Política de Dios, gobierno de Cristo: 284
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Política de Dios, gobierno de Cristo | Francisco de Quevedo |
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En la consideración de este capítulo parece que se agota todo lo importante del oficio del príncipe, y todo lo peligroso del oficio del privado. Cumplir el rey toda justicia es hacer todo su oficio: humillarse al criado el señor, es todo el riesgo. Era San Juan Bautista grande privado de Dios, y el que venció todas las malas andanzas del puesto. No ha habido ni habrá mal paso en la privanza que él no le padeciese y le santificase con su humildad y con su vida y con su muerte. La aclamación del pueblo engañada le ofreció la adoración de Mesías, le rogó con el cargo de su señor: el séquito de las gentes hizo diligencias contra su oficio; su grande santidad equivocaba la fe de los judíos para su persecución. En uno de los capítulos antecedentes ponderé sus diligencias y sus respuestas. Y como él sabía cuán sabrosa perdición y cuán forzoso peligro es éste de la privanza, no por sí, que era hombre enviado de Dios, y no de la ambición; por todos los que serían en el mundo privados habló tales palabras: «Éste es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido antes de mí: de quien yo no merezco desatar la correa del zapato». |