de fondo
de la primera jornada:
vista de la misma calle
en horas más avanzadas:
pero tan metida en sombra,
que, a ser caso en Cantillana
y andar el demonio suelto,
de fijo no columbrara
la faz de la triste imagen
de la Virgen de las Ansias.
Por cierto que, inútilmente
quisieron manos profanas
y luego muchos devotos,
a la primer campanada
de la oración de la tarde,
encender aquella lámpara;
siendo hablilla entre comadres
y escándalo de beatas
que al ir a prender la mecha
la pajuela se apagaba.
El sagrado del silencio
quien lo rompe lo profana,
salvo si lo santifica
con temerosa palabra.
Es costumbre de ab initio
en la plebe sevillana
ir soltando saetillas
en esas horas calladas;
saetillas que en otro tiempo
la Inquisición aguzaba
para herir piadosamente
en las conciencias livianas.
Fortuna fue que en la noche
del lance de encrucijada
acertasen a pasar,
cantores de esas tonadas,
dos gitanos, macho y hembra,
y allá va lo que cantaban:
 


- VI - editar

              Saetas

«Mira, mujer pecadora,
»que si aquí te gustan chanzas,
»cuando estés en los infiernos
»las costuras te harán llagas.»
Al punto entendieron gentes,
viniéndoles por la zaga;
y éranse una viejecita
entre bruja y cucaracha...
(La vieja del candilejo;
pues que, por serlo, llevaba
el candil, que defendía
de que el aire lo matara,
unas veces con la mano,
otras veces con la saya),
y, junto con dicha vieja,
precedido de su fama,
el comadrón de los partos,
según dijo la gitana.
En tanto los dos rivales
como cayeron estaban...
¡Inertes sobre las losas,
al lado las toledanas,
Sumidos en las tinieblas,
eran yacentes estatuas!-
¡Con tenerlos a seis pasos,
ninguno los sospechara!
Cantó la gitana entonces
recalcando la tonada:
«Ánima que estás en pena,
»para alumbrar otra ánima,
»ten al confesor contigo,
»si eres ánima cristiana.»
 

- VII - editar

          El viático

 Cantaron otras saetas,
y quiso Dios que sonara
la fúnebre campanilla,
y que por calle cercana
asomase una linterna
como si fuera en volandas.
La campanilla y la luz,
cual es de ene, las llevaban
el sacristán y un acólito
de la parroquia inmediata.
Y detrás, a toda prisa,
recogida la sotana,
les seguía el señor cura
con la ampolleta arropada.
Como a una esquina llegasen,
fueron los tres a doblarla,
sin duda porque otra urgencia
a otra parte les llamaba...
Y entonces gritaron todos:
-«Señor cura, no se vaya.»
-«¡Señor cura! ¡señor cura!
»Aquí ha sido la desgracia.»
-«¡No puedo perder el tiempo!...»
Responde el padre de almas;
pues en la Calle del Susto
diz que han herido a un fantasma
que pide la Extrema-unción,
y corro a ver si se salva...
-«¡Estos son dos, padre cura!»
-«¡Dos contra uno, ya cambia!
»Les daré un pasa volante,
»y el otro aguarde una miaja.
»¿Dónde están?»
-»¡Aquí, cerquita!»
Fue el cura, y halló a sus plantas
tendidos a los rivales
como yacentes estatuas.
Le seguía el comadrón,
y, en cuanto les vio la cara,
dijo: -«Más muertos están
»que el Comendador de marras.»
Escaparon los gitanos;
la vieja se alzó las faldas,
y el cura exclamó: -«¡A difuntos,
»supuesto no les alcanza
»ni el último Sacramento,
»que mi bendición les valga!»
Los cruzó de arriba abajo
de una bendición muy larga,
y, murmurando un response
se fue donde le llamaban.


- VIII - editar

                    
          Estallido

La vieja del candilejo,
viéndose ya sin comparsa,
también escapó, diciendo:
«¡Que me agarran! ¡que me agarran!»
Tornó luego el señor cura
con la antedicha comparsa
y con el buen comadrón,
que partear sabe... almas,
y echa más muertos al hoyo,
que saca vivos a plaza.-
El de Berja y el de Castro,
tintos en sangre, se daban
las manos, vueltos los ojos
al sacerdote, y sin habla...
Tendíanle ambos los brazos,
abrían los dos las palmas;
el Cura creyólos vivos;
el comadrón lo juraba.
Por si o por no, dijo el cura:
«Per istam unctionen sanctam...»
Y al «amén» dieron un bote
aquellos cuerpos sin alma,
con el ímpetu que suben,
con el ímpetu que saltan,
rebatidas contra el suelo
pelotas de goma elástica;
y, parejos por el aire,
estirados como ranas,
cayeron como dos troncos,
sonando como dos tablas,
al mismo pie del altar
de la Virgen de las Ansias.
Los cuerpos estaban fríos;
junto a ellos las dos espadas;
y, porque más no siguiese
la Virgen sin luminaria,
el cura encendió la estopa,
la estopa prendió la lámpara,
y desde entonces se cuenta
EL MILAGRO DE LA PAVA.


- IX - editar

                 
       Conclusión

Si es conseja o sucedido,
Dios lo sabe, y Dios me valga:
Goya lo tuvo por cierto,
y pintó la Serenata.
Hoy en la oriental Sevilla
nadie ya memoria guarda
de dónde estuvo el retablo
ni en dónde la reja baja.